jueves, 31 de enero de 2008

"El Club del Principito", un gran desafío radial.

En 1974 nuestra agencia, además de afianzarse, comenzaba a sumar nuevos anunciantes. "Pierino" estaba a punto de demostrar que además de ser un dibujante humorístico excepcional, también probaría sus condiciones como actor. Uno de mis sueños era poner en el aire de LU2 Radio Bahía Blanca, un programa infantil. Como siempre, Alberto Fort, el gerente de la emisora me escuchó atentamente y al finalizar mi alocución que pretendía ser convincente, me dice; ¿Le parece que va a funcionar un programa diario para chicos en una radio?. Sí, estoy totalmente seguro, le respondo. Déjemelo pensar, mañana le contesto dice Fort. Las series de dibujos animados estában en su pleno apogeo. Todas las tardes después de las 17 horas, la teleplatea infantil se "plantaba" frente al televisor y no se perdía las series de aquella época.
Fort me dió "luz verde" y no podía fallarle. El programa radial tendría una duración de media hora e iría de lunes a viernes a las 17,30 horas.
En esa época no se utilizaba el termino interacción y ese "ida y vuelta" con los chicos era lo que yo necesitaba para que "El Club del Principito" se convirtiera en un éxito comercial y de audiencia.
María Palma Nazzaro, una muy buena locutora de LU2, sería la conductora. Nestor Matoso, locutor y publicista renombrado, oficiaría de relator de la miniserie de 5 minutos de duración que se emitiría dentro del programa. Una fábrica de alfajores y bombones de Bahía, llamada Savoy, fué el primer auspiciante. Con esta empresa nacen "Las Aventuras del Super Savoy". Yo estaba a cargo de los libretos que se grababan en un día determinado de la semana en los estudios de LU2.
"Pierino" siempre hacía roles de villano muy creíbles y divertidos. También habíamos incorporado otros actores al elenco de la miniserie que a las dos semanas de salir al aire, ya era un verdadero suceso. María Palma era la encargada de comunicarse a través del correo postal con los niños que se asociaban al "Club del Principito"y recibían en su domicilio un carnet que los acreditaba como amigos del programa.
María también se ocupaba de responder las miles de cartas que enviaban los pequeños oyentes de Bahía Blanca y las distintas localidades de la zona, llegando a asociar a más de 7000 chicos. Al "Super Savoy", le sucedió el "Valiente y Justo Capitán Musto",una empresa que fabricaba y vendía zapatillas en todo el país a través de sus propios locales. Uno de los hechos sobresalientes de esta última serie, era la participación de Eduardo Fernández, quien además de ser un gran amigo mío, y apoderado general de la firma Musto, también interpretaba con un seudónimo artístico, el papel protagónico del superhéroe de la "Zapatilla Voladora".
Los hermanos Gilbert y Rubén Darío Azpeitía junto a Roberto Giangreco, eran los responsables de la grabación de la miniserie, logrando una edición y efectos especiales con calidad única.
La revista "Billiken", publicaba quincenalmente los avisos gráficos que promocionaban este envío que se mantuvo durante 5 años en el aire de la radio.
Con "El Club del Principito" y la magia innegable que genera el audio en la imaginación infantil, le habíamos ganado una pulseada a la televisión, algo no muy sencillo por aquel entonces.
Felizmente pude guardar varias cintas conteniendo las grabaciones de las miniseries. Y estoy plenamente seguro que si hoy, cualquier emisora pone en el aire un producto de estas características, tendría el mismo resultado de entonces, con la ventaja de poder grabar con tecnología digital los capítulos de la serie y los niños oyentes, valerse de internet y los mensajes de texto de sus celulares para interactuar con la radio.

Un crecimiento demasiado acelerado.

Con el equipo de "primera hora" que formábamos Elvira, "Pierino" y yó, seguíamos afianzando la agencia y sumando clientes. La exigencia de dar mejores respuestas, nos llevó a convocar a Alberto "Pichi" Comán, un conocido locutor Bahiense a quién le confiamos el gerenciamiento de Palacios Publicidad. Carlos Méndez,(Contador profesional)y buen compañero del servicio militar, trabajaba full time junto a Elvira en el manejo de Bancos, cobranzas y facturación. También se había integrado Marcelo Montenegro como "cadete". Con mucho cariño recuerdo a Nelly, una chica excepcional que estuvo un corto tiempo en la oficina, y era nuestra secretaria.
Ellos componían el staff estable de la agencia inicial. Más tarde vendrían nuevos integrantes, algunos como empleados efectivos y otros en carácter de colaboradores.
El crecimiento acelerado me hizo pensar que aquellas oficinas de Galerías Plaza, nos "quedaban chicas" y teníamos que mudarnos a una casa, en lo posible grande y céntrica. Un par de años más tarde, me daría cuenta que tal decisión había sido precipitada y errónea, ya que en mi intención de brindar una mejor imágen, servicio y tecnología, terminaría abultando considerablemente nuestros gastos fijos y complicándonos la existencia.
Hasta ese momento, habíamos disfrutado de una sana y hermosa "bohemia", en la que convivían armoniosamente el trabajo intenso, buenas ganancias y la valiosa amistad laboral que nos unió desde los comienzos. En calle Estomba al 100 (altos), inauguramos la que llamé "Casa de las Ideas".Tanto Elvira como "Pierino", no estaban para nada convencidos de ese cambio que
no dejaba de ser un capricho mío. Con el tiempo les daría la razón. Cuando ocupamos esa enorme vivienda a la que tuvimos que amoblar integramente, yo también, pocos meses después, sentiría que la "onda" ya no era la misma. Nuevos anunciantes se iban sumando y esto también demandaba la incorporación de personal. En 1978 habíamos alcanzado casi 170 clientes. Elvira, Carlos Méndez y Liliana Sieli (prima de Elvira y secretaria excepcional) se lo pasaban haciendo tediosos "tours" bancarios. Las cobranzas se iban "trabándo" y teníamos demasiado dinero en la calle. En tanto, el país parecía seguír de "fiesta" y muy pocos se percataban que estábamos viviendo la frágil e improductiva era de los "espejitos de colores" y "el deme dos".
Recuerdo con mucho cariño que en ese año, pude cumplir el viejo y postergado sueño de editar la revista "Bahiana",una publicación mensual que llegó a vender más de 5 mil ejemplares en cada edición. "Bahiana" reflejaba en sus más de 60 páginas la vida y obra de mujeres y hombres destacados de la ciudad. Esta producción gráfica independiente, contó con la colaboración de periodistas de la talla de Rafael Emilio Santiago y Eduardo Cenci, entre otros. En tanto, los "MH Positivos" continuában difundiéndose exitosamente en toda la Argentina y también en Paraguay, mientras que paralelamente seguían editándose nuevos álbumes larga duración con ese título definitivamente impuesto en el mercado discográfico.
Estábamos facturando demasiado bien, pero interiormente algo "me veía venir" con relación al futuro inmediato de la endeble economía nacional.
Pasada la euforia provocada por el "Mundial 78", el olor a pólvora e incertidumbre, se mantenían en el aire. A la guerra interna no declarada de los llamados "años de fuego", le seguiría otra gran movilización bélica ante la posibilidad de un eminente conflicto armado con Chile.
"Pierino" decidió irse a España. Creo que no soportaba más el reinante clima tenso y la persecución ideológica que sufrían los escritores, sicólogos, artistas y todos aquellos que tenían algún tipo de pensamiento diferente o simplemente admiraran al "Ché" Guevara. "Pierino" partió hacia Europa con lo puesto y sin tener la menor idea de lo que encontraría en Barcelona, ciudad en la que recaló con buena fortuna para quedarse allí durante más de 30 años. La ausencia de "Pierino" generó un importante vacío humano y artístico en el ámbito de la agencia. Yo sabía que esa "locura" única no podría ser reemplazada. En más de una oportunidad pensé en seguirlo, pero mis obligaciones y compromisos al frente de la agencia eran prioritarios y no me quedaba otra que seguir al frente del sobredimensionado "Titánic" que yo mismo había creado, aunque intuía que tarde o temprano podríamos chocar con un iceberg y era demasiado tarde para cambiar el rumbo o volver atrás.

La censura alcanza a la publicidad en tiempos del "Proceso"

Para una agencia como la nuestra, que intentaba ganar nuevos anunciantes con avisos transgresores, comenzaba una era bastante complicada a partir del "Proceso" o la dictadura militar de 1976. Recuerdo que una empresa nacional que fabricaba bolsas de residuos, nos había encargado una campaña dirigida a las amas de casa. La particularidad de aquellas bolsas eran sus llamativos y variados colores. Se me ocurrió hacer dibujos secuenciados donde aparecía una señora de trasero muy prominente que miraba disgustada cómo perros y gatos vagabundos habían derribado su recipiente de basura y devoraban los restos de comida que aparecían desparramados en la vereda. No existía en esa época la computadora y las animaciones debían hacerse con el tradicional proceso manual de dibujo por dibujo y filmar cuadro a cuadro para después editar y sonorizar. Estas producciones resultában muy costosas y decidimos grabar en video varios cartones en sucesión de imágenes. Algo similar a un cómic estático, pero que finalmente y en pantalla era mucho más atractivo, ágil y vendedor que una simple "placa" o cartón. La escena había quedado muy bien, al igual que el "remate" del texto que decía; "Señora, evite que le pateen el tacho, use bolsas de residuos xxx", prácticas, económicas, etc etc.
Nuestro cliente aprobó el comercial y lo mandamos al canal para ser pautado. Ese video fué desaprobado por el medio porque la palabra "tacho" era lo mismo que culo.
Otro cliente de la agencia, una importante fábrica de sweters nos pidió un comercial televisivo diferente a todo lo conocido. Desarrollé un story board con la idea de filmar una película de 60 segundos de duración con sonido incorporado, donde un automóvil Peugeot perseguía a un camión blindado en una ruta desierta.
El techo del Peugeot se abría y aparecía un tipo con el rostro cubierto por un pasamontañas y con una metralleta le disparaba a las cubiertas del blindado que finalmente se detenía a un lado de la ruta. Los ocupantes del camión salían con las manos en alto y abrían las puertas traseras del vehículo donde aparecían cuatro hermosas y alegres chicas luciendo sweters de la fábrica.
Durante 45 segundos el comercial parecía un filme de acción o el avance de una serie. El audio de la persecución y los disparos, había sido editado a la perfección con un ritmo y calidad de filmación excelente. En los últimos 15 segundos, una voz en off, decía; "Sweters del Jabalí Turquesa, el tesoro...Más codiciado".
El costo de ese comercial fué muy alto. Además de los actores, también tuvimos que conseguir el camión blindado, armas para las escenas del tiroteo, balas de fogueo, sonidos de motores, disparos, más los honorarios de los camarógrafos, las horas de grabación (transcripción de fílmico a video), etc.
El propietario de la fábrica de sweters aprobó entusiasmado la pieza televisiva y la respectiva pauta publicitaria, que era muy importante dada la duración de la misma.
A los pocos minutos me llamaron del canal anunciándome que el comercial no podía ser emitido porque era "Apología de la violencia".
Todos parecíamos estar contagiados por la autocensura y antes de ser presentados a los anunciantes, teníamos que analizar si los medios difundirían o nó los avisos.
Otro caso absurdo fué el de una importante casa de venta de ropa unisex llamada "Locos". Este era un comercial radial donde durante 10 segundos solo se escuchaba una contagiosa carcajada. El cliente lo aprobó y la gerencia de la radio se negó terminantemente a emitirlo porque era demasiado gracioso (?).
Bipolarizábamos de un extremo a otro y no me resignaba a caer en la clásica estructuración publicitaria, algo facilista, complaciente y aburrido. Defender las piezas audaces era imposible y tenía que buscar caminos alternativos que permitieran que la agencia siga siendo diferente.
Martínez de Hoz era el ministro de economía del "Proceso" y aunque el dólar no "valía nada", la situación financiera de algunas empresas y comercios era sumamente crítica. Por aquella época de "la plata dulce", se puso de moda el "deme dos". Y esto era debido a lo barato que resultaba comprar productos importados.
La industria nacional estaba destruída. Muchas fábricas habían cerrado sus puertas e iban desapareciendo las tradicionales marcas de calzados, ropa, juguetes y electrodomésticos que no podían competir con todo lo que venía del exterior.
Una casa de artículos del hogar, estaba en grandes dificultades financieras. Los propietarios nos pidieron una campaña "bién pegadora", ya que tenían mucho stock, un local muy amplio y céntrico, pero casi nada de ventas.
Diseñamos una página de diario con un título que decía "Naufragámos y tiramos todo por la borda". Debajo, aparecía un fondo marino con televisores, radiograbadores y todo tipo de electrodomésticos flotando en el agua con sus respectivos precios de oferta y en medio del "naufragio", aferrados a un salvavidas estában las caricaturas de Martínez de Hoz y el General Videla.
Obviamente, tuvimos que cambiar todo e hicimos un nuevo título diciendo; "Cerramos por quiebra". El aviso fué un éxito, ya que a primera hora de la mañana, se había formado una larga cola frente al local. Era público que quería comprar a bajo precio los productos de la empresa supuestamente "quebrada".
Esta campaña se extendió por 60 días más ante la gran demanda. El comerciante estaba super feliz, ya que había vendido todo su stock. Extrañamente nadie parecía haber leído un texto que estaba al pié del aviso que decía; "Sí, quebramos los precios"
Durante el tiempo del gobierno militar muchos argentinos aprovecharon el dólar barato y tuvieron la oportunidad de viajar por todo el mundo y volver a Ezeiza cargados de televisores, cámaras fotográficas, perfumes y diversos productos provenientes de los países que habían visitado. Algo que después se repetiría durante el mandato de Carlos Menem con similares o peores consecuencias.
En los setentas se habían puesto de moda las boutiques y florecían por todas partes. Cualquier indemnizado del estado o empresas privadas, no dudaba en invertir el poco o mucho dinero que tenía en un local de venta de jeans y remeras. Estos comercios de nombres sofisticados duraron poco tiempo, ya que sus inexpertos propietarios pretendían mantener un alto nivel de vida con esos negocios poco rentables.
Muchas agencias colegas y también la nuestra, sufrieron las consecuencias de la falta de pago de aquellos "boutiqueros" aventureros e improvisados a quienes les encantaba promocionar sus locales en diario, televisión y radio y que a la hora de hacerle frente a las facturas se declaraban insolventes o cerraban sus negocios desapareciendo de la noche a la mañana.

