martes, 22 de diciembre de 2009

Cuando Roberto invitó a su casa a dos exhuberantes señoritas para disfrutar de una noche de "lujuria".

Estos hechos sucedieron a principio de los años ochenta, cuando había montado "Cripy" Bailables en el Salón Bariloche del Club Olimpo, frente a Plaza Rivadavia, en pleno centro de Bahía. Este bailable donde en los tres años y medio que funcionó a pleno, jamás se expendieron bebidas alcohólicas. Esta decisión, que en los inicios generaba cierta desconfianza en mis socios del emprendimiento, no fué un obstáculo para que "Cripy" se convirtiera en un verdadero éxito hasta su cierre en 1985. El nombre lo puse en homenaje a la antológica revista Creepy, editada originalmente por la Warren en los Estados Unidos y paralelamente por Toutain en España. El bailable funcionaba los días sábados unicamente y contaba con un fuerte apoyo publicitario tanto en radio como diario y TV con piezas grabadas muy estridentes y bizarras que se renovaban semanalmente sumándole al evento diferentes temáticas derivadas del comic, entre ellas: La noche de Hulk, Spiderman, etc. Hasta la actualidad, muchos hombres y mujeres que en aquellos tiempos eran adolescentes aún recuerdan con nostalgia el slógan que decía: "Cripy bailables, chicas no pagan" y el hecho singular de no cobrarle entrada a las señoritas, generaba que más de 500 mujeres jóvenes en su mayoría muy atractivas, asistieran a cada reunión. El promedio de concurrentes era de unas 1800 personas, todas adolescentes que se divertían espontánea y sanamente sin la necesidad de "aditivos", solo gaseosas. En ese espectáculo que recuerdo con mucho cariño, trabajaban unas diecisiete personas afectadas a boletería, acceso, seguridad, disc jockeys, sonidistas, iluminadores y encargados de la barra donde se expendían las inofensivas bebidas. En este último sector estaba Roberto como responsable de la caja. Muy responsable y simpático, Roberto se destacaba por su cumplimiento, jamás había faltado en todos los años que funcionó "Cripy", hasta que una noche, pide hablar conmigo a solas y muy misterioso me dice: "Pipo, tengo dos minas terribles que quieren salir conmigo y con Marcelo, además estoy solo en casa, mi esposa y los chicos se fueron por varios días". Sin dudarlo le respondí: "No hay problema Roberto, dejále la caja a Carlos y vayansé yá, estas oportunidades solo se dan una vez". Las dos niñas que estaban dispuestas a salir con Roberto y Marcelo eran dos bellas y esculturas que enfundaban sus atractivos cuerpos en ajustadas calzas de colores y remeras más que livianas. Roberto, Marcelo y las dos señoritas se fueron del local saludándome muy alegremente y me puse feliz pensando en lo bien que lo pasarían estas dos parejas jóvenes y llenas de vida. Cerca de las cuatro de la madrugada y una hora antes de la finalización del baile, veo que Roberto, Marcelo y las dos muchachas ingresan nuevamente al salón. No entendía que había pasado, si solo habían estado ausentes unos cuarenta minutos. Evidentemente algo había salido mal y las caras de los cuatro, no mostraba un ápice de alegría. La verdad la supe a través de Marcelo, quien después del cierre del bailable, se acerca muy contrariado y me cuenta con lujo de detalles lo que había ocurrido en la casa de Roberto. "Ni bien entramos, nos pidió que nos pusieramos "patines", (unos trozos de paño que en esos tiempos se utilizaban para poner un pié en cada uno de ellos y deslizarse para no marcar los pisos de madera encerados). Sin muchas ganas, yo, Roberto y las dos chicas nos pusimos los patines y fuimos hasta la cocina-comedor, donde los cuatro nos sentamos alrededor de la mesa principal. Inmediatamente Roberto trajo una botella de Cognac, cuatro copas y nos pidió por favor que no fumemos porque su esposa tenía un olfato ultra sensible y no quería correr el riesgo que a su regreso, la mujer descubriera que a su casa habían entrado extraños". Marcelo encendió otro cigarrillo y nervioso, continuó con su relato: "Empezamos a tomar el Cognac y de pronto, Roberto apaga las luces. Yo pensé que esa era la señal para entrar en acción y a partir de allí iniciaríamos los primeros mimos con las "minas", pero apareció con una caja grande y con todo cuidado sacó un proyector de diapositivas y armó una pantalla plegable cerca de la pared. Pensé que íbamos a ver fotos eróticas para ir entrando en calor, pero cuando tuvo todo armado, apagó la pequeña luz que había quedado encendida y puso en funcionamiento el proyector. Las imágenes que se veían eran las del casamiento por iglesia de Roberto, creí que se había confundido, pero nó, después siguieron un montón de fotos de la fiesta. No podía creer que esto estuviera pasando, porque estábamos perdiendo un tiempo precioso, y encima se tomaba el trabajo de ir explicando cada secuencia con lujo de detalles".
No me jodas le dije, lo que me contás es una tamañan boludez. "Nó, te juro que es verdad, esperá que llamo a las pibas para que te lo confirmen", me contesta Marcelo al tiempo que al verla cerca de la barra de bebidas, no duda en llamar a una de las chicas que habían asistido a la insólita reunión. Mientras bebía una gaseosa, la sensual muchacha de cabellos negros y lacios, con una sonrisa corrobora todo lo expuesto por Marcelo y sin dejar de reirse, nos dice: "Eso no es todo, después de las diapositivas de la ceremonia religiosa y la fiesta, trajo otro "tambor" y empezó a proyectar las fotos de su luna de miel en Bariloche, ¿podés creerlo?". Realmente aquello era para no creerlo, mientras la chica se fué a bailar música movida a la pista, Marcelo y yo mirábamos ese físico apetecible que se contoneaba provocativa y pensábamos en lo que Roberto se había perdido aquella noche con su inoportuna y estúpida ocurrencia.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Un "papelón" inolvidable: El Poderoso Mercedes Benz que no tenía marcha atrás.

Charly era un tipo que se hacía notar en cualquier parte y esto lo lograba gracias a su físico voluminoso, la ropa llamativa que usaba con frecuencia y también por su vozarrón. Siempre nos contaba historias increíbles que supuestamente había protagonizado en distintas partes del mundo. Se mostraba con aires de suficiencia y su verborragia era natural, tenía matices y aunque en aquella época (1995) tenía todos los síntomas de "estar de regreso", aún mostraba interés por dar una última batalla en el complejo y quimérico mundo del marketing y la publicidad. La mayoría de sus ideas eran extrañas y muy difíciles de aplicar a la hora de llevarlas a la práctica. Pero sus ganas y el carisma que poseía me llevaban a escucharlo y tomar un café con él, oír sus anécdotas y sin querer me iba involucrando en su férrea intención por hacer algo grande y ganancioso. Charly amaba los autos grandes y lujosos. Tenía dos o tres, pero el que más se destacaba era un gigantesco Mercedes Benz blanco que tenía todo el aspecto de una limousine. Con frecuencia decía que en un primer contacto con algún eventual cliente importante, era fundamental aparecer en su empresa con un vehículo llamativo y en lo posible de marca prestigiosa. Al poco tiempo de conocerlo, se nos presentó la oportunidad de ir a llevarle una propuesta a un conocido supermercado de la ciudad de La Plata, Charly se había entusiasmado y lo primero que hizo fué preparar su ostentoso Mercedes. La cita con el propietario del supermercado fué programada para un día Viernes a la tarde. Era el mes de Noviembre y la temperatura era bastante elevada, principalmente en la ciudad de las diagonales. A las dieciseis horas en punto, Charly y yó, entramos a bordo del Mercedes a la playa de estacionamiento de la empresa. El vehículo quedó ubicado en uno de los boxes, ambos estábamos vestidos con saco y llevábamos un maletín conteniendo toda la información relacionada con la campaña publicitaria que íbamos a ofrecer al propietario de la firma.
La reunión duró casi una hora y media, tanto Charly como yó, tuvimos una actuación bastante destacada que casi sobre el final de la entrevista parecía haber convencido casi en un ochenta por ciento al empresario que se había deslumbrado por la cantidad de logros relatados por Charly y más aún cuando éste le dejó su frondosa carpeta de antecedentes. Después de compartir varios cafés y gaseosas con el ejecutivo, nos despedimos efusivamente, acordándo regresar en una semana para que nos dé su respuesta. Cuando estábamos a punto de bajar por la escalera que conducía directamente a la cochera, dirigiéndose a Charly, el comerciante le dice: "Lo felicito por el auto que tiene, realmente está muy bueno, se ven pocos Mercedes así". Mientras le extendía la mano, Charly con una sonrisa le responde: "Sí, soy coleccionista de autos, éste es uno de ellos, pero me gusta mantenerlos impecables".
Ya en el interior del vehículo, Charly me mira y exclama: "¿Ché, este tipo como sabía que vinimos con el Mercedes?". Por las cámaras de video, ¿no vés que tiene cámaras de seguridad por todas partes? le contesto. Charly arrancó el auto, el motor sonaba a la perfección, pero el calor que hacía allí, en esa cochera al aire libre era insoportable. Fué entonces que le pedí que encendiera el aire acondicionado. "No funciona, ningún mecánico dá pié con bola y me lo puede arreglar", me dice con rostro de preocupación. "Bueno, no importa, poné la marcha atrás y rajemos cuanto antes porque nos vamos a cocinar", le pido. En el interior del auto se produce un silencio casi eterno y Charly, completamente abatido y resignado me dice: "tengo que confesarte algo, la marcha atrás no funciona, no nos queda otro remedio que sacarlo empujando". Entre los dos y con mucho esfuerzo, empujamos el enorme y pesado Mercedes blanco hasta dejarlo en posición de salir por el portón principal. Estábamos empapados de sudor e imaginé la cara del dueño del supermercado mirándo a través de las pantallas de sus monitores de TV esa lamentable maniobra. Después de aquel infortunado episodio, por nada del mundo, Charly quiso volver a entrevistarse con el empresario.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

¿Quién le Robó el Trineo a Papá Noel?. Cuento publicado en el número 60 de nuestra revista "Signos y Marcas".

