lunes, 16 de noviembre de 2009
Argentinos negados por la "Madre Patria"; creo que es hora de renacer y potenciarnos definitívamente, antes que sea tarde.
Recuerdo que era muy chico, cuando en los años cincuenta, por toda la Argentina se veían inmigrantes españoles a los que equivocadamente solíamos llamarlos "gallegos". No era esta una denominación despectiva, simplemente nos llamaba la atención su acento algo a lo que les resultaba difícil despegarse, en algunos casos, posiblemente porque esos hombres y mujeres habían llegado al país con una edad avanzada, la mayoría de ellos obligados por las miserias vividas en su España natal y las crueles secuelas de la Guerra Civil. Con sus heridas a cuestas y un dolor disimulado en sus rostros, aquellos "gallegos" en sus inicios desarrollaban tareas como mozos de cafés y restaurantes o bien como porteros o encargados de edificios. Eran gente trabajadora y entusiasta que había encontrado en tierras argentinas la posibilidad de insertarse a una sociedad que desde el primer momento les dió un lugar y todas las posibilidades de crecer. Aquellos "gallegos" tenían ansias de triunfar, ser alguien, superarse y ganar el dinero suficiente como para vivir con la dignidad que su añorada España les había negado. Intuitivos y perseverantes, los "gallegos" supieron cuidar el dinero que ganaban, lo administraban muy bien y de a poco, se fueron armando de sus propios emprendimientos, haciendolos crecer en base a "olfato" y creatividad. La lista de inmigrantes que fundaron pequeñas, medianas y grandes empresas principalmente del rubro gastronómico en éste país es extensa y su trayectoria muy meritoria, porque si bien eran hábiles para los negocios, su línea de conducta comercial fué ejemplar y honorable. Estos principios los supieron trasladar tanto a sus empleados como a sus descendientes y era frecuente que aquellos "gallegos" que habían alcanzado una buena posición económica reconocieran las oportunidades que les había brindado esta tierra de promisión, también eran sumamente agradecidos con el gobierno de Juan Domingo Perón y Evita, a quien amaban por los barcos cargados de trigo y diversos alimentos que en la postguerra partían desde puertos argentinos rumbo a una España hambreada y cargada de los horrores de una guerra entre hermanos. El tiempo lo fué curando todo, los "gallegos" que en algún momento eran mozos y hasta barrían los bares donde trabajaban pasaron a convertirse en propietarios de los mismos. Algo parecido sucedía con los cientos de almacenes de barrio que habían instalado cuando aún no existían las cadenas de supermercados y el "almacén de la esquina" era un clásico al que por diferentes necesidades de comestibles, los vecinos concurrían a diario para abastecerse de todo lo que hiciera falta en el hogar. Viene a mi mente el recuerdo de la despensa de Don José, un hispano que tenía su comercio abarrotado de dulces, frascos enormes llenos de caramelos, jamones colgados en hilera a la altura del techo, harina y azúcar que se vendían sueltas anotándo las compras en la libreta de Don "Pepe" todo lo que sus fieles clientes llevaban para pagarlo a fin de mes. Aquel verdadero, necesario y tradicional crédito de palabra y confianza que se detallaba en las páginas de una libreta pequeña con tapas duras de color negro, fué la anticipación de la tarjeta de crédito, con la diferencia que este sistema era de mutua confianza y no tenía intereses ni gastos de mantenimiento. Con el transcurrir de los años, aquella enorme colonia de "gallegos" se fué mimetizando fácilmente con la joven y solidaria Argentina, donde también convivían los italianos, bautizados como "tanos" o "gringos" y ese conjunto de extranjeros dejó su marca genuina en innumerables construcciones y emprendimientos que iban creciendo sin obstáculos a la par de una nación que los consideraba y respetaba como a hermanos. Tanto aquellos "gallegos", como los "tanos", tuvieron en esta tierra promisora la oportunidad de hacerse la tan anhelada "América". Aquí pudieron además de contar con su comercio y vivienda propia, hacerse ciudadanos argentinos, obtener créditos, educar a sus hijos y acceder a las mismas posibilidades y derechos de cualquier habitante. Es imposible olvidar los intercambios culturales que cruzaban el Atlántico en un ida y vuelta que permanentemente consolidaba las costumbres del crisol de razas. Los españoles fundaron sus propias sociedades e instituciones que les permitieron hasta el presente reunirse y mantener intactas sus actividades culturales. En los años cincuenta, tanto en el cine como en la música española conocimos y apreciamos las virtudes de artistas de la talla de Miguel de Molina, Carmen Sevilla, Joselito y Pedrito Rico entre otras de las tantas figuras que permanentemente llegaban al país y llenaban los teatros con un éxito sin precedentes. Años después les sucederían otras como Nino Bravo, Lola Flores, Joan Manuel Serrat, etc etc. A más de medio siglo de ese desembarco, las cosas no volvieron a ser las mismas para las nuevas generaciones y gobiernos de España, ya que salvo durante la nefasta década Argentina de los años setenta, durante la dictadura militar donde "la Madre Patria", supo recibir y albergar generosamente a miles de jóvenes argentinos que tuvieron que emigrar forzósamente y elegir entre el exilio o perder su vida. Por entonces, hubo muchos actores, escritores, psicólogos, artistas