miércoles, 25 de noviembre de 2009
Mar del Plata y la disparatada "Noche de los Piolines" en la productora de televisión de Ricardo Pollera.
Mi cliente era el más importante de la ciudad en aquellos comienzos de los años noventa, pero también había que padecer los caprichos de quien estaba a cargo de aprobar o nó los diferentes avisos radiales, gráficos o televisivos que se realizaban para esa empresa. En ese tiempo, me acompañaban Ramón Arias, un excelente dibujante, Horacio Scotti, talentoso diseñador y Juan Carlos Quattordio, que en esa época recién comenzaba a trabajar conmigo, aunque siempre manteniendo su estilo, el Comic. Estábamos en el mes de Noviembre y la firma supermercadista me había pedido que realice un original aviso navideño para TV. Generalmente todo lo que creábamos para esta empresa era de buena calidad y los contenidos, además de destacarse por la fuerza de su mensaje, poseían excelente tratamiento en imágen y sonido, algo que siempre cuidábamos porque más allá del dinero que cobrábamos por el arte, también estaba en juego nuestro prestigio. Se me ocurrió hacer una letra corpórea que llevaría puesto un gorro hecho en tela de Papá Noel. La letra la había hecho Horacio Scotti en telgopor, la recubrió con enduído plástico y luego la lijó y pintó logrando que esa "A" quedara casi perfecta. No existía por entonces la animación tridimensional, recién estaban llegando al país las primeras computadoras y poco y nada se sabía sobre el tema, al menos en Mar del Plata. No teníamos mucho tiempo y la idea era que la letra hiciera un vuelo por el espacio, diera un giro y se posara en la ciudad. El story board fué aprobado de inmediato por la persona que oficiaba como director de marketting de la empresa, aunque éramos conscientes de sus limitados conocimientos. Le pedí un turno de grabación extenso a Ricardo Pollera y en lo posible en horario nocturno, ya que íntuía que hacer volar esa letra no sería una tarea sencilla y menos aún con los escasos medios que teníamos para los efectos especiales. Tito Cattáneo, estaba a cargo de las dos cámaras y la edición de lo que estábamos a punto de realizar. Después de evaluar las posibilidades que teníamos al alcance de la mano en el estudio, decidimos armar una línea de hilos de los llamados "tansa" para mover la "A" como si fuera un títere al que manejábamos desde lo alto de una escalera. Para darle a las imágenes un fondo espacial, montamos un telón de color azul con una importante cantidad de pequeñas y grandes estrellas pintadas de blanco. El recorrido de la "A" con su respectivo gorrito navideño incorporado se realizaba prácticamente cuadro a cuadro para que posteriormente, "Tito" editara todo lo grabado en una pieza final de 30 segundos de duración. No era sencillo lograr un desplazamiento suave de la letra, esto provocaba que tuviéramos que repetir varias veces el condenado vuelo. En un momento, con el propósito de aportarle algo de realismo a las imágenes, encendimos cigarrillos y arrojábamos bocanadas de humo a la letra en movimiento. El humo lograba un efecto de nube en cámara lenta y cuando lo veíamos en el monitor quedaba muy bien. Ya llevábamos más de tres horas en el estudio de TV, ahora solo nos faltaba el "aterrizaje" de la "A" sobre una maqueta con arena y una vez posada la letra sobre ese suelo, aplicaríamos un fondo real utilizando el sistema "croma". Para este tramo, acordamos con "Tito", hacer descender suavemente la letra valiéndonos de una pequeña roldana o polea para que el objeto cayera prolijamente sujetado al hilo "tansa". "Tito" instaló una de las cámaras en lo alto para grabar el descenso y otra a ras del piso para lograr tomas en primer plano de la letra con gorrito navideño cuando tocara suavemente la arena. Entusiasmados comenzámos a ver todas las imágenes logradas y procedimos a seleccionar las mejores para editar las secuencias del recorrido aéreo de aquella pequeña pieza. Todo lo que habíamos visto en el monitor tenía muy buen color, las escenas no eran monótonas ni ordinarias, con muy pocos elementos se había conseguido un vuelo espacial creíble y de respetable calidad visual. Cerca de las cinco de la madrugada, escuchámos el sonido del portero eléctrico de la productora. Cuando "Tito" preguntó quien era, le responden que estaba abajo la persona responsable del marketting de la empresa que había encargado el video, acompañada por dos amigos. A regañadientes, "Tito", les permitió el acceso, algo que jamás debe hacerse, porque no es conveniente que el cliente entre a la "cocina" donde se preparan las producciones. Los tres intrusos ingresaron a la sala de edición, se los notaba alegres, verborrágicos y evidenciando haber pasado una noche con abundante champagne. Para sacármelos de encima cuanto antes y seguir procesándo el comercial, los invité a mirar las imágenes grabadas, pero uno de ellos, impulsado por la curiosidad, entró al estudio y se puso a mirar los hilos que colgaban, las roldanas, la maqueta y empezó a manosear la letra "A" que tanto habíamos cuidado y seguidamente exclamó; "ché, vengan a ver, están haciendo la animación con piolines". Lo primero que hice fué putear a este personaje, los dos restantes que estaban junto a "Tito" en la sala de edición comenzaron a criticar nuestro trabajo, al punto que uno de estos idiótas dijo; "ah, pero yo creía que iban a lograr algo como lo que hacen en la Disney". La absurda situación había llegado demasiado lejos y tanto "Tito" como yó, además de estar cansados, tampoco teníamos ánimo como para soportar las opiniones de tres boludos alcoholizados que opinaban porque sí y que parecían sentirse felices de subestimar nuestra obra. La espontánea y furiosa reacción de "Tito" fué invitarlos a que se retiren inmediátamente de la productora y previamente, yó comencé a destruir toda la humilde escenografía que habíamos montado. Esa letra sin su gorrito de Papá Noel, que seguramente se extravió con mi bronca, aún la conservo. Y esa noche, mandé al demonio a mi cliente. Ni siquiera pasé a cobrar el dinero que me debían de trabajos anteriores, pero sentí un gran alivio al sacarme de encima una cuenta conflictiva y demasiado perjudicial para mi salud. Ya cerca de Navidad, veo en el televisor un cartón o placa vulgar de salutación de esta empresa, algo que evidenciaba el inicio de una mediocridad que se prolongaría durante un corto tiempo más, porque a los pocos años se produjo su cierre definitivo.
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