Para muchas personas, la mítica figura de Papá Noel, es solo una fantasía, para los niños, una hermosa ilusión que esperan ansiosos en cada navidad de sus años de inocencia. Pero; ¿Qué sucedería si usted se enterara que realmente el legendario personaje, al igual que los Angeles y los Duendes, existe realmente y hasta concedió una entrevista a un jóven periodista argentino?. El encuentro no fue casual, posiblemente la misteriosa desaparición del clásico trineo, provocó esta inédita nota con un adulto que tuvo el privilegio de tener “cara a cara” a un Papá Noel contrariado y en apuros.
Yo me encontraba en un bar leyendo las noticias de los diarios, mi café aún estaba caliente, me disponía a beber lo que quedaba en el interior del pocillo cuando un hombre robusto, con barba blanca y tupida, se sienta frente a mí. El rostro de esta persona estaba cubierto por gotas de transpiración. Se evidenciaban sus nervios o ansiedad, sus ojos azules no dejaban de mirarme, toda la atención del barbado personaje se había centrado en mí. Desde el primer momento pensé que dentro de ese llamativo traje colorado, había un hombre común que se estaba ganando la vida promocionando alguna empresa. Era un disfraz casi perfecto de Papá Noel al igual que el parecido con las imágenes tradicionales. El hombre mostraba desprolijidad en su cabello largo y cano, busqué dinero en mi bolsillo como para darle una propina y se vaya lo más pronto posible. En estos tiempos no se puede confiar en nadie y menos aún en alguien que detrás de ese disfraz puede ocultar alguna mala intención, también podría tratarse de un mitómano. El personaje pareció adivinar mis intenciones e inmediatamente puso su mano derecha sobre la mesa al tiempo que me dice; “nó, usted se confunde, no necesito su dinero, solo busco su ayuda”. Algo en mi interior me decía que ese extraño visitante no me estaba mintiendo. Su voz se había tornado calma y sus palabras se escuchaban sinceras. ¿En que puedo ayudarlo señor?, le pregunté. Seguidamente, y sin dejar de mirarme fijamente, con inocultable tristeza me dice: “Me han robado el trineo, es la primera vez que me pasa algo así, no está en el lugar donde lo dejé y necesito encontrarlo cuanto antes”.
Traté de serenarme y esperar el momento propicio como para que aparezca un amigo o conocido que me libre de esa alocada situación. El hombre que tenía frente a mí se dió cuenta de mi fastidio, esta vez sonrió con cierta tristeza, su rostro pareció ruborizarse al máximo y mirando hacia la calle dijo: “No quería molestarlo, siento mucho haberme presentado ante usted de esta forma sorpresiva. Le agradezco que me haya escuchado, fue muy amable”.
En ese momento lo único que se me ocurrió fue preguntarle quien era en realidad. No dudó en responderme que él era Papá Noel y solo yo podía verlo, oírlo y dialogar con él. Cuando termino de decirme esto, noto que Carlos, el mozo del bar me estaba mirando con extrañeza y de inmediato caminó hacia mí mesa. ¿me llamabas?, pregunto con su amabilidad de siempre. “Estee…sí, traéme otro café por favor y no sé que va a tomar el señor”, dije mirando hacia mi barbado interlocutor. Carlos pareció no entender nada, miro hacia el sitio que le había indicado y me respondió; “¿qué señor?, te veo solo”.En ese instante tuve ganas de salir corriendo, ahora era yo quien no entendía lo que estaba sucediendo. Todo parecía formar parte de un sueño, aunque el supuesto Papá Noel, seguía frente a mí, ahora más calmo y de alguna manera demostrándome que efectivamente nadie más que yo podía verlo.
Esa prueba había bastado para que comience a creerle, pagué mi café y salimos juntos del bar. Ya en la calle, mi acompañante se puso su gorro rojo con la clásica borla blanca, y con un ademán me indico que crucemos hasta la plaza Rivadavia. Eran las diez de la mañana, el centro de la ciudad estaba lleno de gente y vehículos, pero nadie había reparado hasta el momento en la presencia del supuesto Papá Noel. Ya en la mitad del espacio verde, mientras varios niños y personas mayores caminaban cerca nuestro, se detiene en un sector alfombrado de césped y con gran seguridad me dice: “aquí había dejado mi trineo”. ¿Cuándo ocurrió esto? le pregunté. “fue anoche, me anticipé y quise venir antes ya que el tiempo real no existe para mí y eso me permite manejar mis viajes por el mundo, siempre y cuando sea antes de la Navidad”. Me imaginé en una comisaría, frente a un oficial sumariante intentando hacer una insólita denuncia por la desaparición de un trineo con sus respectivos renos, estaba pensando esto cuando el supuesto Papá Noel me dice, “yo sé donde están mi trineo y los renos, puedo ver el lugar y a los responsables del hecho”. “¿porqué no vamos con la policía y lo recuperamos?”, le sugerí. “nó, usted y yó iremos personalmente a buscarlo, esa es la ayuda que necesito”. En verdad, no me animé a contradecirlo, fuimos en mi auto. Durante el viaje Papá Noel solo se limitó a indicarme el camino. Llegamos por fín a un barrio muy humilde lindero a la ciudad. Las casas eran bajas, no había asfalto y los árboles escaseaban. Entre calles sinuosas y llenas de nubes de tierra impulsadas por el viento, mi acompañante me señala una vivienda al tiempo que dice con su voz ronca y potente; “es allí”. Detuve el vehículo y comenzamos a caminar hacia la casa en un mediodía caliente. Un grupo de chicos estaba jugando con una pelota de fútbol, al verme trataron de dispersarse, solo tres se quedaron y me miraron desafiantes. Con bastante temor caminé hacia los pibes que aparentaban tener unos doce o trece años, aunque sus rostros eran adustos y estaban a la defensiva. Papá Noel había desaparecido de mi vista y allí pensé que yo había sido víctima de alguna alucinación. Pero los tres chicos estaban allí, eran verdaderos y seguían mirándome con cara de pocos amigos queriendo saber el motivo de mi presencia. Les pregunté si ellos se habían llevado el trineo, los renos y los regalos, ninguno me respondió una palabra y me preguntaron si estaba tomándoles el pelo. De pronto, un niño de unos seis años, apareció en la puerta de una especie de galpón ubicado detrás de la casa y se puso a gritar; “los renos tienen hambre”. Esto fue suficiente como para que todos ingresáramos a la construcción y allí estaban los inquietos animales junto al histórico trineo. Una gran cantidad de paquetes de regalos abiertos se veían diseminados por el suelo, ¿porqué lo robaron?, les dije sin disimular mi indignación. El más pequeño de los chicos tenía lágrimas en los ojos y agachó la cabeza con vergüenza, otro de los presentes respondió; “pasamos por la plaza, vimos que Papá Noel estaba dormido y nos llevamos el trineo, siempre salimos a robar, así que ahora es nuestro y los regalos también”, exclamó muy seguro el muchacho. ¿Acaso no se dan cuenta que también robaron la ilusión de miles de chicos? les disparé. “No nos importan los otros chicos, ellos tienen lindas casas, padres ricos, juguetes. Nosotros ni siquiera vamos a la escuela, y nuestros padres viven de juntar cartones”, acotó. Todos permanecimos en silencio, estábamos cosechando los muchos años de sembrar pobreza, falta de educación y descuido de los derechos de los niños. Niños que crecen con resentimiento, sin destino, librados a su suerte y convencidos que robar es una ocupación normal. Pero lo peor era que habían crecido de golpe y estaban perdiendo la magia de la Navidad. Repentinamente los renos se agitaron, los brillantes papeles de los regalos, se acomodaron con sus respectivos moños en las cajas, Papá Noel apareció sorpresivamente sentado en su carruaje y exclamó: “Les dejo sus regalos, muchachos, aún están a tiempo de disfrutar del espíritu Navideño, es su última oportunidad”. Se escuchó el tintineo de los cascabeles y campanitas que ornamentan a los renos voladores y el trineo se elevó lentamente a escasos centímetros del suelo hasta desaparecer por una amplia ventana a medio terminar. Me alejé del humilde barrio con la sensación de haber chocado contra la triste realidad de un país cuyos habitantes gastan su energía en inútiles protestas y solo se comprometen cuando están en riesgo sus intereses y no tienen capacidad de solidarizarse con la realidad que los rodea. Hasta la noche del 24 de Diciembre dudé si realmente aquello había ocurrido, algo me impulsó a mirar hacia el cielo y allí, cruzando velozmente por una luna inmensamente luminosa estaban Papá Noel con su trineo y los renos distribuyendo felices ilusiones. Supe que también para mí, era la última oportunidad, volvía a ser grande, aunque me comprometí a no perder jamás mi alma de niño y poner lo mejor de mí para que algo cambie y volvamos a creer que la felicidad es posible si luchamos por recuperarla y cuidarla.

Pipo Palacios

viernes, 4 de diciembre de 2009

Sueños compartidos con Julio Berdini, La Colimba y el dibujo animado sonoro de Ergonex en la TV de los Sesenta.

A Julio Berdini lo conocí cuando éramos adolescentes en busca de algún destino cierto. Buena persona, carismático y muy "entrador" con las chicas de Bahía. Su particularidad era el gran parecido que por entonces tenía con el popular actor italiano Vittorio Gassman, puedo asegurar que era idéntico y esta similitud la acentuaba la nariz que Julio poseía en aquellos años. Tiempo después se la operó por alguna razón que desconozco y ya no volvería a ser el doble de Gassman. Cuando nos tocó el servicio militar obligatorio, nos encontramos en el Batallón de Comunicaciones 181, muy cercano al Comando del V Cuerpo. Allí nos hicieron poner en bolas en una sala, junto a unos 300 futuros soldados a la espera de la temida revisación médica, algo que definiría si éramos aptos para cumplir con la patria o nos salvabamos de permanecer un año en el Ejército. Ni Julio ni yó nos veíamos metidos dentro de un uniforme verde, creo que cuando finalizó aquella primera inspección médica, ambos estábamos seguros que nos detectarían algún problema y volveríamos rápidamente a casa como si nada hubiera pasado. Julio siempre permanecía sereno, casi en silencio y elucubrando algo que solo él sabía. Yo intuía que Julio estaba plenamente convencido que se libraría de convertirse en un recluta más. Casi dos meses después, regresamos a la segunda revisación médica. El entorno nos generaba temores diversos, ya que los suboficiales con sus órdenes y gritos imponían su autoridad haciéndonos sentir que si no pasábamos esta segunda oportunidad, nos esperaba una verdadera pesadilla. A mí me descubrieron desviación de columna y pié plano y el dictámen fué "Apto R"(Apto Relativo). Este diagnóstico tenía suficiente peso como para perder la posibilidad de pedir una tercera junta médica y considerarme inevitáblemente incluído en las filas de los "Colimbas", calificativo que se le daba al soldado de acuerdo a su misión en la fuerza (corre, limpia, barre). Definitívamente en esa etapa, tanto Julio como yó fuimos incorporados a pesar de nuestras inconsistentes protestas y al poco tiempo nos encontrábamos corriendo, comiendo locros, sopas tibias, mate cocido, etc. En algún momento nos raparon salvájemente y fuimos a parar a una cuadra gigante junto a más de cien camaradas donde dormíamos sobre bolsas rellenas con paja en camas cuchetas de tres pisos. Nos esperaban los jodidos tres meses correspondientes al período de instrucción, tiempo donde se supone que el recluta en base a diversas prácticas, algunas extremas puede llegar a formarse como un verdadero soldado. Todo esto era teoría de viejos manuales del ejército, porque si bien en los 90 días de instrucción a los que fuimos sometidos, nos hacían correr y saltar desde las seis de la mañana, de poco serviríamos a la hora de una batalla real porque ninguno de los 200 pibes que conformábamos la Compañía, teníamos la mínima idea de cómo disparar un fusil FAL, desarmarlo, atacar a la bayoneta en un cuerpo a cuerpo o simplemente quitar una bala atascada en la recámara del arma.
Julio Berdini protagonizó durante un breve tiempo parte de estas maniobras, luego, le salió una baja sorpresiva y regresó a su vida de civil. Por un lado, la partida de Julio me alegró, pero ya no lo contaría en nuestras charlas y bromas dentro de un área militar donde habíamos sobrevivido gracias a que luchábamos por reirnos de todo lo que sucedía a nuestro alrededor y principalmente porque conservábamos intacto nuestro pensamiento de libertad. Cuando terminó mi período de "Colimba", volví a reencontrarme con Julio, quien tenía la representación de un aditivo para motores de automóviles llamado "Ergonex", quería imponerlo en el mercado local y para éste fín, debía poner en marcha una campaña publicitaria. En esos años, la televisión por aire estaba comenzando a crecer en Bahía y muchos hogares yá disponían de un aparato de TV, aunque anunciar en esos medios resultaba inaccesible para algunos comercios locales por el alto costo de los espacios. Fué entonces que le propuse a Julio realizar un comercial fílmico sonoro con animación incluída para "Ergonex", una experiencia nunca antes realizada en el ámbito de la producción local. Hablamos con Alberto Freinkel, un talentoso camarógrafo bahiense con quien me unía además de una excelente relación de personas, el mismo interés por el cine argentino de vanguardia. Alberto escuchó atentamente la audaz propuesta, un verdadero desafío para la época y la intención era lograr esa pieza con un mínimo presupuesto, algo que a la hora de realizar la animación y los doblajes demandaría todo nuestro ingenio y capacidad. El intento valía la pena, primeramente porque se trataba de algo que a Julio podía servirle y en segundo lugar porque quería probarme a mí mismo. El comercial mostraba a una modelo muy bonita que habíamos convencido para que sea la cara del aviso y ella misma echaba en el motor el aditivo. Luego, el vehículo se ponía en marcha, el capot se abría y del mismo salían dragones que simbolizaban la potencia que adquiría el automóvil gracias a "Ergonex". Finalizadas las tomas con la modelo en exteriores, precisamente en una estación de servicio, con Alberto Freinkel nos encerramos en un pequeño estudio que mis viejos me habían armado en el acceso de la casa paterna e iniciamos la realización del primer dibujo animado superpuesto en imágenes reales que se hizo en Bahía. Los dibujos los trabajé sobre papel transparente de los que se usan como envoltorios en las florerías. Primeramente pasé talco sobre el papel y posteriormente calqué lo que previamente había dibujado en tinta china sobre papeles comunes. Debían respetarse todas las secuencias relacionadas con los movimientos de los dragones, el "cuadro a cuadro", o sea un dibujo para cada toma que duraba aproximadamente un segundo. Freinkel ubicó su cámara de 16 milímetros en lo alto valiéndose de elementos y soportes más que rudimentarios y la iluminación la efectuamos con lamparas comunes de 100 wats. Recuerdo que para esa escena animada que duraría unos diez o doce segundos estuvimos varias horas repitiendo las tomas hasta que finalmente ambos quedamos conformes.
Cuando revelamos la película, Alberto hizo una edición impecable tanto de lo que se vería en vivo, el primer plano del producto y el momento donde los dragones saltaban desde el motor y volaban hacia el exterior. Increíblemente todo había quedado bién, casi perfecto para una película de 30 segundos hecha a pulmón. El doblaje de las voces y los efectos sonoros, se llevó a cabo en Canal 7(Telba) con la locución en off de Víctor Pascuaré. Habíamos quedado más que satisfechos con el comercial de "Ergonex", posiblemente una anticipación más que válida en aquellos primeros pasos de mi carrera como publicista. No se si a Julio le fué bien con "Ergonex", tampoco nos importaba demasiado, porque todos los aquí mencionados estábamos buscando nuestras respectivas puertas en la vida, éramos muy jóvenes, vitales y tanto el error como el acierto formaban parte de aquellos intentos. Siempre admiré la excelente relación de Julio con su hermano y con el transcurrir de los años, fuimos encontrándonos en diferentes momentos manteniendo intacta la sintonía que nos había unido. Algunos ex compañeros de la "Colimba", habían trabajado varios meses para que todos los de la clase 44, nos reuniéramos en una cena de reencuentro, algo que nunca me había resultado atractivo principalmente porque no habíamos estado en Vietnam, solo seríamos un montón de nostálgicos dispuestos a recordar un tramo existencial con anécdotas de relativa emoción. Las mías fueron reales, demasiado audaces, aunque no heroicas y las compartí con pocos camaradas, entre ellos Indalesio Peral, "Mandinga" Montechiari, Daniel Troncoso, el "Narigón" Tomassini", el "Vasco" Goyanarte, el "Petiso" Méndez y Julio Berdini. Aquella cena tan anhelada, finalmente se llevó a cabo hace un par de años, creo y fué realmente frustrante. En primer lugar porque de entrada, varios de los asistentes no nos reconocimos, el tiempo había pasado para todos, estábamos más viejos y ya nada sería igual. Por suerte, todos mis "compinches" de la era militar estaban allí y en un momento, solo bastó mirarnos para entender que debíamos salir de allí inmediatamente. Terminamos en Daytona, hablando del presente y felizmente sin mirar hacia atrás. Habíamos cambiado, a cuarenta años de la "Colimba", éramos otros tipos que poco o nada tenían que ver con los habíamos dejado en el restaurante y en ese pequeño grupo de "fugados", aún se mantenía viva la esencia que de alguna manera nos hizo querernos, entendernos, respetarnos y encontrarnos sin quererlo en cada vuelta de una esquina.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Imperdible; el debut en el boliche de Isidoro Pieri, (Chiro) del increíble hombre de "Los Mil Dedos".

