martes, 26 de octubre de 2010

Cuando Robela, "El Hombre de los Mil Dedos" debuta en Chiros.

El boliche bailable inaugurado por Isidoro Pieri, más conocido como Chiro, estaba instalado en calle Chiclana, al lado de lo que fuera primero el Palacio del Cine, más tarde rebautizado como "Candilejas". Para acceder al local, ubicado en la parte alta, debía transponerse un ingenioso túnel que permitía subir a través de un desnivel muy cómodo. Por aquellos años, década del setenta, Bahía contaba con muchos negocios de diversión nocturna, posiblemente porque era otra Argentina y aún no habían comenzado a sentirse las consecuencias de los venideros "Años de Fuego". Isidoro Pieri, vivía en Buenos Aires y el negocio había quedado en manos de su hermano Jorge, un muchacho a quien yo conocía y quería mucho, ya que habíamos sido en algún momento, compinches de algunas aventuras en la noche. Eran tiempos de bolsillos flacos, pero con un gran caudal de emociones y desafíos interiores. Jorge me había pedido que ideara algo para promocionar Chiros, pero ante el escaso presupuesto para publicidad, había que pegar con mucho impacto imaginativo que atrajera la atención del público. Fué así, que en uno de mis viajes a la Plata,una de mis ciudades en el mundo, y en la que nació Virginia, conocí gracias a mi cuñada Elena a un tecladista excepcional llamado Robela. Este hombre estaba dotado de un gran talento artístico y escuchándolo tocar en su propia casa, quedé maravillado, porque cada uno de sus temas parecía estar interpretado por una gran orquesta y parecía increíble que todos esos instrumentos fluyeran de un teclado.
Ni bien regresé a Bahía, le comenté a Jorge Pieri que había descubierto a una persona que podía presentarse en el boliche y arrasar si lo promocionabamos debidamente. Ahí se me ocurrió bautizar a Robela, como "El Hombre de los Mil Dedos". Jorge se entusiasmó con la propuesta y de inmediato lanzamos la publicidad. Grande fué la sorpresa nuestra, cuando un viernes a la noche, ya había cola de gente, esperando entrar para ver al "feómeno musical". El negocio estaba repleto y el ambiente era de buena calidad humana, pero nos vimos en problemas al momento de encontrarle un smóking a Robela, ya que era de baja estatura y muy delgado. Los minutos pasaban veloces y se acercaba la hora de la presentación (23 hs). Entre varios le probamos todos los smókings existentes que pertenecían a los mozos,pero todos le quedaban grandes. Pedí alfileres y se los abroché en la espalda, logrando ajustár el saco negro al cuerpo de Robela. Le pedí que bajo ningún concepto, se diera vuelta y se ponga de espaldas al público porque se vería la grosera hilera de alfileres y ese detalle evidenciaría nuestra precariedad de vestuario.
A las 23 en punto, Robela inició su actuación. Todo el local quedó en silencio, era como si algo mágico y poderoso hubiera estallado allí. Cada vez que terminaba un tema, los asistentes se paraban, gritaban y aplaudían a rabiar. Me abracé con Jorge, habíamos ganado una batalla en la cual, inicialmente, muy pocos habían apostado.
El show duró más de lo previsto porque la gente pedía que siguiera tocando.Robela transpiraba, apenas se paraba, estaba duro, nervioso y preocupado por el tema de su saco "cosido" con alfileres, y esto, lo obligaba a moverse muy limitádamente.
Cuando terminó su primera presentación, anunciamos que habría otra a las 4 de la mañana,porque antes tenía que actuar en otro lugar.
Con Robela sediento,bebiendo gaseosas a mares y yá sin su smóking apretado,con Jorge lo subimos a mi auto y volamos para General Daniel Cerri, donde habíamos pactado una presentación de Robela a la una de la madrugada. Llegamos casi a las dos, el Club Sansinena estaba lleno de bote a bote, pedimos disculpas, Robela instaló su teclado en un gran escenario, se conectó el sonido y a pedido mío, arrancó el show con "La Marcha Peronista". Ni bien comenzó a tocarla, otra vez el estallido y la euforia de las más de quinientas personas que estaba allí, cantando a coro, con toda su voz y aplaudiendo a Robela. "El Hombre de los Mil Dedos", regresó a Chiros, volvió a ponerse el smóking y actuó hasta casi las seis de la mañana. Fué tan exitosa la actuación, que en la misma noche del Sábado, Robela volvió a actuar con gran éxito en un Chiro a lleno. Después de aquello, el boliche de Isidoro Pieri, se instaló muy rápido en la preferencia de la gente de la ciudad. Isidoro que es un talentoso técnico, había equipado el negocio con un sistema de audio, único en Bahía Blanca, detalle que potenció aún más al boliche que empezaba a crecer. Las fiestas que se hicieron en ese antológico local eran temáticas, algo muy adelantado para la época. Y allí, armé "Caribe", el lanzamiento de "Palacios Publicidad", donde el salón se decoró con botes de goma y diferentes elementos de mar, con chicas recepcionistas que lucían minifaldas, gorras marineras y chaquetas de oficiales. Esa presentación, se transmitió en directo, desde Chiros por LU3. LU2 y LU7 en simultáneo, logrando éste evento que mi agencia, a partir de aquello, se convirtiera en la más jóven y creativa de la ciudad. Más tarde programé fiestas similares para la Cámara de Financieras, Centro de Abogados, Escribanos y la elección de Miss Bahía Blanca para Miss Argentina. Fuímos los primeros en iniciar una sucesión de reuniones donde todos los detalles eran diferentes a lo conocido, desde las tarjetas, dibujadas con humor, y diseñadas exclusivamente para quienes estaba destinadas, hasta los shows. Recuerdo que para la fuiesta de la Cámara de Financieras, se me ocurrió a último momento, pedirle a Santín, quien además de un buen amigo y persona, era propietario del cabaret Diábolo, que me "preste" por 45 minutos a la mejor chica que haga streep tease en su negocio. Llevé la chica, que era una artista de Karim a Chiros, le hice pegar billetes de dólar, que estaban impresos con la cara del "Tío Patilludo" y el título del evento al que bauticé "Festimoney". Esa noche, todo el mundo, incluídas las esposas de los financistas asistentes, pugnaron con espontánea alegría por ir despegando los billetes que cubrían a la chica, hasta dejarla prácticamente desnuda.
En medio de todo aquello, único e irrepetible, conocí a fondo a Isidoro Chiro Pieri, poseedor de gran olfato para los negocios, pero a su vez, gritón, egocéntrico y obsesivo en todo lo que iniciaba. Lo que más me divertía era ver su culo sobresalido que parecía cobrar vida cuando caminaba ligero. Jorge falleció tiempo después. Lo extrañé mucho, se fué muy jóven y era tan inocente y sano como un niño, un gran tipo de verdad. Graciela, la esposa de Isidoro, lo bancó a muerte y hasta hoy,una mujer que además de ser muy buena compañera y madre tiene ovarios de Titanio. Chiros creció como empresario, yo seguí mis voces internas y mi camino, haciendo como siempre lo que me dicta la intuición, me fuí a vivir a Mar del Plata con Elvira y Virginia, donde estuvimos residiendo más de quince años. Fué bueno, muy bueno todo aquello y marcó en mí, además de una época brillante, un gran cariño hacia el insoportablemente querible Isidoro Pieri, más conocido como "Chiro".