domingo, 29 de noviembre de 2009

27 de Noviembre del 2009, Virginia Palacios, conduce la fiesta del segundo aniversario del Centro Terapéutico Ravenna en Bahía.

Durante este año, sumamente complicado para nuestra sufrida y malversada Argentina sucedieron muchas cosas a las que nuestros mediocres dirigentes no le encuentran o simplemente no quieren encontrarle solución. La inseguridad crece minuto a minuto, lo mismo sucede con el incremento de la pobreza e ignorancia, dos males que generan la propagación del delito, la vagancia, mendicidad e ignorancia en un país que a pesar de los enemigos internos sigue flotando. Así averiada, temerosa, desalentada y sin rumbo cierto, nuestra nación que felizmente aún cuenta con un gran porcentaje de ciudadanos valiosos, intenta encontrar un rumbo o destino sosteniendo el día a día con la fuerza de su voluntad.
Bahía Blanca, no está ajena a los conflictos nacionales y resiste los embates de los sucesivos cambios a los que el habitante común se ve obligado a realizar en su modo de vivir. Aquella ciudad que alguna vez, allá a lo lejos supo ser “La Puerta y Puerto del Sur Argentino”, tal como la bautizó Osvaldo J. Ochoa, hoy mira hacia el cielo esperando el milagro de la ansiada lluvia y alejar el fantasma de la sequía que la viene asolando desde hace muchos, demasiados meses. En medio del variado menú de dificultades, hay emprendimientos que logran mantenerse en base a servicios, eficiencia y creatividad, uno de ellos es el Centro Terapeutico, Doctor Máximo Ravenna que funciona en Gorriti 49 bajo de la dirección de Sergio Erlij y un eficiente grupo de colaboradores. El 27 de Noviembre, cerca de las 21 horas, tuve otra de las grandes emociones de mi existencia, porque allí, ante más de doscientas personas, frente a los reflectores y micrófono en mano, se paró Virginia, nuestra única hija. La ví erguida, segura, hermosa, carismática como siempre e iniciando con su voz clara y particular la conducción de éste festejo. Hubo un momento en que la emoción la embargó, esto duró pocos segundos, pero como buena profesional y acostumbrada a la televisión y radio, lo pudo superar y continuar con su misión. Yo sabía que ese desapercibido quiebre, tenía un porqué, y esto era por el cambio que el doctor Máximo Ravenna y el equipo de Bahía, habían producido en el cuerpo y la mente deVirginia.
Creo que en ese escaso tiempo, Virginia vió las imágenes de su ayer, donde padecía el peso de los kilos de más y el disgusto cotidano de poseer un cuerpo que de ninguna manera le correspondía ni merecía llevar a cuestas.
Fueron muchos años de querer ocultar un físico castigado por los padeceres y dificultades ocasionados por el disparo de glándulas tiroideas, tratamientos fallidos con médicos contraindicados que nunca daban en la “tecla”. Pastillas, grupos de autoayuda, libros y una búsqueda que parecía no tener fín. No olvido su ropa oscura y lo que ella llamaba “caparachos”, algo similar a las pesadas y calurosas armaduras de tela o lana que intentan ocultar el aspecto indeseado.
A ello se le suma el sentirse en inferioridad de condiciones a la hora de presentarse en público, los complejos inmanejables y todo lo que acarrea esa enfermedad llamada obesidad.
Virginia ha escrito en su blog, páginas brillantemente relatadas sobre su propia experiencia y el largo camino recorrido en maximocambio.blogspot.com, sitio que superó las quince mil visitas. Volviendo a la noche de la celebración de los dos años del Centro Máximo Ravenna, la “nueva” Virginia tenía luz propia, estaba embargada por la felicidad de poseer ese anhelado cambio. Nada le fue fácil. Allí jugó su voluntad férrea y ganó finalmente la batalla. Yo me limité a sacarle fotos, seguir atentamente su trabajo y tratar de evitar que me salten las lágrimas, porque allí al frente de la conducción estaba mi "soldadito", el escudero de ayer y hoy, aquella “nena” inteligente que desde los cinco años, aprendió entre otras cosas a crecer entre micrófonos, cámaras de TV, dibujos y música estaba frente a mí y una importante cantidad de personas que la escuchaba con atención absoluta y disfrutándo plenamente de su "Máximo Cambio". En ese evento fluyó de su interior su innegable capacidad de comunicadora excepcional, su esencia de buena hija y por sobre todas las cosas con la virtud real de ser una buena, muy buena persona. Y lo mejor de esta historia, es sentir que Virginia yá vuela con sus propias alas hacia el maravilloso destino que ella merece y ocupándo un lugar legítimamente ganado.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mar del Plata y la disparatada "Noche de los Piolines" en la productora de televisión de Ricardo Pollera.

