viernes, 30 de abril de 2010

29 de Abril de 1975, el día que Elvira y yó, nos casamos por Civil.

Al Elvira Rabanetti, la mujer de toda mi vida, la conocí cuando yo cumplía 25 años. Esa noche, los dueños de la agencia Idea, donde yo era creativo, me invitaron a celebrar el acontecimiento en una peña folklórica y parrilla llamada "El Fortín", en ese lugar de calle Florida, a pocos metros de la Avenida Alem, hoy se encuentra la confitería bailable "Relieve". Recuerdo que el sitio, era como una réplica de los fortines de la época de La Conquista del Desierto, todo construído con madera y pajas en el techo. Los asados eran muy buenos y casi todas las noches, actuaban grupos o solistas que interpretaban música autóctona. Allí estaba junto a mis jefes Domingo y José, ambos fallecidos hace muchos años. En el lugar, no había demasiada gente ese Viernes 27 de Junio y mi atención estaba centralizada en una hermosa chica delgada, de cabellos negros, largos y lacios con unos ojos fuera de serie que se encontraba junto a un hombre y una mujer, los tres sentados a escasos metros de nuestra mesa. Insistí en varias oportunidades de llamar su atención, pero ella permanecía ajena a todo, por lo que decidí levantarme y dirigirme directamente hacia el lugar donde estaba sentada. Cuando me acerqué, saludé a la joven y al hombre que la acompañaban y pedí permiso para sentarme. La conversación inicial no tuvo mucha consistencia, tampoco ella me dió lugar como para sacarle un teléfono o convenir algún encuentro. Solo supe que se llamaba Elvira, nos despedimos y casi una hora después, Domingo, José y yó, salimos rumbo a un Cabaret llamado "La Luna", un negocio del cual éramos habitués. Por aquellos tiempos, Bahía, contaba con varios cabarets similares donde además de las chicas que hacían sus clásicos shows, también actuaban cantantes de tangos o boleros, algunos de reconocida trayectoria en Argentina. "La Luna" era un sótano de medianas dimensiones, no demasiado grande, pero casi siempre estaba colmado de gente. El dueño del lugar era "Carita" de Los Santos, un carismático personaje de la noche que conocía como pocos, el negocio de la noche. La oscuridad casi absoluta, era una de las particularidades de "La Luna", ni bien ingresamos, nos dirigimos hacia la barra y una vez allí, con mucha sorpresa, distingo que Elvira y la pareja que la acompañaba, estaban sentados en un sillón frente al escenario que también era utilizado como pista de baile. Hacia allí fuí nuevamente y me senté junto a Elvira. Esta vez, la conversación fué más distendida y hasta le causó sorpresa enterarse que "el loco" que conducía el extraño programa de la mañana de LU2 AM que ella escuchaba fuera yó. Hubo algo que nos iba conectándo. Hasta el día de hoy, a tantos años de aquello pienso que es química o frecuencia. A partir de esa noche, comenzamos a llamarnos y vernos, generalmente en el café Capri, que estaba en calle Alsina, frente a Galerías Plaza. Nuestras charlas eran interminables y nos íbamos descubriendo en cada encuentro, sin prometernos nada, sin garantías, simplemente disfrutar de esos buenos momentos que se iban fortaleciendo con el transcurrir del tiempo. Cada vez que llovía, yo solía hacer, cerca de la medianoche una breve recorrida por el sector céntrico con mi querido "Fitito" y allí, en medio de las gotas generalmente delgadas, mágicamente aparecía Elvira, el "Angel de la Lluvia". La lluvia nos conectaba y entendiéndonos con una simple mirada, ambos coincidíamos en ir a comer algo a los llamados "carritos", del Parque de Mayo, donde un mozo, venía hacia el vehículo y traía sandwichs y bebidas. Luego ir a bailar a algún boliche. Generalmente concurríamos a "Nacha" o "Mi Refugio", donde pasábamos momentos muy divertidos y felices por estar juntos. Uno de nuestros temas musicales favoritos de aquella ápoca era "Caballos Verdes", interpretado por el grupo Trocha Angosta. De a poco, aquella chica flaquita, llamativa y misteriosa, fué incorporándose a mi alma. Elvira era un remanso en medio de las tormentas y confusión de mi alma jóven, pero colmada de interrogantes. Siempre digo que las mujeres tuvieron mucho que ver en mi existencia, pero a los 25 años tenía la sensación que había vivido intensamente, la mayoría de las veces cabalgando en forma desenfrenada, sin rumbo y casi salvajemente. Elvira era diferente, me aportaba paz e inspiraba ternura. En ese momento, yo estaba imprimiendo un estilo radial distinto, posiblemente audaz o poco común que era muy escuchado por la gente joven y Pipo Palacios, comenzaba a ser un animador o presentador de discos conocido.