En aquellos principios de los años setenta, Isidoro Pieri, más conocido como "Chiro", aún no había aparecido por Bahía. Sí se sabía que había montado en calle Chiclana, altos, al lado del mítico Palacio del Cine, una discoteca de carácerísticas muy singulares para la época. En principio porque ese sitio estaba decorado de una manera diferente y tenía un sistema de audio casi perfecto. "Chiro", vivía en Buenos Aires y el negocio estaba a cargo de su hermano Jorge, con quien yo tenía una buena amistad. El mismo Jorge Pieri, me pide que hagamos algo para levantar el local, ya que no estaba funcionando como él y su hermano deseaban. La realidad era que la confitería no tenía suficiente promoción, además competía con muchos boliches bailables de similares características que ya estaban impuestos y contaban con una clientela fiel y consecuente. Jorge siempre me hablaba de su hermano, tenía por él una gran admiración respeto, pero lo que más le interesaba era poder demostrarle que él podía hacer algo para que el negocio funcione a pleno. Mi primo Norberto Di Luca, era un tipo extraordinario y digo era, porque falleció siendo muy jóven. En nuestra infancia y también en la adolescencia, éramos compinches en todo, incluso coincidíamos en ser acérrimos enemigos de los libros, ya que tanto en la escuela primaria como la secundaria, nos consideraban alumnos mediocres, más bien tirando a pésimos. Ni a Norberto ni a mí nos gustaba estudiar, yo prefería dibujar soldados o hacer caricaturas en los cuadernos y él, solía, a la salida del colegio agarrarse a trompadas con los más "pesados". En la secundaria, habíamos transitado sin pena ni gloria por el Don Bosco y Pedro Goyena. A éste último se lo conocía como el albergue de los deshauciados y allí estuvimos compartiendo bancos con chicos pendencieros que eran capaces de destruir un aula en medio de una "batalla" o practicar lanzamiento de navajas del tipo "Sevillanas" contra los pizarrones y burlarse sin piedad de algunas profesoras o profesores sin importarles las amonestaciones que les caerían encima por su comportamiento salvaje. Norberto era temido por su forma de boxear y cuando yo tenía algún problema con un compañero peligroso, no vacilaba en llamarlo y él se encargaba de pelear por mí, saliendo victorioso de todos los combates. Mi primo terminó la secundaria y se fué a estudiar medicina a la La Plata, ciudad donde tiempo después volvimos a encontrarnos en varias oportunidades. En una de mis últimas visitas, Norberto me comentó que conocía a un músico extraordinario que tocaba una especie de órgano electrónico capaz de lograr el sonido de una verdadera orquesta. Movido por la curiosidad, le pedí que me presente a ese artista y una noche, a eso de las 21 horas, llegamos hasta su casa. Allí me encontré con un hombre delgado, de baja estatura y aspecto de persona tímida. Mi primo le pidió que toque algo y el músico de apellido Robela, se sentó frente a un teclado, posiblemente lo último de la época en ese tipo de instrumentos y comenzó a ejecutar un tema movido. En los dedos de ese músico había talento, velocidad, actitud, todo ese ámbito cobró vida y se transformó en contados minutos, al punto que cerré los ojos y tenía toda la sensación de estar ante una verdadera orquesta.
Quedé maravillado con Robela. Jamás había oído tamaño concierto logrado con un teclado que nada tenía de simple y fué allí donde pensé en Jorge Pieri y el boliche Chiros. A Robela comenzamos a promocionarlo en radio como "El Hombre de los Mil Dedos" y anunciábamos su presentación para un día Viernes a las 23 horas. Jorge confiaba en mi intuición y apostó a la primera actuación de un número en vivo que tendría Chiros. Toda esta puesta en marcha era un verdadero desafío, ya que Isidoro "Chiro" Pieri, aún no había entrado en escena y yo seguía sin conocerlo personalmente.
Robela llegó a Bahía acompañado por mi primo Norberto. Por fín el "Hombre de los Mil Dedos", estaba a punto de debutar en una ciudad difícil y en un boliche poco conocido. A Jorge, dadas las carácteristicas del negocio, se le ocurrió que Robela actúe vistiendo un smóking y buscó alguno de los que usaban los mozos. El problema era el talle, ya que todos los smókings le quedaban grandes y se nos venía encima la hora de la actuación. Ante la urgencia, optamos por colocar en el saco de Robela una larga cantidad de alfileres en línea como para ajustar la prenda de la mejor manera posible a su cuerpo. Si lo mirábamos de frente, el smóking le quedaba impecable, el problema surgía cuando Robela se daba vuelta, porque su espalda parecía una grotesca armadura. Cerca de las 22 horas, ya había público formando fila en el acceso de Chiros. Ninguno de nosotros lo podía creer, una importante cantidad de hombres y mujeres en su mayoría de clase media, estaba pugnando por asistir a un espectáculo cuya promoción había sido un verdadero éxito. A la hora anunciada, Robela, iluminado por los reflectores del boliche, apareció en el escenario, saludó amablemente a la multitud que colmaba las instalaciones e inició su show con fuerza incontenible. Cada vez que finalizaba una interpretación, el público lo ovacionaba y aplaudía de pié. Ya habíamos roto el hielo y el espectáculo se convirtió en un concierto pocas veces visto. La actuación de Robela superó todas las expectativas, el show se extendió casi una hora más de lo previsto y en más de una ocasión, le pedían que repita alguno de los temas. Ante tamaña aceptación, con Jorge decidimos que Robela vuelva a presentarse la noche siguiente, a la misma hora, ya que a la una de la mañana, habíamos hecho un arreglo para presentar al "Hombre de los Mil Dedos" en el Club Sansinena de la vecina localidad de General Daniel Cerri. Cuando Isidoro "Chiro" Pieri se enteró por su hermano de lo que habíamos logrado con un tecladista desconocido, prometió viajar a Bahía para ver personalmente a ese fenómeno de la música. En la noche del sábado, el boliche volvió a llenarse de gente, lo mismo sucedió en el Club Sansinena, donde Robela, ante el fervoroso reclamo del público, tuvo que extender su show durante una hora más. Por esos extraños misterios de la vida, Robela se había convertido en una estrella que en poco tiempo supo cautivar con su talento a un público exigente. Por razones laborales, "El Hombre de los Mil Dedos", debía retornar a La Plata, con mi primo lo acompañamos a la terminal de omnibus y desde esa noche no volví a verlo más. A tantos años de aquello recuerdo con gran cariño a Jorge Pieri quién víctima de una terrible enfermedad fallecería poco tiempo después, vienen a mi memoria los alfileres que ajustaban la parte trasera del smóking de Robela, a mi querido primo Norberto y a un artista singular que durante dos noches colmó de magicas melodías a un local repleto de gente que además de oir sus temas lentos en absoluto silencio, también se contagió espontáneamente y hasta bailó con la sucesión de ritmos que ininterrumpidamente y sin pausas, les ofrecía el imperdible "Hombre de los Mil Dedos".

domingo, 29 de noviembre de 2009

27 de Noviembre del 2009, Virginia Palacios, conduce la fiesta del segundo aniversario del Centro Terapéutico Ravenna en Bahía.

Durante este año, sumamente complicado para nuestra sufrida y malversada Argentina sucedieron muchas cosas a las que nuestros mediocres dirigentes no le encuentran o simplemente no quieren encontrarle solución. La inseguridad crece minuto a minuto, lo mismo sucede con el incremento de la pobreza e ignorancia, dos males que generan la propagación del delito, la vagancia, mendicidad e ignorancia en un país que a pesar de los enemigos internos sigue flotando. Así averiada, temerosa, desalentada y sin rumbo cierto, nuestra nación que felizmente aún cuenta con un gran porcentaje de ciudadanos valiosos, intenta encontrar un rumbo o destino sosteniendo el día a día con la fuerza de su voluntad.
Bahía Blanca, no está ajena a los conflictos nacionales y resiste los embates de los sucesivos cambios a los que el habitante común se ve obligado a realizar en su modo de vivir. Aquella ciudad que alguna vez, allá a lo lejos supo ser “La Puerta y Puerto del Sur Argentino”, tal como la bautizó Osvaldo J. Ochoa, hoy mira hacia el cielo esperando el milagro de la ansiada lluvia y alejar el fantasma de la sequía que la viene asolando desde hace muchos, demasiados meses. En medio del variado menú de dificultades, hay emprendimientos que logran mantenerse en base a servicios, eficiencia y creatividad, uno de ellos es el Centro Terapeutico, Doctor Máximo Ravenna que funciona en Gorriti 49 bajo de la dirección de Sergio Erlij y un eficiente grupo de colaboradores. El 27 de Noviembre, cerca de las 21 horas, tuve otra de las grandes emociones de mi existencia, porque allí, ante más de doscientas personas, frente a los reflectores y micrófono en mano, se paró Virginia, nuestra única hija. La ví erguida, segura, hermosa, carismática como siempre e iniciando con su voz clara y particular la conducción de éste festejo. Hubo un momento en que la emoción la embargó, esto duró pocos segundos, pero como buena profesional y acostumbrada a la televisión y radio, lo pudo superar y continuar con su misión. Yo sabía que ese desapercibido quiebre, tenía un porqué, y esto era por el cambio que el doctor Máximo Ravenna y el equipo de Bahía, habían producido en el cuerpo y la mente deVirginia.
Creo que en ese escaso tiempo, Virginia vió las imágenes de su ayer, donde padecía el peso de los kilos de más y el disgusto cotidano de poseer un cuerpo que de ninguna manera le correspondía ni merecía llevar a cuestas.
Fueron muchos años de querer ocultar un físico castigado por los padeceres y dificultades ocasionados por el disparo de glándulas tiroideas, tratamientos fallidos con médicos contraindicados que nunca daban en la “tecla”. Pastillas, grupos de autoayuda, libros y una búsqueda que parecía no tener fín. No olvido su ropa oscura y lo que ella llamaba “caparachos”, algo similar a las pesadas y calurosas armaduras de tela o lana que intentan ocultar el aspecto indeseado.
A ello se le suma el sentirse en inferioridad de condiciones a la hora de presentarse en público, los complejos inmanejables y todo lo que acarrea esa enfermedad llamada obesidad.
Virginia ha escrito en su blog, páginas brillantemente relatadas sobre su propia experiencia y el largo camino recorrido en maximocambio.blogspot.com, sitio que superó las quince mil visitas. Volviendo a la noche de la celebración de los dos años del Centro Máximo Ravenna, la “nueva” Virginia tenía luz propia, estaba embargada por la felicidad de poseer ese anhelado cambio. Nada le fue fácil. Allí jugó su voluntad férrea y ganó finalmente la batalla. Yo me limité a sacarle fotos, seguir atentamente su trabajo y tratar de evitar que me salten las lágrimas, porque allí al frente de la conducción estaba mi "soldadito", el escudero de ayer y hoy, aquella “nena” inteligente que desde los cinco años, aprendió entre otras cosas a crecer entre micrófonos, cámaras de TV, dibujos y música estaba frente a mí y una importante cantidad de personas que la escuchaba con atención absoluta y disfrutándo plenamente de su "Máximo Cambio". En ese evento fluyó de su interior su innegable capacidad de comunicadora excepcional, su esencia de buena hija y por sobre todas las cosas con la virtud real de ser una buena, muy buena persona. Y lo mejor de esta historia, es sentir que Virginia yá vuela con sus propias alas hacia el maravilloso destino que ella merece y ocupándo un lugar legítimamente ganado.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mar del Plata y la disparatada "Noche de los Piolines" en la productora de televisión de Ricardo Pollera.