Mi cliente era el más importante de la ciudad en aquellos comienzos de los años noventa, pero también había que padecer los caprichos de quien estaba a cargo de aprobar o nó los diferentes avisos radiales, gráficos o televisivos que se realizaban para esa empresa. En ese tiempo, me acompañaban Ramón Arias, un excelente dibujante, Horacio Scotti, talentoso diseñador y Juan Carlos Quattordio, que en esa época recién comenzaba a trabajar conmigo, aunque siempre manteniendo su estilo, el Comic. Estábamos en el mes de Noviembre y la firma supermercadista me había pedido que realice un original aviso navideño para TV. Generalmente todo lo que creábamos para esta empresa era de buena calidad y los contenidos, además de destacarse por la fuerza de su mensaje, poseían excelente tratamiento en imágen y sonido, algo que siempre cuidábamos porque más allá del dinero que cobrábamos por el arte, también estaba en juego nuestro prestigio. Se me ocurrió hacer una letra corpórea que llevaría puesto un gorro hecho en tela de Papá Noel. La letra la había hecho Horacio Scotti en telgopor, la recubrió con enduído plástico y luego la lijó y pintó logrando que esa "A" quedara casi perfecta. No existía por entonces la animación tridimensional, recién estaban llegando al país las primeras computadoras y poco y nada se sabía sobre el tema, al menos en Mar del Plata. No teníamos mucho tiempo y la idea era que la letra hiciera un vuelo por el espacio, diera un giro y se posara en la ciudad. El story board fué aprobado de inmediato por la persona que oficiaba como director de marketting de la empresa, aunque éramos conscientes de sus limitados conocimientos. Le pedí un turno de grabación extenso a Ricardo Pollera y en lo posible en horario nocturno, ya que íntuía que hacer volar esa letra no sería una tarea sencilla y menos aún con los escasos medios que teníamos para los efectos especiales. Tito Cattáneo, estaba a cargo de las dos cámaras y la edición de lo que estábamos a punto de realizar. Después de evaluar las posibilidades que teníamos al alcance de la mano en el estudio, decidimos armar una línea de hilos de los llamados "tansa" para mover la "A" como si fuera un títere al que manejábamos desde lo alto de una escalera. Para darle a las imágenes un fondo espacial, montamos un telón de color azul con una importante cantidad de pequeñas y grandes estrellas pintadas de blanco. El recorrido de la "A" con su respectivo gorrito navideño incorporado se realizaba prácticamente cuadro a cuadro para que posteriormente, "Tito" editara todo lo grabado en una pieza final de 30 segundos de duración. No era sencillo lograr un desplazamiento suave de la letra, esto provocaba que tuviéramos que repetir varias veces el condenado vuelo. En un momento, con el propósito de aportarle algo de realismo a las imágenes, encendimos cigarrillos y arrojábamos bocanadas de humo a la letra en movimiento. El humo lograba un efecto de nube en cámara lenta y cuando lo veíamos en el monitor quedaba muy bien. Ya llevábamos más de tres horas en el estudio de TV, ahora solo nos faltaba el "aterrizaje" de la "A" sobre una maqueta con arena y una vez posada la letra sobre ese suelo, aplicaríamos un fondo real utilizando el sistema "croma". Para este tramo, acordamos con "Tito", hacer descender suavemente la letra valiéndonos de una pequeña roldana o polea para que el objeto cayera prolijamente sujetado al hilo "tansa". "Tito" instaló una de las cámaras en lo alto para grabar el descenso y otra a ras del piso para lograr tomas en primer plano de la letra con gorrito navideño cuando tocara suavemente la arena. Entusiasmados comenzámos a ver todas las imágenes logradas y procedimos a seleccionar las mejores para editar las secuencias del recorrido aéreo de aquella pequeña pieza. Todo lo que habíamos visto en el monitor tenía muy buen color, las escenas no eran monótonas ni ordinarias, con muy pocos elementos se había conseguido un vuelo espacial creíble y de respetable calidad visual. Cerca de las cinco de la madrugada, escuchámos el sonido del portero eléctrico de la productora. Cuando "Tito" preguntó quien era, le responden que estaba abajo la persona responsable del marketting de la empresa que había encargado el video, acompañada por dos amigos. A regañadientes, "Tito", les permitió el acceso, algo que jamás debe hacerse, porque no es conveniente que el cliente entre a la "cocina" donde se preparan las producciones. Los tres intrusos ingresaron a la sala de edición, se los notaba alegres, verborrágicos y evidenciando haber pasado una noche con abundante champagne. Para sacármelos de encima cuanto antes y seguir procesándo el comercial, los invité a mirar las imágenes grabadas, pero uno de ellos, impulsado por la curiosidad, entró al estudio y se puso a mirar los hilos que colgaban, las roldanas, la maqueta y empezó a manosear la letra "A" que tanto habíamos cuidado y seguidamente exclamó; "ché, vengan a ver, están haciendo la animación con piolines". Lo primero que hice fué putear a este personaje, los dos restantes que estaban junto a "Tito" en la sala de edición comenzaron a criticar nuestro trabajo, al punto que uno de estos idiótas dijo; "ah, pero yo creía que iban a lograr algo como lo que hacen en la Disney". La absurda situación había llegado demasiado lejos y tanto "Tito" como yó, además de estar cansados, tampoco teníamos ánimo como para soportar las opiniones de tres boludos alcoholizados que opinaban porque sí y que parecían sentirse felices de subestimar nuestra obra. La espontánea y furiosa reacción de "Tito" fué invitarlos a que se retiren inmediátamente de la productora y previamente, yó comencé a destruir toda la humilde escenografía que habíamos montado. Esa letra sin su gorrito de Papá Noel, que seguramente se extravió con mi bronca, aún la conservo. Y esa noche, mandé al demonio a mi cliente. Ni siquiera pasé a cobrar el dinero que me debían de trabajos anteriores, pero sentí un gran alivio al sacarme de encima una cuenta conflictiva y demasiado perjudicial para mi salud. Ya cerca de Navidad, veo en el televisor un cartón o placa vulgar de salutación de esta empresa, algo que evidenciaba el inicio de una mediocridad que se prolongaría durante un corto tiempo más, porque a los pocos años se produjo su cierre definitivo.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Argentinos negados por la "Madre Patria"; creo que es hora de renacer y potenciarnos definitívamente, antes que sea tarde.