Mi relación tan particular con Elvira era ocasional, no éramos novios ni amantes y eso era lo que en verdad me preocupaba; ¿porqué esa chica me atraía tanto?. No era una cuestión sexual ni posesiva, solo se trataba de estar juntos en momentos muy intensos, improvisados y espontáneos que en la mayoría de las veces se extendían hasta el amanecer. Cuando conocí a Elvira, ella trabajaba con un tipo siniestro que tenía una inmobiliaria y financiera encubierta, luego pasó a formar parte de la sección publicidad del diario la Nueva Provincia. Esta era y és una empresa muy estricta en los horarios de ingreso del personal, pero en aquellos años, la exigencia era más rigurosa y en varias ocasiones cuando íbamos a pasar la noche al clásico Mesón Sur, solíamos quedarnos dormidos y era todo un tema arrancar el "Fitito" en pleno invierno, calentarlo y salir velozmente, casi volando sobre el empedrado de la Avenida Arias rumbo al centro, para que Elvira, casi sin aliento y muy sobre la hora de ingreso, llegue a tiempo al diario. Yo estaba feliz de haber logrado un estilo en mi carrera radial y también publicitaria, ya que a mis 25 años, me había ganado un importante lugar como creativo en Idea, la mejor agencia publicitaria que tenía la ciudad, donde logré generar un sinfín de avisos televisivos y gráficos de impacto inmediato. Si bien Idea, sobresalía por los más de 200 anunciantes que tenía en su cartera de clientes, las finanzas eran sumamente desprolijas y se despilfarraba mucho dinero. La pésima administración de esa empresa jóven me generaba graves problemas, porque si bien era el "cerebro" de la agencia, casi siempre estaba sin plata porque se me pagaba en "cuentagotas" y esa situación me ponía muy mal. Muchas veces intenté irme, pero mi relación de amistad con uno de los dueños, Domingo Mamanna, quien siempre me pedía paciencia y que no renuncie, me hacía retornar a mi pequeña oficina donde día a día, salían a la luz las campañas sumamente creativas de Idea, que poco tiempo después, inexorablemente ante el caos financiero presentó quiebra y junto a otros empleados nos quedamos en la calle.
