sábado, 19 de enero de 2008

De Rockero a Director Creativo.

Había trabajado intensamente y durante casi dos años junto a los grupos de rock programando bailes y recitales y seguía con mis programas radiales. Una mañana, Domingo Mamanna, quien en algún momento había ocupado la gerencia publicitaria de LU7 Radio General San Martín, me invita a tomar un café y me comenta que estaba asociado a Idea Publicidad, una importante agencia que estaba pasando por un mal momento financiero y necesitaba salir a ganar nuevas cuentas. Me propuso ser el director creativo de la alicaída agencia. El desafío me atraía. Mamanna siempre me había caído bien y aunque nada me había prometido en cuanto a mis honorarios, no dudé en aceptar su oferta. El horario flexible de la agencia me permitía cumplir con la radio y seguir programando recitales de rock. Cuando entré a trabajar en Idea, tuve amplia libertad creativa y esto me permitió armar un buen equipo de trabajo con los dibujantes, fotógrafos y camarógrafos que conformaban el equipo de la pequeña empresa. Lo primero que hicimos fué un plan de captura de nuevos anunciantes. La estrategia consistía en llevar carpetas con ideas diferentes a los comercios y empresas más importantes de la ciudad y proponerles un renovado cambio de imágen.
Siempre recuerdo que mi primer acierto en Idea, fué crear un slógan para Sermat, una fábrica de acumuladores.
Hoy, cuando escucho en la radio "Ser o nó ser, tu acumulador debe ser Sermat" , vuelvo 40 años atrás y me veo en ese piso de Galerías Plaza , con solo 23 años y generando desde mi pequeña oficina una importante cantidad de bocetos que pasaba a los dibujantes y armadores. En tiempo record, los diseños gráficos, radiales y televisivos de campañas eran aprobados por los clientes e iban apareciendo exitosamente en los distintos medios con la firma de Idea. En pocos meses,Idea ganó nuevas cuentas y se impuso como la agencia más creativa.
Crecíamos aceleradamente y Domingo comenzaba a acomodar los números de la empresa en ascenso. Todo marchaba maravillosamente bien hasta que una mañana, aparece alguien a quien me presentó como a su nuevo socio. A partir de entonces las cosas empezaron a cambiar. El clima cordial y distendido que disfrutaba con mis compañeros fué transformándose en una atmósfera tensa y opresiva. La agencia comenzaba a facturar demasiado dinero y Domingo y su nuevo socio no se privaban de nada. Pienso que no estaban preparados para manejar tanto dinero y se habían descontrolado sin que ninguno de sus asesores contables les pusiera freno. Como parte de mi convenio de honorarios de director creativo, había arreglado que se me deduzca la mitad de mi sueldo para cancelar mensualmente la cuota de un departamento que había comprado en Zelarrayán al 700, piso 7 y que debía pagar en 5 años.
Un buen día nos reúnen a todos los integrantes de la agencia. Estábamos en la sala de directorio. Los dos socios tenían caras compungidas. Uno de ellos con voz angustiada, comenzó a decirnos que las cosas no estaban bien. Pensé que había fallecido algún familiar cercano del personaje, pero no se trataba de una cuestión funeraria. La que agonizaba era Idea, ya que nos estaban anunciando una situación de quiebra y pedían que pusiéramos el hombro el hombro para sacar la agencia adelante.
Fué un momento muy penoso que desde hacía algún tiempo me veía venir.
Los contadores poco hicieron para tratar de salvar a Idea y propusieron vender la totalidad de las acciones a otra agencia que se haría cargo de las deudas y recibiría en este "pase" la totalidad de la cartera conteniendo los muchos y buenos anunciantes que habíamos ganado con mucho esfuerzo.
En horas, los 2 años de intenso y eficaz trabajo creativo que había puesto al servicio de esa empresa que se hundía sin remedio, se esfumaban con la impotencia de no poder hacer nada ante un naufragio tan torpe, súbito y gratuito.