Recuerdo que era muy chico, cuando en los años cincuenta, por toda la Argentina se veían inmigrantes españoles a los que equivocadamente solíamos llamarlos "gallegos". No era esta una denominación despectiva, simplemente nos llamaba la atención su acento algo a lo que les resultaba difícil despegarse, en algunos casos, posiblemente porque esos hombres y mujeres habían llegado al país con una edad avanzada, la mayoría de ellos obligados por las miserias vividas en su España natal y las crueles secuelas de la Guerra Civil. Con sus heridas a cuestas y un dolor disimulado en sus rostros, aquellos "gallegos" en sus inicios desarrollaban tareas como mozos de cafés y restaurantes o bien como porteros o encargados de edificios. Eran gente trabajadora y entusiasta que había encontrado en tierras argentinas la posibilidad de insertarse a una sociedad que desde el primer momento les dió un lugar y todas las posibilidades de crecer. Aquellos "gallegos" tenían ansias de triunfar, ser alguien, superarse y ganar el dinero suficiente como para vivir con la dignidad que su añorada España les había negado. Intuitivos y perseverantes, los "gallegos" supieron cuidar el dinero que ganaban, lo administraban muy bien y de a poco, se fueron armando de sus propios emprendimientos, haciendolos crecer en base a "olfato" y creatividad. La lista de inmigrantes que fundaron pequeñas, medianas y grandes empresas principalmente del rubro gastronómico en éste país es extensa y su trayectoria muy meritoria, porque si bien eran hábiles para los negocios, su línea de conducta comercial fué ejemplar y honorable. Estos principios los supieron trasladar tanto a sus empleados como a sus descendientes y era frecuente que aquellos "gallegos" que habían alcanzado una buena posición económica reconocieran las oportunidades que les había brindado esta tierra de promisión, también eran sumamente agradecidos con el gobierno de Juan Domingo Perón y Evita, a quien amaban por los barcos cargados de trigo y diversos alimentos que en la postguerra partían desde puertos argentinos rumbo a una España hambreada y cargada de los horrores de una guerra entre hermanos. El tiempo lo fué curando todo, los "gallegos" que en algún momento eran mozos y hasta barrían los bares donde trabajaban pasaron a convertirse en propietarios de los mismos. Algo parecido sucedía con los cientos de almacenes de barrio que habían instalado cuando aún no existían las cadenas de supermercados y el "almacén de la esquina" era un clásico al que por diferentes necesidades de comestibles, los vecinos concurrían a diario para abastecerse de todo lo que hiciera falta en el hogar. Viene a mi mente el recuerdo de la despensa de Don José, un hispano que tenía su comercio abarrotado de dulces, frascos enormes llenos de caramelos, jamones colgados en hilera a la altura del techo, harina y azúcar que se vendían sueltas anotándo las compras en la libreta de Don "Pepe" todo lo que sus fieles clientes llevaban para pagarlo a fin de mes. Aquel verdadero, necesario y tradicional crédito de palabra y confianza que se detallaba en las páginas de una libreta pequeña con tapas duras de color negro, fué la anticipación de la tarjeta de crédito, con la diferencia que este sistema era de mutua confianza y no tenía intereses ni gastos de mantenimiento. Con el transcurrir de los años, aquella enorme colonia de "gallegos" se fué mimetizando fácilmente con la joven y solidaria Argentina, donde también convivían los italianos, bautizados como "tanos" o "gringos" y ese conjunto de extranjeros dejó su marca genuina en innumerables construcciones y emprendimientos que iban creciendo sin obstáculos a la par de una nación que los consideraba y respetaba como a hermanos. Tanto aquellos "gallegos", como los "tanos", tuvieron en esta tierra promisora la oportunidad de hacerse la tan anhelada "América". Aquí pudieron además de contar con su comercio y vivienda propia, hacerse ciudadanos argentinos, obtener créditos, educar a sus hijos y acceder a las mismas posibilidades y derechos de cualquier habitante. Es imposible olvidar los intercambios culturales que cruzaban el Atlántico en un ida y vuelta que permanentemente consolidaba las costumbres del crisol de razas. Los españoles fundaron sus propias sociedades e instituciones que les permitieron hasta el presente reunirse y mantener intactas sus actividades culturales. En los años cincuenta, tanto en el cine como en la música española conocimos y apreciamos las virtudes de artistas de la talla de Miguel de Molina, Carmen Sevilla, Joselito y Pedrito Rico entre otras de las tantas figuras que permanentemente llegaban al país y llenaban los teatros con un éxito sin precedentes. Años después les sucederían otras como Nino Bravo, Lola Flores, Joan Manuel Serrat, etc etc. A más de medio siglo de ese desembarco, las cosas no volvieron a ser las mismas para las nuevas generaciones y gobiernos de España, ya que salvo durante la nefasta década Argentina de los años setenta, durante la dictadura militar donde "la Madre Patria", supo recibir y albergar generosamente a miles de jóvenes argentinos que tuvieron que emigrar forzósamente y elegir entre el exilio o perder su vida. Por entonces, hubo muchos actores, escritores, psicólogos, artistas plásticos y miles de ciudadanos comunes que