sábado, 29 de noviembre de 2008

2008, la casa de la ciudad de La Plata, renace de las cenizas.

Después del incendio que destruyó casi en un noventa por ciento los muebles, artefactos, ropa, libros, archivos y dañó seriamente techos y paredes, tanto Elvira, su hermana Elena y yó teníamos una asignatura pendiente con la vivienda platense que guarda tantos momentos inolvidables en su interior. Más allá de los recuerdos familiares antes mencionados, jamás olvidaré la gran cantidad de guiones, dibujos, diseños e inventos que logré en ese sitio que continúa cargado de una energía muy positiva y especial. Siempre tengo presente que durante el tiempo que yo permanecía allí, las ideas fluían en una constante sucesión creativa. Milagrosamente, la mayoría de los muchos y diferentes bocetos realizados sobrevivivieron al fuego devastador. En éste 2008, Elvira tomó la firme decisión de reparar la casa de calle 134 que tanto ama y a la que llama "su lugar en el mundo".
El destino puso en su camino a un señor llamado Carlos, quién se encarga con mucho profesionalismo y responsabilidad del minucioso arreglo de las paredes y los techos. La casa ha recobrado la luminosidad y calidez que parecía haber perdido, pero la férrea voluntad de Elvira quién se abocó al control de la obra. Felizmente, a esta altura del año que finaliza y como un hermoso regalo de navidad, Dios y sus espíritus, le devuelven una renovada imágen de esa hermosa, sencilla y mágica vivienda que renace de las cenizas rodeada de una colorida variedad de plantas, árboles y flores que la hacen más bella.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Historias Juveniles, 1972, abrupto final de mi breve paso como director publicitario de la fábrica de medias femeninas. Ultima parte.

En las primeras horas del día siguiente, tal como había acordado con el "presidente" de la fábrica de medias, a las ocho y media en punto, el contador pasa a buscarme por el hotel porteño donde me estaba alojando. Con lo que me había adelantado el empresario cancelé la cuenta del hotel y el importe también me alcanzó para pagar los honorarios del grupo "Plus Ultra", los chicos de Bahía que habían grabado los jingles y se encontraban en Buenos Aires preparándo el lanzamiento de su primer disco simple en Sicamericana. Al contador le extrañó que yo cargara todo mis equipaje en su vehículo, le comenté que había dejado el hotel ya que la sorpresiva gira por la costa Atlántica se extendería por varios días y que por suerte el "presidente" me había dado un cheque para cubrir gastos. "Primero vamos a ir a Tandil, el jefe quiere que arreglemos una campaña en la radio de esa ciudad", me dice el contador que daba todo el aspecto de estar feliz con este tour y sin darme tiempo me pregunta; "¿No tenés problema en que llevemos con nosotros a una buena amiga mía?, ella vive cerca de la salida a la ruta".- "Nó, no tengo inconveniente, vamos a buscarla, le respondí". La chica estaba esperándo en la puerta de acceso a un edificio con un bolso pequeño en la mano. Era más joven que el contador , bastante atractiva y muy simpática. Ya habíamos dejado atrás la Capital Federal y estábamos rumbo a la ciudad de Tandil. Yo viajaba en el asiento trasero y la chica a quién llamaré Laura, iba adelante cebando mate y conversando animadamente.
A eso de las 11 de la mañana, se escucha un ruido bastante potente proveniente de la parte delantera. El contador detiene el vehículo en la banquina, abre el capot y se observa que una densa humareda sale desde el block del motor. "¡Cagamos, reventó la bomba de nafta!" exclama. Hacía mucho calor y por esa ruta no pasaba casi nadie, realmente estábamos en un serio problema. El contador comienza a transpirar copiosamente y dar vueltas alrededor del auto cuyo motor se había recalentado en extremo mientras que el agua hirviente del radiador se diseminaba por el asfalto. A unos doscientos metros de distancia, en medio de una arboleda podía verse una casa, la única señal de vida que surgía en medio del campo. Le sugerí caminar hacia ese lugar habitado y pedir ayuda, porque era casi seguro que alguien nos daría una mano para salir del apuro. El contador estuvo de acuerdo con la idea, ya que no quedaba otra alternativa y él mismo se ofreció en caminar hasta ese sitio. Antes de irse me pregunta; "¿Tenés la plata?". "¿Que plata?" le respondo. "El presidente me dijo que te había dado el dinero para el viaje y yo no tengo un peso", me dice. Aquello parecía un chiste de pésimo gusto, yo estaba seguro que el "presidente" le había entregado al contador una suma correspondiente al pago de gastos de viaje y el resto de mis honorarios y a su vez, el contador parecía haber caído en una nueva trampa, pensando que su jefe me dió el dinero a mí. En síntesis, los dos habíamos sido estafados. La temperatura iba en aumento, el interior del auto era un horno insoportable y el contador comenzaba a mostrar los primeros síntomas que le producían el calor y la desesperación de sentirse acorralado y sin salida. Los tres náufragos de esta pesadilla teníamos sed y en el vehículo no había una mísera botella de agua. De pronto, una vieja camioneta se detiene adelante nuestro y de ella descienden dos hombres vestidos con el típico atuendo de la gente de campo. Uno de ellos nos propone remolcarnos hasta un taller mecánico cercano a una estación de servicio distante a unos cuarenta kilómetros del sitio donde estábamos varados. No nos quedaba otra alternativa, nuestros ocasionales salvadores, utilizando una soga, iniciaron el traslado. La marcha era lenta y nosotros tres viajábamos en el vehículo averiado que era remolcado rumbo al taller que podría reparar la bomba de agua. Ninguno de nosotros tenía ánimo para decir palabra alguna, solo se escuchó la voa de Laura la amiga del contador que en un momento nos dice; "no se hagan problemas por la plata, yo tengo unos pesos en la cartera".
Finalmente llegamos hasta el taller ubicado efectivamente a la vera de la ruta y después de revisar minuciosamente el auto, el mecánico nos hizo saber que la única solución era cambiar la bomba de agua por una nueva o reparada. Este anuncio aumentó la preocupación del contador que a esta altura de las circunstancias veía que su pequeña "luna de miel" con Laura estaba empalideciendo irremediablemente. Cuando el mecánico nos dijo el costo que tendría el repuesto más su mano de obra, reunimos todo el dinero que llevábamos encima, incluído el de Laura y nos alcanzó para pagar el arreglo integral, ponerle combustible al auto y comprar gaseosas y cigarrillos.