jueves, 24 de enero de 2008

Mi "olvidable" paso por el Radioteatro.

Con mi abuela Lucy, siempre escuchábamos la radio, principalmente los "radioteatros" que como dije antes, eran emitidos en tiras diarias continuadas, con una duración de aproximádamente 30 minutos cada envío.
En Bahía Blanca, la principal figura radioteatral era la de Don Javier Rizzo que junto a su esposa Valentina de La Cruz, encabezaban una exitosa compañía que llevaba más de 20 años de permanencia en LU2 Radio Bahía Blanca. Yo era un gran seguidor de aquellos radioteatros de Don Javier, imaginaba las escenas y también sus personajes gracias a la artesanal creatividad de los operadores de sonido (hoy estos, serían los encargados de efectos especiales).
Los radioteatros se hacían en vivo, hecho que convertía cada puesta en aire en un verdadero desafío para los interpretes, ya que su actuación debía salir perfecta.
Durante más de 2 décadas, el radioteatro de Don Javier Rizzo, "paralizaba" la ciudad todas las tardes. Estas novelas se escuchaban de lunes a viernes a las 15 horas.
La televisión por aire seguía ingresando en los hogares de la ciudad y el aparato de grandes dimensiones, que en sus inicios era un artículo de lujo bastante costoso, se tornaba ahora accesible y amenazaba con opacar a los radioteatros y los cines.
En 1966 yo estaba conduciendo mi programa matinal por LU2 y en el edificio de la radio, siempre solía encontrarme con Don Javier Rizzo y su esposa Valentina.
Una noche me invitaron a tomar un café a su casa, que quedaba en la calle Zeballos casi Belgrano. Yo siempre había vivido en esa zona y los conocía de oírlos y verlos actuar en escenarios teatrales. Esa noche, tuve el privilegio de descubrir a una familia fuera de serie.
Don Javier y Valentina, eran generosos en extremo. Su casa siempre estaba abierta a a amigos y vecinos. Don Javier era un ser humano diferente; carismático y talentoso, también poseía una sonrisa genuina y contagiosa. Bohemios y dueños de su tiempo y espacio, la familia Rizzo disfrutaba de sus extensas y divertidas reuniones con amigos. Gracias a Dios, tuve la fortuna de compartir esas veladas colmadas de anécdotas que tenían con ver con la radio y el teatro.
El destino me había puesto frente a mis ídolos. En una de esas charlas en la noche, Don Javier me propone ser "galán" de su compañía, recuerdo que me dijo; "te ganás unos mangos y de paso paseás, pibe.Vas a conocer un montón de pueblos. ¿Que te parece?".
jamás había pasado por mi mente el ser actor. Don Javier me alentó y después de algunas pruebas, me dió el papel de "Rafael", el galán de "Cachimba, la fea de Valle Grande", la próxima obra radioteatral que comenzaba a ensayar Don Javier y su elenco.
Los Rizzo eran como un "clan", Sus hijas "Pirucha", "Pirula" y María Inés, trabajaban desde niñas junto a sus padres. Las recuerdo como chicas dotadas de gran simpatía y humildad. No creo que hasta hoy, alguien haya alcanzado en Bahía y su zona, la fama tan arrolladora y duradera de los Rizzo.
Mi nombre artístico era; Rafael Casares, "el galán de los hogares". Así me bautizó Don javier. Mi papel era el de un muchacho que vivía en "Valle Grande", trabajaba como maquinista de un tren que salía del pueblo y demoraba un tiempo respetable en volver. También en la ficción me enamoraba de "Cachimba", obviamente la chica fea que daba lugar a la historia. Este papel principal, lo hacía "Pirucha" Rizzo.
Debutámos en una localidad pampeana llamada Mazza. En un lugar muy grande que era algo así como un club, nos estaban esperando un poco más de 800 personas.
Don Javier, Valentina y todo el elenco fueron agasajados en un cena por las autoridades del lugar. Terminamos de cenar y nos encaminámos hacia el "teatro". Esta iba a ser mi primera actuación en público. Como estaba bastante nervioso, Ricardo Soler, otro grande del radioteatro, que siempre hacía papeles de villano me aconsejó; "Tomáte un buen vaso de ginebra con hielo. Eso te va a dar un coraje bárbaro".
Siguiendo su sugerencia, me tomé un vaso grande de ginebra y subí al escenario. Lo primero que sentí fué un fuerte mareo. Veía todo doble y hasta podía asegurar que el escenario se movía. Cuando aparecí, "Pirucha" estaba sola y yo debía saludarla, pero me confundí y saludé al público. La gente, que al principio estaba en silencio absoluto, me respondió a coro con gran educación; "Buenas don. buenas noches.".
De reojo y a pesar de mi leve embriaguez, divisé la cara horrorizada de Don Javier.
El efecto de la ginebra había sido terrible. Para sacarme de ese estado, mis compañeros me daban café y aspirinas. Al final, en uno de los últimos actos sucedió algo peor. En la obra, yo regresaba de mi largo, casi eterno viaje en tren y al arribar a Valle Grande, me comentan que mi novia ("Cachimba") había quedado embarazada y había tenido un hijo. (pero al parecer, el niño no era mío y alguien del pueblo, había ocupado mi lugar y mi cama).
El libreto marcaba que yo debía increparla y decirle muy enojado; "Quiero que me muestres al hijo del pecado". Ella debía llorar arrepentida y entregarme a la criatura, que en la ficción era un muñeco de plástico envuelto en una manta.
Como aún seguía mareado tomé al "niño" por los pies, con tan mala suerte que tiré los piecitos hacia mí y le arranqué al muñeco una de sus piernas articuladas.
Esto me tomó tan de sorpresa que dejé caer la piernita al suelo y ésta empezó a rebotar por el escenario hasta que se detuvo.
Es ahí, que desde la platea surge una voz fuerte que grita; "Mierda que había sido flojo el pibe, ché".Risas, aplausos y a seguir como se pudo. Ese fué mi accidentado debut. Estaba seguro que era mi primera y última vez en la compañía, pero Don Javier, lejos de enojarse, me dijo; "Está bien pibe, a cualquiera le puede pasar, sos un buen actor cómico".
Seguí trabajando con los Rizzo durante casi 2 meses, y como era habitual, teníamos funciones todos los fines de semana y a sala llena.
Esta fué una experiencia inolvidable. Había resultado ser un pésimo actor, pero eso era lo de menos porque tuve el privilegio de trabajar y compartir grandes momentos junto a gente maravillosa.

sábado, 19 de enero de 2008

Nacen los "MH POSITIVOS" y Crece PALACIOS PUBLICIDAD.

Si bien Dodero Viajes, era el único cliente importante que tenía en mi pequeña agencia publicitaria, las comisiones que percibía por su facturación mensual, me permitía solventar los gastos de la oficina. La aparición del sello Music Hall en mi vida, comenzaba a brindarme una nueva oportunidad laboral.
Recuerdo que una noche, llevaba en mi auto (un Fiat 1500) a Julio Laugier hacia el aeropuerto y hablábamos de encontrar una nueva forma de promocionar por radio los últimos títulos discográficos de Music Hall. En ese tramo del viaje se me ocurrió el título "MH POSITIVOS", y a partir de allí, probar de colocar en 3 o 4 minutos de audio los estribillos más pegadizos de los temas de la grabadora. A Julio le pareció un buen título y una idea que podría funcionar muy bien porque en poco tiempo de aire y con esos micros que se renovarían constantemente difundiríamos los productos más comerciales del sello. En los estudios de grabación de LU2 Radio Bahía Blanca, con Rubén Darío Azpeitía,(por entonces operador de la emisora, logramos un "demo" de la primer "microguía" de los "MH Positivos".
El señor Norberto Selasco, presidente de la empresa Music Hall, aprobó de inmediato la emisión simultánea de los "MH Positivos" en LU2 Radio Blanca, LU22 de Tandil y LU19 La Voz del Comahue.
Esta compacta y dinámica forma de promocionar música por radio no tardó en pegar fuerte en la audiencia y esto se notaba en las importantes ventas de los temas que se difundían a diario en los distintos horarios de la programación de las citadas emisoras.
A esta altura de las circunstancias y debido a las malas experiencias sufridas, no dudé en registrar a mi nombre en Argentores el título "MH Positivos" que más tarde se mantendría en el aire de las principales radios argentinas durante más de 10 años.
(Con respecto a lo de "malas experiencias", me parece bueno aconsejar a los creativos a registrar siempre sus obras, porque son el fruto legítimo de su inventiva y si están desprotegidos legalmente es posible que ciertas empresas las utilicen en provecho propio sin considerar los derechos que le corresponden al autor)
Seis meses después de esta creación que nació en Bahía Blanca, la empresa discográfica decidió comenzar a producir discos Long Play (larga duración) con mi título "MH Positivos"
Se editaron 17 discos LP en total, donde se incluyeron además de artistas norteamericanos y europeos de la talla de James Taylor, Aretha Franklin, The Doors, Bob Dylan, Yes, Frank Sinatra, Rod Stewart y otros, también participaban grupos y solistas nacionales como César "Banana" Pueyrredón al frente del grupo "Banana", León Gieco, Mantra, Trocha Angosta, Pappo, Sabú, Santiago de Elizalde, etc. . A todo esto, el 30 de marzo de 1972, nació nuestra hija Virginia Mariel. Con ella y Elvira, vivíamos en un pequeño departamento alquilado en calle Zeballos. Estaba cimentando una familia y necesitaba darle lo mejor de mí para que nada les falte. Virginia había llegado con muchos panes debajo de sus pequeños brazos, porque a partir de su nacimiento las cosas empezaron a mejorar notablemente.
En corto tiempo, pasé al segundo piso ocupando una oficina más grande que estaba completamente amoblada y era mucho más cómoda y presentable que la anterior.
Estaba creciendo, solo me faltaba encontrar un arte gráfico diferente a todo lo conocido que me identificara definitivamente. Y esto ocurrió cuando apareció un dibujante muy loco y transgresor;Ricardo "Pierino" Galluchi. "Pierino" tenía por entonces 20 años y yó 27. Elvira se había incorporado a la agencia haciendose cargo de la administración. Sabía que ésta no era la vocación de Elvira , siempre había querido ser abogada, porque además de ser una gran mujer, escribe cartas y poemas magistrales, pero ante mis desprolijidades con los números, se vió obligada a hacerse responsable del tedioso rol de las finanzas. Habíamos conformado un equipo pequeño, pero muy sólido y lleno de entusiamo que no escatimaba horas de trabajo y energía para posicionar la agencia. Recuerdo que Dodero Viajes, nos había encargado una campaña nacional para sus cruceros a Brasil y el caribe. En broma, bosquejé un barco cargado de animales como el "Arca de Noé" y con su casco lleno de parches. A todos nos gustó, Pierino le puso ojos y boca y lo presentamos. Esa campaña gráfica que nada tenía de solemne se publicó en distintos medios. Otro acierto para la misma empresa, fué una campaña gráfica para turismo nacional que mostraba la ilustración de una Argentina muy bien lograda que decía; "Argentina jóven y rica busca admiradóres, conózcala.". Definitívamente habíamos impuesto nuestro propio estilo y los avisos gráficos, radiales y televisivos, tenían el sello inconfundible de Palacios Publicidad.