recalaron en tierras españolas e iniciaron allá una nueva vida en la era post Franquista. En esa época, allá ya se nos comenzaba a llamar "sudacas" o "argentos", una sutil manera de señalar a los pobres desesperados que por diferentes razones aterrizaban en el aeropuerto de Barajas con las mismas ilusiones que aquí traían aquellos "gallegos" que habían bajado de los barcos. Pero no hay que olvidar que España, durante la presidencia de Carlos Menem, hizo millonarios negocios con su empresa de Telefonía, los multimedios de comunicación derivados de las mismas, las líneas aéreas y tantas otras rentables transacciones sumamente ventajosas para los nuevos empresarios de la "Madre Patria" que a principios de los noventa, supieron sacar buen rédito de la Argentina "entregada". Extensa es la lista de ganancias obtenidas en tiempos del infortunado "uno a uno", donde los miles de turistas argentinos que en los casi diez años que duró la amarga "Fiesta Menemista", viajaban a Europa con sus dólares baratos (un dólar un peso) y eran recibidos con la cordialidad que imponía la conveniencia del masivo turismo de la "Plata Dulce". Hasta hoy perduran las secuelas de nuestras industrias perdidas para siempre, la quiebra de empresas tradicionales, fábricas y marcas prestigiosas que sucumbieron en una de las décadas más infames de la historia Argentina. Era triste ver en la era Menemista a padres desconsolados, despedir a sus hijos que junto a otros miles de chicos sin trabajo trepaban a los vuelos de Iberia o Aerolíneas Argentinas buscando desesperados un destino mejor en España y trabajar allá de lo "que venga" con tal de subsitir. Se repetía la historia de los inmigrantes, aunque ahora los "sudacas" debían cumplir una serie de requisitos y exigencias para ingresar al seno de la "Madre Patria". Hace un par de días, Gustavo Fernández, un amigo de la adolescencia de Virginia (nuestra hija), nos relataba la pesadilla que durante dos días le tocó vivir en el aeropuerto de Barajas donde se le impidió el acceso a España por no contar con una carta de invitación. Su hermana que tiene residencia española y trabaja allá desde hace años, nada pudo hacer por él, solo se limitaron a verse en el gigantesco hall del aeropuerto, vigilados y con rigurosas restricciones, al punto que fué alojado en un sector de la terminal aérea acondicionado para albergar con ciertas comodidades a quienes deben alojarse allí para volverse lo más rápido posible a su país de orígen en el próximo vuelo. Eso sí, Gustavo me describió que el "hotel de los indeseables", dispone de limpias pero modestas camas, máquinas expendedoras de café, sandwiches y hasta televisión por cable para alegrar a los "retenidos". Allí, al igual que el personaje de la película "La Terminal", interpretada por Tom Hanks tuvo la posibilidad de conocer a otras personas de procedencia sudamericana que estaban padeciendo la misma situación que él, entre ellos un prestigioso antropólogo Peruano que debía dar una conferencia en una universidad de Alemania y al que no se le permitió ingresar a Madrid, ya que este hombre quería estar en esa capital solo unas seis horas para conocerla y posteriormente volar hacia Frankfurt su lugar de destino, pero vanos fueron los llamados que el profesor realizó a las diferentes embajadas para que se aclare y solucione su compleja e inexplicable situación. Finalmente, el antropólogo fué obligado a volar nuevamente a Perú y desde allí a Alemania. Inexorablemente las historias siempre se repiten y no está lejos el momento en que el tablero se dé vuelta y de una buena vez, los argentinos pongamos los huevos sobre la mesa y miremos hacia nuestro interior para darnos cuenta que tenemos un país jóven, lleno de riquezas naturales y todo por hacer. Solo nos resta dejar de mirar hacia una Europa que envejece día a día y poco o casi nada tiene para ofrecernos. El futuro está aquí, esta es la "tierra prometida" y de nosotros dependerá limpiar la dirigencia decadente que tenemos a la vista y también a la que oculta su mugre bajo la alfombra de la corrupción y la hipocresía. Tenemos que emerger de nuestras cenizas para surgir como nacionalistas férreos y encarar con líderes sanos, inteligentes y objetivos un mañana lleno de grandeza. Cuando llegue ese momento no tan lejano, nuestros aeropuertos se tornarán tán o más exigentes para con aquellos que vengan con intenciones de succionarnos la sangre o aprovecharse de nuestras divisiones o debilidades temporales. Solo nos resta luchar contra el enemigo interno, torcerle el brazo e iniciar la reconstrucción de una Argentina que proteja a sus ciudadanos, defienda a ultranza sus recursos y aprenda a controlar y pedirle cuentas a sus funcionarios. Recuperando la fé en nuestras capacidades y fortaleciendo pilares fundamentales como la educación, la cultura del trabajo, la justicia y las fuerzas de seguridad, el anhelado "Milagro Argentino", distará de ser una quimera y sin ánimo de revancha o rencor alguno también nos veremos obligados a levantar un confortable hotel sin ventanas en algún sector del aeropuerto internacional de Ezeiza para aquellos viajeros procedentes de distintos países que sin excepciones, se vean obligados a retornar a los mismos si no cumplen con los mínimos requisitos de ingreso a ésta tierra habitad por "sudacas".

