martes, 22 de diciembre de 2009

Cuando Roberto invitó a su casa a dos exhuberantes señoritas para disfrutar de una noche de "lujuria".

Estos hechos sucedieron a principio de los años ochenta, cuando había montado "Cripy" Bailables en el Salón Bariloche del Club Olimpo, frente a Plaza Rivadavia, en pleno centro de Bahía. Este bailable donde en los tres años y medio que funcionó a pleno, jamás se expendieron bebidas alcohólicas. Esta decisión, que en los inicios generaba cierta desconfianza en mis socios del emprendimiento, no fué un obstáculo para que "Cripy" se convirtiera en un verdadero éxito hasta su cierre en 1985. El nombre lo puse en homenaje a la antológica revista Creepy, editada originalmente por la Warren en los Estados Unidos y paralelamente por Toutain en España. El bailable funcionaba los días sábados unicamente y contaba con un fuerte apoyo publicitario tanto en radio como diario y TV con piezas grabadas muy estridentes y bizarras que se renovaban semanalmente sumándole al evento diferentes temáticas derivadas del comic, entre ellas: La noche de Hulk, Spiderman, etc. Hasta la actualidad, muchos hombres y mujeres que en aquellos tiempos eran adolescentes aún recuerdan con nostalgia el slógan que decía: "Cripy bailables, chicas no pagan" y el hecho singular de no cobrarle entrada a las señoritas, generaba que más de 500 mujeres jóvenes en su mayoría muy atractivas, asistieran a cada reunión. El promedio de concurrentes era de unas 1800 personas, todas adolescentes que se divertían espontánea y sanamente sin la necesidad de "aditivos", solo gaseosas. En ese espectáculo que recuerdo con mucho cariño, trabajaban unas diecisiete personas afectadas a boletería, acceso, seguridad, disc jockeys, sonidistas, iluminadores y encargados de la barra donde se expendían las inofensivas bebidas. En este último sector estaba Roberto como responsable de la caja. Muy responsable y simpático, Roberto se destacaba por su cumplimiento, jamás había faltado en todos los años que funcionó "Cripy", hasta que una noche, pide hablar conmigo a solas y muy misterioso me dice: "Pipo, tengo dos minas terribles que quieren salir conmigo y con Marcelo, además estoy solo en casa, mi esposa y los chicos se fueron por varios días". Sin dudarlo le respondí: "No hay problema Roberto, dejále la caja a Carlos y vayansé yá, estas oportunidades solo se dan una vez". Las dos niñas que estaban dispuestas a salir con Roberto y Marcelo eran dos bellas y esculturas que enfundaban sus atractivos cuerpos en ajustadas calzas de colores y remeras más que livianas. Roberto, Marcelo y las dos señoritas se fueron del local saludándome muy alegremente y me puse feliz pensando en lo bien que lo pasarían estas dos parejas jóvenes y llenas de vida. Cerca de las cuatro de la madrugada y una hora antes de la finalización del baile, veo que Roberto, Marcelo y las dos muchachas ingresan nuevamente al salón. No entendía que había pasado, si solo habían estado ausentes unos cuarenta minutos. Evidentemente algo había salido mal y las caras de los cuatro, no mostraba un ápice de alegría. La verdad la supe a través de Marcelo, quien después del cierre del bailable, se acerca muy contrariado y me cuenta con lujo de detalles lo que había ocurrido en la casa de Roberto. "Ni bien entramos, nos pidió que nos pusieramos "patines", (unos trozos de paño que en esos tiempos se utilizaban para poner un pié en cada uno de ellos y deslizarse para no marcar los pisos de madera encerados). Sin muchas ganas, yo, Roberto y las dos chicas nos pusimos los patines y fuimos hasta la cocina-comedor, donde los cuatro nos sentamos alrededor de la mesa principal. Inmediatamente Roberto trajo una botella de Cognac, cuatro copas y nos pidió por favor que no fumemos porque su esposa tenía un olfato ultra sensible y no quería correr el riesgo que a su regreso, la mujer descubriera que a su casa habían entrado extraños". Marcelo encendió otro cigarrillo y nervioso, continuó con su relato: "Empezamos a tomar el Cognac y de pronto, Roberto apaga las luces. Yo pensé que esa era la señal para entrar en acción y a partir de allí iniciaríamos los primeros mimos con las "minas", pero apareció con una caja grande y con todo cuidado sacó un proyector de diapositivas y armó una pantalla plegable cerca de la pared. Pensé que íbamos a ver fotos eróticas para ir entrando en calor, pero cuando tuvo todo armado, apagó la pequeña luz que había quedado encendida y puso en funcionamiento el proyector. Las imágenes que se veían eran las del casamiento por iglesia de Roberto, creí que se había confundido, pero nó, después siguieron un montón de fotos de la fiesta. No podía creer que esto estuviera pasando, porque estábamos perdiendo un tiempo precioso, y encima se tomaba el trabajo de ir explicando cada secuencia con lujo de detalles".
No me jodas le dije, lo que me contás es una tamañan boludez. "Nó, te juro que es verdad, esperá que llamo a las pibas para que te lo confirmen", me contesta Marcelo al tiempo que al verla cerca de la barra de bebidas, no duda en llamar a una de las chicas que habían asistido a la insólita reunión. Mientras bebía una gaseosa, la sensual muchacha de cabellos negros y lacios, con una sonrisa corrobora todo lo expuesto por Marcelo y sin dejar de reirse, nos dice: "Eso no es todo, después de las diapositivas de la ceremonia religiosa y la fiesta, trajo otro "tambor" y empezó a proyectar las fotos de su luna de miel en Bariloche, ¿podés creerlo?". Realmente aquello era para no creerlo, mientras la chica se fué a bailar música movida a la pista, Marcelo y yo mirábamos ese físico apetecible que se contoneaba provocativa y pensábamos en lo que Roberto se había perdido aquella noche con su inoportuna y estúpida ocurrencia.

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