Mi cliente era el más importante de la ciudad en aquellos comienzos de los años noventa, pero también había que padecer los caprichos de quien estaba a cargo de aprobar o nó los diferentes avisos radiales, gráficos o televisivos que se realizaban para esa empresa. En ese tiempo, me acompañaban Ramón Arias, un excelente dibujante, Horacio Scotti, talentoso diseñador y Juan Carlos Quattordio, que en esa época recién comenzaba a trabajar conmigo, aunque siempre manteniendo su estilo, el Comic. Estábamos en el mes de Noviembre y la firma supermercadista me había pedido que realice un original aviso navideño para TV. Generalmente todo lo que creábamos para esta empresa era de buena calidad y los contenidos, además de destacarse por la fuerza de su mensaje, poseían excelente tratamiento en imágen y sonido, algo que siempre cuidábamos porque más allá del dinero que cobrábamos por el arte, también estaba en juego nuestro prestigio. Se me ocurrió hacer una letra corpórea que llevaría puesto un gorro hecho en tela de Papá Noel. La letra la había hecho Horacio Scotti en telgopor, la recubrió con enduído plástico y luego la lijó y pintó logrando que esa "A" quedara casi perfecta. No existía por entonces la animación tridimensional, recién estaban llegando al país las primeras computadoras y poco y nada se sabía sobre el tema, al menos en Mar del Plata. No teníamos mucho tiempo y la idea era que la letra hiciera un vuelo por el espacio, diera un giro y se posara en la ciudad. El story board fué aprobado de inmediato por la persona que oficiaba como director de marketting de la empresa, aunque éramos conscientes de sus limitados conocimientos. Le pedí un turno de grabación extenso a Ricardo Pollera y en lo posible en horario nocturno, ya que íntuía que hacer volar esa letra no sería una tarea sencilla y menos aún con los escasos medios que teníamos para los efectos especiales. Tito Cattáneo, estaba a cargo de las dos cámaras y la edición de lo que estábamos a punto de realizar. Después de evaluar las posibilidades que teníamos al alcance de la mano en el estudio, decidimos armar una línea de hilos de los llamados "tansa" para mover la "A" como si fuera un títere al que manejábamos desde lo alto de una escalera. Para darle a las imágenes un fondo espacial, montamos un telón de color azul con una importante cantidad de pequeñas y grandes estrellas pintadas de blanco. El recorrido de la "A" con su respectivo gorrito navideño incorporado se realizaba prácticamente cuadro a cuadro para que posteriormente, "Tito" editara todo lo grabado en una pieza final de 30 segundos de duración. No era sencillo lograr un desplazamiento suave de la letra, esto provocaba que tuviéramos que repetir varias veces el condenado vuelo. En un momento, con el propósito de aportarle algo de realismo a las imágenes, encendimos cigarrillos y arrojábamos bocanadas de humo a la letra en movimiento. El humo lograba un efecto de nube en cámara lenta y cuando lo veíamos en el monitor quedaba muy bien. Ya llevábamos más de tres horas en el estudio de TV, ahora solo nos faltaba el "aterrizaje" de la "A" sobre una maqueta con arena y una vez posada la letra sobre ese suelo, aplicaríamos un fondo real utilizando el sistema "croma". Para este tramo, acordamos con "Tito", hacer descender suavemente la letra valiéndonos de una pequeña roldana o polea para que el objeto cayera prolijamente sujetado al hilo "tansa". "Tito" instaló una de las cámaras en lo alto para grabar el descenso y otra a ras del piso para lograr tomas en primer plano de la letra con gorrito navideño cuando tocara suavemente la arena. Entusiasmados comenzámos a ver todas las imágenes logradas y procedimos a seleccionar las mejores para editar las secuencias del recorrido aéreo de aquella pequeña pieza. Todo lo que habíamos visto en el monitor tenía muy buen color, las escenas no eran monótonas ni ordinarias, con muy pocos elementos se había conseguido un vuelo espacial creíble y de respetable calidad visual. Cerca de las cinco de la madrugada, escuchámos el sonido del portero eléctrico de la productora. Cuando "Tito" preguntó quien era, le responden que estaba abajo la persona responsable del marketting de la empresa que había encargado el video, acompañada por dos amigos. A regañadientes, "Tito", les permitió el acceso, algo que jamás debe hacerse, porque no es conveniente que el cliente entre a la "cocina" donde se preparan las producciones. Los tres intrusos ingresaron a la sala de edición, se los notaba alegres, verborrágicos y evidenciando haber pasado una noche con abundante champagne. Para sacármelos de encima cuanto antes y seguir procesándo el comercial, los invité a mirar las imágenes grabadas, pero uno de ellos, impulsado por la curiosidad, entró al estudio y se puso a mirar los hilos que colgaban, las roldanas, la maqueta y empezó a manosear la letra "A" que tanto habíamos cuidado y seguidamente exclamó; "ché, vengan a ver, están haciendo la animación con piolines". Lo primero que hice fué putear a este personaje, los dos restantes que estaban junto a "Tito" en la sala de edición comenzaron a criticar nuestro trabajo, al punto que uno de estos idiótas dijo; "ah, pero yo creía que iban a lograr algo como lo que hacen en la Disney". La absurda situación había llegado demasiado lejos y tanto "Tito" como yó, además de estar cansados, tampoco teníamos ánimo como para soportar las opiniones de tres boludos alcoholizados que opinaban porque sí y que parecían sentirse felices de subestimar nuestra obra. La espontánea y furiosa reacción de "Tito" fué invitarlos a que se retiren inmediátamente de la productora y previamente, yó comencé a destruir toda la humilde escenografía que habíamos montado. Esa letra sin su gorrito de Papá Noel, que seguramente se extravió con mi bronca, aún la conservo. Y esa noche, mandé al demonio a mi cliente. Ni siquiera pasé a cobrar el dinero que me debían de trabajos anteriores, pero sentí un gran alivio al sacarme de encima una cuenta conflictiva y demasiado perjudicial para mi salud. Ya cerca de Navidad, veo en el televisor un cartón o placa vulgar de salutación de esta empresa, algo que evidenciaba el inicio de una mediocridad que se prolongaría durante un corto tiempo más, porque a los pocos años se produjo su cierre definitivo.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Argentinos negados por la "Madre Patria"; creo que es hora de renacer y potenciarnos definitívamente, antes que sea tarde.

Recuerdo que era muy chico, cuando en los años cincuenta, por toda la Argentina se veían inmigrantes españoles a los que equivocadamente solíamos llamarlos "gallegos". No era esta una denominación despectiva, simplemente nos llamaba la atención su acento algo a lo que les resultaba difícil despegarse, en algunos casos, posiblemente porque esos hombres y mujeres habían llegado al país con una edad avanzada, la mayoría de ellos obligados por las miserias vividas en su España natal y las crueles secuelas de la Guerra Civil. Con sus heridas a cuestas y un dolor disimulado en sus rostros, aquellos "gallegos" en sus inicios desarrollaban tareas como mozos de cafés y restaurantes o bien como porteros o encargados de edificios. Eran gente trabajadora y entusiasta que había encontrado en tierras argentinas la posibilidad de insertarse a una sociedad que desde el primer momento les dió un lugar y todas las posibilidades de crecer. Aquellos "gallegos" tenían ansias de triunfar, ser alguien, superarse y ganar el dinero suficiente como para vivir con la dignidad que su añorada España les había negado. Intuitivos y perseverantes, los "gallegos" supieron cuidar el dinero que ganaban, lo administraban muy bien y de a poco, se fueron armando de sus propios emprendimientos, haciendolos crecer en base a "olfato" y creatividad. La lista de inmigrantes que fundaron pequeñas, medianas y grandes empresas principalmente del rubro gastronómico en éste país es extensa y su trayectoria muy meritoria, porque si bien eran hábiles para los negocios, su línea de conducta comercial fué ejemplar y honorable. Estos principios los supieron trasladar tanto a sus empleados como a sus descendientes y era frecuente que aquellos "gallegos" que habían alcanzado una buena posición económica reconocieran las oportunidades que les había brindado esta tierra de promisión, también eran sumamente agradecidos con el gobierno de Juan Domingo Perón y Evita, a quien amaban por los barcos cargados de trigo y diversos alimentos que en la postguerra partían desde puertos argentinos rumbo a una España hambreada y cargada de los horrores de una guerra entre hermanos. El tiempo lo fué curando todo, los "gallegos" que en algún momento eran mozos y hasta barrían los bares donde trabajaban pasaron a convertirse en propietarios de los mismos. Algo parecido sucedía con los cientos de almacenes de barrio que habían instalado cuando aún no existían las cadenas de supermercados y el "almacén de la esquina" era un clásico al que por diferentes necesidades de comestibles, los vecinos concurrían a diario para abastecerse de todo lo que hiciera falta en el hogar. Viene a mi mente el recuerdo de la despensa de Don José, un hispano que tenía su comercio abarrotado de dulces, frascos enormes llenos de caramelos, jamones colgados en hilera a la altura del techo, harina y azúcar que se vendían sueltas anotándo las compras en la libreta de Don "Pepe" todo lo que sus fieles clientes llevaban para pagarlo a fin de mes. Aquel verdadero, necesario y tradicional crédito de palabra y confianza que se detallaba en las páginas de una libreta pequeña con tapas duras de color negro, fué la anticipación de la tarjeta de crédito, con la diferencia que este sistema era de mutua confianza y no tenía intereses ni gastos de mantenimiento. Con el transcurrir de los años, aquella enorme colonia de "gallegos" se fué mimetizando fácilmente con la joven y solidaria Argentina, donde también convivían los italianos, bautizados como "tanos" o "gringos" y ese conjunto de extranjeros dejó su marca genuina en innumerables construcciones y emprendimientos que iban creciendo sin obstáculos a la par de una nación que los consideraba y respetaba como a hermanos. Tanto aquellos "gallegos", como los "tanos", tuvieron en esta tierra promisora la oportunidad de hacerse la tan anhelada "América". Aquí pudieron además de contar con su comercio y vivienda propia, hacerse ciudadanos argentinos, obtener créditos, educar a sus hijos y acceder a las mismas posibilidades y derechos de cualquier habitante. Es imposible olvidar los intercambios culturales que cruzaban el Atlántico en un ida y vuelta que permanentemente consolidaba las costumbres del crisol de razas. Los españoles fundaron sus propias sociedades e instituciones que les permitieron hasta el presente reunirse y mantener intactas sus actividades culturales. En los años cincuenta, tanto en el cine como en la música española conocimos y apreciamos las virtudes de artistas de la talla de Miguel de Molina, Carmen Sevilla, Joselito y Pedrito Rico entre otras de las tantas figuras que permanentemente llegaban al país y llenaban los teatros con un éxito sin precedentes. Años después les sucederían otras como Nino Bravo, Lola Flores, Joan Manuel Serrat, etc etc. A más de medio siglo de ese desembarco, las cosas no volvieron a ser las mismas para las nuevas generaciones y gobiernos de España, ya que salvo durante la nefasta década Argentina de los años setenta, durante la dictadura militar donde "la Madre Patria", supo recibir y albergar generosamente a miles de jóvenes argentinos que tuvieron que emigrar forzósamente y elegir entre el exilio o perder su vida. Por entonces, hubo muchos actores, escritores, psicólogos, artistas plásticos y miles de ciudadanos comunes que recalaron en tierras españolas e iniciaron allá una nueva vida en la era post Franquista. En esa época, allá ya se nos comenzaba a llamar "sudacas" o "argentos", una sutil manera de señalar a los pobres desesperados que por diferentes razones aterrizaban en el aeropuerto de Barajas con las mismas ilusiones que aquí traían aquellos "gallegos" que habían bajado de los barcos. Pero no hay que olvidar que España, durante la presidencia de Carlos Menem, hizo millonarios negocios con su empresa de Telefonía, los multimedios de comunicación derivados de las mismas, las líneas aéreas y tantas otras rentables transacciones sumamente ventajosas para los nuevos empresarios de la "Madre Patria" que a principios de los noventa, supieron sacar buen rédito de la Argentina "entregada". Extensa es la lista de ganancias obtenidas en tiempos del infortunado "uno a uno", donde los miles de turistas argentinos que en los casi diez años que duró la amarga "Fiesta Menemista", viajaban a Europa con sus dólares baratos (un dólar un peso) y eran recibidos con la cordialidad que imponía la conveniencia del masivo turismo de la "Plata Dulce". Hasta hoy perduran las secuelas de nuestras industrias perdidas para siempre, la quiebra de empresas tradicionales, fábricas y marcas prestigiosas que sucumbieron en una de las décadas más infames de la historia Argentina. Era triste ver en la era Menemista a padres desconsolados, despedir a sus hijos que junto a otros miles de chicos sin trabajo trepaban a los vuelos de Iberia o Aerolíneas Argentinas buscando desesperados un destino mejor en España y trabajar allá de lo "que venga" con tal de subsitir. Se repetía la historia de los inmigrantes, aunque ahora los "sudacas" debían cumplir una serie de requisitos y exigencias para ingresar al seno de la "Madre Patria". Hace un par de días, Gustavo Fernández, un amigo de la adolescencia de Virginia (nuestra hija), nos relataba la pesadilla que durante dos días le tocó vivir en el aeropuerto de Barajas donde se le impidió el acceso a España por no contar con una carta de invitación. Su hermana que tiene residencia española y trabaja allá desde hace años, nada pudo hacer por él, solo se limitaron a verse en el gigantesco hall del aeropuerto, vigilados y con rigurosas restricciones, al punto que fué alojado en un sector de la terminal aérea acondicionado para albergar con ciertas comodidades a quienes deben alojarse allí para volverse lo más rápido posible a su país de orígen en el próximo vuelo. Eso sí, Gustavo me describió que el "hotel de los indeseables", dispone de limpias pero modestas camas, máquinas expendedoras de café, sandwiches y hasta televisión por cable para alegrar a los "retenidos". Allí, al igual que el personaje de la película "La Terminal", interpretada por Tom Hanks tuvo la posibilidad de conocer a otras personas de procedencia sudamericana que estaban padeciendo la misma situación que él, entre ellos un prestigioso antropólogo Peruano que debía dar una conferencia en una universidad de Alemania y al que no se le permitió ingresar a Madrid, ya que este hombre quería estar en esa capital solo unas seis horas para conocerla y posteriormente volar hacia Frankfurt su lugar de destino, pero vanos fueron los llamados que el profesor realizó a las diferentes embajadas para que se aclare y solucione su compleja e inexplicable situación. Finalmente, el antropólogo fué obligado a volar nuevamente a Perú y desde allí a Alemania. Inexorablemente las historias siempre se repiten y no está lejos el momento en que el tablero se dé vuelta y de una buena vez, los argentinos pongamos los huevos sobre la mesa y miremos hacia nuestro interior para darnos cuenta que tenemos un país jóven, lleno de riquezas naturales y todo por hacer. Solo nos resta dejar de mirar hacia una Europa que envejece día a día y poco o casi nada tiene para ofrecernos. El futuro está aquí, esta es la "tierra prometida" y de nosotros dependerá limpiar la dirigencia decadente que tenemos a la vista y también a la que oculta su mugre bajo la alfombra de la corrupción y la hipocresía. Tenemos que emerger de nuestras cenizas para surgir como nacionalistas férreos y encarar con líderes sanos, inteligentes y objetivos un mañana lleno de grandeza. Cuando llegue ese momento no tan lejano, nuestros aeropuertos se tornarán tán o más exigentes para con aquellos que vengan con intenciones de succionarnos la sangre o aprovecharse de nuestras divisiones o debilidades temporales. Solo nos resta luchar contra el enemigo interno, torcerle el brazo e iniciar la reconstrucción de una Argentina que proteja a sus ciudadanos, defienda a ultranza sus recursos y aprenda a controlar y pedirle cuentas a sus funcionarios. Recuperando la fé en nuestras capacidades y fortaleciendo pilares fundamentales como la educación, la cultura del trabajo, la justicia y las fuerzas de seguridad, el anhelado "Milagro Argentino", distará de ser una quimera y sin ánimo de revancha o rencor alguno también nos veremos obligados a levantar un confortable hotel sin ventanas en algún sector del aeropuerto internacional de Ezeiza para aquellos viajeros procedentes de distintos países que sin excepciones, se vean obligados a retornar a los mismos si no cumplen con los mínimos requisitos de ingreso a ésta tierra habitad por "sudacas".