jueves, 12 de noviembre de 2009

Argentina y los "Pasajeros del Tren Fantasma"

Para cualquier habitante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el hecho cotidiano de salir de su casa rumbo al trabajo es algo similar a subirse a una versión actualizada y más aterradora del clásico “Tren Fantasma”, porque en su recorrida, los sustos y riesgos son mayores; si tiene un vehículo propio y pretende llegar medianamente a tiempo, es casi seguro que un piquete o manifestación le salga al paso haciéndole perder el tiempo, complicándole la vida y por ende, llegando tarde a su empleo. Lo mismo puede sucederle en caso de elegir como medio de transporte alternativo el tren o el subte, ya que viajar en ellos, es también una odisea. La otrora atractiva y bella capital Argentina se ha transformado en una “tierra salvaje” donde reina la anarquía y el descontrol, al punto que el ciudadano común se ha convertido en rehén de las protestas y esa “ruleta rusa” llamada inseguridad, donde cualquier asaltante exaltado puede apretar el gatillo fácilmente y cargarse una víctima más con total impunidad. El próximo mes será Navidad y solo basta ver las noticias para darnos cuenta que el clima general se va tensando cada vez más. Los problemas de urgencia, al igual que los baches se rellenan precariamente, nada es serio, todo se improvisa, y las débiles promesas se “remiendan” con algún placebo de inútil eficacia como los subsidios, una delgada línea entre la improductividad y la distribución de limosnas, algo incomprensible en uno de los países más favorecidos del mundo en riquezas naturales. Así estámos, más que nunca en manos de Dios, con la vigencia de “Cambalache”, la obra que compusiera el genial Enrique Santos Discépolo en 1935 y que 74 años después, tiene más realismo y actualidad que nunca. Los dirigentes patriotas, incorruptibles, con decisiones sólidas y coherentes tan necesarios en esta emergencia, siguen brillando por su ausencia. Solo basta recordar a hombres de la talla del doctor René Favaloro que murió por honor o Raúl Alfonsín que donaba la mitad de su pensión al Hogar de Ancianos de Chascomús, ejemplos de humildad y grandeza que difícilmente se repitan. Si seguimos así, con los brazos caídos, pensando egoístamente en nosotros mismos, carentes de sentido solidario, resignados al fracaso y sin comprometernos, no solo nos faltará el agua, porque vendrá algo peor; la sequía del alma, la dignidad y la felicidad.

editorial del mes de Noviembre publicado en el Nº 59 de "Signos y Marcas".

martes, 10 de noviembre de 2009

El espíritu de Juan Beleggia, sigue habitando en el Bar Boston.

