domingo, 1 de noviembre de 2009

Recordando a "Chavita", un singular personaje de la noche bahiense.

Las noches de los años sesenta en Bahía, fueron para mí irrepetibles. Nunca más se daría tamaña cantidad y variedad de boliches bailables, whiskerías, peñas folklóricas, tanguerías y cabarets de distinta categoría que movilizaban cada noche a una importante cantidad de músicos, artistas y mujeres alternadoras que generalmente solían llegar desde Capital Federal buscando nuevos ámbitos para desarrollar su profesión de prostitutas encubiertas. Los cabarets o Nigth Clubs, como solían llamarse, salvo "Diábolo", que contaba con un prestigio impuesto e instalaciones de buen nivel, el resto eran montados con precariedad, mucha imaginación y escasos recursos, aunque este detalle a la hora de la diversión, era un detalle menor que poco y nada le importaba demasiado a la clientela habitué. Quienes regenteaban estos sitios de luces ténues, escenarios pequeños, la infaltable barra, sillones para dos personas, humo denso de cigarrillo y sonido de copas entremezcladas con risas eran tipos que tenían aspecto de "pesados". Estos propietarios o encargados, vestían de traje o sacos con corbata, se mostraban serios y estaban constantemente atentos a todo lo que sucedía en los respectivos reductos que dirigían, aunque puedo asegurar que con el tiempo los fuí conociendo y eran hombres que detrás de su apariencia rígida, resultaron ser excelentes seres humanos con una sensibilidad y códigos de vida poco comunes. Recuerdo con mucho cariño a Santín, "Carita" De Los Santos, "Carollo" Partida, a quién quise mucho y a un personaje de apellido Chávez, al que bautizamos como "Chavita" . "Chavita" solía recorrer los cafés de Galerías Plaza portando un maletín de cuero negro, donde aseguraba que en su interior llevaba chequeras y contratos de artistas de primer nivel que próximamente actuarían en su negocio. "Chavita" hablaba de millones de pesos, sus negocios imaginarios eran de alto vuelo y había tenido experiencia como propietario de algunos cabarets de poca monta como "La Noche". En una oportunidad vino a nuestra oficina de Galería Plaza, piso dos, para pedirnos que le manejemos la campaña publicitaria de "El Viejo Almacén", una tanguería que estaba armando en calle Martín Fierro, muy cerca de la Avenida Alem. Ya en la primera entrevista, nos confesó que no tenía un mísero peso y necesitaba que le diéramos crédito, prometiéndo que nos pagaría después de la inauguración, algo que resultaba bastante improbáble, conociendo a "Chavita". En ocasiones, cuando Elvira, Alberto Comán, Pierino Galluchi y yó, nos encontrábamos tomándo un café en la galería, imprevistamente aparecía "Chavita", con su caminar cansino, el saco de siempre y cara de cansado, nos saludaba y decía; "recién bajo del avión, fuí a a Buenos Aires a contratar estrellas, ¿se pagan un café?". Inevitáblemente, antes de despedirse, se dirigía a Elvira y con una sonrisa le preguntaba; "Cheñora, ¿no me dá cinco mangos pá caminar?". Pierino fué el encargado de decorarle el local y diseñó las tarjetas. La idea de "Chavita" era montar allí un lugar de espectáculos de tango con cena y baile. El proyecto no era malo, pero los tiempos habían cambiado y Argentina ya estaba padeciendo la guerra interna contra la subversión, algo que jugaba en contra contra las ganas de salir de noche por los riesgos que ésta ofrecía. Finalmente "El Viejo Almacén" inauguró y duró muy poco tiempo, ya que no llegó a cubrir las expectativas de "Chavita", quién a duras penas pudo pagarle algo de lo que le adeudaba a Pierino y agobiado por los acreedores, optó por irse de Bahía. Nunca más supimos de él, aunque siempre lo recordábamos como a un personaje singular. Tiempo después, a finales de los años ochenta, ya instalados en nuestras oficinas de calle Estomba al cien, aparece "Chavita". Estaba flaco, demacrado, pálido y se lo veía muy agobiado. No podíamos creer que estuviera en ese pésimo estado. Le preguntamos que le estaba pasando y con mucha tristeza nos contó que se había ido al sur buscando nuevas posibilidades de hacer una plata y no tuvo mejor ocurrencia que imprimir una rifa auspiciada por la policía. Obviamente, esto no era real, simplemente había editado un talonario con números donde anunciaba que sortearía automóviles, dinero, electrodomésticos, etc. Al principio, esto le iba dando de comer y decidió ofrecer él mismo las rifas instalado cerca de un puesto policial caminero, ya que en ese lugar, obligadamente los automovilistas aminoraban la marcha y "Chavita" que se encontraba ubicado en la ruta, cerca de un patrullero policial ofrecía su invento a cuanto vehículo transitaba por allí. Esto duró muy poco, porque una mañana, tuvo la mala suerte de detener a un auto donde se encontraba un alto jefe policial que en el acto descubrió la mentira y lo hizo arrestar de inmediato. Acusado de estafa, lo
condenaron a prisión y fué a parar a la cárcel de Trelew, un penal de máxima seguridad donde también se encontraban alojados varios miembros de Montoneros, ERP, etc. Las penurias que allí sufrío "Chavita" fueron de lo más terribles. Con lágrimas en los ojos, nos contaba del frío que imperaba en las celdas, las requisas sorpresivas a a cualquier hora de la noche, los plantones donde los ponían desnudos en los pasillos, los golpes, las puteadas y los disparos que cada tanto se escuchaban fueron minando su voluntad y también su salud, al punto que cuando vino a vernos, a duras penas podía respirar. Cuando salió en libertad, "Chavita" solo era una sombra y nosotros éramos en ese momento, la esperanza para poder morir junto a su madre en Capital Federal, era lo que más anhelaba, pasar sus últimos días junto a su "viejita". Cuando escuchámos su relato, sentíamos que jamás volveríamos a ver a "Chavita", Elvira no dudó en darle el dinero que necesitaba para cumplir su voluntad y muy conmovidos le dimos el abrazo de despedida. Por distintas circunstancias, la ciudad se iba quedando sin personajes de color como el que protagoniza esta historia. A partir de los años ochenta, ya nada sería igual y el virus de la tristeza nos comenzaría a invadir hasta convertir los colores imaginarios en el triste y aburrido gris donde solo sobreviven los recuerdos de auqllas épocas felices, inolvidables e irrepetibles.

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