De Rockero a Director Creativo.

Había trabajado intensamente y durante casi dos años junto a los grupos de rock programando bailes y recitales y seguía con mis programas radiales. Una mañana, Domingo Mamanna, quien en algún momento había ocupado la gerencia publicitaria de LU7 Radio General San Martín, me invita a tomar un café y me comenta que estaba asociado a Idea Publicidad, una importante agencia que estaba pasando por un mal momento financiero y necesitaba salir a ganar nuevas cuentas. Me propuso ser el director creativo de la alicaída agencia. El desafío me atraía. Mamanna siempre me había caído bien y aunque nada me había prometido en cuanto a mis honorarios, no dudé en aceptar su oferta. El horario flexible de la agencia me permitía cumplir con la radio y seguir programando recitales de rock. Cuando entré a trabajar en Idea, tuve amplia libertad creativa y esto me permitió armar un buen equipo de trabajo con los dibujantes, fotógrafos y camarógrafos que conformaban el equipo de la pequeña empresa. Lo primero que hicimos fué un plan de captura de nuevos anunciantes. La estrategia consistía en llevar carpetas con ideas diferentes a los comercios y empresas más importantes de la ciudad y proponerles un renovado cambio de imágen.
Siempre recuerdo que mi primer acierto en Idea, fué crear un slógan para Sermat, una fábrica de acumuladores.
Hoy, cuando escucho en la radio "Ser o nó ser, tu acumulador debe ser Sermat" , vuelvo 40 años atrás y me veo en ese piso de Galerías Plaza , con solo 23 años y generando desde mi pequeña oficina una importante cantidad de bocetos que pasaba a los dibujantes y armadores. En tiempo record, los diseños gráficos, radiales y televisivos de campañas eran aprobados por los clientes e iban apareciendo exitosamente en los distintos medios con la firma de Idea. En pocos meses,Idea ganó nuevas cuentas y se impuso como la agencia más creativa.
Crecíamos aceleradamente y Domingo comenzaba a acomodar los números de la empresa en ascenso. Todo marchaba maravillosamente bien hasta que una mañana, aparece alguien a quien me presentó como a su nuevo socio. A partir de entonces las cosas empezaron a cambiar. El clima cordial y distendido que disfrutaba con mis compañeros fué transformándose en una atmósfera tensa y opresiva. La agencia comenzaba a facturar demasiado dinero y Domingo y su nuevo socio no se privaban de nada. Pienso que no estaban preparados para manejar tanto dinero y se habían descontrolado sin que ninguno de sus asesores contables les pusiera freno. Como parte de mi convenio de honorarios de director creativo, había arreglado que se me deduzca la mitad de mi sueldo para cancelar mensualmente la cuota de un departamento que había comprado en Zelarrayán al 700, piso 7 y que debía pagar en 5 años.
Un buen día nos reúnen a todos los integrantes de la agencia. Estábamos en la sala de directorio. Los dos socios tenían caras compungidas. Uno de ellos con voz angustiada, comenzó a decirnos que las cosas no estaban bien. Pensé que había fallecido algún familiar cercano del personaje, pero no se trataba de una cuestión funeraria. La que agonizaba era Idea, ya que nos estaban anunciando una situación de quiebra y pedían que pusiéramos el hombro el hombro para sacar la agencia adelante.
Fué un momento muy penoso que desde hacía algún tiempo me veía venir.
Los contadores poco hicieron para tratar de salvar a Idea y propusieron vender la totalidad de las acciones a otra agencia que se haría cargo de las deudas y recibiría en este "pase" la totalidad de la cartera conteniendo los muchos y buenos anunciantes que habíamos ganado con mucho esfuerzo.
En horas, los 2 años de intenso y eficaz trabajo creativo que había puesto al servicio de esa empresa que se hundía sin remedio, se esfumaban con la impotencia de no poder hacer nada ante un naufragio tan torpe, súbito y gratuito.
No quise seguir con los nuevos socios y me fuí de allí sin un peso. Encima la empresa que construía y financiaba mi departamento, me hace saber que en Idea debían 12 cuotas. Cuotas que me habían deducido puntualmente de mi sueldo y que me resultarían imposibles de pagar para ponerme al día.
Finalmente perdí mi soñado departamento propio y no quise iniciar ninguna acción legal contra los directos responsables de aquella estafa.
Lejos de darme por vencido, alquilé una pequeña oficina en el mismo piso donde funcionaba Idea. Los escasos recursos que tenía solo me permitieron instalar un escritorio de metal con tres sillas cuyos resortes etában rotos y eran un peligro para trastes desprevenidos.
Una división de madera pretendía mostrar dos ambientes. En uno de ellos estaba mi despacho y en el otro la apretada sala de arte donde se encontraba Rubén Gómez un dibujante ex Idea y Antonio Barrientos otro ex Idea.
Lo más atractivo que tenía esa oficina era un poster de Charles Chaplin que aún conservo como uno de mis tesoros más preciados.
Ya no podía mirar hacia atrás. Tenía que ganar una batalla difícil. Mis amigos Carlos y Guillermo Kairuz fueron mis garantes espontáneos ante los medios. Con los hermanos Kairuz nos conocemos desde niños y no vacilaron en respaldarme para que pueda funcionar como Ricardo Palacios Publicidad. A los 15 días y empleando la misma táctica utilizada en Idea, salía a la calle a visitar empresas con propuestas de buen valor creativo.
Dodero Viajes fué mi primer gran cliente. A Dodero le irían siguiendo más tarde, otros de importancia.
Había conocido a Elvira (Elvira Rabanetti), una chica muy linda y flaquita cuya personalidad me atrapó en la primera charla que tuve con ella. Elvira era diferente a todas las chicas que había conocido y lo que más me gustaba de ella era que no me oprimía. No me exigía nada. Nunca planificábamos volver a vernos y cuando llovía, estába seguro que la encontraría caminando en alguna de las calles del centro.
Y la lluvia era como una señal que nos invitaba a estar juntos. Si bien mi economía seguía siendo endeble, Elvira me hacía sentir inmensamente rico y feliz con muy poco. La primera vez que la ví y tomé contacto con ella fué cuando cumplí 25 años. Estaba celebrando en una aburrida peña folklórica con los que habían sido dueños de Idea. Recuerdo que me acerqué a la mesa donde estaba sentada junto a una pareja de amigos. Su rostro y sus ojos me habían impactado. Detrás de su mirada había un universo que iría descubriendo con el tiempo.
¿Que era el amor? Esa pregunta me la había formulado muchas veces. Quizás por esa razón, nunca había sentido la maravillosa sensación de amar ni tampoco tenía sinceridad para comunicarlo. El amor que sentía por Elvira era silencioso. Esa conexión física y mental era una maravillosa experiencia que jamás antes había conocido.
Elvira estaba trabajando en la sección publicidad del diario La Nueva Provincia y paralelamente, concurría al turno noche del Colegio Nacional, para terminar el bachillerato.
Una noche, Elvira me dice que está embarazada y que tiene planificado irse a estudiar abogacía a La Plata y tener a nuestra hijo en esa ciudad.
No dudó en partir. Y con esa partida , también se partía la mitad de mi alma.
Yo seguía en Bahía luchando contra "los Molinos de Viento" y buscando acercar más anunciantes a mi humilde agencia.
Un año antes de esta crísis, había conocido a Julio Laugier,un muchacho muy capaz que comercializaba en la Costa Atlántica y Bahía al sello Music Hall, una subsidiaria en la argentina de Reprisse Records, la exitosa productora de Frank Sinatra, que comenzaba a hacerse oir en nuestro país con artistas como el propio Sinatra, Dean Martin, Joan Baez, Alberto Cortez, Aretha Franklin, Bob Dylan, Yes y The Doors entre otros de prestigio internacional.
Laugier me propuso convertirme en difusor del sello en Bahía Blanca. A partir de ese ofrecimiento se abriría un camino lleno de oportunidades.

viernes, 18 de enero de 2008

El Centro Luis Braille necesitaba un millón y lo conseguimos.

Mis programas de radio estaban en pleno apogeo. Me sentía libre, feliz, estaba haciendo lo que me gustaba y los grupos de rock tenían cada vez más aceptación. Un buen día conozco a la gente que dirigía los destinos del Centro Luis Braille en Bahía Blanca y me comentan que necesitaban construir un taller para darle ocupación laboral a los muchos no videntes que se acercaban a la institución.
El señor Zilio, por entonces presidente del Braille local, aceptó una idea que se me había ocurrido; Una maratón de baile y música. Con los chicos del grupo "Terrón de Azúcar", averiguamos que todo funcionaría muy bien si superábamos las 72 horas haciendo música sin parar durante todo ese tiempo.
En calle Estomba al 100, nos facilitaron un local muy amplio que estaba desocupado desde hacía bastante tiempo. Como de costumbre, tenía que arrancar de "cero". No teníamos dinero para producir tamaño evento. Una vez más estuvo el apoyo siempre incondicional del subgerente de LU2, el señor Fort, quien puso a nuestra disposición el equipo móvil de la emisora para transmitir en directo las alternativas de la maratón.
LU3 Radio Del Sur, otra radio importante de la ciudad, también ofreció desinteresadamente su equipo de exteriores. Lo mismo sucedió con LU7 Radio general San Martín. Un día viernes dimos comienzo a esta inédita aventura. La gente comenzó a acercarse de a poco. A la medianoche el local estaba lleno. En el centro del local, había hecho armar una especie de ring de boxeo cercado por sogas. Allí, en ese cuadrilátero estában los chicos y chicas que competían por el record mundial de permanencia en baile. Y a unos seis metros, se levantaba un escenario donde los integrantes de "Terrón de Azúcar" comenzaban a intentar el record de permanencia mundial haciendo música sin parar.
Los descansos eran de 15 minutos cada 4 horas. Había masajistas para atender a los bailarines y una guardia móvil del Hospital Municipal Leónidas Lucero a nuestra disposición.
Finalmente, el día domingo "Terrón de Azúcar" cumplió 73 horas haciendo música y alcanzaba así el record mundial. Lamentablemente los chicos del "Clan Terremoto" no llegaron a cumplir su objetivo.
5 mil personas habían pagado religiosamente su entrada y se recaudó un millón de pesos, cifra que alcanzó para que el Centro Luis Braille construya su taller y compre las herramientas necesarias.
Recuerdo que al finalizar esos 3 días que me parecieron una eternidad, "Rulito" Díaz, un querido hombre que había sido payaso de circo y siempre me acompañaba en todos los emprendimientos artísticos, cuando terminó aquella gigantesca tarea, me preguntó; ¿Pipo, tenés plata para cigarrillos? Nó "Rulo", le contesté. No me quedó ni una moneda. No te preocupes, yo te compro los Jockey me dijo "Rulito" con su habitual sonrisa.
Nos fuimos juntos caminando en un amanecer cálido y luminoso, donde una vez más, Dios, la gente buena y la música, habían hecho un nuevo milagro.
Pocos días después la comisión directiva de la institución, invitó a todos quienes habíamos participado en "la maratón" a un brindis donde se nos entregó una plaqueta recordatoria.

miércoles, 16 de enero de 2008

Al compás del Rock and Roll.