La única salida que tenía, era instalar mi propia agencia publicitaria. Tenía un nombre, muchos anunciantes me conocían y prácticamente sin dinero, alquilé una pequeña oficina en el mismo piso donde aún funcionaba la agonizante Idea. Nace Ricardo Palacios Publicidad y el primer cliente, muy importante que confió en mí, fué la agencia Dodero Viajes, una de las principales de Argentina. Con Elvira tuvimos algunos intervalos de tiempo en nuestros encuentros necesariamente casuales que por esas cosas del destino, seguían dándose en las noches de lluvia. La agencia marchaba lenta, no había progresos y me costaba mucho encontrar un estilo gráfico que reflejara mis ideas. Siempre fuí un pésimo administrador y en eso también fallaba. Mi ánimo como flamante propietario de una agencia pobre no era el mejor y el sentimental tampoco. Volví a encontrarme con Elvira, quien seguía siendo una mujer importante y que mucho bien le hacía a mi espíritu. Ni ella ni yó, sabíamos exáctamente que significábamos el uno para el otro, hasta que un día, me cuenta que estaba embarazada. Una tormenta estalló en mi cabeza. ¿Yo, tamaño inconsciente iba a ser padre? Jamás me imaginé en ese rol que implica mucha responsabilidad y por sobre todas las cosas amor. Y el amor hacia Elvira, ese sentimiento que no había despertado antes en mí, en ninguna de mis relaciones con las chicas que había conocido, se había instalado con tanta fuerza. Ella se iba a ir a estudiar y tambien trabajar a la ciudad de La Plata, donde su madre María y su Hermana Elena, ya se habían ido a vivir. La noche de nuestra despedida fué en la confitería bailable "Rancho X" que funcionaba en el Barrio Palihue y allí fué donde el solo pensar que no volvería a verla, me produjo una horrible sensación de pérdida. Elvira partió decidídamente hacia la ciudad de las diagonales. Allá nació Virginia, nuestra hija, un hermoso regalo de Dios que lejos, muy lejos de todo compromiso, al verla, despertó de golpe, todos mis sentimientos dormidos. Virginia llegó al mundo para ponerle luz, alegría y esperanza a mi incierta existencia, a mis errores, a mi falta de amor y cariño, a mis batallas contra el mundo estructurado. Con Elvira sucedió lo mismo. Al ir conociéndola y compartir el mismo techo, por primera vez, veía en esa mujer de solo 20 años, bella en cuerpo y alma, inteligente y casi perfecta a la persona que contra todo vaticinio, a partir de entonces, estaría a mi lado incondicionalmente durante casi cuarenta y un años verdaderamente maravillosos. Gracias Elvira, gracias Virginia por haber puesto tanto amor en mi camino.

domingo, 11 de abril de 2010

La Batalla del Monte Tumbertown en la Guerra de Malvinas.

Entrevista realizada al Contraalmirante (RE) Carlos Hugo Robacio para la revista "Signos y Marcas" de Mayo 2010.

Guerra de Malvinas, y la batalla del Monte Tumbertown
Difícil es imaginar que nuestro entrevistado, un hombre de aspecto calmo, cuidadoso de cada detalle, amable y respetuoso por naturaleza, hace 28 años, estuvo al frente de una de las batallas más cruentas de la guerra de Malvinas.
Nos recibió en su departamento, donde cuenta con un escritorio, donde en cada una de las paredes y repisas guarda celosamente y con orgullo los testimonios de su paso por Malvinas. Un cuadro con imágenes de los oficiales de su comando, una caja de metal donde se almacena munición para ametralladoras pesadas que le fue obsequiada por los propios ingleses, fotos de su cautiverio y otros recuerdos donde el hoy, el Contraalmirante (RE) Carlos Hugo Robacio, rescata del tiempo diferentes secuencias de la guerra donde junto a sus hombres, jugó un rol protagónico colmado de heroísmo, al punto que fue condecorado por la nación Argentina por su actuación en el frente e invitado especialmente por el gobierno británico para disertar sobre sucesos del conflicto bélico. No hay fanatismo en sus palabras cuando revive algunos episodios de 1982, cuando era Teniente de Navío y le tocó comandar el BIM 5 (Batallón de infantería de Marina) al frente de 800 hombres muy bien entrenados. En ningún momento la conversación se torna tensa o dramática, a modo de distención, Robacio que en su juventud, antes de ingresar a la Armada, fue un eficiente empleado del Banco Nación, donde su padre ocupaba el cargo de tesorero y también era el único árbitro capaz de dirigir un partido de fútbol. Robacio nació en Caacatí (Corrientes) y que quiere decir yerba olorosa. Cuando le toca el servicio militar obligatorio, confiesa que lo quería hacer a toda costa, se presenta en el estadio de Racing, lugar donde su clase debía someterse a la revisación médica. Allí, un sargento pregunta; “¿quiénes saben escribir a máquina?”. Robacio, pensando que esa solicitud podía brindarle ciertas ventajas, no duda, al igual que otros compañeros en levantar la mano. En pocos minutos, tanto él como el resto de los voluntarios se encontraron limpiando todos los baños del estadio. Al caer la noche y ya finalizada la ardua tarea, observan que el suboficial que les había impartido la órden se encontraba descansando y tomando mate. Robacio se acerca y le pregunta; “disculpe mi sargento, ¿puede decirnos cuando nos van a revisar?”.