Ya eran las seis de la tarde y la ciudad más cercana que teníamos era Tandil. Optamos por ir hacia allí, ya que consideramos era lo más conveniente. Fué entonces que recordé que en esa localidad había tenido varios contactos telefónicos con el gerente de LU22, una importante emisora AM donde se estaban emitiendo desde hacía dos años, mis microguías y programas musicales "MH Positivos". Este hombre de apellido Fernández a quién no conocía personalmente, era mi única esperanza en medio de la compleja situación en la que nos había metido el nefasto "presidente". Llegamos a Tandil y lo primero que hicimos fué ir hasta el sitio donde funcionaba la emisora. Por fortuna, el señor Fernández se encontraba aún en su oficina. Yo había decidido ir a verlo solo, el contador y su amiga me esperaban estacionados frente a la radio. No quise andar con rodeos y luego de una charla informal con Fernández, quién me dió la impresión de ser todo un caballero fuí directamente al grano y le hice saber que habíamos tenido un problema mecánico en medio de la ruta y debido a un "mal entendido" carecíamos de dinero suficiente como para regresar a Buenos Aires. Mi interlocutor me escuchó atentamente y después de mi exposición, abrió uno de los cajones de su escritorio y mirándome con una sonrisa me dijo; "Palacios, en esta vida muchas cosas tienen solución. Lo primero que le entregaré es un vale para que llenen el tanque con nafta y aquí tiene una órden de alojamiento para ustedes tres con desayuno y comida incluída en un hotel de la ciudad, todo gentileza de la radio, así que yá pueden ir al hotel a ponerse cómodos, cambiarse y bañarse porque esta noche me gustaría que usted y yó comamos un buen asado en la mejor parrilla de Tandil".
Cuando les comuniqué lo que Fernández me había ofrecido ni el contador ni Laura lo podían creer. A eso de las 22 horas, Fernández y yó estábamos cenando en un asador criollo y antes de irnos del lugar, este señor fuera de serie me preguntó si necesitaba algo más. "Sí, un pasaje hacia Bahía Blanca, es lo único que preciso, he pensado que no quiero volver a Buenos Aires". El día había sido muy tensionante para mí, realmente estaba muy cansado, solo quería dormir y regresar cuanto antes a mi casa para estar con Elvira y Virginia. Al día siguiente me despedí del contador y Laura. Desde entonces, nunca más los volví a ver. A las 22,30 el señor Fernández me llevó en su auto hasta la terminal de omnibus y nos despedimos con un fuerte apretón de manos.
Cuando llegué al departamento donde vivíamos con Elvira y Virginia además de sentirme feliz de estar con ellas, comencé a recuperarme mental y físicamente siempre pensando en que debía volver rápido a Buenos Aires y reclamarle al "presidente" lo que me debía. Quince días después, viajé especialmente a la capital Argentina con el fin de ver al "presidente", lograr que me pague e informarle a los directivos de Sicamericana que el proyecto del Long Play auspiciado por la empresa fabricante de medias femeninas no se concretaría.
Sentía mucho odio hacia el "presidente", quién no había tenido ningún escrúpulo a la hora de utilizarme para algún siniestro fin que hasta el momento desconocía, pero lo peor fué su mentira y las situaciones vividas en el viaje a Tandil. Cerca de las 15 horas llegué al edificio de la empresa, lo primero que me llamó la atención fueron los cristales rotos de la amplia vidriera de acceso. En la recepción no había nadie, solo ví en el lugar a un par de obreros sacando cables de teléfonos y parlantes. Les pregunté que había pasado y me respondieron que la firma se estaba mudando y un par de días antes un grupo de manifestantes del gremio textil había arrojado piedras sobre el frente de la firma.
Como había tomado cierta confianza con los operarios, les pregunté si en los pisos superiores del edificio había quedado algún directivo. Uno de ellos me dijo que hacía un rato solo habían visto al "presidente" llevándose una caja con papeles.
Ahí me vino a la mente la imágen de la cochera donde el empresario guardaba su auto alemán y a la cual accedía a través de un pasillo que desde el mismo edificio conducía hacia el garage que tenía salida hacia otra calle. En ese momento comenzó una lluvia débil y supuestamente pasajera, entonces se me ocurrió dar la vuelta e ir directaménte hacia la puerta por donde podría llegar a salir el "presidente".
Estuve un buen rato montando guardia junto al portón automático, hasta que en un momento éste se abre y veo el vehículo del empresario en "fuga". Allí me jugaba la recuperación de lo que me adeudaba y de paso soltarle una puteada o lo que venga por hijo de mala madre. Cuando me vió parado frente a su coche, puso el freno de mano y descendió como sorprendido, siempre con su sonrisa poco creíble. Tenía puesto un costoso impermeable de color gris claro y llevába un portafolios de cuero. Lo primero que le dije fué; "¿porqué me cagó de esa manera, con la plata que usted maneja, tenía necesidad de joder a un jóven que creyó en usted?". No dijo nada, solo apoyó la valija sobre el capot del vehículo y me respondió; "disculpemé Palacios, los acontecimientos me están superándo y lamentáblemente usted cayó en este quilombo, ¿dígame cuanto le debo, acepta un cheque bueno?". Le dí la cifra exacta que debía pagarme, buscó y eligió una chequera entre las muchas que llevaba en el portafolios y procedió a hacerme un cheque al portador. Yo solo quería llevarme ese valor e irme lo más rápido posible, pero antes el "presidente" agrega; "Cámpora será el nuevo presidente de Argentina y vendrán tiempos muy difíciles. Yo me voy a otro país, mire, ésta es la lista de mis acreedores, fíjese, a esta compañía le debo cien millones, a esta otra doscientos y a usted mi querido Palacios, solo un millón, ¿cómo puedo negárme a pagárselos?".
Había dejado de llover, guardé el cheque en un bolsillo de mi saco y comencé a caminar hacia la avenida 9 de Julio, allí entendí claramente que el "presidente" me había llevado a su empresa para que aquella campaña publicitaria que nunca salió al aire, sirviera como una especie de "fuego de distracción" para engañar al directorio y paralelamente ganar tiempo para evadir sus millonarias deudas, emprender la retirada y lamentáblemente dejar a mucha gente sin trabajo. No fué aquel un final feliz, lo tomé como una experiencia lamentable pero a su vez enriquecedora que sirvió para fortalecerme en las muchas y duras pruebas que me estarían esperando en los años venideros.