Elvis Presley y The Beatles, fueron y siguen siendo mis cantantes preferidos. Con ellos conocí la época dorada donde bailaba bastante bien el frenético rock and roll.Estar en la radio como disc jockey (así se les llamaba a quienes presentaban temas musicales)me permitió acceder a los temas inéditos. Las empresas grabadoras elegían a los animadores más escuchados de las distintas radios del país y a través de sus representantes o difusores en cada ciudad, les hacían llegar semanalmente las últimas novedades discográficas para que las emitan en sus respectivos programas.
Cuando un intérprete era un éxito asegurado, las compañías apostaban con todo al tema. De esta forma, se aseguraban una gran penetración auditiva y en consecuencia una venta muy importante en las casas de música.
En mi época había "oleadas" de hits provocados por "Los Iracundos", The Mamas and the Papas", Nicola De Bari, Mina, "Sandro", Tom Jones, Roberto Carlos y muchos otros que eran sinónimo de impacto masivo y ventas que llegaban en algunos casos al millón de discos.
En todo el país se armaban grupos musicales (hoy se los llama "bandas"). Y estos grupos los conformaban chicos con vocación y que ayudados por sus padres, compraban instrumentos y con muchas horas de ensayo lograban un sonido muy bueno, que en su mayoría eran "covers" de grupos y temas conocidos.
En Bahía Blanca, se habían formado excelentes conjuntos que no estaban direccionados y actuaban ocasionalmente en bailes. Jamás se había realizado en esta ciudad un recital de rock y se me ocurrió producir el primero en el Teatro Rossini con la intención de presentar a los más destacados grupos rockeros.
El costo de alquiler del teatro era muy elevado. Ni hablar de la inversión publicitaria que hacía falta para promocionar un evento tan inusual. Antonio Panelli y su hijo Hugo, fueron los primeros en apostar a este emprendimiento. Esta familia, auténticamente Bahiense, aún mantiene intacto y vigente su negocio en calle O,Higgins 250 con venta de Cds e instrumentos musicales.
A partir de ese momento, Casa Panelli, auspició todos los recitales que produje en Bahía y la zona. Recuerdo a una casi niña Cristina Cantamutto que me dió una gran mano para pintar los telones con onda "hippie".
Debo destacar el asesoramiento y el apoyo que nos brindó Carlos Rivas Wilsen una de las personas que más conoce sobre la historia de los Beatles, para motorizar aquella "epopeya".
Aquel primer recital fué un éxito rotundo. Asistieron un poco más de 600 jóvenes que pidieron más rock and roll en vivo.
Habíamos logrado un clima fuera de serie. El Rossini nos quedó "chico" y busqué una sala más grande. El "Palacio del Cine" nos abrió las puertas sin dudar y allí fuimos con recitales en vivo y películas de The Beatles, todo por el mismo precio.
En los espectáculos del "Palacio del Cine" se lograban llenos totales en cada función. Siempre alcanzando los 1000 espectadores.
La televisión había "vaciado los cines". Las salas estában en una seria crísis por falta de público y esta situación hizo que los dueños de las salas no dudaran en facilitar las cosas para que sigan los recitales.
En el 2007, el Museo Histórico Municipal, hizo una muestra inédita dedicada a la historia de la música en Bahía, gracias a una muy buena idea de José Marcillese, su director. Y en esa exposición donde se rindió recuerdo y homenaje a los hacedores de la música en Bahía Blanca, también estuvo el testimonio gráfico de mi tránsito en el rock and roll y las bandas "pelilargas" de los años 60.
Tengo intacto en mi memoria el sonido y las hermosas vivencias junto a los integrantes de "The Hookers","Las Bestias", "Aurora Boreal", "Los Salvajes", "Grupo A", "Grupo Atomo", "Terrón de Azucar", "Los Platinos","Grupo Pelo", "Grupo Arena",
"Fruta Madura" y las chicas y chicos que conformaban un cuerpo de baile llamado "Clan Terremoto".
Todas las bandas giraban a mi alrededor. Fué uno de los momentos más divertidos y edificantes de esa etapa de mi vida. Las ganancias de los distintos eventos, se repartía equitativamente entre los grupos intervinientes y yó con un sistema de cooperativa, algo que funcionó muy bien por entonces y que aplicaría más tarde en mi actividad como productor publicitario y también en radio y TV, con excelentes resultados.
Estábamos disfrutando de un gran momento. Teníamos una agenda completa de actuaciones en bailes y los grupos se hacían cada vez más populares gracias a la familia Panelli y las impagables manos que me daba el por entonces subdirector de LU2Radio Bahía Blanca, el señor Alberto José Fort, un ser humano excepcional que siempre apoyó mis "insólitas" propuestas.
Jamás habíamos perdido dinero con estos recitales y así como entraba la plata, desaparecía en horas. Yo le llamaba "papel que quema". Y no me arrepiento de haber invertido las ganancias en alegría y momentos inolvidables.
Los organizadores de "La Fiesta Provincial del Trigo" de Tres Arroyos, me habían pedido que lleve 4 grupos a su primera fiesta.
Nos ofrecieron el 100% de lo recaudado en entradas. Fuimos en un colectivo destruído que tardó como 6 horas en llegar. El transporte era tan impresentable que me dió verguenza y lo escondimos en un descampado, para ir caminando hacia la carpa donde se hacía el espectáculo.
En la carpa había 3000 personas. Fué fantástico. Los grupos le pusieron tanta energía que la gente no dejó de bailar y moverse durante las 3 horas que duró nuestro show. Ese evento se transmitió en directo por la radio de Tres Arroyos y pagando la promoción, gastos de traslado, "plomos" y los grupos, jamás me había quedado tanta plata.
Recuerdo que alquilé un boliche bailable para nosotros (éramos casi 40 personas, con músicos y plomos incluídos) Alberto freinkel, un gran camarógrafo de Bahía Blanca, filmó en 16 milímetros todo el show y el backstage.
Hoy, cuando miro esa película y me veo junto a los chicos, recuerdo que además de alquilar el boliche y "tomarnos todo", también almorzamos y cenamos como reyes.Como si fuera poco, nos quedamos un par de días en el Parque Hotel. Cuando regresábamos con Rocco Opedissano en mi Fiat 600, miré el indicador de nafta y calculé que teníamos lo justo como para llegar a Bahía en "bajada".
El "Fitito" glorioso respondió y me trajo de nuevo casi con el "olor" a combustible. Me había gastado todo, pero...¿Quien nos quitaba lo bailado?

martes, 15 de enero de 2008

Crear en el Ejército

Confieso que mi madre hizo todo lo posible para que me "salve" de hacer el servicio militar obligatorio, algo que al cumplir 20 años, debía cumplirse tanto en la Marina (2 años), Aeronáutica o Ejército (1 año). A mí me tocó Ejército y el destino fué el Comando del Quinto Cuerpo. Lo primero que hacían los militares era infundirte temor y hacerte sentir un nadie. Esto lo lograban a fuerza de gritos, silbatos, órdenes de tirarte cuerpo a tierra, arrastrarte, hacer "saltos de rana", etc.
Nos hacían levantar a las 6 de la mañana y teníamos 15 minutos para bañarnos, afeitarnos, vestirnos de fajina y hacer la cama. Rápidamente me acostumbré a esta nueva y miserable vida de soldado, aunque jamás probé ninguno de los incomibles platos que nos servían tanto en el almuerzo como en la cena.
También percibí que la única manera de sobrevivir allí era siendo un inútil absoluto, caso contrario pasabas a ser una mano de obra barata dentro de un sistema obsoleto, burocrático e inservible.
la mayoría de mis compañeros buscaban acomodarse como choferes, oficinistas, mecánicos, pintores, etc, con la esperanza de tener mayores privilegios. Cuando nos evaluaron, mi respuesta al suboficial a cargo fué más o menos ésta.
-Soldado,¿Cual es su especialidad en la vida civil?
-Ninguna mi sargento primero, no tengo trabajo.
-¿Sabe andar a caballo?
-Nó mi sargento primero.
-¿Sabe conducir vehículos?
-Nó mi sargento primero.
El tipo me miró con cara de pocos amigos, anotó mi nombre en un cuaderno y me dijo:
-Usted está destacado al "Pelotón de Fajina".
El "Pelotón de Fajina" era algo así como el fondo de una letrina. Allí iban a parar los desertores que cumplían una condena dentro del comando,los analfabetos y los que procedían de regiones lejanas del sur. No me resultó difícil adaptarme a ese grupo de muchachos sencillos que demostraban siempre buena voluntad para hacer los trabajos y se sentían felices a la hora de comer el "rancho" del mediodía o la noche.
A las 7 de la mañana, después del mate cocido con pan, los 200 integrantes de la compañia, formábamos frente al mástil donde era izada la bandera y luego, en riguroso órden, con los respectivos suboficiales a cargo, cada uno de los grupos marchaba rumbo a sus tareas cotidianas.
el "Pelotón de Fajina", desfilaba con escobas, cepillos, palas y rastrillos al hombro. Como ningún superior nos controlaba, yo aprovechaba esa circunstancia y me dedicaba durante 3 horas a dibujar en mi block de hojas blancas, mientras el resto del pelotón recogía basura, limpiaba los caminos, etc.
Una mañana, un teniente coronel de apellido Vallejo, se acercó lentamente y me pidió que le muestre lo que estaba haciendo.
Al ver los dibujos me ordenó que lo acompañe. Entramos a una oficina llamada centro de operaciones. Allí estaba el por entonces teniente coronel Suarez Masson, quien años más tarde sería procesado por desaparición de personas en la llamada "guerra sucia".
A partir de ese momento, el teniente coronel Vallejo, me nombró soldado responsable de las señalizaciones de todo el comando. Esto significaba que el mantenimiento de los cientos de cartelitos que estaban dentro y fuera de las instalaciones estában a mi cargo.
Esto me permitió ser un soldado "diferenciado", ya que Vallejo hizo imprimir con su sello y firma, una tarjeta plastificada que llevaba visiblemente abrochada a la chaqueta, donde se me identificaba como exclusivamente a órdenes de operaciones.
De esta manera pasé a ser independiente. Nadie me molestaba y me movía libremente dentro de todo el perímetro del comando. En pocas semanas, comencé a crear mi propia empresa de caricaturas por encargo.
A diario y utilizando una oficina de operaciones, recibía a varios suboficiales que me dejaban una foto suya o de su novia para que los dibuje y pinte. El trabajo era rápido y sencillo, ya que colocaba la foto del "cliente" en un proyector de imágenes y pasaba un lápiz sobre el rostro ampliado proyectado en una cartulina. Luego lo coloreaba, le aplicaba un fondo de paisaje, generalmente de la zona de donde era oriundo el suboficial. Si lo prefería (esto tenía un pequeño costo adicional) también dibujaba a su novia o esposa junto a él. Llegué a realizar hasta 5 retratos diarios.
Con lo que me pagaban podía comer a gusto en la cantina del comando, comprar gaseosas, chocolates , cigarrillos y hasta invitar a mis compañeros sin recursos.
De alguna manera, los 14 meses que pasé en el servicio militar, me fueron provechosos y sirvieron para potenciar mis condiciones de dibujante.
Como soldado no asimilé absolutamente nada. Supuestamente la misión del Ejército era estar listo para defender a la patria en caso de un conflicto bélico.Pero todo lo que allí se veía eran pequeños actos de corrupción y rapiña, generalmente por parte de un sector de los suboficiales que veían a la fuerza como una salida laboral, pocas horas de trabajo y una jubilación a temprana edad. Las armas y tácticas de combate eran antiguas y nuestra instrucción militar fué pobrísima. En 1964, los militares empezaban a utilizar unos fusiles Belgas llamados FAL (Fusil Automático Liviano). Una mala copia del M16 que los norteamericanos utilizaban en Vietnam. Estas armas tenían defectos en la mira y el mecanismo de repetición. El cargador tenía capacidad para 20 proyectiles y en la única práctica de tiro al blanco necesaria y obligatoria, solo se nos permitió efectuar 3 disparos (alegando que era para ahorrar munición).Casi 20 años más tarde, esos mismos e ineficaces fusiles se utilizaron en la guerra de Malvinas, con las lamentables consecuencias conocidas.

lunes, 14 de enero de 2008

Mi debut en una radio importante.