jueves, 12 de noviembre de 2009

Argentina y los "Pasajeros del Tren Fantasma"

Para cualquier habitante de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el hecho cotidiano de salir de su casa rumbo al trabajo es algo similar a subirse a una versión actualizada y más aterradora del clásico “Tren Fantasma”, porque en su recorrida, los sustos y riesgos son mayores; si tiene un vehículo propio y pretende llegar medianamente a tiempo, es casi seguro que un piquete o manifestación le salga al paso haciéndole perder el tiempo, complicándole la vida y por ende, llegando tarde a su empleo. Lo mismo puede sucederle en caso de elegir como medio de transporte alternativo el tren o el subte, ya que viajar en ellos, es también una odisea. La otrora atractiva y bella capital Argentina se ha transformado en una “tierra salvaje” donde reina la anarquía y el descontrol, al punto que el ciudadano común se ha convertido en rehén de las protestas y esa “ruleta rusa” llamada inseguridad, donde cualquier asaltante exaltado puede apretar el gatillo fácilmente y cargarse una víctima más con total impunidad. El próximo mes será Navidad y solo basta ver las noticias para darnos cuenta que el clima general se va tensando cada vez más. Los problemas de urgencia, al igual que los baches se rellenan precariamente, nada es serio, todo se improvisa, y las débiles promesas se “remiendan” con algún placebo de inútil eficacia como los subsidios, una delgada línea entre la improductividad y la distribución de limosnas, algo incomprensible en uno de los países más favorecidos del mundo en riquezas naturales. Así estámos, más que nunca en manos de Dios, con la vigencia de “Cambalache”, la obra que compusiera el genial Enrique Santos Discépolo en 1935 y que 74 años después, tiene más realismo y actualidad que nunca. Los dirigentes patriotas, incorruptibles, con decisiones sólidas y coherentes tan necesarios en esta emergencia, siguen brillando por su ausencia. Solo basta recordar a hombres de la talla del doctor René Favaloro que murió por honor o Raúl Alfonsín que donaba la mitad de su pensión al Hogar de Ancianos de Chascomús, ejemplos de humildad y grandeza que difícilmente se repitan. Si seguimos así, con los brazos caídos, pensando egoístamente en nosotros mismos, carentes de sentido solidario, resignados al fracaso y sin comprometernos, no solo nos faltará el agua, porque vendrá algo peor; la sequía del alma, la dignidad y la felicidad.

editorial del mes de Noviembre publicado en el Nº 59 de "Signos y Marcas".

martes, 10 de noviembre de 2009

El espíritu de Juan Beleggia, sigue habitando en el Bar Boston.

Hace poco más de veinte años, en Alsina 25, el mismo lugar donde hoy funciona el tradicional bar Boston, estaba instalada la tradicional peluquería masculina Braghero, que en esos años, era la más elegida por quienes pertenecían a la clase media alta de la ciudad. El salón, se caracterizaba porque allí trabajaban los profesionales más destacados de la tijera. Tiempos donde los hombres asistían infaltablemente cada semana para recortarse el cabello, afeitarse, hacerse manicura, y de paso lustrarse los zapatos con Saúl,”el rey del cepillo”. Este sitio se caracterizaba por poseer varios sillones instalados en una larga fila, una disposición muy singular que era posible gracias a los muchos metros de fondo con que cuenta el local. A finales de los setenta, este reconocido establecimiento cerró sus puertas y al poco tiempo, se transformó en el Bar Boston, donde a diario, sus sillones y mesas se ven ocupados en forma permanente por empleados bancarios, municipales, judiciales y habitués de todo tipo que almuerzan, cenan o toman un café mientras leen diarios y revistas. Allí en el exhibidor principal, donde figuran las publicaciones más destacadas , desde sus inicios estuvo presente “Signos y Marcas”. Juan Beleggia, su propietario desde hace 10 años, solía leerla detenidamente, siempre alentaba este emprendimiento aguardando con interés la salida de cada publicación. Lo mismo sucedía con Eduardo, Gaby, Franco, Rodrigo, Noelia, Carmen, Silvia o “Pety”, sus colaboradores. Desde mi regreso a Bahía, hace casi cinco años, el bar de Juan fue una parte de mi existencia, allí me sentí como en mi propia casa, convirtiéndose en el lugar de encuentro con amigos de toda la vida. Hace poco más de dos meses, el 18 de Septiembre de 2009, el querido "Juancito" partió imprevistamente de este plano terrenal. Nunca dejó entrever nada sobre su cruel enfermedad y mantuvo su habitual simpatía y humildad hasta los últimos días de sus jóvenes cuarenta y dos años. También habíamos acordado celebrar la aparición del número 60, por esta razón, te recuerdo en nombre del equipo de “Signos” y cada vez que entre al Boston, como todas las tardes, aunque no estés físicamente, te veré sonriente sentado en tu lugar de siempre esperando que te lleve el último ejemplar. Te extrañamos mucho querido Juan, solo nos queda la sensación que tu espíritu sigue habitando en el Bar Boston.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Aquel olvidable, improvisado, apresurado y triste show de "Pan Triste". (dedicado al amigo Tino Diez)

Esto sucedió a finales de los años noventa, cuando en uno de mis viajes a Bahía, me encuentro de casualidad con un personaje que había sido nombrado directivo del canal 9 local. Junto a él, estaba Gustavo Maidana, un jóven con gran capacidad de venta y muchas ganas de desarrollarse en un medio de comunicación que quería renovarse y crecer aportándo a la ciudad contenidos novedosos. Por experiencias anteriores, yo sabía que generalmente los ejecutivos de estas empresas multinacionales pueden tener un crecimiento estrepitóso y al poco tiempo caer con el mismo estruendo o peor. Posiblemente esto suceda porque al principio se obnubilan con el cargo, el despacho, la secretaria, el contacto con los jefes en Capital Federal y los distintos beneficios a nivel social y comercial que puede reportarles pertenecer a un canal de TV importante. Entre estos privilegios se cuentan principalmente los altos sueldos que perciben por la responsabilidad de conducir un medio del interior. Pero a la hora de intentar generar programas, se van dando cuenta que además de la escasa cantidad de habitantes, es muy difícil armar programas de contenidos ambiciosos en ciudades chicas como Bahía y ni hablar de lo complejo que resulta la comercialización publicitaria de los mismos. Por esta razón, todo los programas realizados a nivel local, tienen escenografías y producción de piso limitadas. Todo se hace a "pulmón" y generalmente los conductores están detrás de una barra o mostrador o bien sentados en un estrecho living con una pantalla LSD detrás como única atracción. El flamante ejecutivo quería a toda costa, poner en el aire a mi viejo y querido Sapo Sapienso, pero todo evidenciaba que no había un solo peso para hacer un relanzamiento digno de éste personaje. Ya antes relaté en una parte del blog que se acercaron algunos inversores que resultaron ser insolventes y solo pretendían llenarse de oro con el indefenso sapo. Hubo algunas reuniones con la gente del canal y el "inversor", pero todo naufragó cuando el dinero prometido jamás apareció. Fué entonces que al flamante ejecutivo, como un recurso prometedor, nos ofrece a Maidana y a mí que hagamos el "Musical de Pan Triste", un producto cinematográfico animado hecho en los estudios de García Ferré que había sido estrenado con muy poca aceptación por parte de los niños en los cines de todo el país. Al canal habían llegado tres caretas bastante grandes con imágenes muy bien logradas de los personajes principales de "Pan Triste" y el plan del gerente general del canal, era montar un espectáculo en vivo aprovechándo la fuerte campaña publicitaria que promocionaba a la película más la difusión que el show tendría en la pantalla de éste medio. Hablando con Maidana, llegamos a la conclusión que el show a montar, podría tener una escasa convocatoria de público, pero había que devolver las caretas a la productora y por lo tanto armar ese musical lo más rápido posible. El lugar elegido fué un amplio espacio que el malogrado shopping "Paseo del Sol", tenía en sus inicios y allí se instaló un escenario, luces, sonido y todo lo que se pudo conseguir en el corto tiempo que había para lanzar un espectáculo donde lo único que había era un grupo que interpretaba canciones infantiles, un mago y los tres personajes del filme. El "Musical de Pan Triste", se estaba anunciando para un día Sábado a la tarde con una única función. Se hicieron algunos ensayos previos, pero en realidad la propuesta no era muy clara y el gerente seguía apostando a los caretones y el interés que éstos despertarían en los niños. El día del debut llegó y allí nos dimos cuenta que en ese sitio donde se realizaría el musical, había unas pocas sillas, además, faltando una hora para que comience la función, tampoco teníamos a quienes se pondrían esas enormes y pesadas caretas sobre sus hombros. La pregunta que nos formulábamos era; ¿resistirán?. Afortunadamente conseguimos a tres muchachos muy jóvenes, aunque algo delgados para que carguen con esas "escafandras" y allá fuimos, demasiado al límite, demasiado jugados. Las promociones del canal, habían dado cierto resultado, ya que antes de abrir la boletería, se estaba acercando una considerable cantidad de padres con sus respectivos niños. Primero actuó el grupo musical y a la media hora, hicieron su aparición "Pan Triste" y sus amigos. Los chicos los aplaudían y estaban felices de ver la réplica casi perfecta del personaje principal, pero a los pocos minutos, noté que los tres portadores de caretones, bailaban con notable desgano y parecían desfallecer. Uno de ellos, disimuladamente se bajó del escenario, caminó casi en zig zag hacia un costado y ví que hacía grandes esfuerzos por quitarse el "yelmo" de encima, lo ayudamos con Gustavo y al quitar la pesada máscara vimos que el muchacho estaba empapado en transpiración y casi sin aire. "Puff, no daba más, parecen hechas de hierro, además tienen un insoportáble olor a pintura, no se aguanta", confesó el jóven mientras tomaba agua mineral con imparable ansiedad. Ante la situación, optamos por sacar lo más rápido posible de la escena a los dos heroicos portadores de caretas que quedaban bailando como en cámara lenta sobre el escenario, entre ellos "Pan Triste". Los niños presentes seguían aplaudiendo y cuando los protagonistas amagaban a retirarse les pedían a gritos que sigan. Ahí, le dijimos al grupo musical que suba cuanto antes y nos dedicamos a "socorrer" a los chicos de los caretones. Por suerte, llegamos a tiempo, porque si tardábamos un par de minutos más, se desmayaban por el calor, la falta de aire, el peso y la emanación de algun fuerte fijador que las máscaras tenían en su interior.
Allí terminó este paupérrimo show de "Pan Triste". Gustavo les había dicho a los encargados de la boletería que hagan entrar gente gratis, ya que la situación no daba para más. Quedó la anécdota de aquella jugada apresurada del gerente que entre otras cosas no apareció por el lugar ni preguntó al día siguiente como había ido el espectáculo. Pero en algo no se había equivocado; efectívamente, esas caretas habían despertado un gran interés entre los pequeños. Que triste lo de "Pan Triste".

domingo, 1 de noviembre de 2009

Recordando a "Chavita", un singular personaje de la noche bahiense.