plásticos y miles de ciudadanos comunes que recalaron en tierras españolas e iniciaron allá una nueva vida en la era post Franquista. En esa época, allá ya se nos comenzaba a llamar "sudacas" o "argentos", una sutil manera de señalar a los pobres desesperados que por diferentes razones aterrizaban en el aeropuerto de Barajas con las mismas ilusiones que aquí traían aquellos "gallegos" que habían bajado de los barcos. Pero no hay que olvidar que España, durante la presidencia de Carlos Menem, hizo millonarios negocios con su empresa de Telefonía, los multimedios de comunicación derivados de las mismas, las líneas aéreas y tantas otras rentables transacciones sumamente ventajosas para los nuevos empresarios de la "Madre Patria" que a principios de los noventa, supieron sacar buen rédito de la Argentina "entregada". Extensa es la lista de ganancias obtenidas en tiempos del infortunado "uno a uno", donde los miles de turistas argentinos que en los casi diez años que duró la amarga "Fiesta Menemista", viajaban a Europa con sus dólares baratos (un dólar un peso) y eran recibidos con la cordialidad que imponía la conveniencia del masivo turismo de la "Plata Dulce". Hasta hoy perduran las secuelas de nuestras industrias perdidas para siempre, la quiebra de empresas tradicionales, fábricas y marcas prestigiosas que sucumbieron en una de las décadas más infames de la historia Argentina. Era triste ver en la era Menemista a padres desconsolados, despedir a sus hijos que junto a otros miles de chicos sin trabajo trepaban a los vuelos de Iberia o Aerolíneas Argentinas buscando desesperados un destino mejor en España y trabajar allá de lo "que venga" con tal de subsitir. Se repetía la historia de los inmigrantes, aunque ahora los "sudacas" debían cumplir una serie de requisitos y exigencias para ingresar al seno de la "Madre Patria". Hace un par de días, Gustavo Fernández, un amigo de la adolescencia de Virginia (nuestra hija), nos relataba la pesadilla que durante dos días le tocó vivir en el aeropuerto de Barajas donde se le impidió el acceso a España por no contar con una carta de invitación. Su hermana que tiene residencia española y trabaja allá desde hace años, nada pudo hacer por él, solo se limitaron a verse en el gigantesco hall del aeropuerto, vigilados y con rigurosas restricciones, al punto que fué alojado en un sector de la terminal aérea acondicionado para albergar con ciertas comodidades a quienes deben alojarse allí para volverse lo más rápido posible a su país de orígen en el próximo vuelo. Eso sí, Gustavo me describió que el "hotel de los indeseables", dispone de limpias pero modestas camas, máquinas expendedoras de café, sandwiches y hasta televisión por cable para alegrar a los "retenidos". Allí, al igual que el personaje de la película "La Terminal", interpretada por Tom Hanks tuvo la posibilidad de conocer a otras personas de procedencia sudamericana que estaban padeciendo la misma situación que él, entre ellos un prestigioso antropólogo Peruano que debía dar una conferencia en una universidad de Alemania y al que no se le permitió ingresar a Madrid, ya que este hombre quería estar en esa capital solo unas seis horas para conocerla y posteriormente volar hacia Frankfurt su lugar de destino, pero vanos fueron los llamados que el profesor realizó a las diferentes embajadas para que se aclare y solucione su compleja e inexplicable situación. Finalmente, el antropólogo fué obligado a volar nuevamente a Perú y desde allí a Alemania. Inexorablemente las historias siempre se repiten y no está lejos el momento en que el tablero se dé vuelta y de una buena vez, los argentinos pongamos los huevos sobre la mesa y miremos hacia nuestro interior para darnos cuenta que tenemos un país jóven, lleno de riquezas naturales y todo por hacer. Solo nos resta dejar de mirar hacia una Europa que envejece día a día y poco o casi nada tiene para ofrecernos. El futuro está aquí, esta es la "tierra prometida" y de nosotros dependerá limpiar la dirigencia decadente que tenemos a la vista y también a la que oculta su mugre bajo la alfombra de la corrupción y la hipocresía. Tenemos que emerger de nuestras cenizas para surgir como nacionalistas férreos y encarar con líderes sanos, inteligentes y objetivos un mañana lleno de grandeza. Cuando llegue ese momento no tan lejano, nuestros aeropuertos se tornarán tán o más exigentes para con aquellos que vengan con intenciones de succionarnos la sangre o aprovecharse de nuestras divisiones o debilidades temporales. Solo nos resta luchar contra el enemigo interno, torcerle el brazo e iniciar la reconstrucción de una Argentina que proteja a sus ciudadanos, defienda a ultranza sus recursos y aprenda a controlar y pedirle cuentas a sus funcionarios. Recuperando la fé en nuestras capacidades y fortaleciendo pilares fundamentales como la educación, la cultura del trabajo, la justicia y las fuerzas de seguridad, el anhelado "Milagro Argentino", distará de ser una quimera y sin ánimo de revancha o rencor alguno también nos veremos obligados a levantar un confortable hotel sin ventanas en algún sector del aeropuerto internacional de Ezeiza para aquellos viajeros procedentes de distintos países que sin excepciones, se vean obligados a retornar a los mismos si no cumplen con los mínimos requisitos de ingreso a ésta tierra habitad por "sudacas".
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