Al salir del ejército, hice varios intentos laborales, sin obtener resultados positivos. Mi largo noviazgo con Mary se estaba desgastando cada vez más. Esto se debía en gran parte a mi falta de un trabajo estable que me permitiera formalizar esa relación sentimental que ya llevaba 7 años. Mary había concluído sus estudios universitarios y obtuvo su título de profesora con excelentes notas. Ese fué uno de mis períodos más críticos. Sentía que Mary y yó estábamos naufragando sin remedio y ante mi oscuro presente, poco y nada podía hacer para salvar esta situación. Una mañana nos separamos definitivamente. No fué grato para ninguno de los dos, pero si alguien debía salvarse, ese alguien tenía que ser ella. Se merecía un futuro digno junto a una persona que le ofreciera la estabilidad económica que yo no podía proporcionarle ni prometerle, al menos en ese momento.Felizmente, Mary lo consiguió. Después de esa ruptura, seguí golpeando puertas de agencias de publicidad, hasta que el señor Rodolfo Figueroa, titular de una pequeña agencia llamada Atalaya, me confió la realización de toda la gráfica televisiva de su empresa. Esto me permitió sobrevivir con dignidad y contar con la sincera amistad de Figueroa, un hombre a quien más allá del agradecimiento por aquella oportunidad laboral, recuerdo con gran cariño por su calidad de persona. Estaba a punto de cumplir 23 años, cuando los propietarios de Mueblería Bahía Blanca, una reconocida firma que funcionaba en San Martín y Las Heras de mi ciudad, me piden armar un "piloto" con mi voz para auspiciar un programa de radio. Debo reconocer que gracias a Oscar y Roberto Limansky, los dueños de esa firma, pude ingresar por "la puerta grande" de LU2 Radio Bahía Blanca AM, la emisora más escuchada de Bahía Blanca. El programa duraba una hora y se emitía diariamente en el horario de 10 a 11 de la mañana con el título de "El Musical de Divanlito".
Divanlito era una marca de divanes que se hizo famosa en los años 60. Estos sillones venían en colores muy atractivos y tenían la particularidad de hacerse cama. El señor Damico, representante regional de Divanlito, también apoyó desde el inicio este desafío que para la época significaba una alta inversión publicitaria. Mi ingreso en LU2 fué afortunado, ya que logré un estilo de conducción rápido y claro, muy al estilo de los disc jockeys norteamericanos. Esa aparición en la radio cayó muy bien, principalmente en la audiencia juvenil porque salía de las clásicas estructuras utilizadas para conducir programas musicales. Pienso que gracias a Dios,había encontrado un estilo propio que se fué imponiendo desde mi debut.
Eran épocas de gran competencia radial. No existían las radios FM, y a esa hora, las tres emisoras de la ciudad contaban con locutores y animadores renombrados que tenían su propia audiencia y había que pelearla para que el programa funcione y los auspiciantes no claudiquen.
Pipo Palacios había logrado cumplir uno de sus más anhelados sueños y su nombre se fué imponiendo de a poco y hasta hoy, felizmente cada programa, producción o pieza radial publicitaria que realizo tiene buena aceptación y reconocimiento.
Al "Musical de Divanlito", le siguieron otros con diferentes títulos y horarios, siempre en la misma emisora. Ya estaba en el primer tramo de esta carrera apasionante. De aquí en más, solo me restaba lo más difícil;luchar para mantenerme en el aire.

domingo, 13 de enero de 2008

A los 15 años, comienzo a vivir de los sueños.

Aquel "Regreso sin Gloria" de Mar del Plata, fortificó mi excelente relación con Lucy. Mi tío Osvaldo ocupaba un cargo como jefe del Ministerio de Obras Públicas de la Nación y paralelamente tenía una cátedra en la Universidad del Sur y ante mi negación e intentos vanos de entrar exitosamente en la secundaria, mis padres se hartaron y me conminaron a ganarme la vida trabajando.
Hoy, calculo que un chico o chica que decida encarar una carrera terciaria, tendrá 10 u 11 años entre secundario y facultad de estudios hasta terminar la misma.
Lo mío no tenía ningún tiempo ni opción. Frente a mi casa paterna vivía el señor Leandro Morales, propietario de una importante empresa llamada Grandes Tiendas Gran Sud. Esta firma vendía todo tipo de ropa y calzado para hombres,mujeres y niños de clase media alta. Mi padre habló con el señor Morales y le pidió que me tome de cadete para repartos.
Una mañana aparecí en la gran tienda, hablé con el gerente, el señor Temporelli y me dispuse a cumplir mi tarea. El señor Temporelli me miró de arriba a abajo y me preguntó; ¿Usted es cadete, vá a repartir los paquetes vestido así?
-Sí, le respondí. Lo único que tengo son trajes de vestir.
-Pero aquí el reparto se hace en bicicleta, jóven.
-Mire, yo en bicicleta no sé andar, así que no se preocupe, voy a repartir igual los paquetes.
-¿Pero en qué va a hacer su trabajo, a pié?
-No señor, los voy a repartir en taxi.
-¿Y quién va a pagar ese taxi?
-Yo señor. Yo me haré cargo de ese gasto.
El gerente no salía de su asombro y se limitó a mirarme sorprendido. Ese día hice toda la distribución en un taxi. Regresé con los remitos firmados y cuando estaba haciendo la rendición, noto que el señor Morales me estaba observando con cierta curiosidad. A las 20 horas, estaba a punto de retirarme junto al resto de los más de 50 empleados de la tienda, cuando el propio señor Morales, me manda a llamar y me dice; "usted Palacios, no tiene aspecto ni pasta de cadete, pero ¿No se anima a vender en la sección hombres?
Al día siguiente, me había convertido en el vendedor número 8. Indudablemente y gracias a Lucy y sus enseñanzas de estar siempre impecablemente vestido, en horas, estaba ocupando un puesto de gran responsabilidad en una empresa acreditada.
A partir de allí, me convertí en un exitoso vendedor. Siempre me había gustado el trato con el público y posiblemente por mi simpatía, supe ganarme clientes muy fieles y mi talonario se iba llenando cada vez más.
Las vidrieras de la tienda tenían unos 4 metros de largo por 2,30 de profundidad y eran demasiado comunes, frías. Hice un boceto de una vidriera móvil, donde aparecía un pulpo mecánico exibiendo en cada uno de sus tentáculos camisas, corbatas , perfumes y todo aquello que complementaba la indumentaria masculina.
Al gerente y al señor Morales le interesó la propuesta y me facilitaron todo lo necesario para diseñar el pulpo. Con un pequeño motor y la ayuda de un técnico que sincronizó los movimientos oscilantes de los tentáculos en menos de diez días, el pulpo tomó forma. Había pintado un fondo marino como telón y armado peces de colores en telgopor enduído que colgué del techo con hilos invisibles.
Mediante un ventilador pequeño, movía los peces, las algas artificiales y las burbujas, que estaban hechas con simples globos de carnaval y que eran suspendidas en el aire con la aplicación de otro ventilador enfrentado.
El pulpo fué accionado y comenzó a moverse. En la misma vidriera se exhibían pantalones de baño masculinos, remeras, etc. Luces celestes y verdes, ambientaban durante la noche esa escenografía, muy novedosa para la época.
Ante la aceptación de mi obra, el señor Morales no dudó en nombrarme vidrierista oficial de la tienda y me dió libertad creativa.
A partir de entonces, mis sueños comenzaban a tener vida propia. Mis problemas económicos estaban resueltos. Cobraba un sueldo como vendedor y otro como decorador.
El primer regalo importante, obviamente fué para Lucy y la mitad de mi sueldo, inexorablemente estaba destinado a mi casa paterna.
En ese tramo, apareció mi primera novia. La conocí en un cumpleaños de 15, que se festejaba en una imponente mansión. Creo que me impactó de entrada. Alta, delgada y vestida como una modelo de las revistas.
Con "Mary", así la llamaré, viví plenamente mis intensos momentos de fuego juvenil. Fuimos muy cómplices, pero mis mentiras e infidelidades llegaban demasiado lejos.
Siempre la recuerdo como una chica muy cariñosa, que siempre me estaba esperando con alegría. La noche me atrapaba y yo me dejaba llevar. Nunca fuí un chico lindo, tampoco tenía un auto, ya que mi sueldo no era tan alto, pero sí contaba con una personalidad que me facilitaba el acceso a jovencitas muy atractivas y de hermosos cuerpos que iban ingresando a mi vida, sin importarles que no tuviera auto.
Ese noviazgo se mantenía "atado con alambres", ya que un buen día, la tienda empezó a tener grandes deudas y no había dinero para los sueldos.
Finalmente,la empresa del señor Morales entró en crisis financiera y la caída de ventas fué estrepitósa. Decidí entonces probar suerte como publicista independiente, pero sin capital. Con Edgardo Santos Levantesi un amigo, hoy convertido en empresario exitoso, decidimos encarar varios emprendimientos, entre ellos la edición de guías de entrega gratuita para los pasajeros que viajaban en la empresa de omnibus "La Acción" a Capital y Bahía Blanca. También pusimos en el aire un programa radial, con premios y grupos en vivo que se llamó "El Show Gigante de los Premios" en la desaparecida emisora LU7 Radio General San Martín con la conducción de Juan Carlos Beltrán, que se emitía los sábados a la tarde durante tres horas en vivo, con el auspicio de Coca Cola.
Ogardi, el padre de Edgardo, era gerente general de la embotelladora de Coca Cola (Bahía Blanca Refrescos) y fué el quien hizo posible que esta empresa fuera el anunciante exclusivo de nuestra primera experiencia como productores radiales.
Tanto Edgardo como yó, éramos pésimos administradores y nos gastábamos toda la ganancia. En ese tiempo, ambos teníamos 18 años.
Mi novia seguía estoica, esperando que en algún momento yo tuviera un golpe de fortuna y definir nuestra relación, pero faltaría algún tiempo para eso. El general Onganía era el presidente de facto y las cosas no estaban fáciles en Argentina.
Vicente Levantesi, tío de Edgardo, era en ese entonces director de LU3 Radio del Sur. En páginas aparte, relato el tránsito irrepetible de Vicente, un profesional con mayúsculas durante su gestión al frente de la mencionada emisora.
Juventud con mezcla de audacia e ideales era el capital que poseíamos tanto Edgardo como yó. Una importante agencia de publicidad, nos convocó a Edgardo y a mí, para trabajar como contactos Junior. Teníamos un sueldo muy bajo y solo podríamos ganar una suma digna si vendíamos publicidad radial, gráfica o televisiva, algo no muy sencillo, porque en Bahía Blanca, había unas 60 agencias en funcionamiento y 10 de ellas, contaban con los mejores clientes.
El servicio militar se me venía encima. Edgardo se había salvado por número bajo. Una noche, Edgardo descubre que la agencia se quedaba con el 50% de las pautas vendidas a sus clientes. Esto significaba que si una firma les confiaba la emisión de 40 frases por día en una radio, le difundían la mitad. Una estafa total difícil de detectar porque ningún comerciante llevaba a cabo un control.
Edgardo siguió un breve tiempo en la agencia y un par de años después pudo concretar su sueño de tener un boliche bailable propio al que llamaría "Toovaks", un lugar que durante años se mantuvo como el principal centro de atracción nocturna de la ciudad y que pudo permanecer merced a la mística de sitio selectivo que lo caracterizó desde sus inicios.
Durante este ciclo muy parecido a una "meseta" con varios intentos sin demasiada fuerza, siempre estuvo presente a la hora de alguna ayuda económica, mi tío Osvaldo, quien iba creciendo en su profesión y conduciendo con excelentes resultados la institución que dirigía y en la que permanecía gracias a su probada capacidad y honradez.
"La colimba" se me venía encima y tuve que pasar 14 meses en el Comando del Quinto Cuerpo, para volver a empezar y buscarme un lugar en la vida civil.

Náufrago del Cemento a mis 13 años.