Las noches de los años sesenta en Bahía, fueron para mí irrepetibles. Nunca más se daría tamaña cantidad y variedad de boliches bailables, whiskerías, peñas folklóricas, tanguerías y cabarets de distinta categoría que movilizaban cada noche a una importante cantidad de músicos, artistas y mujeres alternadoras que generalmente solían llegar desde Capital Federal buscando nuevos ámbitos para desarrollar su profesión de prostitutas encubiertas. Los cabarets o Nigth Clubs, como solían llamarse, salvo "Diábolo", que contaba con un prestigio impuesto e instalaciones de buen nivel, el resto eran montados con precariedad, mucha imaginación y escasos recursos, aunque este detalle a la hora de la diversión, era un detalle menor que poco y nada le importaba demasiado a la clientela habitué. Quienes regenteaban estos sitios de luces ténues, escenarios pequeños, la infaltable barra, sillones para dos personas, humo denso de cigarrillo y sonido de copas entremezcladas con risas eran tipos que tenían aspecto de "pesados". Estos propietarios o encargados, vestían de traje o sacos con corbata, se mostraban serios y estaban constantemente atentos a todo lo que sucedía en los respectivos reductos que dirigían, aunque puedo asegurar que con el tiempo los fuí conociendo y eran hombres que detrás de su apariencia rígida, resultaron ser excelentes seres humanos con una sensibilidad y códigos de vida poco comunes. Recuerdo con mucho cariño a Santín, "Carita" De Los Santos, "Carollo" Partida, a quién quise mucho y a un personaje de apellido Chávez, al que bautizamos como "Chavita" . "Chavita" solía recorrer los cafés de Galerías Plaza portando un maletín de cuero negro, donde aseguraba que en su interior llevaba chequeras y contratos de artistas de primer nivel que próximamente actuarían en su negocio. "Chavita" hablaba de millones de pesos, sus negocios imaginarios eran de alto vuelo y había tenido experiencia como propietario de algunos cabarets de poca monta como "La Noche". En una oportunidad vino a nuestra oficina de Galería Plaza, piso dos, para pedirnos que le manejemos la campaña publicitaria de "El Viejo Almacén", una tanguería que estaba armando en calle Martín Fierro, muy cerca de la Avenida Alem. Ya en la primera entrevista, nos confesó que no tenía un mísero peso y necesitaba que le diéramos crédito, prometiéndo que nos pagaría después de la inauguración, algo que resultaba bastante improbáble, conociendo a "Chavita". En ocasiones, cuando Elvira, Alberto Comán, Pierino Galluchi y yó, nos encontrábamos tomándo un café en la galería, imprevistamente aparecía "Chavita", con su caminar cansino, el saco de siempre y cara de cansado, nos saludaba y decía; "recién bajo del avión, fuí a a Buenos Aires a contratar estrellas, ¿se pagan un café?". Inevitáblemente, antes de despedirse, se dirigía a Elvira y con una sonrisa le preguntaba; "Cheñora, ¿no me dá cinco mangos pá caminar?". Pierino fué el encargado de decorarle el local y diseñó las tarjetas. La idea de "Chavita" era montar allí un lugar de espectáculos de tango con cena y baile. El proyecto no era malo, pero los tiempos habían cambiado y Argentina ya estaba padeciendo la guerra interna contra la subversión, algo que jugaba en contra contra las ganas de salir de noche por los riesgos que ésta ofrecía. Finalmente "El Viejo Almacén" inauguró y duró muy poco tiempo, ya que no llegó a cubrir las expectativas de "Chavita", quién a duras penas pudo pagarle algo de lo que le adeudaba a Pierino y agobiado por los acreedores, optó por irse de Bahía. Nunca más supimos de él, aunque siempre lo recordábamos como a un personaje singular. Tiempo después, a finales de los años ochenta, ya instalados en nuestras oficinas de calle Estomba al cien, aparece "Chavita". Estaba flaco, demacrado, pálido y se lo veía muy agobiado. No podíamos creer que estuviera en ese pésimo estado. Le preguntamos que le estaba pasando y con mucha tristeza nos contó que se había ido al sur buscando nuevas posibilidades de hacer una plata y no tuvo mejor ocurrencia que imprimir una rifa auspiciada por la policía. Obviamente, esto no era real, simplemente había editado un talonario con números donde anunciaba que sortearía automóviles, dinero, electrodomésticos, etc. Al principio, esto le iba dando de comer y decidió ofrecer él mismo las rifas instalado cerca de un puesto policial caminero, ya que en ese lugar, obligadamente los automovilistas aminoraban la marcha y "Chavita" que se encontraba ubicado en la ruta, cerca de un patrullero policial ofrecía su invento a cuanto vehículo transitaba por allí. Esto duró muy poco, porque una mañana, tuvo la mala suerte de detener a un auto donde se encontraba un alto jefe policial que en el acto descubrió la mentira y lo hizo arrestar de inmediato. Acusado de estafa, lo
condenaron a prisión y fué a parar a la cárcel de Trelew, un penal de máxima seguridad donde también se encontraban alojados varios miembros de Montoneros, ERP, etc. Las penurias que allí sufrío "Chavita" fueron de lo más terribles. Con lágrimas en los ojos, nos contaba del frío que imperaba en las celdas, las requisas sorpresivas a a cualquier hora de la noche, los plantones donde los ponían desnudos en los pasillos, los golpes, las puteadas y los disparos que cada tanto se escuchaban fueron minando su voluntad y también su salud, al punto que cuando vino a vernos, a duras penas podía respirar. Cuando salió en libertad, "Chavita" solo era una sombra y nosotros éramos en ese momento, la esperanza para poder morir junto a su madre en Capital Federal, era lo que más anhelaba, pasar sus últimos días junto a su "viejita". Cuando escuchámos su relato, sentíamos que jamás volveríamos a ver a "Chavita", Elvira no dudó en darle el dinero que necesitaba para cumplir su voluntad y muy conmovidos le dimos el abrazo de despedida. Por distintas circunstancias, la ciudad se iba quedando sin personajes de color como el que protagoniza esta historia. A partir de los años ochenta, ya nada sería igual y el virus de la tristeza nos comenzaría a invadir hasta convertir los colores imaginarios en el triste y aburrido gris donde solo sobreviven los recuerdos de auqllas épocas felices, inolvidables e irrepetibles.

domingo, 25 de octubre de 2009

Uno de mis grandes orgullos; figurar en la Historia del Comic en la Argentina.

También en el '85, se realiza, en Barcelona, la "Exposición de Humor Argentino", cuyo catálogo cuenta con una introducción analítica de Juan Sasturain. En 1986 apareció, en Tucumán, la revista “Trix Hemocomics”, dirigida por Félix Bravo, con historietas como “El Quijo-t del espacio” (de Calliera y “Pilo”), “Hasañas bélicas” (de Pipo Palacios), “Ana” (izquierda, de Gabriel y Francisco Solano López), "Sixis y los Trix" (de “Pilo”), “Qalaq” (de Quirós), y colaboraciones de Di Palma, Peiró, Martínez, Vargas, Flores, Fontanarrosa, Crist, Veloso, Jiménez, Beá, Risso, Trillo, Altuna, Lalia, etc. En 1987 llegaría, a través del diario “Página 12”, el suplemento semanal humorístico “Sátira 12”.

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miércoles, 21 de octubre de 2009

Lejanas historias negras de Bahía; "La bella muchacha de las bombachas sucias".

A medida que transito las calles de Bahía, me encuentro con conocidos de la época de oro con quienes pude disfrutar y compartir plenamente vivir algúnos episodios divertidos e inolvidables como los que relato en páginas anteriores. Estas personas a quienes volví a ver en contadas ocasiones, aún recuerdan claramente esas insólitas y audaces situaciones con lujo de detalles. En una ocasión, recordé con el protagonista de esta historia, el curioso caso que le tocó vivir con una chica escultural a la que llamaré Alejandra, quién por entonces tendría unos veinte años. Trancurría el principio de los años 70 cuando la joven caminaba por Galería Plaza con el andar propio de una pantera. Alta, poseedora de un rostro hermoso, ojos verdes y un físico imponente, casi perfecto. Todos codiciábamos a Alejandra, pero la chica sabía muy bién que atraía poderosamente todas las miradas de los cientos de tipos que principalmente durante los sábados a la mañana, se instalaban cómodamente, tanto en las barras como en las mesas, para ver el desfile de infartantes chicas en los dos cafés de la galería. Alejandra solía detenerse algunos minutos frente a cada uno de los locales que iban apareciendo en su camino simulando mirar las vidrieras, algo que hacía con poses y gestos estudiados como los de una verdadera modelo profesional o vedette Usaba jeans tan ajustados que se pegaban a su cuerpo y destacaban aún más su voluminoso trasero. "Ale" era la supermina de Bahía, la más sexy y también la más inalcanzable, porque se sabía que muchos jóvenes u hombres maduros se tiraban lances con ella y todos, en su mayoría rebotaban contra su gélida indiferencia. Vivía en un departamento céntrico y su costoso vestuario era comparable al de una artista famosa y rica. Tampoco se sabía de qué vivía, ya que no tenía ningún trabajo y solo se dedicaba a mostrarse sola, principalmente en las horas pico del radio céntrico. Carlos, hermano de un gran amigo mío, fué en verdad el único que tuvo acceso a "Ale", posiblemente porque atendía el local bailable que su hermano tenía en calle Chiclana y allí en su propio territorio, pudo acceder a ella con mayor ventaja. Me contó que Viernes a la noche, "Ale", acompañada por una amiga y su novio, habían concurrido a bailar al negocio. Y cerca de las cinco de la madrugada, ya con la discoteca cerrada, Carlos se arrimó amablemente a la mesa con una botella de whisky invitándolos a compartir unos tragos. También tuvo un acercamiento cuando ambos bailaron temas lentos y él quedó en ir al día siguiente a visitar a la muchacha a su departamento. A las 21 horas, estuvo allí con dos botellas de vinos finos y una pizza. Ya en el interior del monoambiente, comieron, bebieron e iniciaron un ardiente intercambio de caricias que iba subiendo en temperatura cuando "Ale", comenzó a quitarse la ropa lentamente iluminada por la luna, ya que había apagado las luces, se había ubicado junto a la única ventana que daba al exterior y ayudada en parte por la euforia del alcohol, inició un movimiento lleno de sensualidad hasta quedar completamente desnuda frente a Carlos que de inmediato comenzó a besar frenéticamente su cuerpo. Cuando estaba a punto de penetrar a "Ale", suena el timbre del portero eléctrico. Lejos de alterarse, la excitada joven se incorpora con naturalidad, camina hacia un armario, saca algo de su interior, lo pone dentro de una caja y se viste rápidamente con un vestido de faldas cortas. Carlos no entendia nada, solo atinó a preguntarle quién era. Ella se limitó a mirarlo y le dijo; "esperáme en la cama, vuelvo enseguida". Efectívamente, "Ale" tardó muy poco tiempo en salir del lugar, caminar hacia el pasillo, tomar el ascensor e ir hasta la planta baja para regresar en escasos minutos. Carlos la esperaba con una mezcla de nerviosismo y desbordante deseo sexual, la muchacha cerró la puerta, se quitó el vestido e hicieron el amor hasta el cansancio. Pero Carlos estaba intrigado, se preguntaba quien había tocado el timbre y que era lo que "Ale" había puesto en esa caja. Los encuentros se repitieron en reiteradas ocasiones, hasta que en una de estas citas, ya sin poder contener la curiosidad, le preguntó sobre lo sucedido aquella noche y el contenido de la caja. "Ale", con su habitual parsimonia gatuna le confesó que todos los viernes antes de la medianoche, la persona que se encargaba de pagar los gastos comunes, el alquiler del departamento, además de darle una considerable suma mensual de dinero, hacía esto a cambio de retirar cada semana una bombacha "sucia" perteneciente a Alejandra. También le contó que éste ritual se venía manteniendo desde hacía unos dos años y jamás había tenido un solo contacto sexual con su extraño mecenas que solo se satisfacía con llevarse una prenda íntima impregnada con el olor del cuerpo de la chica más escultural, bella y sexy que Bahía haya conocido en aquellos años.

sábado, 17 de octubre de 2009

"Las Madres de la Guerra", editorial publicado en el número 58 de la revista "Signos y Marcas". Octubre de 2009.

La Madres de la guerra.