Hace poco más de veinte años, en Alsina 25, el mismo lugar donde hoy funciona el tradicional bar Boston, estaba instalada la tradicional peluquería masculina Braghero, que en esos años, era la más elegida por quienes pertenecían a la clase media alta de la ciudad. El salón, se caracterizaba porque allí trabajaban los profesionales más destacados de la tijera. Tiempos donde los hombres asistían infaltablemente cada semana para recortarse el cabello, afeitarse, hacerse manicura, y de paso lustrarse los zapatos con Saúl,”el rey del cepillo”. Este sitio se caracterizaba por poseer varios sillones instalados en una larga fila, una disposición muy singular que era posible gracias a los muchos metros de fondo con que cuenta el local. A finales de los setenta, este reconocido establecimiento cerró sus puertas y al poco tiempo, se transformó en el Bar Boston, donde a diario, sus sillones y mesas se ven ocupados en forma permanente por empleados bancarios, municipales, judiciales y habitués de todo tipo que almuerzan, cenan o toman un café mientras leen diarios y revistas. Allí en el exhibidor principal, donde figuran las publicaciones más destacadas , desde sus inicios estuvo presente “Signos y Marcas”. Juan Beleggia, su propietario desde hace 10 años, solía leerla detenidamente, siempre alentaba este emprendimiento aguardando con interés la salida de cada publicación. Lo mismo sucedía con Eduardo, Gaby, Franco, Rodrigo, Noelia, Carmen, Silvia o “Pety”, sus colaboradores. Desde mi regreso a Bahía, hace casi cinco años, el bar de Juan fue una parte de mi existencia, allí me sentí como en mi propia casa, convirtiéndose en el lugar de encuentro con amigos de toda la vida. Hace poco más de dos meses, el 18 de Septiembre de 2009, el querido "Juancito" partió imprevistamente de este plano terrenal. Nunca dejó entrever nada sobre su cruel enfermedad y mantuvo su habitual simpatía y humildad hasta los últimos días de sus jóvenes cuarenta y dos años. También habíamos acordado celebrar la aparición del número 60, por esta razón, te recuerdo en nombre del equipo de “Signos” y cada vez que entre al Boston, como todas las tardes, aunque no estés físicamente, te veré sonriente sentado en tu lugar de siempre esperando que te lleve el último ejemplar. Te extrañamos mucho querido Juan, solo nos queda la sensación que tu espíritu sigue habitando en el Bar Boston.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Aquel olvidable, improvisado, apresurado y triste show de "Pan Triste". (dedicado al amigo Tino Diez)