martes, 25 de noviembre de 2008

Historias juveniles, 1972, Buenos Aires, 60 días como director de publicidad de una importantísima fábrica de medias femeninas. Parte 1

Virginia era apenas una bebé de pocos meses y en ese tiempo, yo estaba en Bahía Blanca viviendo con ella y Elvira y estaba conduciendo varios contenidos radiales en vivo. Paralelamente grababa en estudios locales los programas "MH Positivos" que semanalmente enviaba a las emisoras LU22 de Tandil y LU19 La Voz del Comahue de Cipolleti para su difusión en las respectivas ciudades. Estaba transitando por un gran momento de mi carrera como locutor, conductor radial y publicista, ya que Elvira había asumido la responsabilidad de ayudarme a poner en órden la administración de nuestra pequeña agencia de publicidad que empezaba a dar sus primeros pasos. En una oportunidad, recibo en la oficina de Galerías Plaza, el llamado del presidente de una importante fábrica de medias femeninas. Este ejecutivo de muy alto nivel, me estaba hablando desde Capital Federal haciéndome saber que en un par de días estaría en Bahía Blanca y quería entrevistarse personalmente conmigo. Para este encuentro, él mismo eligió el bar del hotel Austral, el hotel más prestigioso de aquella época. Por fín llegó el día tan esperado y a las 20 horas, estuve allí frente al presidente de la compañía, un hombre de aspecto elegante, de unos cuarenta y cinco años y cabellos muy bien cuidados que comenzaban a platearse. El empresario era muy tranquilo al hablar, aunque en su mirada este exitoso ejecutivo, evidenciaba estar permanentemente atento a todo lo que escuchaba y veía. En esa entrevista, yo sentía que me estaba estudiando a fondo y todas sus preguntas eran muy directas. En esa ocasión estaba acompañado por su secretario. Después de unos minutos de charla informal, el "presidente" me hace saber que tiene muy buenas referencias sobre mi labor como locutor y publicista y que vino a ofrecerme el cargo de director publicitario de su empresa. Esta era una oportunidad única, ya que me daba absoluta libertad creativa y una remuneración cercana al millón de pesos de entonces, más una oficina dentro del edificio de la empresa y todos los gastos pagos.
También me advirtió que mi respuesta debía ser rápida, ya que necesitaba preparar el lanzamiento de una gran campaña publicitaria destinada a la próxima temporada. Ya estábamos en el mes de Octubre y en realidad no había mucho tiempo para perder. Con el fin de no demostrarle ansiedad extrema, le prometí que le respondería en un par de días. A la semana siguiente, en medio de una fuerte tormenta, en el último vuelo nocturno y a bordo de un avión de Austral Líneas Aéreas viajé rumbo a la capital Argentina para integrarme al staff de la fábrica de medias.
Me había alojado en el Hotel City y tal como habíamos convenido, a las nueve de la mañana me hice presente en las oficinas de la empresa que estaban ubicadas a pocos metros de la Avenida 9 de Julio. En aquella época, el general Lanusse era el presidente de facto del país y hacía tiempo que habían comenzado las acciones de los grupos armados ERP y Montoneros, aunque también ante estos hechos violentos, se vislumbraba una inminente salida electoral democrática.
El "presidente" me aguardaba en su lujoso despacho y en poco menos de una hora, me dió carta blanca para diseñar una campaña radial que a modo de anticipación se lanzaría en el cercano verano, algo que me pareció sumamente inteligente, porque se realizaría en simultáneo que todas las radios de la costa Atlántica direccionando la publicidad de las afamadas medias a las mujeres en vacaciones y así conseguiría posicionar su marca con antelación.
Lo primero que hice fué comenzar a trabajar en la preparación de letras y músicas destinadas a la producción de una variada selección de jingles de ritmos muy pegadizos que acompañarían los audios de las piezas publicitarias a emitir eventualmente. La empresa Sicamericana, instalada por entonces en Uriburu y Rivadavia de Capital Federal, me facilitó sus estudios de grabación y allí, con la utilización de equipos de última generación el grupo bahiense "Plus Ultra" le puso música y voces a los temas creados exclusivamente para ésta promoción.
Se había trabajado en tiempo record y yo estaba muy satisfecho con el diseño y los "demos" de las piezas radiales que se habían logrado. Los jingles tenían la onda beat de los años 70. Al oírlos una y otra vez, se me ocurrió proponerle a Sicamericana, la editora que un par de años atrás me había contratado para ponerle la voz a las populares microguías llamadas "MH Positivos" (un título de mi autoría) que evalúe la posibilidad de lanzar al mercado discográfico nacional un disco longplay (larga duración) auspiciado en su portada por la empresa de medias y que cómo valor agregado en las disquerías de todo el país cada disco se vendería con un par de medias femeninas de regalo. Este proyecto fué muy bien recibido por la firma fabricante y también por la compañía discográfica. El "presidente" del imperio de las medias me pidió que acelere una presentación de esta idea a la que consideró revolucionaria para exponerla en detalles ante el directorio de su empresa, hecho que se concretó dos días después en una sala del edificio.
En esa reunión había unas siete u ocho personas, que eran miembros del directorio integrado en su mayoría por hombres, solo una mujer bastante mayor los acompañaba.
Con el fin de enriquecer mi exposición, hice instalar en ese recinto un equipo de audio y un grabador de cinta abierta para hacer oir con el máximo de calidad de audio posible los jingles y los diferentes comerciales de radio que había preparado. Por suerte, todo salió bastante sincronizado, los allí presentes me escucharon con mucha atención y creo que finalmente quedaron bastante convencidos con los detalles, contenido y estrategia general de la campaña publicitaria cuyo lanzamiento estaría pautado en una red de emisoras costeras de máxima audiencia.
El "presidente" estaba muy satisfecho con mi alocución, al punto que sonriente, me dijo; "felicitaciones, el directorio quedó muy conforme, esta noche, lo invito a cenar". A eso de las 20 horas, lo esperé en el acceso del garage del edificio, la puerta se abrió automáticamente y allí estaba el ejecutivo indicándome que me acerque al sitio donde estaba estacionado su imponente auto alemán, un vehículo que no se veía con frecuencia por esos años. El automóvil olía a nuevo y lo que más me impresionó fueron los levanta cristales electrónicos y el sonido del equipo de pasacasettes. Otro detalle llamativo fué que el vehículo estaba posado sobre una base giratoria que el "presidente" valiéndose de un control remoto orientaba hacia la salida sin necesidad de maniobrar el auto. Recuerdo que minutos después estábamos cenando con el "presidente" y su secretaria en un restaurante de cinco estrellas de la zona de Recoleta. Después de los postres vino el champagne y brindamos por el éxito de la inminente publicidad. Yo estaba muy feliz con todo lo que había logrado en los casi treinta días de trabajar como director publicitario de esta firma de alcance nacional. Solo tenía 28 años y las puertas de Capital Federal se estaban abriendo más rápido de lo que yo había pensado. El hotel donde estaba alojado era uno de los más caros de la ciudad y debía pagar la abultada cuenta en pocas horas. Debo destacar que cuando acepté el ofrecimiento, "el presidente" me recomendó que era muy importante que represente lo mejor que pueda la imágen de la empresa para la cual trabajaba, consejo que hasta ese momento estaba siguiendo al pié de la letra.