Se despidieron de ellos en algún momento de 1982. Para esas madres que aún no entendían claramente lo que estaba sucediendo, esos muchachos vestidos con uniformes verdes, casco y fusil, aún eran sus “nenes”. Los soldados clase 1964, partieron con pocos años y escasa instrucción militar rumbo a lo que al poco tiempo se convertiría en una cruenta batalla. El país entero seguía a través de los medios las alternativas de la guerra de Malvinas, una lucha que en sus inicios se festejaba a la distancia con espíritu triunfalista. Simultáneamente una ley imponía que las radios difundan solamente música en castellano y tanto el tango, folklore, rock nacional como las banderas argentinas y escarapelas parecieron brotar de un día para otro convirtiéndonos por primera vez en mucho tiempo en eufóricos patriotas, ávidos de una victoria supuestamente fácil. Finalmente aquella inexplicable gesta bélica terminó con un triste saldo de 649 soldados argentinos muertos más un importante número de heridos. Después de veintisiete años del conflicto, muchas madres de la guerra y familiares de los combatientes caídos pisaron el suelo malvinense para honrar las tumbas de sus hijos e inaugurar el cenotafio que bordea el sector del cementerio de Darwin. El llanto y el dolor que contuvieron durante tantos años, despertaron colmados de angustia en medio del frío y el viento imperante en ese peregrinar. Habían esperado durante casi tres décadas ese momento, casi una eternidad y buscaron ansiosamente el nombre del hijo entre las largas hileras de tumbas blancas. Increíblemente estaban allí, en el mismo escenario donde ocurrieron los hechos, desolada geografía que aún conserva trincheras, cañones oxidados, partes de aviones, etc, una escenografía que demuestra que allí se luchó a sangre y fuego. Las lágrimas parecieron congelarse en las cansadas miradas de esas angustiadas mujeres que además de rosarios y flores, aún apretaban contra su pecho las fotos de sus hijos. Añoradas imágenes que sus memorias detuvieron en el tiempo aquel momento en que los despidieron con el beso y abrazo interminable de la última vez. En 1905, Ana Jarvis, una jovencita estadounidense, que había perdido a su madre, decidió escribir a maestros y religiosos para que la apoyen en su proyecto de celebrar “El día de la Madre”, hasta que finalmente en 1914, el congreso de EE.UU aprobó esta anhelada celebración pensada por Ana, quién no tardó en decepcionarse cuando comprobó que los claveles blancos que había elegido como símbolo se utilizaban para despedir a los soldados que partían hacia el frente. Esta fecha tan cara a los sentimientos de la idealista Ana Jarvis, también se iba desvirtuando cuando se convirtió en un creciente pretexto comercial. Bien sabemos que el amor a la madre es de toda la vida, pero hay tiempos de calendario donde muchos festejos como éste remueven heridas y no existen palabras para contener a quienes tanto en la paz como en la guerra tuvieron pérdidas irreparables. Con mucho respeto, dedico este editorial a esas veneradas generadoras de vida, resistencia y esperanza; Todas las Madres del mundo.

lunes, 12 de octubre de 2009

11 de Octubre de 2009, un emotivo e inesperado homenaje que César Liberman me hizo en la fiesta de su cumpleaños número cincuenta.

A César Liberman lo conocí cuando en el 2004, su tradicional empresa llamada Deportes Preti, lanzó dos ediciones del novedoso "Ofercómic", una pieza gráfica que reemplazaba a los tradicionales volantes, poniendo las ofertas de zapatillas de diferentes marcas y prendas deportivas utilizando en formato de comic, ilustraciones de una familia que iba recorriendo las diferentes secciones del amplio local que tiene en el centro de Bahía. Los dibujos se apoyaban sobre fotos reales del negocio, algo que le daba fuerza y credibilidad ambiental a la propuesta. Después de haber realizado estos dos éxitos publicitarios, solíamos comunicarnos a través de llamados o encontrarnos en reuniones que César, infaltáblemente organiza para el día del amigo. Inquieto y desprejuiciado, maneja su negocio con un estilo muy particular, diría que único, porque las cosas le salen naturalmente bien y está rodeado de empleados eficientes y por sobre todas las cosas, fieles y comprometidos con la firma. César posee la virtud de ser considerado con su personal. No hace distinciones y si tienen algún problema, los escucha y les soluciona el inconveniente. Lejos de ser un vulgar "careta", mantiene una abismal distancia con el resto de los estructurados empresarios bahienses ya que su perfil es bajo y ha demostrado ser un tipo brillante a la hora de los negocios. En estos años, las contadas veces que fuí a su oficina a tomar café me divertí como loco con los delirios que armabamos juntos, imaginando escenas y guiones de un bizarro personaje de comic al que bauticé "Capitán Gargajo". Con el tema de "Gargajo" íbamos diseñando mentalmente los virtuales sucesos que se desarrollaban en la vida de un tipo que siendo un niño de solo tres años, mientras cruzaba el riachuelo en un bote, acompañado por su padre y un remero, cae inesperadamente a las fétidas aguas y desaparece en la profundidad de la amarronada y contaminada masa líquida. Vanos son los esfuerzos del progenitor para rescatar a su niño, a quien se le dá por desaparecido. Pero Hugo, alias "Bettina", un prostituído travesti que vive en una villa instalada a orillas de éste brazo de agua, encuentra a la criatura aún con vida y lo adopta. Pasan quince años, el infortunado niño que jamás ha logrado emitir una sola palabra y solo se dedica a preparar escupitajos certeros y de largo alcance, pasa largas horas practicando, al punto que un impacto de un salibazo puede pulverizar a una cucaracha. Una noche, el muchacho concurre a una cantina de la villa, donde el encargado del mísero bar le da cerveza en exceso. Cuando el joven está lo suficientemente alcoholizado, entran al sitio dos hombres vestidos con trajes oscuros a quienes el inescrupuloso dueño del negocio les vende al muchacho por 200 dólares. Los sujetos, aprovechando el estado deplorable del jóven, lo toman de los brazos y lo arrastran hacia un automóvil con el fin de vender los órganos del desdichado a un siniestro médico cirujano que realiza trasplantes clandestinos en un quirófano oculto en el subsuelo de un edificio abandonado. El protagonista logra escapar de sus captores y la historia continúa con una serie de alternativas cuando el servicio secreto argentino, la CIA y Bin Laden descubren que en Argentina, están las armas químicas, ya que han comprobado que existe un "soldado" a quien apodan "Gargajo" y que tiene superpoderes de alta destrucción en la saliva. A partir de allí, comienzan a buscarlo intensamente, ofreciendo importantes recompensas por su captura. César se iba entusiasmando cada vez más con la idea de publicar una saga de historietas con éste bizarro personaje. Con su permanente sonrisa y humor diferente a todo lo conocido, tiene el afán de divertirse y disfrutar de la vida aportándole su cuota imaginativa al planeta de juguete que armó en su mente, y esto lo demostró una vez más durante la calurosa tarde en que nos tocó entregar los premios del "Ofercómic". Para darle el máximo de brillo a éste cierre de campaña, encargó el armado de un gigantesco escenario que hizo emplazar frente a su local en la primera cuadra de calle O´Higgins en Bahía. Moviendo influencias, logró que esa calle céntrica se corte al tránsito vehicular y en menos de una hora, allí se ubicaron más de 1500 personas que asistían al espectáculo musical que ofrecía Rulo Delgado y su banda más la entrega de 100 importantes premios a quienes habían participado del concurso organizado por la firma que dirige César. Yo oficiaba de conductor del evento, el numeroso público reunido soportaba el calor estoicamente y aplaudía constantemente a "Rulo" y también a quienes se animaban a subir al escenario para cantar algún tema de moda. Ya sobre el final, cuando estaba anocheciendo, desde lo alto puedo observar claramente a dos tipos que estaban fumando "porros" y se manifestaban exaltados. Le comenté ésto a "Rulo" y le pedí a un empleado de César que busquen policías para sacar cuanto antes a esos dos sujetos del lugar, ya que podían poner en riesgo la tranquilidad de las familias que estaban presentes. En un momento dado, César con cara de "nene feliz" sube al escenario y comienza a sacar de una caja, un montón de camisetas originales de los clubes Boca y River. Sin parar de reírse y sin decir palabra alguna las arroja sobre la multitud. Cuando se le terminaron las camisetas, empieza a tirar por los aires zapatillas, pantalones de baño, ojotas y todo lo que encontraba a mano. El descontrol fué total y era imposible de manejar a la multitud que pugnaba por llevarse alguno de esos artículos codiciados. El show llegó inesperadamente a su fín, "Rulo", solo quería bajarse del escenario y poner a salvo su integridad, la de los músicos y los instrumentos que allí habían quedado. "Rulo" que sufre de pánico, me pidió que lo ayude a bajarse mientras que varias personas trepaban a la gran tarima intentando apoderarse de partes de la batería, micrófonos, guitarras o lo que sea. Por suerte, con ayuda de varios colaboradores de César pudimos desalojarlos y salvar los equipos. Cuando todo volvió a la calma, lo primero que hice fué buscar a César para recriminarle su insólita actitud, entré al local y allí en la parte de atrás, lo encuentro matándose de risa y festejando su "travesura".
Siguiendo con nuestros alocados guiones, el problema principal residía en ¿como sería la cara del "Capitán Gargajo?. Una noche, después de una reunión informal y con el salón de ventas que dá a calle Donado cerrado, César se queda observando a un tipo que estaba mirando una de las vidrieras y exclama; "ahí está, ese es el "Capitán Gargajo", lo tenemos". Y no se había equivocado, allí afuera, había un muchacho alto, con cara alargada y una expresión de ausencia absoluta con la realidad. César tenía razón, milagrosamente, el rostro de "Gargajo" había aparecido. Lo registré en la memoria y lo dibujé de inmediato.
Infaltables son sus llamados o invitaciones para los festejos que organiza con la concurrencia de amigos y empleados y aunque éstas comunicaciones entre él y yó son aisladas, siento que existe un sincero afecto entre ambos. Esto César lo puso en evidencia el 11 de octubre cuando más de 300 personas fueron invitadas a celebrar su cumpleaños número cincuenta en las instalaciones del tradicional Club Argentino, ubicado en calle Vicente López de Bahía Blanca. Fué una fiesta programada bien a lo César, allí estaba impreso su estilo innovador y para nada convencional, tanto en la recepción a los invitados donde él estuvo al frente, como la música de un excelente disc jockey, el clima alegre que reinó en todo momento, los videos que Rosa, su esposa hizo editar en secreto y se proyectaron simultáneamente en dos pantallas como la abundancia de comidas, postres y bebidas de todo tipo.
En pos de aportar sorpresas, César contrató muy buenos actores para hacer cámaras ocultas a determinados invitados de su fiesta. Uno de ellos actuaba de "colado", otro de mozo y el tercero cumplía el rol de un único responsable de seguridad. El trabajo de éstos artistas fué extraordinario. Confieso que yó fuí una de las víctimas y en ningún momento me dí cuenta que toda esa puesta en escena estaba cuidadósamente preparada.
Pero lo mejor que me pudo suceder en los últimos años, fué cuando en un momento, de éste festejo, César, micrófono en mano se dispone a encender las 50 velas que representan los momentos inolvidables de su vida. Para encenderlas fué llamándo a familiares, amigos de toda la vida y gente que él quiere de verdad. Ya sobre el final de esta ceremonia cargada de sentimiento, "Rulo" Delgado que junto a su banda estaba animando la reunión, comienza a tocar "La Conga de los Sapitos", un tema que aún se baila en fiestas de todo tipo y le dí en mi casa, durante una noche del año 1986 cuando estábamos en pleno éxito con el Sapo Sapienso. Habían transcurrido más de 20 años de aquel suceso e inesperadamente, mientras la pegadiza música de "la Conga" se hacía oír en el salón, César me llama para que encienda una de las velas. Maravilloso momento que me dejó sin palabras, ya que en mi mente se sucedieron muchas emociones inolvidables. Todo programado por César quién en ese instante que jamás podré borrar de la memoria, me regaló un reconocimiento largamente postergado, brindándome también el honor, el privilegio invalorable de considerarme su amigo. Gracias César, gracias Rosa, gracias "Rulo".

lunes, 5 de octubre de 2009

27 de Agosto de 2009, Virginia, nuestra única hija se casa por Civil.