El suboficial los mira y responde; “¿revisar, para qué? Después de todo lo que hicieron, todos ustedes están aptos. Tomen sus libretas y márchense”.
Un hermano suyo que estaba en la aviación Naval, le sugirió que entre en la Armada y así lo hizo. Cuando se recibió, dio la vuelta al mundo y al poco tiempo, en 1958, le sale el pase a Baterías en Puerto Belgrano. En 1961 después de un noviazgo breve, se casa con Estela Edda Argento y nacen sus hijos Estela Edda y Carlos Hugo.
“El 2 de Abril nos había sorprendido con toda la unidad ejercitándose, principalmente durante la noche y el Batallón se movía con mucha más solvencia en el ataque que en la defensa, ya que atacar en la oscuridad, minimiza las bajas y desconcierta al defensor adversario. Mis hombres estaban preparados para la guerra, ya que las prácticas las realizábamos íntegramente con munición de guerra. Por prevención, a Malvinas, no llevamos la bandera de guerra de la unidad, ya que en ningún momento ignoré la envergadura y veteranía del enemigo que debíamos enfrentar y ese sagrado paño que representa a la Patria, no podía correr el riesgo de caer en manos ajenas. El 8 de Abril, arribamos a Malvinas y el primero de Mayo de 1982, se inician las acciones de combate con el bombardeo incesante a la zona del aeropuerto. Casi de inmediato comienza se produce el cañoneo naval desde la flota inglesa, a este fuego demoledor se suman los aviones Sea Harrier, los Helicópteros y posteriormente se agregaría el fuego de la artillería terrestre enemiga que tenía un alcance de 17 kilómetros, mientras que la nuestra llegaba a 10 y medio. La artillería del Ejército le sirvió más al BIM 5 que al propio ejército, ya que su apoyo fue muy valioso para nosotros. Antes de entrar en la batalla final, la guarnición que defendía el perímetro de Puerto Argentino, soportaría casi 44 días de asedio constante. El combate real nos demostraría que el día es para observar y la noche para atacar, ya que así lo hicieron nuestros adversarios. La fracción enemiga era frenada por una precisa barrera de fuego y este cañoneo los desconcertó a tal punto que le colocamos otra a sus espaldas, impidiéndoles moverse. El resultado fue muy cruento, porque los disparos de las baterías argentinas eran muy certeros. Casi dos horas después del inicio de esta acción, el jefe de la Compañía Obra me pedía; “Señor, detenga el fuego, no queda nadie en pié y los gritos de los heridos ingleses, empiezan a atemorizar a nuestra propia gente”.
Cesa el fuego y en menos de cinco minutos aparecieron cuatro helicópteros que prácticamente sin visibilidad alguna, comienzan a retirar sus bajas. Esta acción de parte nuestra sirvió para que con posterioridad, durante el asalto a Tumbledown, el enemigo, una vez dominado el monte, atendiera con más premura a mis heridos que a los suyos. Tanto ésta como tras tantas acciones, me hicieron apreciar que la Batalla de Malvinas, fue el último combate en que se respetaron totalmente lo estipulado en las convenciones humanitarias de guerra. En el momento del asalto a Tumbertown, el batallón escocés, lanza al ataque cuatro compañías de 150 hombres cada una. Cuando terminó el combate, de una de éstas compañías, solo quedaron cinco hombres en pié. Entre los heridos, hubo un oficial que en un momento, posiblemente de nerviosismo, se asomó y recibió una herida en la cabeza. Tuvo la suerte de quedar vivo y años más tarde, realizó un documental para la BBC, relatando sucesos sobre la Guerra de Malvinas. Hasta el día 14 de Junio yo estaba plenamente seguro que el BIM 5 estaba en condiciones de seguir combatiendo y hasta ganarles, porque contábamos con excelentes comunicaciones, coordinaciones y enlaces con todos los grupos de artillería. Esa era nuestra ventaja al momento de determinar como era y de donde provenía el fuego enemigo. La moral de mis hombres era alta y eficaz. Nunca se rompió la cohesión de la unidad y nos