Al día siguiente a eso de las 10 de la mañana subí hasta la oficina del empresario con el propósito de decirle que necesitaba cobrar mis honorarios pactados de palabra. Me había hecho anunciar por su secretaria y me atendió enseguida, antes de pasar mientras estaba del otro lado, alcancé a escuchar que estaba hablando por teléfono hablando en inglés y casi a los gritos. Cuando colgó, abrió la puerta indicándome que entre, aunque intentaba mostrarse distendido lo noté algo nervioso y no podía disimularlo. ¿Cómo está Palacios, que lo trae por mi oficina? - me dijo. "Mire, tengo pagar el alojamiento y los gastos del hotel donde vivo. Necesito cobrar mi mes de trabajo" le respondí - Me miró durante unos segundos y esbozando una sonrisa bastante ficticia me dice; "Palacios, Palacios, yo soy el presidente de esta compañía y no me ocupo de detalles menores, para los asuntos de dinero hable con mi secretaria Nora, ella se encargará de solucionarle su problema".
"¿Qué,un millón de pesos?, nó señor Palacios, yo no tengo esa cantidad", me dijo la secretaria poniendo cara de horror. "Hágame un cheque, para mí es igual", le sugerí.
"Imposible, en el banco estamos en rojo total, véalo al contador general" me contesta con cierto nerviosismo. Intuí que algo no estaba funcionando bién allí y evidentemente, solo la respuesta del contador general a quién yá estaba a punto de ver me daría un panorama concreto de la situación. El contador estaba fumando distendidamente en su oficina y charlando con un jóven alto y rubio a quién me presentó como gerente de ventas. En pocas palabras le hice saber que necesitaba dinero para pagar mis gastos de alojamiento. Los dos se miraron entre ellos con una especie de silencio cómplice, luego, el contador me dijo; "Sentánte, ¿Vos sos de Bahía Blanca, nó?. "Sí, allí me conoció el presidente y me contrató para armar la campaña publicitaria", respondí. "Bueno, mirá, vos hiciste un excelente trabajo y parecés un buen muchacho, no te puedo mentir, lo que te dijo Nora es verdad, no hay un peso en el banco y estamos en rojo furioso, lo único que puedo hacer por vos es pedirte que mañana, sábado a la tarde a eso de las 15 horas en punto, te vengas a la puerta de la empresa, algo vamos a hacer para ayudarte". No entendí nada, mi situación empeoraba segundo a segundo y me intrigaba la insólita cita que me había hecho el contador para el día siguiente.
Tal como había prometido, a las 15 horas de ese caluroso sábado, me estaba encontrando con el contador y el gerente de ventas. Hacía bastante calor y las calle estaba desolada. Ambos estában vestidos con pantalón y camisa y permanecían parados en una puerta lateral del edificio. Los tres nos saludamos cordialmente y el mismo contador me pidió que esperemos allí unos segundos, de pronto una puerta de metal que estaba en el piso de la vereda se abrió y desde las profundidades de lo que aparentaba ser el depósito de la firma emerge un silencioso elevador llevando a un hombre morocho y a su lado varias pilas con cajas de medias.
Ordenadamente y sin decir palabra, el contador, el gerente y el "morocho" proceden a colocar las cajas en el baúl de un vehículo particular. "¿Y esto que és?" les pregunté. Casi sin mirarme y atento al cargamento, el contador me dice; "Mirá pibe, acá en esta empresa hay poca plata, casi nada y nosotros, al igual que vos, necesitamos vivir. Te dijimos que vengas para que nos des una mano y nos ayudes a vender estas medias en boutiques y negocios de la zona, se recauda un buen dinero, sirve porque es todo efectivo, ¿entendés?".
Terminantemente les dije que nó, que eso no era lo mío, que les agradecía su ofrecimiento, pero yo había sido contratado como publicista y que el lunes a primera hora hablaría con el "presidente", dándoles la seguridad que no diría una sola palabra de lo que había visto ese sábado a la tarde.
Todo evidenciaba que la firma se estaba yendo de madre y esos dos tipos se cobraban lo que supuestamente le adeudaban vendiendo en provecho propio las medias que semanalmente sacaban del depósito. Durante lo que restó del sábado y durante todo el domingo, ensayé varios discursos y maneras de iniciar mi reclamo de dinero ante el "presidente". Llegué a la conclusión que lo más prudente sería no exaltarme ni perder los estribos, ya que ese personaje era una persona fría y todo lo calculaba hasta en los más minimos detalles, por lo tanto, ese encuentro sería lo más parecido a un juego de ajedrez.
El día lunes, cerca del mediodía, el "presidente" me estaba escuchando atentamente con un café por medio. Le dije que no tenía suficiente dinero como para abonar los gastos del hotel y que había que pagarle a los músicos que habían grabado los jingles. Con gran calma y sin exhibir emoción alguna me dice; "vea Palacios, yo tengo todo previsto, usted me interesa, su trabajo es muy creativo y no quiero perderlo por unos pocos pesos, aquí le entrego este cheque que cubre el importe necesario como para cubrir los gastos de hotel y el trabajo de los músicos, además, he preparado una gira sorpresa en la que usted será el responsable de contratar los espacios en las principales radios de la costa para empezar la campaña de Enero".
No esperaba éste cambio por parte del "presidente" que además de entregarme un cheque con su correspondiente talón de cobro, también me confiaba la misión de hacer acuerdos en nombre de su empresa. Le acepté otro café y seguidamente le pregunté; "¿y mis honorarios, cuando me los vá a pagar?, además de tener una hija y una esposa que necesitan que les envié dinero, también tengo otros compromisos asumidos".
"Usted saldrá mañana mismo de viaje junto a mi contador", me contesta, miró su reloj y acotó; "discúlpeme, tengo gente esperándome, ¡ah! y con respecto a lo suyo, quédese tranquilo, el contador tiene instrucciones de entregarle el importe total y en efectivo por el total de sus honorarios".
En cierta forma el empresario me había tranquilizado, ya no tenía motivos para desconfiar de él. Estaba a pocas horas de iniciar el recorrido por las radios costeras y este nuevo capítulo de mi vida, recién comenzaba.