Decidido a iniciar la difícil misión de estudiar dibujo de historietas en la Escuela Panamericana de Arte, me fuí a Buenos Aires. Allí me esperaban Rosario, mi abuela paterna y mis tías, las cinco hermanas de mi viejo Víctor, también sus esposos y mis primos hermanos. Todos vivían en una casa que aún se conserva intacta en Bustamante 1208, a metros de la avenida Córdoba. Esa vivienda la había alquilado mi padre cuando su familia, vino desde Mercedes, San Luis a instalarse en la gran ciudad. Años difíciles para esa gran familia que le estaba peleando con uñas y dientes a la subsistencia cotidiana. Nada resultaba sencillo, nada sobraba y me resultaba difícil adaptarme al nuevo habitat donde lo primordial era acomodarse a las circunstancias. Recuerdo el pájaro que mi tío Celaudio, pareja de mi tía Elia, cuidaba celosamente en su jaula de hierro pintado de blanco que tenía en un sector del pequeño patio cubierto de baldosas. había cuatro habitaciones en la planta baja y una muy pequeña en un altillo donde vivía mi tía Adelina, junto a "Chingolo", su hijo. Adelina siempre vestía de negro, hablaba muy poco, casi nada y creo que solo en dos ocasiones pude subir a su pieza a la que se accedía a través de una escalera tipo caracol de metal. La tía Elia era un personaje muy divertido. Tenía un hijo llamado Carlos a quien apodaban "Ito" y su habitación, la más grande de la casa, daba a la calle. Elia era una excelente modista y se lo pasaba haciendo bromas constantemente. Era la típica persona que detrás de su risa ocultaba pesares difíciles de descubrir. Después estaba "Tototo", otra de mis tías, que vivía con Oscar, su esposo y mis dos primos "Zazá" y Héctor. Otra de mis tías era "Kiko", una mujer sumamente atractiva que había logrado independizarse al poco tiempo de casarse con mi tío Carlos, un hombre al que recuerdo impecáblemente vestido con trajes clásicos y peinado con "Gomina". Carlos ocupaba un cargo en una empresa del estado. La menor de mis tías era "Tany", hermosa, elegante e inteligente. Me amó siempre como si fuera un hijo más. Ella y "Toto", su marido, ocupaban la habitación más chica de la casa. Recuerdo que a ella le encantaban mis dibujos y me estimulaba permanentemente para que no abandone esa vocación. "Tany" nunca perdía su natural elegancia. Era bella exterior e interiormente. Optimista, aún en situaciones extremas donde la plata no alcanzaba ni para comer. Familia diferente a la materna, donde todo lo material parecía abundar. "Tany" y "Kiko", me daban las caricias y besos que no había recibido antes. Ni hablar del estímulo o aquellos cuentos que "Tany" inventaba durante las noches donde imaginaba duendes que habitaban tras el viejo empapelado de su habitación. La magia comenzaba a despertar en la casa de Bustamante 1208. Todas las tías eran peronistas, devotas de Evita, quien a través de su fundación, les había solucionado algunos problemas en forma inmediata. Mi tío "Toto" Cazeaux, era un hombre inquieto y visionario que yá en aquellos años, supo "ver más allá" e intuía que algo cambiaría en su vida. Una de las alegrías de entonces era ir en su carro arrastrado por un caballo, donde salíamos a hacer el reparto de pan y masitas de grasa, principalmente en las bocas de los subterráneos donde junto a mis primos mayores éramos los encargados de bajar las escaleras con canastos de mimbre y entregar los productos en los kioscos habilitados en las líneas subterráneas. "Toto", que era un experto panadero, logró una fórmula única al fabricar un bizcocho de sabor único que tenía mucha aceptación. En corto tiempo, en años posteriores a este relato, lograría montar su propia fábrica en un amplio local a la calle, ubicado en la avenida Córdoba, casi Malabia. Había cumplido 13 años, pero al comienzo me costó adaptarme a las reglas de vida o supervivencia instaladas en Bustamante 1208, donde descubrí junto a mis primos Jorge Cazeaux, "Chingolo", Carlos "Ito" Castro y "Zazá", que también podíamos ganarnos unas monedas extras participando como integrantes de la legendaria comparsa "Los Muchachos de Palermo", donde al finalizar nuestro desfile, en forma justa y equitativa, los jefes de la murga nos daban una parte de lo recaudado. Mis viejos habían decidido no mandarme un mango, poisblemente una forma de "ablandarme" para que desista de mis intenciones de ser un artista con futuro supuestamente pobre y regrese a casa arrepentido y agarre los libros, algo que no pensaba hacer. Al menos mientras el cuerpo aguantara, porque estaba en la edad difícil y era de muy poco comer. Mejor dicho, si bien en la casa de mi abuela Rosario había almuerzos y cenas, yo no los probaba áun con el mayor de los hambres porque aún hoy, sigo sin saber que gusto tiene un guiso, las carnes de cerdo, pollo, cordero o pescado. Toda la vida me la pasé comiendo pastas sin tuco, pizzas, milanesas al horno y hamburguesas caseras. Con lo que me daban mis tías, me alcanzaba para un "pebete" de jamón y queso con una Coca Cola chica de vidrio que todas las noches degustaba con placer en el bar de Bustamante y Córdoba. Y si me sobraba algo de plata, no dudaba en invertir ese dinero en ejemplares de las revistas Hora Cero, Frontera y principalmente en aquellas de Editorial Frontera donde se publicaba "El Eternauta", la obra maestra Héctor Germán Oesterheld impecablemente dibujada por Francisco Solano López. El cemento Porteño, ya por aquellos años era poderoso. Lucy me había inculcado "que no había que mostrar el culo" ni llorar miseria. La dignidad de Lucy y sus enseñanzas estaban incorporadas a mi memoria. Con mis padres no lograba entenderme, posiblemente me encontré con ellos de golpe y fué lo más parecido a un choque de trenes. En tanto, para Lucy, yo había comenzado a ser un problema. Un día me dijo; "Es hora que vuelvas a tu casa, te estás haciendo grande. Ya te están gustando mucho las mujeres".
"El Eternauta" seguía persiguiéndome cada semana cuando iba a buscar la revista "Hora Cero" a los kioscos. "El Eternauta", aparecía con formato de "continuará" y eso le daba un gran valor a la historia que iba creciendo en cada aparición. No había nada que hacer en Buenos Aires. En algún momento me dí cuenta no me resultaría sencillo estudiar dibujo de historietas o comics sin recursos en Capital. Había idealizado en demasía a mis héroes dibujantes e intuía que jamás llegaría a conocerlos personalmente.
Era verano porteño y el calor más la humedad y el hambre, hacían difícil sostenerme más tiempo allí, porque me sentía como una carga para mis tías, ya que ellas bastantes problemas tenían con sus propias vidas. En una oportunidad, Lucy me había sugerido que en caso de necesitar algo, fuera a ver a la esposa de un "paisano" italiano. Este hombre se llamaba Antonio y había hecho mucho dinero con sus puestos en el Mercado de Abasto.
Antonio se había casado con una chica muy bonita, mucho menor que él y era celoso de la "tanita" que mantenía guardada en una lujosa jaula. Recuerdo que una tarde de intenso calor, tomé coraje y decidí caminar hasta la casa de Don Antonio.
La distancia era muy grande y no contaba con una mísera moneda para tomar un omnibus, así que me armé de coraje y decidí irme caminando. Era un Sábado a la tarde y mis tías me aconsejaron que no lo hiciera, porque iba a perder el tiempo. Recuerdo que las calles estaban desiertas y empecé a andar bajo el sol con un estado de debilidad importante y sed, mucha sed. En algún momento de esa "travesía", sentía que se me nublaba la vista y envidiaba a quienes se encontraban bebiendo una Coca Cola con hielo en los bares de la avenida Córdoba. Por fín llegué a la casa donde ingenuamente supuse encontraría alguna contribución económica. Mi estado era deplorable. Una mucama con uniforme me atendió y cuando me dí a conocer como el nieto de Lucy, me invitó a subir por una larga escalera de mármol.
La empleada me invitó a sentarme en un cómodo sillón del amplio y lujoso living y me dijo; "La señora Rosa se está levantando de la siesta, ni bien termine de cambiarse lo vá a atender, "¿Quiere tomar algo?". Le dije que sí, pensando que vendría con una gaseosa fresca y algún sandwich, pero a los pocos minutos, apareció con una taza gigante llena de té caliente, algo que parecía una joda de "tanos" con guita, porque bastante ardiente había sido mi travesía hasta esa vivienda. Al té, lo acomoañaban tres o cuatro bizcochos Canale.
Finalmente apareció Rosa, la esposa joven y linda de Don Antonio, que a los segundos de saludarme me dijo; "Que lástima que viniste sin avisar, porque a Antonio y a mí nos esperan para una misa especial y no podemos faltar. Pero vení que te muestro la capilla que Antonio me hizo construir aquí, en casa".
Efectivamente el "jovato" enamorado, le había montado a su casta esposa una capilla con bancos de iglesia, altar, imágenes de santos, candelabros y todo lo que posee una iglesia católica convencional.
Yo me arrodillé junto a ella, ya que me había invitado a rezar una oración. Y en medio de esa involuntaria plegaria, mis pedidos eran que Rosa, me diera dinero que me alcance para comer algo y no volverme a pié, porque no resistiría.
Don Antonio apareció en escena unos pocos minutos. Se mostró parco, desconfiado y miserable ya que al despedirse me dió casi lo justo como para el colectivo.
Los ví partir en un auto grande, de color negro y yó, felizmente pude regresar en colectivo. Había caminado en vano y lamentando mi estúpido intento de acercarme a esa pareja tan despareja y mezquina.
Una semanas después, mi tío Juan "Toto" Cazeaux, esposo de "Tany", había logrado comprar una camioneta y planificó un viaje a Mar del Plata. Hacia allá fuimos por la ruta vieja. Mis primos y yó íbamos en la caja del vehículo. Viajamos con el traste sobre el piso de madera y sin una mínima protección de los rayos solares, tomando agua y comiendo galletitas de grasa . Después de un viaje demasiado largo a través de la ruta vieja, llegamos a Mar del Plata y nos alojamos en el Hotel Provincial de esa ciudad.
A poco de arribar e instalarnos en una habitación muy grande, casi un departamento, mis tías se abocaron a ponerse "lindas" y arreglarse para ir al casino. Al día siguiente, nos dijeron que habían perdido todo su dinero en el casino. Dispuestas a volver por la revancha, no dudaron en empeñar sus anillos, pulseras, cadenas y relojes.
Ninguna de mis tías se enteró jamás que yo no comía. Siempre me dió verguenza blanquearme como un tipo delicado o complicado con las comidas, quizás porque eso podía tomarse como un sinónimo de pelotudo o maricón , pero a esta altura de las circunstancias, la debilidad era demasiado fuerte y apenas podía caminar. Una tarde comenzó a dolerme intensamente la cabeza y tenía "visión doble". Estaba seguro que ese era un síntoma de hambre y empecé a caminar rumbo a la gran cocina del hotel, con la decisión de pedirle algo de comer a los empleados.
"Un plato de comida no se le niega a nadie, pensé". Pero al llegar a la puerta de la habitación, caí sobre la cama en total estado de inmovilidad.
No podía emitir palabra alguna y tampoco lograba levantar la mano derecha para cerrar una pequeña ventana por la que entraba el agua de una lluvia de verano que me estaba empapando.
Entré en una especie de sopor y cuando abrí los ojos, estaban mis tías y mi tío, junto a un médico gordo que me miraba con sus lentes de aumento y cara de circunstancia. "Hay que operar urgente, dijo el doctor. Es apendicitis".
Obviamente esa decisión no la podían tomar mis tías, así que decidieron llamar a mi padre y comunicarle lo que estaba pasando.
Mi tío Osvaldo y mi padre Víctor, no perdieron tiempo y de inmediato, salieron para Mar del Plata a bordo del De Soto.
Era época de falta de caucho y cubiertas en la argentina, esto hizo que los neumáticos del auto de Osvaldo se destruyeran en la ruta y mi padre tomara la decisión de seguir y llegar de cualquier forma.
Finalmente y después de varias penurias, mi padre consiguió llegar a Mar del Plata y una vez allí, se ocupó de llamar a otro médico y éste, diagnosticó "falta de olla" (hambre). Estaba tan debilitado que me costaba mucho moverme. Recuerdo que una mañana salimos del hotel con mi padre y puso su mano sobre mi hombro para ayudarme a caminar. Era la primera vez que mi "viejo" me abrazaba. Esa tardía demostración de cariño me hizo sentir muy bien.
Como mi padre tenía algún contacto en la Marina, consiguió que nos trajeran en un avión de carga. Yo venía acostado y atado en una especie de banco enrejado. La aeronave era un bimotor a hélice y el del lado derecho emitía un ruido ensordecedor a pocos metros de donde yo estaba.
Al arribar a Bahía Blanca, empezaron a darme de comer de "a poco". Pensé que aquel episodio me acercaría afectivamente a mis padres, pero no fué así.
Ellos seguían viéndome como a un fracasado y mi cáida era un motivo más para hacérmelo notar. Mis amadas revistas "Hora Cero" con "El Eternauta" incluído desaparecieron misteriosamente. Algún pensamiento inquisidor, les hizo creer que esas fantasías o boludeces habían estropeado mi cerebro y nada mejor que quemarlas.
Años más tarde, recuperé esas revistas pagando varios miles de dólares a un coleccionista. De alguna forma, había rescatado el tesoro de mi adolescencia.
Ser un chico con ideas "raras" hacía muy difícil la convivencia con mis viejos.
Jamás hay que subestimar a un hijo en sus inclinaciones sanas o vocaciones. Contrariamente se lo debe ayudar al máximo y estimular para que canalice sus vocaciones. Esto lo aplicaría años después con nuestra única hija Virginia, de la cual nos sentimos orgullosos.

