martes, 15 de enero de 2008

Crear en el Ejército

Confieso que mi madre hizo todo lo posible para que me "salve" de hacer el servicio militar obligatorio, algo que al cumplir 20 años, debía cumplirse tanto en la Marina (2 años), Aeronáutica o Ejército (1 año). A mí me tocó Ejército y el destino fué el Comando del Quinto Cuerpo. Lo primero que hacían los militares era infundirte temor y hacerte sentir un nadie. Esto lo lograban a fuerza de gritos, silbatos, órdenes de tirarte cuerpo a tierra, arrastrarte, hacer "saltos de rana", etc.
Nos hacían levantar a las 6 de la mañana y teníamos 15 minutos para bañarnos, afeitarnos, vestirnos de fajina y hacer la cama. Rápidamente me acostumbré a esta nueva y miserable vida de soldado, aunque jamás probé ninguno de los incomibles platos que nos servían tanto en el almuerzo como en la cena.
También percibí que la única manera de sobrevivir allí era siendo un inútil absoluto, caso contrario pasabas a ser una mano de obra barata dentro de un sistema obsoleto, burocrático e inservible.
la mayoría de mis compañeros buscaban acomodarse como choferes, oficinistas, mecánicos, pintores, etc, con la esperanza de tener mayores privilegios. Cuando nos evaluaron, mi respuesta al suboficial a cargo fué más o menos ésta.
-Soldado,¿Cual es su especialidad en la vida civil?
-Ninguna mi sargento primero, no tengo trabajo.
-¿Sabe andar a caballo?
-Nó mi sargento primero.
-¿Sabe conducir vehículos?
-Nó mi sargento primero.
El tipo me miró con cara de pocos amigos, anotó mi nombre en un cuaderno y me dijo:
-Usted está destacado al "Pelotón de Fajina".
El "Pelotón de Fajina" era algo así como el fondo de una letrina. Allí iban a parar los desertores que cumplían una condena dentro del comando,los analfabetos y los que procedían de regiones lejanas del sur. No me resultó difícil adaptarme a ese grupo de muchachos sencillos que demostraban siempre buena voluntad para hacer los trabajos y se sentían felices a la hora de comer el "rancho" del mediodía o la noche.
A las 7 de la mañana, después del mate cocido con pan, los 200 integrantes de la compañia, formábamos frente al mástil donde era izada la bandera y luego, en riguroso órden, con los respectivos suboficiales a cargo, cada uno de los grupos marchaba rumbo a sus tareas cotidianas.
el "Pelotón de Fajina", desfilaba con escobas, cepillos, palas y rastrillos al hombro. Como ningún superior nos controlaba, yo aprovechaba esa circunstancia y me dedicaba durante 3 horas a dibujar en mi block de hojas blancas, mientras el resto del pelotón recogía basura, limpiaba los caminos, etc.
Una mañana, un teniente coronel de apellido Vallejo, se acercó lentamente y me pidió que le muestre lo que estaba haciendo.
Al ver los dibujos me ordenó que lo acompañe. Entramos a una oficina llamada centro de operaciones. Allí estaba el por entonces teniente coronel Suarez Masson, quien años más tarde sería procesado por desaparición de personas en la llamada "guerra sucia".
A partir de ese momento, el teniente coronel Vallejo, me nombró soldado responsable de las señalizaciones de todo el comando. Esto significaba que el mantenimiento de los cientos de cartelitos que estaban dentro y fuera de las instalaciones estában a mi cargo.
Esto me permitió ser un soldado "diferenciado", ya que Vallejo hizo imprimir con su sello y firma, una tarjeta plastificada que llevaba visiblemente abrochada a la chaqueta, donde se me identificaba como exclusivamente a órdenes de operaciones.
De esta manera pasé a ser independiente. Nadie me molestaba y me movía libremente dentro de todo el perímetro del comando. En pocas semanas, comencé a crear mi propia empresa de caricaturas por encargo.
A diario y utilizando una oficina de operaciones, recibía a varios suboficiales que me dejaban una foto suya o de su novia para que los dibuje y pinte. El trabajo era rápido y sencillo, ya que colocaba la foto del "cliente" en un proyector de imágenes y pasaba un lápiz sobre el rostro ampliado proyectado en una cartulina. Luego lo coloreaba, le aplicaba un fondo de paisaje, generalmente de la zona de donde era oriundo el suboficial. Si lo prefería (esto tenía un pequeño costo adicional) también dibujaba a su novia o esposa junto a él. Llegué a realizar hasta 5 retratos diarios.
Con lo que me pagaban podía comer a gusto en la cantina del comando, comprar gaseosas, chocolates , cigarrillos y hasta invitar a mis compañeros sin recursos.
De alguna manera, los 14 meses que pasé en el servicio militar, me fueron provechosos y sirvieron para potenciar mis condiciones de dibujante.
Como soldado no asimilé absolutamente nada. Supuestamente la misión del Ejército era estar listo para defender a la patria en caso de un conflicto bélico.Pero todo lo que allí se veía eran pequeños actos de corrupción y rapiña, generalmente por parte de un sector de los suboficiales que veían a la fuerza como una salida laboral, pocas horas de trabajo y una jubilación a temprana edad. Las armas y tácticas de combate eran antiguas y nuestra instrucción militar fué pobrísima. En 1964, los militares empezaban a utilizar unos fusiles Belgas llamados FAL (Fusil Automático Liviano). Una mala copia del M16 que los norteamericanos utilizaban en Vietnam. Estas armas tenían defectos en la mira y el mecanismo de repetición. El cargador tenía capacidad para 20 proyectiles y en la única práctica de tiro al blanco necesaria y obligatoria, solo se nos permitió efectuar 3 disparos (alegando que era para ahorrar munición).Casi 20 años más tarde, esos mismos e ineficaces fusiles se utilizaron en la guerra de Malvinas, con las lamentables consecuencias conocidas.

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