jueves, 20 de noviembre de 2008

24 de Junio del 2006, se incendia nuestra casa de la ciudad de La Plata.

En Junio del 2006, Elvira se encontraba en nuestra casa de La Plata junto a Elena, su hermana y el día 24 de Junio a eso de las 18 horas, decidieron ir hasta el centro comercial a buscar un regalo para mi cumpleaños, que és el día 27. Yo me había quedado en Bahía y el 25 a la madrugada, junto a Virginia, estábamos haciendo en vivo por LU2 AM 840 nuestro programa "Palacios en el Aire" . Cuando finalizamos, a eso de las 05.15 aproximadamente, recibimos una llamada de Elvira. Noté que su voz estaba quebrada y apenas se la podía escuchar, hasta que a los pocos segundos, irrumpe en llanto y me dice; "la casa se quemó, no quedó casi nada...". Trabajando de animador radial, como ya relaté en páginas anteriores, había sido receptor, a través del teléfono y desde larga distancia, de un par de noticias de las peores, entre ellas la que mi hermano me dió al finalizar mi programa en LU6 Emisora Atlántica de Mar del Plata, donde me hacía saber que mi viejo Víctor estába agonizando. Esta vez la comunicación de Elvira tuvo el efecto de un feroz "mazazo" y lo único que atiné a preguntarle en ese momento fué si tanto ella como su hermana se encontraban bien y no les había pasado nada. Cuando me confirmó que sí, me tranquilicé e intenté calmarla sin entrar en detalles sobre las consecuencias materiales del siniestro.
Antes de comenzar nuestro programa, Virginia había recibido un llamado de Elvira quién le dió la noticia, y para que yó no decaiga en mi ritmo, nuestra hija, con buen criterio prefirió guardar silencio hasta último momento, aunque supongo que reservarse esa angustia en su interior no debe haber sido grato ni sencillo para ella.
Horas después, cerca del mediodía, llamé a La Plata y hablé con Marilés Amorós, nuestra querida amiga y vecina catalana que desde hace muchos años habita en la casa lindera y fué la primera persona que de casualidad, vió el fuego que se inició en una pequeña habitación cuya ventana dá al jardín. Sin poder dar crédito a lo que estaba ocurriendo, no dudó en avisar a los vecinos y éstos de inmediato llamaron al cuerpo de bomberos. Las llamas iban devorando velozmente la ropa, colchones, valijas, muebles, cortinas, libros y las maderas que recubrían gran parte de ese sector y desde allí continuaban su insaciable avance hacia un pasillo donde había una biblioteca repleta de libros mientras que el calor provocaba la rotura de los vidrios de todas las ventanas. Marilés y varios vecinos, al darse cuenta que no había nadie en el interior de la casa, abrieron como pudieron la puerta de acceso al jardín que estaba cerrada con llave y candado armando una desesperada e improvisada cadena de baldes con agua que arrojaban hacia el interior de la vivienda a través de las ventanas protegidas con barrotes. Marilés se había encaramado sobre un gran tanque de fibrocemento que tiene instalado a ras del suelo en su jardín. Afortunadamente, el recipiente estaba repleto de agua y fué de gran utilidad al momento de llenar los baldes que los vecinos utilizaban en su intento por detener el avance del fuego. Los protagonistas de esta acción, no olvidan las sucesivas y fuertes explosiones que se oían en el interior, después se enteraron que las mismas eran provocadas por el estallido de las baterías de los teléfonos móviles que habían quedado en el interior. Los bomberos, ambulancias y policías del barrio no tardaron en acudir y comenzaron su tarea valiéndose de mangueras. A todo esto, Elvira y su hermana Elena habían terminado de efectuar sus compras y estaban regresando a la casa, lo hacían en el auto de Elena. Momentos antes, habían escuchado el sonido de las sirenas y visto pasar muy cerca a los patrulleros policiales, ambulancias y camiones de bomberos y al dar la vuelta para ingresar en el sector del barrio donde se encuentra la vivienda se percatan que desde su propia casa surgía una intensa humareda. En el sitio estaban interviniendo nuestros vecinos y fuerzas de seguridad, Elvira recuerda que en el primer momento, al bajar precipitadamente del vehículo, la escena que estaba viendo le pareció irreal, las imágenes le daban la sensación de estar dentro de un filme y el primer impulso que tuvo fué tratar de ingresar a la casa para sacar al pequeño perrito "Sinclair" que había quedado atrapado entre las llamas y el humo. Los bomberos estaban en el jardín operando con eficiencia y precisión, impidiendo el acceso de toda persona a la propiedad, pero Elvira movida por la desesperación y en su afán por entrar en la casa a toda costa, corrió hacia la puerta trasera, una sólida abertura de hierro que había quedado cerrada con llave. Ella comenzó a patearla intentando abrirla, cuando un efectivo del cuerpo de bomberos, al notar ésto, con muy buen tacto y hablándole suavemente pero con firmeza le hizo notar que si entraba a la vivienda sufriría de inmediato las graves consecuencias de inhalar monóxido de carbono. Elvira le explicó entre lágrimas que quería rescatar a "Sinclair" antes que sea demasiado tarde, el servidor público la tranquilizó y le dijo que él mismo entraría con su máscara de oxígeno y lo sacaría. A los pocos minutos, ante un gran número de efectivos y vecinos emergió de entre las llamas con el animalito en sus brazos, lo había encontrado oculto bajo la cama del dormitorio principal. El aterrado "Sinclair" estaba agonizante, apenas respiraba y de inmediato, los integrantes del grupo de paramédicos que se había hecho presente, comenzó a reanimarlo hasta volverlo a la vida. Este "milagro" fué uno de los momentos más emocionantes que se registraron en medio de la tragedia. La "resurrección" de "Sinclair", además de ser un acto de heroísmo por parte del bombero que lo rescató, también demostró la profesionalidad y sensibilidad de los médicos, enfermeras y todo el personal del cuerpo de bomberos sin excepción.
Finalmente y después de una árdua tarea, el incendio fué extinguido. Contenida por sus solidarios vecinos y Elena, su hermana, Elvira al ver el estado deplorable en que había quedado esa casa tan amada por ellas, entró en un lógico estado de impotencia, incompresión y tristeza ante semejante devastación. El fuego, iniciado en medio de una fuerte tormenta, según el informe de los peritos en siniestros, fué provocado por un cortocircuito en el tomacorriente de la habitación pequeña que dá al jardín y desde allí se extendió hacia el resto de la vivienda. Los daños materiales fueron sumamente importantes, los artefactos electrónicos, muebles, gran parte de los libros y la ropa en su casi totalidad se convirtieron en cenizas. Las paredes se habían quebrado por el intenso calor y todos los sectores estaban cubiertos de agua y en el piso aparecían diseminados restos quemados de elementos de todo tipo. Marilés, puso su casa a disposición de Elvira y su hermana que en contados minutos habían quedado sin ropa y sin techo. Para ambas, esa casa ubicada en la calle 134, entre 65 y 66 de la ciudad de La Plata, guarda los mayores recuerdos y sentires afectivos de las dos, ya que allí, mientras trabajaba infatigablemente como enfermera, estudió Elena hasta recibirse de médico. El amplio jardín era cuidado a diario por María Peña, mi suegra, una "viejita" incondicional que le puso a cada rincón de la casa todo su amor y sensibilidad de vasca de fierro, mientras entre mate y mate disfrutaba de la paz y el perfume que aún emana de sus variadas y hermosas plantas y flores. Vivienda mágica donde reinaban ilusiones y la música placentera de los silencios provocados por la calma del lugar.
A los pocos días viajé hacia La Plata, sabía que lo que allí iba a encontrar no era agradable, solo me importaba estar con Elvira y su hermana y ver de qué manera se podía volver a empezar, tarea que no resultaría para nada sencilla.
Cuando llegué y ví las ruinas de la casa, sentí una profunda angustia. Me resultaba difícil aceptar la realidad de lo ocurrido, pero más allá del dolor emocional, mi prioridad era ocuparme de Elvira y Elena, ya que conociéndolas sabía perfectamente que estaban muy afectadas en sus sentimientos y no fluirían palabras de consuelo ante la magnitud de los acontecimientos.
Al escribir esta parte de mi historia de vida, a mi lado, está acompañándome "Sinclair" el viejo perrito sobreviviente de pelo blanco, que al igual que su hermana "Pinky" tiene 14 años y es marplatense. Estas mascotas forman parte de nuestra familia y conviven con nosotros desde que nacieron haciendo más grato nuestro diario vivir con sus manifestaciones sinceras de cariño.
Jamás terminaré de agradecer la acción solidaria de nuestros vecinos de calle 134 al 1600, quienes en ese nefasto día, evidenciaron todo su amor y preocupación incondicional hacia nosotros.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Historias juveniles: 1978, Sonia, aquella rubia hermosa, escultural y extremadamente peligrosa.

