miércoles, 21 de octubre de 2009

Lejanas historias negras de Bahía; "La bella muchacha de las bombachas sucias".

A medida que transito las calles de Bahía, me encuentro con conocidos de la época de oro con quienes pude disfrutar y compartir plenamente vivir algúnos episodios divertidos e inolvidables como los que relato en páginas anteriores. Estas personas a quienes volví a ver en contadas ocasiones, aún recuerdan claramente esas insólitas y audaces situaciones con lujo de detalles. En una ocasión, recordé con el protagonista de esta historia, el curioso caso que le tocó vivir con una chica escultural a la que llamaré Alejandra, quién por entonces tendría unos veinte años. Trancurría el principio de los años 70 cuando la joven caminaba por Galería Plaza con el andar propio de una pantera. Alta, poseedora de un rostro hermoso, ojos verdes y un físico imponente, casi perfecto. Todos codiciábamos a Alejandra, pero la chica sabía muy bién que atraía poderosamente todas las miradas de los cientos de tipos que principalmente durante los sábados a la mañana, se instalaban cómodamente, tanto en las barras como en las mesas, para ver el desfile de infartantes chicas en los dos cafés de la galería. Alejandra solía detenerse algunos minutos frente a cada uno de los locales que iban apareciendo en su camino simulando mirar las vidrieras, algo que hacía con poses y gestos estudiados como los de una verdadera modelo profesional o vedette Usaba jeans tan ajustados que se pegaban a su cuerpo y destacaban aún más su voluminoso trasero. "Ale" era la supermina de Bahía, la más sexy y también la más inalcanzable, porque se sabía que muchos jóvenes u hombres maduros se tiraban lances con ella y todos, en su mayoría rebotaban contra su gélida indiferencia. Vivía en un departamento céntrico y su costoso vestuario era comparable al de una artista famosa y rica. Tampoco se sabía de qué vivía, ya que no tenía ningún trabajo y solo se dedicaba a mostrarse sola, principalmente en las horas pico del radio céntrico. Carlos, hermano de un gran amigo mío, fué en verdad el único que tuvo acceso a "Ale", posiblemente porque atendía el local bailable que su hermano tenía en calle Chiclana y allí en su propio territorio, pudo acceder a ella con mayor ventaja. Me contó que Viernes a la noche, "Ale", acompañada por una amiga y su novio, habían concurrido a bailar al negocio. Y cerca de las cinco de la madrugada, ya con la discoteca cerrada, Carlos se arrimó amablemente a la mesa con una botella de whisky invitándolos a compartir unos tragos. También tuvo un acercamiento cuando ambos bailaron temas lentos y él quedó en ir al día siguiente a visitar a la muchacha a su departamento. A las 21 horas, estuvo allí con dos botellas de vinos finos y una pizza. Ya en el interior del monoambiente, comieron, bebieron e iniciaron un ardiente intercambio de caricias que iba subiendo en temperatura cuando "Ale", comenzó a quitarse la ropa lentamente iluminada por la luna, ya que había apagado las luces, se había ubicado junto a la única ventana que daba al exterior y ayudada en parte por la euforia del alcohol, inició un movimiento lleno de sensualidad hasta quedar completamente desnuda frente a Carlos que de inmediato comenzó a besar frenéticamente su cuerpo. Cuando estaba a punto de penetrar a "Ale", suena el timbre del portero eléctrico. Lejos de alterarse, la excitada joven se incorpora con naturalidad, camina hacia un armario, saca algo de su interior, lo pone dentro de una caja y se viste rápidamente con un vestido de faldas cortas. Carlos no entendia nada, solo atinó a preguntarle quién era. Ella se limitó a mirarlo y le dijo; "esperáme en la cama, vuelvo enseguida". Efectívamente, "Ale" tardó muy poco tiempo en salir del lugar, caminar hacia el pasillo, tomar el ascensor e ir hasta la planta baja para regresar en escasos minutos. Carlos la esperaba con una mezcla de nerviosismo y desbordante deseo sexual, la muchacha cerró la puerta, se quitó el vestido e hicieron el amor hasta el cansancio. Pero Carlos estaba intrigado, se preguntaba quien había tocado el timbre y que era lo que "Ale" había puesto en esa caja. Los encuentros se repitieron en reiteradas ocasiones, hasta que en una de estas citas, ya sin poder contener la curiosidad, le preguntó sobre lo sucedido aquella noche y el contenido de la caja. "Ale", con su habitual parsimonia gatuna le confesó que todos los viernes antes de la medianoche, la persona que se encargaba de pagar los gastos comunes, el alquiler del departamento, además de darle una considerable suma mensual de dinero, hacía esto a cambio de retirar cada semana una bombacha "sucia" perteneciente a Alejandra. También le contó que éste ritual se venía manteniendo desde hacía unos dos años y jamás había tenido un solo contacto sexual con su extraño mecenas que solo se satisfacía con llevarse una prenda íntima impregnada con el olor del cuerpo de la chica más escultural, bella y sexy que Bahía haya conocido en aquellos años.

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