domingo, 13 de enero de 2008

A los 15 años, comienzo a vivir de los sueños.

Aquel "Regreso sin Gloria" de Mar del Plata, fortificó mi excelente relación con Lucy. Mi tío Osvaldo ocupaba un cargo como jefe del Ministerio de Obras Públicas de la Nación y paralelamente tenía una cátedra en la Universidad del Sur y ante mi negación e intentos vanos de entrar exitosamente en la secundaria, mis padres se hartaron y me conminaron a ganarme la vida trabajando.
Hoy, calculo que un chico o chica que decida encarar una carrera terciaria, tendrá 10 u 11 años entre secundario y facultad de estudios hasta terminar la misma.
Lo mío no tenía ningún tiempo ni opción. Frente a mi casa paterna vivía el señor Leandro Morales, propietario de una importante empresa llamada Grandes Tiendas Gran Sud. Esta firma vendía todo tipo de ropa y calzado para hombres,mujeres y niños de clase media alta. Mi padre habló con el señor Morales y le pidió que me tome de cadete para repartos.
Una mañana aparecí en la gran tienda, hablé con el gerente, el señor Temporelli y me dispuse a cumplir mi tarea. El señor Temporelli me miró de arriba a abajo y me preguntó; ¿Usted es cadete, vá a repartir los paquetes vestido así?
-Sí, le respondí. Lo único que tengo son trajes de vestir.
-Pero aquí el reparto se hace en bicicleta, jóven.
-Mire, yo en bicicleta no sé andar, así que no se preocupe, voy a repartir igual los paquetes.
-¿Pero en qué va a hacer su trabajo, a pié?
-No señor, los voy a repartir en taxi.
-¿Y quién va a pagar ese taxi?
-Yo señor. Yo me haré cargo de ese gasto.
El gerente no salía de su asombro y se limitó a mirarme sorprendido. Ese día hice toda la distribución en un taxi. Regresé con los remitos firmados y cuando estaba haciendo la rendición, noto que el señor Morales me estaba observando con cierta curiosidad. A las 20 horas, estaba a punto de retirarme junto al resto de los más de 50 empleados de la tienda, cuando el propio señor Morales, me manda a llamar y me dice; "usted Palacios, no tiene aspecto ni pasta de cadete, pero ¿No se anima a vender en la sección hombres?
Al día siguiente, me había convertido en el vendedor número 8. Indudablemente y gracias a Lucy y sus enseñanzas de estar siempre impecablemente vestido, en horas, estaba ocupando un puesto de gran responsabilidad en una empresa acreditada.
A partir de allí, me convertí en un exitoso vendedor. Siempre me había gustado el trato con el público y posiblemente por mi simpatía, supe ganarme clientes muy fieles y mi talonario se iba llenando cada vez más.
Las vidrieras de la tienda tenían unos 4 metros de largo por 2,30 de profundidad y eran demasiado comunes, frías. Hice un boceto de una vidriera móvil, donde aparecía un pulpo mecánico exibiendo en cada uno de sus tentáculos camisas, corbatas , perfumes y todo aquello que complementaba la indumentaria masculina.
Al gerente y al señor Morales le interesó la propuesta y me facilitaron todo lo necesario para diseñar el pulpo. Con un pequeño motor y la ayuda de un técnico que sincronizó los movimientos oscilantes de los tentáculos en menos de diez días, el pulpo tomó forma. Había pintado un fondo marino como telón y armado peces de colores en telgopor enduído que colgué del techo con hilos invisibles.
Mediante un ventilador pequeño, movía los peces, las algas artificiales y las burbujas, que estaban hechas con simples globos de carnaval y que eran suspendidas en el aire con la aplicación de otro ventilador enfrentado.
El pulpo fué accionado y comenzó a moverse. En la misma vidriera se exhibían pantalones de baño masculinos, remeras, etc. Luces celestes y verdes, ambientaban durante la noche esa escenografía, muy novedosa para la época.
Ante la aceptación de mi obra, el señor Morales no dudó en nombrarme vidrierista oficial de la tienda y me dió libertad creativa.
A partir de entonces, mis sueños comenzaban a tener vida propia. Mis problemas económicos estaban resueltos. Cobraba un sueldo como vendedor y otro como decorador.
El primer regalo importante, obviamente fué para Lucy y la mitad de mi sueldo, inexorablemente estaba destinado a mi casa paterna.