encontrábamos con ánimo suficiente como para continuar la lucha, Mi batallón peleó cuerpo a cuerpo y el día 14 de Junio, cuando ya no teníamos municiones, es donde recibo la órden de rendirnos, yo insisto y les digo que no quiero hacerlo, ya que mi intención era contraatacar, aún sabiendo que podía exponerme a un tribunal de guerra. Al momento de esta directiva, nosotros nos encontrábamos peleando y cuando una está mezclado con el enemigo, es muy peligroso interrumpir el combate, porque puede ser una masacre para ambos bandos. Y en el momento en que decido iniciar el repliegue, es donde aprendo a conocer a Dios, la mano de Dios, ese día, protegió a mis hombres. Yo veía que tenían que bajar de las montañas en medio del fuego graneado de fusiles y ametralladoras inglesas más estallidos de bombas por todas partes. Y allí, cuando cesaban los disparos, en medio del humo y la tierra, ellos se ponían de pié y seguían replegándose. Aquello sí que fue un verdadero milagro, donde tuvimos dos bajas fatales, cuando el costo de vidas pudo haber sido mucho más grande. Pero felizmente logré reunirlos a todos. Realmente, nuestro querido BIM 5, tuvo suerte, el Regimiento 25 que no entró en combate porque estaba en la defensa del aeropuerto, a cargo del por entonces Coronel Seineldín, recibió aproximadamente 1200 toneladas de bombas.
Finalmente, le ordené a mi segundo Comandante que se replegara a la localidad y entrara desfilando frente a los efectivos. Quedaba una pequeña retaguardia a cargo del Guardiamarina Koch con 14 hombres y el Suboficial Vaca a cargo de una ametralladora 12.7 mm que no quería rendirse. Todos los fuegos habían terminado y el silencio, era tan terrible como la incertidumbre y el dolor de tener que rendirse.
Después de la rendición, fuimos muy bien tratados, con mucho respeto, aún cuando estuvimos prisioneros. Y hoy, a casi 30 años de aquella guerra no declarada, ya que realmente la Argentina nunca estuvo en guerra , solo se trató de un conflicto muy cruento con lamentables pérdidas de vidas y secuelas físicas y psíquicas para ambas partes, pienso que el mundo ha cambiado y esta pelea por la recuperación de nuestras Islas Malvinas, que indiscutiblemente nos pertenecen, tiene que solucionarse por las vías razonables de la diplomacia. Algún día, los gobernantes de turno tendrán que ocuparse de un territorio donde no hay que hablar de antecedentes históricos ni nada, simplemente son nuestras y tendrán que devolverlas. A Inglaterra fui en varias oportunidades, en algunas como simple turista y en otra, donde tuve el privilegio de ser invitado para disertar sobre la Batalla de Malvinas y tener la oportunidad de estrechar la mano y conocer el rostro de quien alguna vez, allá a lo lejos, fue mi adversario. Con quienes fueron mis hombres, sigo viéndome. Jamás perdimos ese contacto. Hay muchos de ellos que ya no están sobre ésta tierra y al resto, los considero como mis hijos. Yo vendo mis libros en Capital, y un porcentaje de los ingresos, se destinan a una entidad que hemos formalizado legalmente. Por último, tengo el orgullo de decir que ninguno de nosotros levantó los brazos, simplemente perdimos pero no fuimos vencidos. Respecto al acuerdo para visitar las Islas hay que tener en cuenta que es un pequeño progreso que beneficiará a cualquier argentino que por propia determinación quiera visitarlas. El acercamiento ha sido promovido no sólo por nosotros sino también por los isleños.
El problema de los familiares sin recursos para visitarlas son los que deberán seguir siendo asistidos por el Gobierno
También se abre una excelente oportunidad para que nuestras autoridades por medio de una Ley dispongan de los fondos necesarios para investigar por medio de la determinación de ADN, la identidad de cada uno de nuestros Héroes que yacen con el rótulo de NN”

Pipo Palacios.

Nota: El Contraalmirante Carlos Hugo Robacio, es autor del libro “Desde el Frente”..