No quise seguir con los nuevos socios y me fuí de allí sin un peso. Encima la empresa que construía y financiaba mi departamento, me hace saber que en Idea debían 12 cuotas. Cuotas que me habían deducido puntualmente de mi sueldo y que me resultarían imposibles de pagar para ponerme al día.
Finalmente perdí mi soñado departamento propio y no quise iniciar ninguna acción legal contra los directos responsables de aquella estafa.
Lejos de darme por vencido, alquilé una pequeña oficina en el mismo piso donde funcionaba Idea. Los escasos recursos que tenía solo me permitieron instalar un escritorio de metal con tres sillas cuyos resortes etában rotos y eran un peligro para trastes desprevenidos.
Una división de madera pretendía mostrar dos ambientes. En uno de ellos estaba mi despacho y en el otro la apretada sala de arte donde se encontraba Rubén Gómez un dibujante ex Idea y Antonio Barrientos otro ex Idea.
Lo más atractivo que tenía esa oficina era un poster de Charles Chaplin que aún conservo como uno de mis tesoros más preciados.
Ya no podía mirar hacia atrás. Tenía que ganar una batalla difícil. Mis amigos Carlos y Guillermo Kairuz fueron mis garantes espontáneos ante los medios. Con los hermanos Kairuz nos conocemos desde niños y no vacilaron en respaldarme para que pueda funcionar como Ricardo Palacios Publicidad. A los 15 días y empleando la misma táctica utilizada en Idea, salía a la calle a visitar empresas con propuestas de buen valor creativo.
Dodero Viajes fué mi primer gran cliente. A Dodero le irían siguiendo más tarde, otros de importancia.
Había conocido a Elvira (Elvira Rabanetti), una chica muy linda y flaquita cuya personalidad me atrapó en la primera charla que tuve con ella. Elvira era diferente a todas las chicas que había conocido y lo que más me gustaba de ella era que no me oprimía. No me exigía nada. Nunca planificábamos volver a vernos y cuando llovía, estába seguro que la encontraría caminando en alguna de las calles del centro.
Y la lluvia era como una señal que nos invitaba a estar juntos. Si bien mi economía seguía siendo endeble, Elvira me hacía sentir inmensamente rico y feliz con muy poco. La primera vez que la ví y tomé contacto con ella fué cuando cumplí 25 años. Estaba celebrando en una aburrida peña folklórica con los que habían sido dueños de Idea. Recuerdo que me acerqué a la mesa donde estaba sentada junto a una pareja de amigos. Su rostro y sus ojos me habían impactado. Detrás de su mirada había un universo que iría descubriendo con el tiempo.
¿Que era el amor? Esa pregunta me la había formulado muchas veces. Quizás por esa razón, nunca había sentido la maravillosa sensación de amar ni tampoco tenía sinceridad para comunicarlo. El amor que sentía por Elvira era silencioso. Esa conexión física y mental era una maravillosa experiencia que jamás antes había conocido.
Elvira estaba trabajando en la sección publicidad del diario La Nueva Provincia y paralelamente, concurría al turno noche del Colegio Nacional, para terminar el bachillerato.
Una noche, Elvira me dice que está embarazada y que tiene planificado irse a estudiar abogacía a La Plata y tener a nuestra hijo en esa ciudad.
No dudó en partir. Y con esa partida , también se partía la mitad de mi alma.
Yo seguía en Bahía luchando contra "los Molinos de Viento" y buscando acercar más anunciantes a mi humilde agencia.
Un año antes de esta crísis, había conocido a Julio Laugier,un muchacho muy capaz que comercializaba en la Costa Atlántica y Bahía al sello Music Hall, una subsidiaria en la argentina de Reprisse Records, la exitosa productora de Frank Sinatra, que comenzaba a hacerse oir en nuestro país con artistas como el propio Sinatra, Dean Martin, Joan Baez, Alberto Cortez, Aretha Franklin, Bob Dylan, Yes y The Doors entre otros de prestigio internacional.
Laugier me propuso convertirme en difusor del sello en Bahía Blanca. A partir de ese ofrecimiento se abriría un camino lleno de oportunidades.

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