Esto sucedió a finales de los años noventa, cuando en uno de mis viajes a Bahía, me encuentro de casualidad con un personaje que había sido nombrado directivo del canal 9 local. Junto a él, estaba Gustavo Maidana, un jóven con gran capacidad de venta y muchas ganas de desarrollarse en un medio de comunicación que quería renovarse y crecer aportándo a la ciudad contenidos novedosos. Por experiencias anteriores, yo sabía que generalmente los ejecutivos de estas empresas multinacionales pueden tener un crecimiento estrepitóso y al poco tiempo caer con el mismo estruendo o peor. Posiblemente esto suceda porque al principio se obnubilan con el cargo, el despacho, la secretaria, el contacto con los jefes en Capital Federal y los distintos beneficios a nivel social y comercial que puede reportarles pertenecer a un canal de TV importante. Entre estos privilegios se cuentan principalmente los altos sueldos que perciben por la responsabilidad de conducir un medio del interior. Pero a la hora de intentar generar programas, se van dando cuenta que además de la escasa cantidad de habitantes, es muy difícil armar programas de contenidos ambiciosos en ciudades chicas como Bahía y ni hablar de lo complejo que resulta la comercialización publicitaria de los mismos. Por esta razón, todo los programas realizados a nivel local, tienen escenografías y producción de piso limitadas. Todo se hace a "pulmón" y generalmente los conductores están detrás de una barra o mostrador o bien sentados en un estrecho living con una pantalla LSD detrás como única atracción. El flamante ejecutivo quería a toda costa, poner en el aire a mi viejo y querido Sapo Sapienso, pero todo evidenciaba que no había un solo peso para hacer un relanzamiento digno de éste personaje. Ya antes relaté en una parte del blog que se acercaron algunos inversores que resultaron ser insolventes y solo pretendían llenarse de oro con el indefenso sapo. Hubo algunas reuniones con la gente del canal y el "inversor", pero todo naufragó cuando el dinero prometido jamás apareció. Fué entonces que al flamante ejecutivo, como un recurso prometedor, nos ofrece a Maidana y a mí que hagamos el "Musical de Pan Triste", un producto cinematográfico animado hecho en los estudios de García Ferré que había sido estrenado con muy poca aceptación por parte de los niños en los cines de todo el país. Al canal habían llegado tres caretas bastante grandes con imágenes muy bien logradas de los personajes principales de "Pan Triste" y el plan del gerente general del canal, era montar un espectáculo en vivo aprovechándo la fuerte campaña publicitaria que promocionaba a la película más la difusión que el show tendría en la pantalla de éste medio. Hablando con Maidana, llegamos a la conclusión que el show a montar, podría tener una escasa convocatoria de público, pero había que devolver las caretas a la productora y por lo tanto armar ese musical lo más rápido posible. El lugar elegido fué un amplio espacio que el malogrado shopping "Paseo del Sol", tenía en sus inicios y allí se instaló un escenario, luces, sonido y todo lo que se pudo conseguir en el corto tiempo que había para lanzar un espectáculo donde lo único que había era un grupo que interpretaba canciones infantiles, un mago y los tres personajes del filme. El "Musical de Pan Triste", se estaba anunciando para un día Sábado a la tarde con una única función. Se hicieron algunos ensayos previos, pero en realidad la propuesta no era muy clara y el gerente seguía apostando a los caretones y el interés que éstos despertarían en los niños. El día del debut llegó y allí nos dimos cuenta que en ese sitio donde se realizaría el musical, había unas pocas sillas, además, faltando una hora para que comience la función, tampoco teníamos a quienes se pondrían esas enormes y pesadas caretas sobre sus hombros. La pregunta que nos formulábamos era; ¿resistirán?. Afortunadamente conseguimos a tres muchachos muy jóvenes, aunque algo delgados para que carguen con esas "escafandras" y allá fuimos, demasiado al límite, demasiado jugados. Las promociones del canal, habían dado cierto resultado, ya que antes de abrir la boletería, se estaba acercando una considerable cantidad de padres con sus respectivos niños. Primero actuó el grupo musical y a la media hora, hicieron su aparición "Pan Triste" y sus amigos. Los chicos los aplaudían y estaban felices de ver la réplica casi perfecta del personaje principal, pero a los pocos minutos, noté que los tres portadores de caretones, bailaban con notable desgano y parecían desfallecer. Uno de ellos, disimuladamente se bajó del escenario, caminó casi en zig zag hacia un costado y ví que hacía grandes esfuerzos por quitarse el "yelmo" de encima, lo ayudamos con Gustavo y al quitar la pesada máscara vimos que el muchacho estaba empapado en transpiración y casi sin aire. "Puff, no daba más, parecen hechas de hierro, además tienen un insoportáble olor a pintura, no se aguanta", confesó el jóven mientras tomaba agua mineral con imparable ansiedad. Ante la situación, optamos por sacar lo más rápido posible de la escena a los dos heroicos portadores de caretas que quedaban bailando como en cámara lenta sobre el escenario, entre ellos "Pan Triste". Los niños presentes seguían aplaudiendo y cuando los protagonistas amagaban a retirarse les pedían a gritos que sigan. Ahí, le dijimos al grupo musical que suba cuanto antes y nos dedicamos a "socorrer" a los chicos de los caretones. Por suerte, llegamos a tiempo, porque si tardábamos un par de minutos más, se desmayaban por el calor, la falta de aire, el peso y la emanación de algun fuerte fijador que las máscaras tenían en su interior.
Allí terminó este paupérrimo show de "Pan Triste". Gustavo les había dicho a los encargados de la boletería que hagan entrar gente gratis, ya que la situación no daba para más. Quedó la anécdota de aquella jugada apresurada del gerente que entre otras cosas no apareció por el lugar ni preguntó al día siguiente como había ido el espectáculo. Pero en algo no se había equivocado; efectívamente, esas caretas habían despertado un gran interés entre los pequeños. Que triste lo de "Pan Triste".

domingo, 1 de noviembre de 2009

Recordando a "Chavita", un singular personaje de la noche bahiense.