jueves, 10 de enero de 2008

El día en que el colegio quedó vacío.
Evita había fallecido a los 33 años. Un cáncer había terminado con su joven vida y comenzaba un mito. A partir de entonces, los más humildes también se sentirían huérfanos y desprotegidos.
Una de las cosas más positivas que me sucedieron en el colegio de curas, fué cuando se hizo uno de los primeros golpes militares. Estábamos en formación, cuando escuchamos el ruido de aviones. Eran 3 bombarderos pesados que sobrevolaban el colegio. A los pocos minutos escuchamos explosiones de bombas y tableteos de ametralladoras.
Los chicos más audaces se treparon al gigantesco tanque de agua y desde allí gritaban eufóricos ante lo que estaba viendo. Eran columnas de humo que seguramente habían sido causadas por las bombas que caían cerca del por entonces llamado Regimiento Quinto.
Tiempos revolucionarios y violentos, que con mis escasos 11 años de edad no alcanzaba a entender. Volviendo al día de los bombardeos, los curas se cambiaron las sotanas por trajes comunes y se fueron del colegio. Temían que los resistentes peronistas tomaran por asalto la institución. Debo reconocer que aquel episodio me causó placer. Pasamos toda la tarde solos, sin control alguno y al caer la noche, nuestras familias nos pasaron a buscar por el colegio.
Un nuevo gobierno militar se había hecho cargo del país. Y "peronista" pasó a ser una palabra prohibida.
En ese mismo lugar, terminé con desgano absoluto mi sexto grado. Le había hecho creer a Lucy que me iban a dar una medalla por buen alumno. Creo que en el fondo, ella dudó que fueran a "condecorarme", pero como siempre, igual concurrió al acto de fin de curso y no paraba de reirse cuando se acordaba que yo había sido el único que no tuvo medalla.
Mi madre insistía en verme médico o ingeniero, como mi tío. Y yo quería que me dejen de joder con el estudio y dedicarme alguna vez a la radio, el dibujo o la publicidad, aunque en verdad no tenía ningún rumbo claro y en mi familia, quizás por la época, no entenderían mi extraña vocación.
Antes de cumplir 15 años, tuve dos señales muy concretas en mi anhelo por "Vivir de Sueños". En una oportunidad, el señor Jorge Figueras, que representaba a la General Electric en el sur argentino, tuvo para conmigo una actitud de alta generosidad cuando me hizo saber que la General Electric, había lanzado un concurso nacional de afiches a color para publicitar las lámparas de mercurio. Hice un dibujo al tamaño real del afiche, donde mostraba en una especie de collage, ilustraciones donde se exponían las diferentes formas lumínicas utilizadas por el hombre, hasta llegar a una gran ciudad donde se veía una avenida en perspectiva iluminada con luz de día por la General Electric.
Un mes y medio después, el señor Figueras y un directivo de la empresa, vienen a mi casa y me entregan varios ejemplares impresos del afiche que yo había dibujado. Había ganado el concurso y cinco mil pesos de aquel entonces, cuyo importe en cheque del Banco Provincia, cobraron mis padres por ser yó mayor de edad.
La otra señal fué descubrir en un kiosco la revista "Hora Cero" con historietas que cambiarán la historia del comic en la argentina. En esa publicación antológica estaba impresa en cuadritos la garra del gran guionista Héctor Germán Oesterheld y los potentes dibujos de Hugo Pratt.
Hora Cero me estaba mostrando la puerta que no había encontrado hasta el momento. En poco tiempo vendría el "Eternauta", la obra maestra de Oesterheld lustrada por el maestro Francisco Solano López.
Ya no tuve dudas, yo quería ser como esa gente. ¿Pero cómo hacerlo? Lo ideal era llegar a la Capital argentina y aprender a dibujar con ellos. Había tocado el tema con mis padres, pero a pesar de haber ganado el concurso de la General Electric, insistían en que tenía que estudiar y ser un profesional. ¿Y esos tipos que dibujaban que eran? No me arrepentiré jamás de haber saltado a tan corta edad del "tren de la nada". No me imaginaba bancario, empleado del correo, ferroviario, abogado, ingeniero y mucho menos médico. Ninguna de estas era mi vocación. En esos años los padres soñaban con una chapa en la puerta que indique la profesión de sus hijos. Yo soñaba con una chapa en la vida y me había propuesto conocer a Pratt, Breccia, Durañona y otros tantos dibujantes admirados.
Sin apoyo económico alguno, tomé la decisión y fuí a la capital de Argentina. Allí estaba el Buenos Aires sin Perón y que comenzaba a disfrutar de esa caja mágica llamada televisión. El Buenos Aires de la calle Florida, Lavalle y la Avenida Corrientes que aún seguía "sin dormir".
Y allí llegué, a la casa de las hermanas de mi viejo Víctor, que aún está en la calle Bustamante casi Córdoba, donde habitaban cuatro de mis tías. Tres de ellas con sus respectivos maridos e hijos, una sin marido, pero con hijo y mi abuela.
Una nueva y complicada ruta comenzaba para mí, aunque reconozco que caí porque el hambre fué más fuerte y me venció.
Tiempos escolares. Mi época escolar resultó bastante buena. Las maestras de la era Peronista eran como blancas palomitas. Siempre almidonadas y bien peinadas. Impecables señoras y señoritas que me atraían por su femeneidad y simpatía. El alumno escolar Pipo, comenzaba a querer adivinar que había debajo de aquellos guardapolvos inmaculados. Al gobierno de Perón, le importaban los niños y los pobres. Creo que fué la única vez, que en las escuelas argentinas, no faltaba nada y los edificios de los colegios olían a nuevo. En los recreos nunca faltó el chocolate con los bollitos calientes ni libros, cuadernos o lo que hiciera falta a los chicos carenciados. Cuando estaba transitando el cuarto grado, aún vivía Evita, una mujer que con el pasar de los años comencé a admirar y respetar profundamente, porque hay miles de hechos debidamente probados que su fundación trabajó intensamente para que en argentina, los únicos privilegiados fueran los niños.
Los Reyes Magos eran Peronistas; Aunque en mi familia no existía ningún adepto al gobierno de Juan Domingo y Eva "Evita" Perón y supuestamente yo pertenecía a una clase media pudiente, me agradaba ver las largas filas de chicos humildes esperando su regalo de reyes en el edificio de Correos. Jamás olvidaré esas caras de felicidad de los niños que recibían sus juguetes sin distinción alguna. Juguetes de calidad, como caballitos hamaca, hermosos autos de un material similar a la chapa, juegos de mesa y "Mecanos", que eran piezas metálicas para armar y libros, miles de libros titulados "Mamá te Mima, Evita te Ama".
A los "contras" de Perón, se los llamaba "Gorilas" y esta porción, fué la que definitivamente, después de la nefasta "Revolución Libertadora" generó la argentina especulativa, improductiva y endeudada. Antes de la caída del gobierno de Perón, argentina era conocido como "El granero del mundo", ya que enviaba cientos de toneladas de cereales a los empobrecidos países europeos de la post guerra.
En tercer y cuarto grado, las maestras de la escuela Nº 4 a la que concurría, se dieron cuenta que Pipo dibujaba y muy bien. Esa condición de artista, hizo que durante esos dos años me destinaran a dibujar y pintar murales montados sobre estructuras de cartón que eran colocados en las paredes del amplio salón de actos del edificio.
Las "obras" estaban relacionadas con el poder del ahorro, el llamado "Plan Quinquenal" y otros mensajes peronistas destinados a captar la sicología infantil.
Delgadez extrema y el colegio de curas. Si bien seguía viviendo con Lucy y Osvaldo, mis padres empezaron a precuparse por mi cuerpo flaco y mi alimentación escasa y nó precisamente por falta de comida. Con la terapia y muchos años después, supe que yo no quería comer porque mi abuelo Próspero, había fallecido por no cuidarse en sus comidas. Esa huelga de hambre de mi subconciente jamás podría haber sido percibida por mis familiares y menos aún en los años 50, donde la sicología era lo más parecido a una puteada.
Entonces, a modo de solución, no tuvieron mejor ocurrencia que enviarme como "medio pupilo" a un conocido colegio de curas. Esa institución tenía fama de haber educado a profesionales de renombre y era un sinónimo de rectitud y enseñanza.
Mi tiempo en ese colegio, fué lo más parecido a estar internado en Auswichz. Al negro de las sotanas de los sacerdotes y sus miradas tan oscuras como sus polleras, le sumaba el mal trato al que éramos sometidos. Los almuerzos eran miserables y aunque no era económico estar internado allí, los curas nos obligaban a oficiar de "servidores". Esto significaba hacer de mozos y servir los respectivos platos en las largas mesas donde comían mis compañeros.
Este entorno nefasto y opresivo, me hizo más rebelde. Definitivamente decidí no abrir ningún libro de estudio y darle la espalda a todo lo que allí enseñaban. Nada me importaría de matemáticas, geografía, castellano, educación cívica, física, ni un carajo. Nada, no quería aprender absolutamente nada.
En una oportunidad, estaban sirviéndonos manzanas quemadas como postre. Estas manzanas eran mis preferidas, porque siempre me las hacía la abuela Lucy. Como tampoco probaba un bocado de lo que allí cocinaban, tuve la tentación de comerme otra manzana quemada. Esta acción "delictiva" fué descubierta por un maestro alcahuete que hacía el "trabajo"de celador. Sin mediar palabra, el tipo se me vino encima con una campana de bronce que solía usar para poner órden en los recreos o llamar a misa, etc. Todo lo hacían con esas campanas de mierda.
Lo primero que sentí fué un golpe en la cabeza con el mango de la campana, luego otro y otro, hasta que ví todo nublado, con las famosas "estrellitas" incluídas y sentí la sangre que comenzaba a salir de las heridas en la cabeza.
El perverso celador no se conformó con ésto y se abocó a pegarme patadas en todas las partes de mi frágil cuerpo que yacía indefenso en el suelo.
Un compañero intentó detenerlo diciéndole que pare, pero el hijo de perra estaba pasado de furia y comenzó a pegarle a mi inocente compañero.
Como final de este episodio, nos "condenó" a permanecer parados contra una pared en el patio del colegio. Recuerdo que el sol de primavera nos pegaba en el rostro y la sangre de mi lastimada cabeza seguía brotando al igual que las lágrimas de rabia e impotencia.
Casi dos horas y media estuvimos allí pagando el costo de la manzana quemada.

miércoles, 9 de enero de 2008

UNA DE MIS ACTIVIDADES


Locutor nacional y animador de radio. Aqui conduciendo el programa "Palacios en el aire",que actualmente se emite los domingos de 0,20hs. a 5.oohs. por LU2 Radio Bahia Blanca AM 840. Para oirlo por internet, la pagina es