La chica era bella de verdad, del tipo de mujer llamativa y exuberante que puede llegar a "volarle la cabeza" al hombre más equilibrado del planeta. Fernando era un comerciante mayorista, visionario y muy trabajador que había confiado su publicidad a nuestra agencia y al menos cada treinta días, solía venir a Bahía para visitar a sus clientes, ya que la oficina central de su mediana empresa estaba en Buenos Aires. Cada vez que Fernando arribaba a la ciudad solíamos salir a cenar y de paso, planificar las futuras campañas publicitarias. En una oportunidad, nos encontrábamos comiendo en un conocido restaurante, cuando hizo su aparición en el lugar esa rubia infartante a la que llamaré Sonia. Al verla, Fernando quedó paralizado, al punto que su atención estaba concentrada en la chica y no paraba de mirarla y hablarme de lo bonita que era, etc. Sonia se había sentado a unos pocos metros de nuestra mesa y estaba acompañada por una amiga. Yo la conocía porque en un par de ocasiones había venido a verme a la agencia para ver si podía trabajar como modelo de algún comercial televisivo o integrarse como promotora en un evento o presentación de productos, esto motivó a que nos saludáramos desde lejos y al notarlo, Fernando me preguntó; "¿No puedo creer que conozcas a esa Diosa, quién és?". Le respondí que mucho no la conocía y muy poco sabía de su vida privada, pero esta afirmación no pareció aplacar al obsesivo Fernando que a toda costa me pedía que le presente a la chica. Tanta fué su insistencia que me levanté, caminé hacia la mesa vecina y le comenté a Sonia que mi compañero quería conocerla para ofrecerle su participación en un aviso de sus productos para la TV. Tomámos un café y Sonia y Fernando quedaron en llamarse telefónicamente para ajustar detalles sobre la eventual grabación del comercial donde ella sería la modelo protagónica.
Finalmente, el video se realizó en exteriores y Sonia tal lo prometido por Fernando intervino en el mismo y aunque pugnó por mostrar su belleza, lo realizado no tuvo repercusión alguna, lo que obligó a producir nuevas piezas con mayor impacto y sin la participación de modelos. Pero Fernando no cedía en su interés por la muchacha quién seguía en contacto telefónico con ella. En uno de sus últimos viajes le trajo un costoso reloj de regalo y la invitó a cenar. A la mañana siguiente y muy temprano para mi gusto, Fernando me llama por teléfono pidiéndome que nos veamos cerca de las ocho y media para tomar un café, ya que quería darme una importante noticia. Cuando llegué al querido bar "Londres", el lugar elegido para el encuentro, lo noté muy cansado y me confesó que había pasado la noche junto a Sonia. "¿Sabías que no me bañé?", me dijo. "Aún tengo el olor de su perfume en la piel, es una mujer maravillosa, lo mejor que pudo ocurrirme en la vida fué conocerla", acotó complacido. ¿Entonces lo pasaste muy bien?, le pregunté. Fernando quedó en silencio unos segundos, sacó un papel del bolsillo de su saco y con una sonrisa plena de felicidad me dice; "leélo, lee lo que Sonia me escribió en una servilleta del hotel, fijáte que linda carta me dejó antes de despedirnos".
La carta en cuestión estaba plagada de errores ortográficos, pero más allá de éste detalle daba la sensación de estar redactada por una mujer supuestamente enamorada, algo que también le estaba sucediendo a Fernando porque no tenía duda alguna que había encontrado su alma gemela y estaba dispuesto a pedirle a su esposa el divorcio para irse a vivir lo más rápido posible con Sonia. Algo surgió en mi interior y no dudé en pedirle que sea sincero conmigo y me diga si le había facilitado algo más, por ejemplo dinero. Esta pregunta lo movilizó y bastante molesto me confirmó que sí, le había dado un cheque para que pague alquileres y expensas atrasadas del departamento donde Sonia estaba viviendo. También me hizo saber que el cheque era por una cifra considerable y se lo había extendido con el correspondiente talón para que su joven enamorada pudiera cobrarlo en la ventanilla de caja del banco sin inconvenientes.
¿Te dijo Sonia donde vive?, fué mi última pregunta. "Sí, ella me dijo que vive en la primera cuadra de calle Lamadrid, en el quinto piso del único edificio que hay en ese sector, ¿porqué me preguntás?". Porque yo nací en ese barrio y el único edificio que conozco es el de la escuela primaria a la que asistí en mi época escolar y no hay allí ningúna edificación, si querés lo comprobamos personalmente, le respondí.
Intrigado por mi desconfianza Fernando me acompañó hasta la calle mencionada por Sonia y efectívamente, tal como yo le había asegurado, el único edificio visible que había en esa calle era el del colegio. Ante esta evidencia, Fernando quedó muy preocupado, estoy seguro que intuyó que la bella rubia le había sacado plata y mentido alevosamente. Ante esta lamentable circunstancia, ambos preferimos no seguir hablando del tema.
Durante unos tres años, seguí en contacto con Fernando y muchos años después, poco antes de irme a vivir a Mar del Plata entré a una agencia de compra y venta de automóviles, había visto allí un vehículo que me gustaba y quería saber cuanto costaba y en qué estado se encontraba. Me atendió un clásico vendedor que aseguraba que el vehículo era "joya", única mano, etc. Estaba escuchando estos endebles argumentos cuando veo que desde una de las oficinas sale una mujer muy elegante que venía directamente hacia donde yo me encontraba y grande fué mi sorpresa cuando ví que era la mismísima Sonia. La muchacha había cambiado, tenía aspecto de señora refinada, se la notaba muy bien vestida y linda como siempre. Daba toda la impresión de estar ahora en una buena posición económica y creo que sintió sincera alegría al verme allí. Me dió un beso e inmediátamente le pidió al vendedor que se ocupe de un cliente que estaba esperando en el salón y que ella se encargaría de atenderme. Hablamos muy poco, me comentó que se había casado, que tenía un hijo y siempre se acordaba muy bién de mí y en un momento, en voz baja casi al oído me dice; "No compres nada aquí, todos estos autos están disfrazados, son pura cáscara, basura pura, no sirven para nada". Me quedé helado ante este espontáneo consejo de Sonia quién sin darme tiempo, me tomó del brazo, volvió a saludarme y ya cerca de la salida, sin dejar de sonreir acota; "¿Sabés que pasa?, el dueño de esta concesionaria es mi marido y creo conocerlo muy bién, es un verdadero delincuente, te lo digo con conocimiento de causa".
Desde aquel episodio tan particular, jamás volví a ver a Sonia, la rubia hermosa, escultural y fatal que tiempo atrás supuestamente había seducido y estafado a Fernando tanto en lo moral como en lo material. Extrañamente por alguna razón difícil de explicar, el destino la puso en mi camino y en esa oportunidad tuvo un actitud de franqueza para conmigo y no vaciló en advertirme y alejarme de una trampa segura.

viernes, 14 de noviembre de 2008

1989, recuerdos de una muy accidentada grabación de un video comercial para la empresa Rabbione en Mar del Plata.