A medida que vamos creciendo, la vida se convierte en un río rápido, inmanejable, impredecible y en algunas oportunidades solemos repetir la remanida frase; "como pasa el tiempo". Un buen día, atrás quedaron aquellos años de la pequeña Virginia que a temprana edad se vislumbraba como una niña inteligente y con virtudes artísticas que ponía de manifiesto en sus dibujos, relatos de su inspiración o en la actuación. Ella estuvo conmigo en todas mis incursiones en los medios, fué telefonista, productora y animadora de programas de radio y televisión, aunque los medios de comunicación recién la atraparon profesionalmente cuando comenzó a intervenir en la emisora LU2 Radio Bahía Blanca AM 840 en el programa diario "Bienvenidos", hace de ésto nueve años. En el 2005 iniciamos la conducción conjunta de "Palacios en el Aire", que se emite en vivo y con una duración de cinco horas, durante la madrugada del domingo a través de la misma emisora. En éste programa, ambos encontramos una identidad que los oyentes valoran mucho, ya que ella cumple un rol simpático pero serio a la vez y yó hago todo lo contrario, siempre con la premisa de no faltarle el respeto a la audiencia. En otras páginas de éste Blog, relato la causa de mi regreso a Bahía, después de estar ausente muchos años de ésta ciudad. Y la razón principal era el extrañar a Virginia. Cuando volví hace cuatro años, ya estábamos editando la revista "Signos y Marcas" para Supermercados Burgos y que actualmente vá por el número 57, sin lugar a dudas, un logro muy importante. El amor para Virginia llegó por fín. Se había hecho esperar hasta que hace seis años conoció a Gastón Fidalgo, el hombre a quién ella aceptó como marido. Hacía mucho tiempo que ambos estaban conviviendo, posiblemente una decisión saludable que ayuda a conocerse mejor y nó cometer errores de una u otra parte. Virginia creció libre, sin presiones de ninguna especie y esa libertad la alentamos tanto Elvira como yó, apoyándola en todo lo que hiciera falta. Con una personalidad muy particular, siempre supo vivir a su manera. A su manera fué su joven existencia y ese es uno de sus mayores logros, porque hace lo que le gusta y es una mujer que sabe disfrutar de las pequeñas grandes cosas que cosntantemente surgen en su camino. El 27 de Agosto de 2009, en plena huelga de los empleados de ATE (Asociación Trabajadores del Estado), Virginia y Gastón concurrieron al Registro Civil, y con una jueza demasiado apurada, quizás debido al conflicto que manetenía su gremio, obtuvieron sus respectivas libretas y se convirtieron en flamantes marido y mujer. La sala estaba colmada de amigos y familiares de ambos, también habían asistido compañeros de radio de Virginia que hasta le hicieron una nota en vivo minutos antes de casarse. Creo que la situación me superó, ya que llegué a pensar que era el espectador de una película de amor donde por momentos las escenas se veían en cámara lenta. En esa pantalla imaginaria estaba Virginia, hermosa, radiante, feliz, con su sonrisa franca y contagiosa, pero más allá de todo; enamorada. Siempre soñé con verla así, como en ese día en que ella cerraba una etapa y abría una nueva puerta llena de ilusiones y esperanzas. Cuando salimos a la calle para las fotos, había mucho sol en esa cálida mañana luminosa. Mientras Virginia y Gastón posaban dirigidos hábilmente por Héctor Lagonegro, miré hacia el cielo buscando los amados espíritus de mi abuelos Lucy y Próspero, mi suegra, María Peña, mi viejo Víctor, Carlitos Rabanetti mi cuñado que también nos miraba desde lo más alto, abrazado a Sergio y "la Petisa", Lalo Makrillans, Leonardo "Chichín" Bérgamo con "Pinky" y "Sinclair" correteando ágiles y alegres a su alrededor. Ellos estaban allí en ese balcón de nubes del tan soñado Paraíso. Cuantas ausencias físicas y cuantas almas queridas sentí cerca de nuestros corazones en ese día tan brillante. Elvira estaba emocionada y dejó brotar libremente todo lo que dictaba su corazón. Cuantas sensaciones, recuerdos de momentos malos y felices, anécdotas, errores, aciertos y un sinfín de vivencias pasadas me fueron asaltando en tropel hasta llegar a inmovilizarme totalmente durante la mayor parte de ese inolvidable 27 de Agosto, donde una vez más llegué a la conclusión que había sido un imperfecto buen padre que siempre tuvo la posibilidad de ponerle el hombro a su única hija. Agradezco a Dios el haber sido tan generoso para con nosotros y Virginia es una señora que afortunadamente mantiene intacto su espíritu de niña.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Algunas historias reales compartidas con Héctor Lagonegro, un querido personaje y gran fotógrafo bahiense.

A Héctor lo conozco de casi toda la vida, siempre sobresalía por su aspecto de galán joven. Hasta hoy, sigue usando la mejor ropa y cuida hasta el mínimo detalle de su aspecto para mantener vigente su estilo tan particular. seductor innato,con una mezcla de niño tierno, ingenuo y desamparado desde hace años tiene la virtud de atraer a bellas e interesantes mujeres que son atrapadas por su carisma y espíritu protector. Tengo innúmerables historias vividas junto a Lagonegro, la mayoría de ellas divertidas, ya que su sentido del humor es otra de sus virtudes. La fotografía comenzó a interesarle cuando era apenas un veinteañero y esa profesión le quedaba bién, ya que además de rendirle frutos económicos, permitía su acceso rápido a un sector de la sociedad donde era muy bien recibido, principalmente por las chicas que requerían sus servicios a la hora de registrar imágenes de fiestas de cumpleaños. Héctor trabajó algún tiempo como fotógrafo del diario La Nueva Provincia y más tarde se independizó dedicándose a eventos de todo tipo. Por aquellos tiempos para un muchacho de clase media, era muy difícil poseer un automóvil propio y un vehículo de cuatro ruedas era fundamental a la hora de una conquista femenina. Héctor, con apenas veinte años ya tenía el suyo; un Mércuri 41. Con mucho esfuerzo había logrado cumplir el sueño del "pibe".
El auto era grande, fuerte, de color negro y los que hacíamos "infantería", envidiábamos sanamente el carruaje de Héctor el "conquistador" a quién siempre veíamos rodeado de chicas atractivas. Recuerdo que yo tenía una noviecita, la primera de mi adolescencia, ella vivía en la calle Corrientes y en algunas ocasiones cuando salía de su casa, solía perder el último colectivo de la noche y no me quedaba otra alternativa que la de irme caminando hacia mi hogar. No eran muchas cuadras las que debía recorrer, pero cuando me tocó hacer el servicio militar obligatorio, en ocasiones iba a ver a esa chica con mi uniforme de soldado, calzando unos pesados borceguíes de cuero y Héctor que vivía a pocos metros de la casa de aquella novia, al verme pasar, infaltáblemente, y con una sonrisa irónica, señalándo mis botas me preguntaba; "¿Pesan nó?".
Esas imágenes quedaron grabadas en mí y cada vez que lo veo me acuerdo de aquello y tocamos el viejo tema de los borceguíes. El Mércuri 41 era una especie de hotel alojamiento móvil, su interior era lo suficientemente amplio como para llevar hasta seis personas cómodamente sentadas, aunque en algunas oportunidades podíamos entrar ocho. Cuando llegaban los esperados fines de semana, Héctor, que ya había reunido a varias de sus fieles seguidoras, nos convocaba para salir a bailar y divertirnos en alguno de los boliches que en esa época funcionaban en el barrio Palihue. Cuando estábamos en la penumbra del lugar y en medio de la música lenta y nos habíamos puesto de acuerdo con nuestra ocasional acompañante, en un momento dado, sin necesidad de intercambiar palabra alguna, solo bastaba una seña para que cada uno de nosotros, en respetuoso turno, nos dirigiéramos hacia el Mércuri 41 con nuestra respectiva pareja. En invierno, ese dormitorio rodante se tornaba insoportable y para superar las bajas temperaturas, el previsor Héctor con el fín de atenuar el frío y hacer más confortables los encuentros íntimos, nos dejaba algunas frazadas al alcance de la mano. Ya teníamos 23 años cuando un importante artista plástico me pregunta si conocía algún fotógrafo de nivel para hacer una sesión de desnudos a una chica que él utilizaba como modelo para sus pinturas. Sin dudar lo convoqué a Héctor y una noche nos reunimos los cuatro en un una paupérrima habitación que yo utilizaba como estudio. En realidad, tanto Héctor como yó, estábamos allí movidos por la curiosidad y la motivación que significaba conocer a una modelo tan aúdaz y llevar a cabo fotos que en esa época eran consideradas pornográficas. El pintor y la modelo concurrieron puntualmente, a poco de llegar, la chica comenzó a quitarse toda su ropa y sin pudor alguno, con absoluta naturalidad, mostró su cuerpo escultural y se paró sobre un sillón cama dispuesta a posar para las fotos. Héctor no había llevado ni un mísero flash o una lámpara, entonces decidió utilizar un rollo fotográfico de alta sensibilidad y tomó casi 70 imágenes de esa mujer valiéndose de una simple lamparita que colgaba del techo como único elemento de iluminación. La modelo era muy jóven, se manejaba como una verdadera profesional y atendía seriamente cada una de las indicaciones que le daban el pintor y Héctor. La escena era sumamente extraña, ya que en ese reducido cuarto, todo se desarrollaba como si estuviéramos trabajando en un estudio fotográfico importante. En un momento dado, la chica que parecía estar ajena a todo y daba el aspecto de una estatua casi perfecta nos despertaba sensaciones de alto voltaje, tanto Héctor como yó, pensábamos que seguramente al finalizar, el artista nos invitaría a tener sexo y disfrutar de esa escultura viviente. Finalmente, nada de ésto sucedió y abandonamos los pensamientos mórbidos resignándonos a asumir que tanto ella como el pintor estaban en otra frecuencia muy diferente a la nuestra. Las fotos que tomó Héctor esa noche salieron más que perfectas, creo que superaron todas las expectativas tanto por su calidad de imágen como lo logrado con la luz de una simple lamparita. Héctor seguía con su trabajo en el diario y con frecuencia casi todas las noches nos reuníamos en el "Gran Grill", un famoso y clásico restaurante que estaba ubicado frente a la Plaza Rivadavia, en pleno centro de la ciudad, lugar donde junto a Norbert Degoas, "Pepe" Masagué, "Bocha" Gasparini, Hugo Pipo y otros queridos personajes del periodismo y la radio solíamos quedarnos hasta casi el amanecer. La trasnochada bohemia bahiense era atrapante, casi un vicio para quienes comenzábamos a compartir la mesa de gente destacada y con anécdotas poco comunes. Héctor se casó muy jóven con Estella Maris, una bailarina hermosa del Ballet del Sur. Esa unión duró un breve tiempo, posteriormente él dejó su empleo en la Nueva Provincia y comenzó a trabajar en forma independiente, volví a encontrarme con Héctor en 1982, cuando yo estaba haciendo un programa en tira diaria por LU3 Radio del Sur y simultáneamente produciendo "Cripy" bailables en el Club Olimpo. Me comentó que había puesto una heladería muy bien montada con una franquicia de la popular marca de helados Vito, un exitoso producto nacido en Bahía Blanca. El negocio estaba ubicado en Calle Alsina y Héctor, que había apostado al mismo con una considerable inversión, necesitaba publicidad. Estábamos en verano y el medio ideal era la radio. Para darle una extensión de posibilidades de venta a su heladería, le propuse instalar una heladera comercial en "Cripy", ya que en ese enorme salón, a cada reunión bailable de los Sábados asistían más de 1500 jóvenes de ambos sexos y era una excelente oportunidad para que Héctor se asegure una buena venta de helados. Mi idea le interesó y a la semana siguiente armó un stand con los productos Vito en un sector de "Cripy". Para que se haga cargo de la venta de helados, trajo a una chica muy bonita y sexy con un físico fuera de serie, una elección propia de Héctor. Un Sábado a la noche, hacía mucho calor en la ciudad y ni hablar dentro del ámbito del bailable, donde la alta temperatura se tornaba insoportable. Había muchos chicos bailando y los equipos de renovación de aire no daban abasto al igual que el masivo consumo de bebidas gaseosas. Desde el lugar en el piso superior donde yo animaba los bailes con un micrófono conectado a las consolas de los disc jockeys veía que en el lugar donde funcionaba el expendio de helados, se había formado una fila de chicas y muchachos interesados en consumir, pero no había nadie que los atendiera. La chica o empleada eventual de Héctor, curiosamente no estaba en su puesto de trabajo y se me ocurrió convocarlo a través de los muchos baffles diseminados por todo el recinto, pero ni Héctor ni la joven aparecían. Una idea me asaltó o quizás un presentimiento, bajé rápidamente de la planta alta y fuí directamente a buscarlo en la zona donde funciona la pileta del club y tal como suponía, allí estaban Héctor y la chica en una acción de pasión desenfrenada. Creo que esa noche, afortunadamente los helados que quedaron en el refrigerador no se derritieron y pudieron sobrevivir a las llamas provocadas por Héctor y la fogosa muchacha. A ese emprendimiento le siguieron otros poco afortunados que evidenciaban claramente que a Héctor le convenía continuar con lo que realmente sabe hacer y es su verdadero oficio; la fotografía. Cuando me fuí a vivir a Mar del Plata, dejé de verlo por muchos años, aunque en ocasiones aisladas cuando volvía a visitar a mi familia y amigos, me encontraba con él para tomar un café y ponerme al día sobre su vida, amores y trabajo. Felizmente centró toda su energía en fotografiar quinceañeras y allí sí pudo demostrar que era un profesional distinto a todo lo conocido, convirtiéndose en el número uno al momento de registrar imágenes de jovencitas que lo reclamaban con mucha anticipación. Actualmente, Héctor Lagonegro entre otras de sus tantas actividades, es el fotógrafo exclusivo de la revista "Signos y Marcas". Me divierte mucho salir a hacer notas con él, el tiempo ha pasado, nos unen muchas historias de épocas de oro y continúo sintiendo el mismo cariño por éste personaje bahiense a quién nada le resultó fácil en su vida y que en más de una oportunidad, supo enfrentar situaciones personales muy adversas con actitud y coraje poco comunes. Padre responsable y atento a las necesidades de sus ex parejas, Héctor mantiene intacta su esencia de incansable buscador de emociones nuevas. Juega al golf y en Agosto del 2009, hizo las fotos del casamiento por civil de nuestra hija Virginia.