"Vivir de los Sueños"

El día en que despertaron mis sueños.
Recuerdo que era un niño de apenas 5 años cuando falleció mi abuelo.Se llamaba Próspero. Era un inmigrante italiano que llegó a la Argentina ni bien finalizó la primera guerra mundial. Con sus veinte y pocos años encima, y los recuerdos frescos del horror durante sus 4 años de estadía en las trincheras, Próspero, como tantos otros miles, buscó la llamada América. Argentina era entonces una gran tierra vírgen, rica y llena de oportunidades para quienes perseguidos por el hambre, la muerte y las secuelas de aquella guerra despiadada estaban seguros que aquí encontrarían un destino mejor. En poco tiempo, con objetivos claros y muchas horas de trabajo Próspero Abitante (ese era su apellido) fué construyendo un presente digno. Se casó con Lucía De Lucca, quien se convertiría en mi abuela y madre a la vez. Una capricorniana que al igual que su marido, también había conocido las miserias de una Italia empobrecida. Próspero y Lucía tuvieron dos hijos; Elcira y Osvaldo. A los veinte años de Elcira nací yó. Y fué mi abuelo quien me bautizó con el apodo de "Pipo". Por entonces mi padre Víctor estaba en la Marina de Guerra y pasaba mucho tiempo fuera de casa. Recuerdo que mis abuelos me daban un cariño muy fuerte, posiblemente porque aquel nieto les había llegado como un pequeño símbolo humano de ternura e ingenuidad.
Próspero y Lucía habían logrado un buen pasar económico que se basó en sus sacrificios, la perseverancia y la intuición. El hombre de pocas palabras que alguna vez, obligadamente había sido soldado, se hizo sastre. Días y noches interminables de aguja, hilo y telas, lo condujeron a invertir en una sociedad de transportes automotores. Junto a otros visionarios fundó la empresa de colectivos "La Bahiense" y más tarde vendrían "El Valle" y "La Acción". La ciudad de Bahía Blanca, en la provincia de Buenos Aires, era la base y punto de partida de estos exitosos emprendimientos. Bahía Blanca, una ciudad enclavada cerca del Océano Atlántico, a la que iban llegando la "gente de los barcos". Allí estaban los italianos aprendiendo el idioma a fuerza de necesidad imperiosa que junto a los inmigrantes Españoles conformaban mayoría e iban construyendo en medio de la inmensidad barrida a diario por el viento, lo que más tarde se convertiría en la capital del Sur Argentino.
La historia de Bahía Blanca está cimentada por el innegable esfuerzo de los italianos a quienes apodaban "Tanos" y los Españoles, muy mal llamados "Gaitas" o "Gallegos".
La construcción de los principales edificios que hacen al patrimonio histórico de esa ciudad estuvo a cargo de los italianos. Ellos pusieron en esas obras su mano de obra inconfundible y horas de sudor y esfuerzo.
El abuelo Próspero siempre me llevaba a pasear en su auto marca De Soto. De esos viajes de corta distancia con él, siempre recuerdo un accidente que felizmente no tuvo mayores consecuencias. Habíamos ido a buscar manzanas a un lugar donde él compraba al por mayor. Cuando salimos de ese sitio, yo iba apoyado contra una de las puertas delanteras que había quedado abierta y caí al camino que era de tierra.
Las imágenes de esa caída, las sueño de tanto en tanto y me veo boca abajo, llorando y llamando al abuelo que parecía perderse a lo lejos en una nube de polvo. Esa fué la primera vez que ví llorar a mi abuelo. Yo trataba de calmarlo y él conducía con los ojos llenos de lágrimas y sin dejar de culparse por lo sucedido.
En ese corto tramo de 5 años junto a Próspero y Lucy, tuve hermosas e inolvidables vivencias. Vivíamos en una casa muy grande, que contaba con un patio también amplio y un sótano, donde guardaban patas de jamón, conservas caseras, vinos y todos los "tesoros" de los que podían merecidamente disfrutar quienes habían conocido el hambre de verdad. A Próspero lo recuerdo impecablemente vestido y muy serio en su comportamiento habitual. Seriedad que perdía cuando íbamos en tren a la Capital de Argentina, Buenos Aires y salíamos a almorzar y pasear por aquella ciudad que aparecía gigante ante los ojos de un niño.
Esos viajes fueron varios y al abuelo le encantaban mis primeros dibujos. Veía su entusiasmo e incredulidad cuando garabateaba un cuaderno con imágenes de los "Piccoli di Podreca", unos títeres increíbles y mágicos que habíamos ido a ver a un teatro bahiense.
Una noche, mi padre Víctor me despertó. Apenas recuerdo que me dijo; "Pipo, cambiáte, el abuelo está mal, tenés que ir a verlo". Hicimos unos doscientos metros y llegamos a la casa del abuelo. Todos lloraban y él estaba allí en un féretro. ¿El abuelo duerme?, pregunté.
Tenía rostro de paz. Había mucha gente en la casa. El estaba en el living, mi padre me levantó en brazos, le dí un beso en la cara y esta vez pregunté; "¿Porqué el abuelo está frío?
Por mi escasa edad o quizás por la discreción de mi abuela o mi joven tío Osvaldo, que por entonces era un muchacho, no me había dado cuenta que mi amado abuelo estaba muy enfermo. No había percibido que padecía de diabetes y no hacía ningún esfuerzo por seguir el consejo de los médicos.
Próspero estaba grave, muy grave y alcanzó a hacerme con sus propias manos mi torta de cumpleaños.
Se me borran las imágenes de ese momento. Lucy había quedado viuda, muy jóven. Próspero murió con 51 años. Y por esas cosas del destino, a partir de entonces y hasta mis 14 años, aquél fué mi hogar.
Lucy era tan digna, tan íntegra que lloraba de espaldas para que yo no la viera. Entonces la tomaba de la mano y nos sentábamos en un pequeño banco de plazas que había en el patio.
Muchas veces ví las lágrimas de Lucy brotar a cada recuerdo del abuelo y yo me metía en ella para que no piense más y busquemos algún juego.
Aquel patio circundado de canteros con plantas, una parra colmada de uvas, comenzó a ser el escenario real donde daba rienda suelta a mi fantasía. Fantasía alimentada por las películas que veíamos en los cines con Lucy. Ir al cine, era por aquellos tiempos (años 50) todo un acontecimiento.La pantalla grande estaba en su mejor momento y las producciones de Hollywood eran infatigables fábricas de ilusiones y aventuras que nos colmaban de felicidad.
En Bahía Blanca, operaban por entonces unos 8 cines ubicados en el centro urbano que renovaban sus carteleras todas las semanas. Y allí, siempre en la fila 10 ó 15, con el inflatable helado Noel, íbamos con Lucy.
Películas inolvidables como "Casablanca", Gunga Din", "Las 4 Plumas", "King Kong", "La Strada","Lo que el Viento se Llevó" y tantas otras, se mezclaban con los episodios de "Flash Gordon", "Jim de la Selva", "Súperman", "Dick Tracy" o el "Hombre Cohete" que se exhibían en formato de series continuadas, antes que comiencen las películas principales.
Muchas de aquellas salas cinematográficas llegaban a exhibir hasta 3 películas en lo que se llamaba función continuada y era tana avasallante la cantidad de estrenos que con Lucy llegábamos a marearnos de tanto cine.
Conocer a artistas como Errol Flynn, Humprey Bogart, Charlton Heston, Gary Cooper, John Wayne y tantos otros, me iba haciendo pensar que ese era el mundo que quería alcanzar alguna vez.
Me volvían loco las actrices de la era dorada del cine de los "teléfonos blancos", mujeres impecables, hermosas y esculturales que se movían en medio de ambientes amplios, llenos de glamour y eran capaces de cualquier cosa por el hombre amado. Posiblemente y a la distancia, aquellas actrices que tanto me atraían, resultaron en su vida real una pobres mujeres que sucumbieron en el alcohol, las drogas, suicidios y otras consecuencias del deterioro del paso del tiempo.
Vivian Leight, Liz Taylor, Olivia de Havilland, Lana Turner y otras de la época, eran definitivamente "mis reinas" encriptadas en la idealización que ofrece una pantalla plana donde en medio de rollos de celuloide sucedía una historia. Fantasías que en aquella década, también nos ofrecía la radio a través de los "Radioteatros" diarios y semanales. En estos radioteatros, todo se imaginaba con el audio donde brotaba la voz de los interpretes, generalmente dotados de muy buenas voces y excelente interpretación en vivo, ya que poco se conocía sobre los sistemas de grabación en cinta y generalmente, estas series radiales se emitían en vivo.
En la misma cama de bronce donde había agonizado el abuelo Próspero, Lucy y yó, convivíamos entre las novelas de la radio, las revistas "Radiolandia", "Patoruzito", "Rico Tipo", "Misterix", "Pato Donald" y el infaltable y esperado "Libro de Oro de Patoruzú", que llegó a vender unos 500 mil ejemplares en cada aparición anual.
Los días sábados, jamás nos perdíamos el "Radiocine Lux", donde escuchábamos la versión completa de alguna película exitosa, pero con forma de radioteatro.
jamás me había interesado el estudio. Siempre pensé que para eso estaba mi tío Osvaldo, a quien siempre ví como a un hermano. Osvaldo había prometido a mi abuelo que se recibiría de ingeniero y así lo hizo a sus 23 años. Osvaldo estudiaba y trabajaba. Mi abuelo no había dejado ninguna fortuna, solo propiedades que estaban alquiladas y eran el ingreso de la casa. También la familia percibía algunas ganancias provenientes de las empresas de transportes colectivos en las que poseían acciones.
En síntesis, Osvaldo, al fallecer su padre, había tomado el timón del hogar y con su madurez y objetividad genética, supo mantener firmeza en el río de nuestras vidas sin malversar lo que tanto había costado a sus padres.
Más adelante, les contaré porqué comencé a creer que esta existencia humana es solo un escalón hacia alguna planta superior. Y esto tien que ver con algo que me sucedió al poco tiempo de fallecer el abuelo Próspero. Una tarde a eso de las 17 horas, salí a la calle utilizando como siempre el garage de la casa. De pronto, ante mí apareció el abuelo vestido con impecable traje con chaleco, como siempre. Estaba sonriente, feliz y abrió sus brazos como la clásica señal de que corra hacia él para abrazarme y alzarme en sus brazos. Pero mi alegría pudo más y entré corriendo a ver a Lucy que estaba en la cocina. Agitado le grité; "Volvió, el abuelo volvió. Vení, está ahí afuera". Practicamente la arrastré hacia afuera y no había nadie. Lucy volvió a llorar y abrazándome me dijo; "No, el abuelo no va a volver Pipo".
Jamás pude borrar esa imágen del abuelo de mi mente, incluso ahora, que estoy escribiendo esto dudo muchísimo que aquella aparición haya sido producto de la imaginación de un niño de 6 años. Lo tomo como un señal, ya que hasta el momento, tanto el espíritu de Próspero y Lucy, permanecen en mi vida como almas protectoras a las que jamás podré aceptar como definitivamente muertos.
El Patio de Los Primeros Sueños.
Sin demasiada voluntad, iba a la escuela primaria que estaba a unos 100 metros de la casa de Lucy y Osvaldo.
En tanto, lo único que me importaba era ir al patio y "jugar con el palo". Esto consistía en tomar un palo de escoba e imaginar situaciones de ficción en el patio de la casa. Allí armaba situaciones donde yó era el protagonista principal. El escenario lo dibujaba con la mente y las acciones transcurrían en la Legión Extranjera, la selva de "Tarzán" o los desembarcos en Iwo Jima o Normandía. Me encantaba ser un marine de los EE.UU que luchaba contra los japoneses o los "Nazis". Mi palo de juegos, era una ametralladora Thompson, un fusil automático o una lanza. Incluso ese único elemento de juegos mentales, superaba a cualquiera de los cientos de costosos y buenos juguetes que jamás me faltaron. Debo reconocer que aquella costumbre de "construir" mundos o situaciones con la imaginación, la mantuve hasta poco más de mis 50 años, pero sin "palo" y utilizando un simple peine.