Hacía poco tiempo que estaba radicado en Mar del Plata y felizmente tenía mucho trabajo. Estaba haciendo en Canal 10 la campaña televisiva "Pepsi Ring", el concurso interactivo "Arme la Góndola" para supermercados Aragone e incursionaba con un programa de entretenimientos que se emitía en vivo los sábados por la tarde a través LU6 Emisora Atlántica. En ese tiempo, el gobierno democrático del doctor Raúl Alfonsín, comenzaba a mostrar los primeros indicios de un resquebrajamiento provocado por sucesivas huelgas que lo conducirían a una inminente e imparable inflación con graves consecuencias para la economía y derivaría en el final del ciclo gubernamental que después de muchos años de sucesivas dictaduras plantó las bases de la cultura democrática Argentina. En ese lapso, la empresa de transportes Rabbione me solicita una idea para desarrollar un comercial televisivo puntualmente orientado a la promoción de camiones denominados "mosquito". Estos vehículos muy novedosos, están destinados al traslado de automóviles y Rabbione quería ofrecer este servicio a los turistas que podrían tranquilamente evitar el estrés de conducir junto a su familia y en plena temporada por las las rutas que se dirigían hacia los distintos lugares de veraneo, enviando su vehículo hacia los destinos elegidos utilizándo los camiones acondicionados para éste fín, y viajar ellos en medios más rápidos y cómodos. Me habían comentado que en "la Feliz" había dos camarógrafos profesionales destacados, uno de ellos con conocimientos de dirección cinematográfica y la tarea que yo debía emprender necesitaba de gente con experiencia del manejo de cámaras para escenas en movimiento, edición, etc. Los llamaré el "gordo" y el "flaco", porque estos dos personajes singulares eran realmente así. Ambos tenían todo el aspecto de los "bohemios" y pasaban buena parte del día tomando café, comiendo sandwiches y hablando siempre de temas relacionados con directores y sus obras en el llamado cine cultural. Lograr un buen producto en video para Rabbione, me brindaría además de un interesante rédito económico, el reconocimiento profesional de la ciudad y el país. Me presenté ante el "gordo" y el "flaco", les mostré el story board (la idea dibujada con secuencias) de lo que quería grabar, llegámos a un acuerdo de honorarios y elegimos como escenario natural a Sierra de los Padres, un lugar paradisíaco cercano a Mar del Plata que reunía todas las características para el comercial a grabar. Después de una recorrida previa, encontré una zona de canteras que tiene gran cantidad de subidas y bajadas en una ruta lateral y era a mi crierio el sitio ideal para hacer la mayoría de las tomas. Rabbione había aceptado el boceto del guión televisivo que comenzaba mostrando un auto con una familia integrada por marido, mujer y dos hijos a bordo, transitándo por una ruta solitaria en una jornada de calor agobiante. De pronto aparece ante ellos un camión "mosquito", la rampa del transporte desciende y el padre de familia, a cargo del volante quién sin detener la marcha sube al camión. Ya estacionado y asegurado arriba de la plataforma todos los ocupantes del mismo sonríen aliviados y contentos. Por último la cámara se aleja y se vé al "mosquito" llevándo hacia Mar del Plata el automóvil con el matrimonio feliz a bordo.
Habíamos acordado comenzar el rodaje un sábado a la mañana, era un día cálido, luminoso e ideal para la grabación. El "gordo" y "el flaco" llegaron puntualmente trayendo sus equipos de video y también a los extras elegidos para protagonizar a la familia. El camión de Rabbione ya se econtraba estacionado en el lugar y su chofer, aunque el vehículo de importantes dimensiones era nuevo, el encargado del mismo se había ocupado de lavarlo y dejarlo en estado de impecable presentación. Cuando nos disponíamos a hacer un ensayo previo, surge el primer inconveniente; Quién haría el rol de padre al volante, jamás en su vida había manejado un auto y no tenía la menor idea de cómo hacerlo. Yo había prometido que ese
video estaría listo para ser emitido en solo cuatro días y ya no tenía tiempo para buscar un reemplazante. Ante esta situación, como solución, se me ocurre dejar al extra al volante y hacer tomas en primer plano del actor remolcándo el automóvil que supuestamente estaba conduciendo. Para éste fín, enganchámos ese vehículo a mi auto y empezamos a desplazarlo por la ruta. Habíamos logrado una creíble sensación de movimiento a través de tomas rápidas con primeros planos de la familia y un seguimiento paralelo desde varios ángulos(travelling)con la cámara. Esto llevó casi dos horas de grabación y cuando nos disponíamos a ver en el monitor las imágenes del complejo y minucioso trabajo realizado, el "gordo" con una irritante tranquilidad dice; "Ché,hay un problema, estuvimos grabando con la batería baja, todo el tiempo y el video se vé verde". Realmente era para putearlo y matarlo, un camarógrafo supuestamente profesional lo primero que hace en chequear la batería y después proceder a grabar, pero lo que se estaba viendo era horrible, ninguna toma podía rescatarse y no quedaba otra alternativa que cambiar las baterías e indefectíblemente hacer todo de nuevo aprovechándo la luz solar. Todo parecía estar dispuesto para iniciar el rodaje cuando el "gordo", con su vozarrón cansino confiesa que se había olvidado las baterías de repuesto en el estudio. Tratando de atenuar mi bronca, les pregunto; "¿Se puede grabar con energía eléctrica?. El "gordo" me responde que sí, pero que tendríamos que conseguir un tomacorriente para enchufar la extensión de cable que conecta a la cámara. "Bueno, busquen yá los cables que le pido al ocupante de la casa que está allí enfrente que nos facilite la corriente", les digo.
A unos cien metros de la ruta donde estábamos haciendo las secuencias había una casa que parecía perdida en medio de las sierras y junto a esa vivienda estaba emplazado un taller mecánico muy modesto. Camino hacia la edificación, hablo con el propietario le comento lo que nos hacía falta y sin objeción alguna, muy amablemente el hombre me dice que no hay problema y que no tiene inconveniente en facilitarnos la energía, solo que no cuenta con suficiente cable como para hacer una extensión transportadora de casi 150 metros. A todo esto, cuando regreso hacia donde estaban el "gordo" y "el flaco", los veo manipulando un manojo de cables de todo tipo y color. "¿Que es eso?", les pregunto. "Estamos uniendo pedazos de cable, también nos olvidamos la extensión", me contesta "el flaco" con una apatía increíble y sin que se le mueva un solo músculo de la cara ante tamaño descuido y falta de previsión. Además de impotencia, sentí que todo estaba a punto de naufragar. Ya era el mediodía, habíamos trabajado inutilmente y para colmo, sin baterías ni suficiente cantidad de metros de cable para poner en marcha la cámara no tenía otra alternativa que suspender la grabación y regresar a la ciudad. Ante el adverso panorama, y casi al borde de un estallido emocional, sugiero que unan todos los tramos disponibles y que por última vez hagamos un intento. Después de varios minutos, con algunos aportes del dueño de la casa de enfrente, se obtienen casi 120 metros de cable. Estábamos extremadamente ajustados a la hora del desplazamiento de cámara y no quedaba otra que movernos en un perímetro reducido con un campo visual muy limitado. Aún con estos tamaños escollos, decidí que probemos. Cuando reiniciamos la grabación y al momento de desplazar la cámara con las tomas del seguimiento, la precaria extensión saltaba permanentemente del tomacorriente de la casa o el bien cable se cortaba violentamente en algún tramo. Consideré que era inútil continuar con esa pesadilla. Para colmo de males, ya estaba atardeciendo por lo que decidí dar por terminado ese rodaje plagado de torpezas e ineficiencia.
Felizmente conocí al equipo de la productora de Ricardo Pollera con "Tito" Cattáneo, a cargo de la cámara y Vitoff, en la edición y dirección y con ellos, al lunes siguiente volvimos a Sierra de los Padres con el camión "mosquito" y los mismos extras de la frustrada grabación anterior y en pocas horas todo salió perfecto, tal como yó esperaba. La gente de Rabbione se mostró muy satisfecha con lo logrado y el comercial que duraba unos treinta segundos, se emitió durante mucho tiempo en importantes canales de televisión con excelentes resultados para esta reconocida empresa marplatense.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Mar del Plata, la noche en que "Blancanieves" abandonó a los siete "Enanitos".

