Para una agencia como la nuestra, que intentaba ganar nuevos anunciantes con avisos transgresores, comenzaba una era bastante complicada a partir del "Proceso" o la dictadura militar de 1976. Recuerdo que una empresa nacional que fabricaba bolsas de residuos, nos había encargado una campaña dirigida a las amas de casa. La particularidad de aquellas bolsas eran sus llamativos y variados colores. Se me ocurrió hacer dibujos secuenciados donde aparecía una señora de trasero muy prominente que miraba disgustada cómo perros y gatos vagabundos habían derribado su recipiente de basura y devoraban los restos de comida que aparecían desparramados en la vereda. No existía en esa época la computadora y las animaciones debían hacerse con el tradicional proceso manual de dibujo por dibujo y filmar cuadro a cuadro para después editar y sonorizar. Estas producciones resultában muy costosas y decidimos grabar en video varios cartones en sucesión de imágenes. Algo similar a un cómic estático, pero que finalmente y en pantalla era mucho más atractivo, ágil y vendedor que una simple "placa" o cartón. La escena había quedado muy bien, al igual que el "remate" del texto que decía; "Señora, evite que le pateen el tacho, use bolsas de residuos xxx", prácticas, económicas, etc etc.
Nuestro cliente aprobó el comercial y lo mandamos al canal para ser pautado. Ese video fué desaprobado por el medio porque la palabra "tacho" era lo mismo que culo.
Otro cliente de la agencia, una importante fábrica de sweters nos pidió un comercial televisivo diferente a todo lo conocido. Desarrollé un story board con la idea de filmar una película de 60 segundos de duración con sonido incorporado, donde un automóvil Peugeot perseguía a un camión blindado en una ruta desierta.
El techo del Peugeot se abría y aparecía un tipo con el rostro cubierto por un pasamontañas y con una metralleta le disparaba a las cubiertas del blindado que finalmente se detenía a un lado de la ruta. Los ocupantes del camión salían con las manos en alto y abrían las puertas traseras del vehículo donde aparecían cuatro hermosas y alegres chicas luciendo sweters de la fábrica.
Durante 45 segundos el comercial parecía un filme de acción o el avance de una serie. El audio de la persecución y los disparos, había sido editado a la perfección con un ritmo y calidad de filmación excelente. En los últimos 15 segundos, una voz en off, decía; "Sweters del Jabalí Turquesa, el tesoro...Más codiciado".
El costo de ese comercial fué muy alto. Además de los actores, también tuvimos que conseguir el camión blindado, armas para las escenas del tiroteo, balas de fogueo, sonidos de motores, disparos, más los honorarios de los camarógrafos, las horas de grabación (transcripción de fílmico a video), etc.
El propietario de la fábrica de sweters aprobó entusiasmado la pieza televisiva y la respectiva pauta publicitaria, que era muy importante dada la duración de la misma.
A los pocos minutos me llamaron del canal anunciándome que el comercial no podía ser emitido porque era "Apología de la violencia".
Todos parecíamos estar contagiados por la autocensura y antes de ser presentados a los anunciantes, teníamos que analizar si los medios difundirían o nó los avisos.
Otro caso absurdo fué el de una importante casa de venta de ropa unisex llamada "Locos". Este era un comercial radial donde durante 10 segundos solo se escuchaba una contagiosa carcajada. El cliente lo aprobó y la gerencia de la radio se negó terminantemente a emitirlo porque era demasiado gracioso (?).
Bipolarizábamos de un extremo a otro y no me resignaba a caer en la clásica estructuración publicitaria, algo facilista, complaciente y aburrido. Defender las piezas audaces era imposible y tenía que buscar caminos alternativos que permitieran que la agencia siga siendo diferente.
Martínez de Hoz era el ministro de economía del "Proceso" y aunque el dólar no "valía nada", la situación financiera de algunas empresas y comercios era sumamente crítica. Por aquella época de "la plata dulce", se puso de moda el "deme dos". Y esto era debido a lo barato que resultaba comprar productos importados.
La industria nacional estaba destruída. Muchas fábricas habían cerrado sus puertas e iban desapareciendo las tradicionales marcas de calzados, ropa, juguetes y electrodomésticos que no podían competir con todo lo que venía del exterior.
Una casa de artículos del hogar, estaba en grandes dificultades financieras. Los propietarios nos pidieron una campaña "bién pegadora", ya que tenían mucho stock, un local muy amplio y céntrico, pero casi nada de ventas.
Diseñamos una página de diario con un título que decía "Naufragámos y tiramos todo por la borda". Debajo, aparecía un fondo marino con televisores, radiograbadores y todo tipo de electrodomésticos flotando en el agua con sus respectivos precios de oferta y en medio del "naufragio", aferrados a un salvavidas estában las caricaturas de Martínez de Hoz y el General Videla.
Obviamente, tuvimos que cambiar todo e hicimos un nuevo título diciendo; "Cerramos por quiebra". El aviso fué un éxito, ya que a primera hora de la mañana, se había formado una larga cola frente al local. Era público que quería comprar a bajo precio los productos de la empresa supuestamente "quebrada".
Esta campaña se extendió por 60 días más ante la gran demanda. El comerciante estaba super feliz, ya que había vendido todo su stock. Extrañamente nadie parecía haber leído un texto que estaba al pié del aviso que decía; "Sí, quebramos los precios"
Durante el tiempo del gobierno militar muchos argentinos aprovecharon el dólar barato y tuvieron la oportunidad de viajar por todo el mundo y volver a Ezeiza cargados de televisores, cámaras fotográficas, perfumes y diversos productos provenientes de los países que habían visitado. Algo que después se repetiría durante el mandato de Carlos Menem con similares o peores consecuencias.
En los setentas se habían puesto de moda las boutiques y florecían por todas partes. Cualquier indemnizado del estado o empresas privadas, no dudaba en invertir el poco o mucho dinero que tenía en un local de venta de jeans y remeras. Estos comercios de nombres sofisticados duraron poco tiempo, ya que sus inexpertos propietarios pretendían mantener un alto nivel de vida con esos negocios poco rentables.
Muchas agencias colegas y también la nuestra, sufrieron las consecuencias de la falta de pago de aquellos "boutiqueros" aventureros e improvisados a quienes les encantaba promocionar sus locales en diario, televisión y radio y que a la hora de hacerle frente a las facturas se declaraban insolventes o cerraban sus negocios desapareciendo de la noche a la mañana.
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