Las noches de los años sesenta en Bahía, fueron para mí irrepetibles. Nunca más se daría tamaña cantidad y variedad de boliches bailables, whiskerías, peñas folklóricas, tanguerías y cabarets de distinta categoría que movilizaban cada noche a una importante cantidad de músicos, artistas y mujeres alternadoras que generalmente solían llegar desde Capital Federal buscando nuevos ámbitos para desarrollar su profesión de prostitutas encubiertas. Los cabarets o Nigth Clubs, como solían llamarse, salvo "Diábolo", que contaba con un prestigio impuesto e instalaciones de buen nivel, el resto eran montados con precariedad, mucha imaginación y escasos recursos, aunque este detalle a la hora de la diversión, era un detalle menor que poco y nada le importaba demasiado a la clientela habitué. Quienes regenteaban estos sitios de luces ténues, escenarios pequeños, la infaltable barra, sillones para dos personas, humo denso de cigarrillo y sonido de copas entremezcladas con risas eran tipos que tenían aspecto de "pesados". Estos propietarios o encargados, vestían de traje o sacos con corbata, se mostraban serios y estaban constantemente atentos a todo lo que sucedía en los respectivos reductos que dirigían, aunque puedo asegurar que con el tiempo los fuí conociendo y eran hombres que detrás de su apariencia rígida, resultaron ser excelentes seres humanos con una sensibilidad y códigos de vida poco comunes. Recuerdo con mucho cariño a Santín, "Carita" De Los Santos, "Carollo" Partida, a quién quise mucho y a un personaje de apellido Chávez, al que bautizamos como "Chavita" . "Chavita" solía recorrer los cafés de Galerías Plaza portando un maletín de cuero negro, donde aseguraba que en su interior llevaba chequeras y contratos de artistas de primer nivel que próximamente actuarían en su negocio. "Chavita" hablaba de millones de pesos, sus negocios imaginarios eran de alto vuelo y había tenido experiencia como propietario de algunos cabarets de poca monta como "La Noche". En una oportunidad vino a nuestra oficina de Galería Plaza, piso dos, para pedirnos que le manejemos la campaña publicitaria de "El Viejo Almacén", una tanguería que estaba armando en calle Martín Fierro, muy cerca de la Avenida Alem. Ya en la primera entrevista, nos confesó que no tenía un mísero peso y necesitaba que le diéramos crédito, prometiéndo que nos pagaría después de la inauguración, algo que resultaba bastante improbáble, conociendo a "Chavita". En ocasiones, cuando Elvira, Alberto Comán, Pierino Galluchi y yó, nos encontrábamos tomándo un café en la galería, imprevistamente aparecía "Chavita", con su caminar cansino, el saco de siempre y cara de cansado, nos saludaba y decía; "recién bajo del avión, fuí a a Buenos Aires a contratar estrellas, ¿se pagan un café?". Inevitáblemente, antes de despedirse, se dirigía a Elvira y con una sonrisa le preguntaba; "Cheñora, ¿no me dá cinco mangos pá caminar?". Pierino fué el encargado de decorarle el local y diseñó las tarjetas. La idea de "Chavita" era montar allí un lugar de espectáculos de tango con cena y baile. El proyecto no era malo, pero los tiempos habían cambiado y Argentina ya estaba padeciendo la guerra interna contra la subversión, algo que jugaba en contra contra las ganas de salir de noche por los riesgos que ésta ofrecía. Finalmente "El Viejo Almacén" inauguró y duró muy poco tiempo, ya que no llegó a cubrir las expectativas de "Chavita", quién a duras penas pudo pagarle algo de lo que le adeudaba a Pierino y agobiado por los acreedores, optó por irse de Bahía. Nunca más supimos de él, aunque siempre lo recordábamos como a un personaje singular. Tiempo después, a finales de los años ochenta, ya instalados en nuestras oficinas de calle Estomba al cien, aparece "Chavita". Estaba flaco, demacrado, pálido y se lo veía muy agobiado. No podíamos creer que estuviera en ese pésimo estado. Le preguntamos que le estaba pasando y con mucha tristeza nos contó que se había ido al sur buscando nuevas posibilidades de hacer una plata y no tuvo mejor ocurrencia que imprimir una rifa auspiciada por la policía. Obviamente, esto no era real, simplemente había editado un talonario con números donde anunciaba que sortearía automóviles, dinero, electrodomésticos, etc. Al principio, esto le iba dando de comer y decidió ofrecer él mismo las rifas instalado cerca de un puesto policial caminero, ya que en ese lugar, obligadamente los automovilistas aminoraban la marcha y "Chavita" que se encontraba ubicado en la ruta, cerca de un patrullero policial ofrecía su invento a cuanto vehículo transitaba por allí. Esto duró muy poco, porque una mañana, tuvo la mala suerte de detener a un auto donde se encontraba un alto jefe policial que en el acto descubrió la mentira y lo hizo arrestar de inmediato. Acusado de estafa, lo
condenaron a prisión y fué a parar a la cárcel de Trelew, un penal de máxima seguridad donde también se encontraban alojados varios miembros de Montoneros, ERP, etc. Las penurias que allí sufrío "Chavita" fueron de lo más terribles. Con lágrimas en los ojos, nos contaba del frío que imperaba en las celdas, las requisas sorpresivas a a cualquier hora de la noche, los plantones donde los ponían desnudos en los pasillos, los golpes, las puteadas y los disparos que cada tanto se escuchaban fueron minando su voluntad y también su salud, al punto que cuando vino a vernos, a duras penas podía respirar. Cuando salió en libertad, "Chavita" solo era una sombra y nosotros éramos en ese momento, la esperanza para poder morir junto a su madre en Capital Federal, era lo que más anhelaba, pasar sus últimos días junto a su "viejita". Cuando escuchámos su relato, sentíamos que jamás volveríamos a ver a "Chavita", Elvira no dudó en darle el dinero que necesitaba para cumplir su voluntad y muy conmovidos le dimos el abrazo de despedida. Por distintas circunstancias, la ciudad se iba quedando sin personajes de color como el que protagoniza esta historia. A partir de los años ochenta, ya nada sería igual y el virus de la tristeza nos comenzaría a invadir hasta convertir los colores imaginarios en el triste y aburrido gris donde solo sobreviven los recuerdos de auqllas épocas felices, inolvidables e irrepetibles.