He relatado varias historias que ocurrieron durante el tiempo que viví en Mar del Plata. Esta tuvo lugar a finales de los años ochenta, donde la hiper inflación que estalló en los últimos años del gobierno de Raúl Alfonsín, hacía estragos en todos los niveles sociales ya que el peso argentino perdía valor aceleradamente y los precios subían minuto a minuto. En medio del caos imperante, los ciudadanos agobiados por esta situación buscaban un respiro en sus vidas y no dudaban en ir a la "la feliz" con la ilusión de pasar unos apacibles días de sol y playa, aún con sus escasos recursos y bolsillos flacos. Pero definitivamente, para estas familias lo más importante era distenderse y alejarse de la ecatombe nacional mientras fuera posible. Recuerdo que yo estaba en ese tiempo haciendo dos programas en LU6 Emisora Atlántica, siempre acompañado por mi aliado y eficiente operador técnico Gabriel "Pajarito" Pagliani, cuando una tarde aparecen por el edificio de la radio unos seis o siete hombres de pequeña estatura que tenían sus cabellos teñidos de distintos y llamativos colores. Los visitantes estaban acompañados por una señora robusta que se presentó como intérprete, ya que los "bajitos" éran de nacionalidad rusa y habían pertenecido al elenco artístico de un importante circo internacional. La intérprete estaba muy nerviosa y explicaba al personal que la atendió muy cortésmente que la gente que la acompañaba estaba en dificultades, ya que el circo se había ido repentínamente de la ciudad e inexplicamente aquellas personas habían quedado "olvidadas" por el empresario circense en un hospedaje ubicado en la zona de Punta Mogotes. También hizo saber que gracias a la generosidad del propietario del establecimiento, los "bajitos" podían seguir alojados allí hasta que se defina su insólita situación, que en verdad era desesperante porque además de no dominar el idioma, no tenían dinero ni posibilidades de dejar la ciudad. Por esta razón, mientras el consulado del país al que pertenecían se hiciera cargo de ellos, inevitáblemente debían alimentarse y sobrevivir. Mar del Plata, como ya comenté en páginas anteriores, es una ciudad sumamente solidaria y ni bién hicimos el pedido de ayuda a través de los distintos espacios de la radio, los oyentes se acercaron espontáneamente con paquetes de comida variada, y algunos vecinos hasta llegaron a ofrecer alojamiento para quienes sufrían este involuntario, pero evidente abandono de persona. Afortunadamente, esta situación fué superada y los enanos damnificados recibieron rápida respuesta de su embajada. Poco después supimos que el circo tenía como una de sus atracciónes un número de "Blancanieves y los siete enanitos" y ante la escasa asistencia de público, una noche de verano, el empresario decidió "levantar la carpa" e irse de Mar del Plata con todos los sus vehículos, equipos y elenco artístico, pero alguien olvidó pasar lista y en el apuro los enanitos no fueron incorporados al convoy y quedaron "varados", como inocentes náufragos de una ilusión.
Este circo, muy lujoso y grande estaba montado en la zona del acceso al puerto y fué otro de los emprendimientos que lamentáblemente debido a la crísis no tuvo otro remedio que bajar el telón, dejándo en el predio donde se había instalado y como única huella de su presencia en el sitio, las señales de un pozo de importantes dimensiones. Algo similar sucedía con muchas obras teatrales y un sinnúmero de propuestas que no tuvieron la repercusión esperada y que al no ver cumplidas sus mínimas expectativas económicas, terminaron con la función mucho antes de lo previsto.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Mar del Plata y la historia del Brasilero que sin un peso, quería hacer el "Mega Festival de la Canción Latinoamericana".

Mis anécdotas de mi larga estadía en Mar del Plata son muchas, todas insólitas pero reales. En esta parte, contaré algo que a principio de los noventa, nos tocó vivir o sufrir junto a Julio Aro, "el soldado", quién una mañana me dice que en el hotel de Luz y Fuerza, está alojado un productor brasilero que llegó a la ciudad con la intención de llevar a cabo en el Super Domo un gigantesco festival latinoamericano de la canción con la presencia de Xuxa y Roberto Carlos entre los muchos nombres de artistas famosos de su país, que decía representar y tener contacto telefónico casi a diario. Según el brasilero, también se incluirían importantes figuras locales con el fín de extender durante tres días este evento único en la "Feliz". Julio, de quién he hablado en páginas anteriores era un chico de convicciones sólidas, había crecido de golpe como tantos otros pibes durante su permanencia en el frente de la guerra de Malvinas y trabajaba incansablemente en favor de sus camaradas veteranos con la sana intención de crear un centro de ex combatientes que sea reconocido por el gobierno de entonces.
Tanto a él como a un grupo de empresarios convocados por el brasilero, les interesó la propuesta, ya que se había acordado que una parte de lo recaudado en este evento de gran convocatoria, se destinaría al centro de ex combatientes. Julio me pidió que colabore en todo lo relacionado a la difusión y junto a varias personas comenzamos a reunirnos y planificar con el brasilero todo lo relacionado con la realización del proyectado festival. Los días transcurrían y nos llamó la atención que el brasilero estuviera siempre vestido con la misma ropa, un traje blanco que poco a poco, por sus arrugas y manchas iba dando señales de ser el único que tenía. El personaje era muy simpático, verborrágico, permanentemente estaba sonriendo, bromeando y haciendo llamadas telefónicas a su país de orígen y según él, todas estas numerosas comunicaciones tenían la finalidad de convocar a más estrellas de la canción carioca. No recuerdo bién quienes eran el resto de los cotizados artistas, pero prometía que vendrían todos. Otra de las costumbres del misterioso brasilero era pedir cotidianos adelantos de dinero para "moverse" y aseguraba que el importe de estos viáticos a cuenta, los reintegraría con las ganancias que oportunamente se obtendrían con el ambicioso festival.
El gerente del hotel, era un hombre serio y muy cordial con el que tanto Julio como yó manteníamos una excelente relación, en algunas charlas con él, nos enteramos que el brasilero no pagaba por su estadía y que ésto era un aporte desinteresado del hotel para colaborar con la idea que indudablemente beneficiaría a la comunidad Marplatense. Con el transcurrir del tiempo, notábamos que el accionar del brasilero se iba dilatando, siempre tenía una excusa a la hora de dar explicaciones sobre el porqué de la permanente falta de respuestas y era su costumbre pasarle la culpa a los muchos contratos de actuación que mantenían ocupados a los cantantes invitados de su país.
Otro de los hechos que nos llamaban la atención era que el brasilero estaba casi todo el día sin salir de su habitación y un empleado del hotel llegó a descubrir que solo se alimentaba en base a galletitas con "paté". Se lo veía cada vez más delgado y también huidizo, lo que nos hizo sospechar que en cualquier momento desaparecería de la ciudad dejándonos la triste sensación de una nueva decepción o estafa moral y material.
Una mañana, Julio y Miguel, un entusiasta y reconocido empresario marplatense que era uno de los que más dinero había invertido en el proyecto del festival de la canción, deciden reunirse con el brasilero y lograr que confiese cuales eran sus verdaderas intenciones. Por pedido de Julio, yo estaba presente en ese encuentro y en un momento dado, el brasilero muy nervioso, cubierto de transpiración y con escasísimos argumentos en su defensa, termina diciéndo que en realidad lo único que tenía era su reloj de oro y proponía dejarlo como garantía de pago por todas las molestias y gastos ocasionados, pero su propuesta naufragó cuando Miguel lo increpó duramente diciéndole que el reloj era "trucho", una imitación de la pieza original y de escasísimo valor. Allí, el brasilero se quebró, lloró, pidió disculpas, se declaró insolvente y en un intento de conmovernos hasta amenazó con suicidarse. Entregado por completo y con un hilo de voz, pidió disculpas, dijo que no tenía un solo peso ni podía devolver el dinero que el grupo de empresarios le había confiado anticipadamente e insistía con quitarse la vida. La situación era tensa y en medio de ese clima patético se me ocurre proponerle al desmantelado brasilero que no todo está perdido y aún estamos a tiempo de sacar un rédito importante si ponemos en funcionamiento tres o cuatro cámaras de video en simultáneo y grabamos el momento en que te arrojás del piso doce del hotel y te estrellás contra el suelo. ¿Te imaginás lo que van a pagar todos los canales del mundo por esta secuencia? Tanto Julio como Miguel, celebraron mi humor negro, pero al "negro" la broma macabra no le gustó ni medio, me clavó sus ojos por unos segundos y esa mirada de odio lo dijo todo. Nunca más se supo nada de aquel brasilero delirante y estafador de poca monta que esa misma noche se fué del hotel sin despedirse.