En ese tramo, apareció mi primera novia. La conocí en un cumpleaños de 15, que se festejaba en una imponente mansión. Creo que me impactó de entrada. Alta, delgada y vestida como una modelo de las revistas.
Con "Mary", así la llamaré, viví plenamente mis intensos momentos de fuego juvenil. Fuimos muy cómplices, pero mis mentiras e infidelidades llegaban demasiado lejos.
Siempre la recuerdo como una chica muy cariñosa, que siempre me estaba esperando con alegría. La noche me atrapaba y yo me dejaba llevar. Nunca fuí un chico lindo, tampoco tenía un auto, ya que mi sueldo no era tan alto, pero sí contaba con una personalidad que me facilitaba el acceso a jovencitas muy atractivas y de hermosos cuerpos que iban ingresando a mi vida, sin importarles que no tuviera auto.
Ese noviazgo se mantenía "atado con alambres", ya que un buen día, la tienda empezó a tener grandes deudas y no había dinero para los sueldos.
Finalmente,la empresa del señor Morales entró en crisis financiera y la caída de ventas fué estrepitósa. Decidí entonces probar suerte como publicista independiente, pero sin capital. Con Edgardo Santos Levantesi un amigo, hoy convertido en empresario exitoso, decidimos encarar varios emprendimientos, entre ellos la edición de guías de entrega gratuita para los pasajeros que viajaban en la empresa de omnibus "La Acción" a Capital y Bahía Blanca. También pusimos en el aire un programa radial, con premios y grupos en vivo que se llamó "El Show Gigante de los Premios" en la desaparecida emisora LU7 Radio General San Martín con la conducción de Juan Carlos Beltrán, que se emitía los sábados a la tarde durante tres horas en vivo, con el auspicio de Coca Cola.
Ogardi, el padre de Edgardo, era gerente general de la embotelladora de Coca Cola (Bahía Blanca Refrescos) y fué el quien hizo posible que esta empresa fuera el anunciante exclusivo de nuestra primera experiencia como productores radiales.
Tanto Edgardo como yó, éramos pésimos administradores y nos gastábamos toda la ganancia. En ese tiempo, ambos teníamos 18 años.
Mi novia seguía estoica, esperando que en algún momento yo tuviera un golpe de fortuna y definir nuestra relación, pero faltaría algún tiempo para eso. El general Onganía era el presidente de facto y las cosas no estaban fáciles en Argentina.
Vicente Levantesi, tío de Edgardo, era en ese entonces director de LU3 Radio del Sur. En páginas aparte, relato el tránsito irrepetible de Vicente, un profesional con mayúsculas durante su gestión al frente de la mencionada emisora.
Juventud con mezcla de audacia e ideales era el capital que poseíamos tanto Edgardo como yó. Una importante agencia de publicidad, nos convocó a Edgardo y a mí, para trabajar como contactos Junior. Teníamos un sueldo muy bajo y solo podríamos ganar una suma digna si vendíamos publicidad radial, gráfica o televisiva, algo no muy sencillo, porque en Bahía Blanca, había unas 60 agencias en funcionamiento y 10 de ellas, contaban con los mejores clientes.
El servicio militar se me venía encima. Edgardo se había salvado por número bajo. Una noche, Edgardo descubre que la agencia se quedaba con el 50% de las pautas vendidas a sus clientes. Esto significaba que si una firma les confiaba la emisión de 40 frases por día en una radio, le difundían la mitad. Una estafa total difícil de detectar porque ningún comerciante llevaba a cabo un control.
Edgardo siguió un breve tiempo en la agencia y un par de años después pudo concretar su sueño de tener un boliche bailable propio al que llamaría "Toovaks", un lugar que durante años se mantuvo como el principal centro de atracción nocturna de la ciudad y que pudo permanecer merced a la mística de sitio selectivo que lo caracterizó desde sus inicios.
Durante este ciclo muy parecido a una "meseta" con varios intentos sin demasiada fuerza, siempre estuvo presente a la hora de alguna ayuda económica, mi tío Osvaldo, quien iba creciendo en su profesión y conduciendo con excelentes resultados la institución que dirigía y en la que permanecía gracias a su probada capacidad y honradez.
"La colimba" se me venía encima y tuve que pasar 14 meses en el Comando del Quinto Cuerpo, para volver a empezar y buscarme un lugar en la vida civil.

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