En aquellos años, 1978, las cosas en la Argentina se ponían muy complicadas a la hora de intentar transgredir las reglas arcaicas propias de una tiranía. Ya relaté que la censura llegaba al cine, las revistas, los diarios, la música, la radio, la publicidad y también al teatro. Todo parecía estar prohibido, inclusive se controlaban rigurosamente los avisos donde aparecía alguna chica escultural que se atreviera a mostrar sus dotes naturales sin tomar los recaudos que exigía el censor de turno, por ejemplo, exhibir una parte de sus senos. Para evitar este pecado de osadía, era frecuente observar que las publicidades de revistas las modelos fotografiadas debían usar ridículos y pacatos corpiños o bikinis que las cubrían grotescamente. En medio de aquella locura donde también abundaba la violencia y el miedo, se me ocurre escribir una comedia teatral que titulé "La Noche que Draculón se Levantó del Cajón". Comencé a escribirla con la intención de divertirme o evadirme de la cruenta realidad que por aquellos años se vivía en Argentina. Una tarde, le comenté la idea a Armando "Cococho" Alvarez, un singular personaje bahiense que junto a un socio se había hecho cargo del teatro Rossini y los cines Unión y Candilejas. Alvarez era un loco lindo que años atrás había cumplido tareas como operador en la antológica emisora LU3 Radio Del Sur, y a mi entender, ya que tuve la oportunidad de trabajar con él en varios contenidos musicales, tuvo allí un desempeño brillante donde a la hora de ocuparse de la mesa de sonidos tanto como para hacer un programa en vivo o grabaciones se destacaba por su rapidez y creatividad en las ediciones o cambios de cortinas que en esos años se realizaban con tecnología muy básica como los grabadores de cinta o las bandejas giradiscos,
A "Cococho" Alvarez le estaba yendo muy bien economicamente con su carrera de empresario y se entusiasmó tanto con el proyecto de mi comedia que ofreció asociarse para comenzar de inmediato con la búsqueda de un elenco de actrices y actores que reunieran las condiciones necesarias como para que la obra se hiciera con el respaldo de una buena producción. Lo primero que hicimos fué publicar un aviso en el diario local convocando a un casting de actores de ambos sexos. Pactamos con "Cococho" que los ensayos los haríamos en un amplio espacio que yo tenía en un sector de Palacios Publicidad, ya que la casa donde funcionaba la agencia contaba con unos 400 metros cubiertos. Obsesionados por lograr que la comedia saliera lo mejor posible, contratamos a un reconocido director teatral de Bahía, que manejaba un pequeño teatro under ubicado a pocos metros de nuestra agencia.
El director y su elenco teatral estaban en la mira de los militares y en más de una oportunidad le habían allanado el edificio por sus inclinaciones hacia la izquierda. Esta persecución originada en motivos netamente ideológicos le estaba ocasionando serios inconvenientes anímicos y económicos, ya que por lógico temor el público no asistía a ver las obras que programaba y los alumnos de su escuela de teatro dejaban de asistir por miedo a quedar fichados por los servicios de inteligencia.
En el momento en que le dimos una copia del libreto a este buen director, nos dimos cuenta que aceptó la tarea resignadamente y solo porque necesitaba dinero. Nunca lo puso de manifiesto, pero seguramente en su interior no estaba para nada convencido del liviano contenido argumental de la propuesta.
El argumento; Durante una noche tormenta un vehículo que transportaba a las integrantes de una compañía itinerante de teatro erótico, debido a un desperfecto mecánico queda detenido en un solitario camino en medio de un verdadero temporal. El chofer es un homosexual que a su vez también cumple tareas como peluquero y modisto de la paupérrima compañía, le sugiere a las tres esculturales muchachas que integran el elenco que lo mejor que pueden hacer para salir de la emergencia es empezar a caminar por el solitario camino intentando encontrar ayuda.
Totalmente empapados, los cuatro protagonistas, avanzan dificultosamente por la oscuridad del tétrico paraje hasta que una de las jóvenes divisa las luces de lo que parece ser una vivienda ubicada a unos cien metros de distancia. Con mucho esfuerzo, llegan por fin hasta el sitio y con sorpresa observan que se trata de una imponente y antigua mansión construída en medio del espeso bosque. Los náufragos de la tormenta caminan desesperados hasta la gran puerta de entrada y golpean repetidamente el aldabón, hasta que a los pocos minutos, con un chirrido de goznes, la pesada puerta se abre y aparece un horrible enano con joroba quien les pregunta que desean. Los cuatro desgraciados, casi al borde de sus fuerzas le explican lo ocurrido al personaje, que resulta ser el mayordomo de la casona. El hombre, con una sonrisa siniestra los invita a pasar y ubicarse cerca de un gigantesco hogar donde crepitan los leños que alimentan el fuego del amplísimo y lujoso living. A los pocos minutos, el mayordomo que se llama Ariel, les trae ropa seca y toallas. Los cuatro visitantes han entrado en calor, sus cuerpos antes semicongelados, ahora están secos y se sienten cómodos, aunque Romualdo, el chofer, maquillador y peluquero de la compañía itinerante descubre con una mezcla de miedo y curiosidad que en un sector de la sala, se encuentra un féretro. Ariel el mayordomo les explica que allí descansa el cuerpo del conde Draculón, quien falleció hace veinte años. En ese mismo momento, Sandra una de las bailarinas de la troupe, queda fascinada al ver en una de las paredes de piedra el retrato al óleo de un elegante y atractivo hombre. La pintura al óleo es una verdadera obra de arte y la tela de importantes dimensiones está enmarcada con gruesas varillas de oro. "¿Quien es ese señor tan buen mozo?"- pregunta la pulposa sandra. El mayordomo con cierta tristeza le responde; "ese caballero es mi amo, el conde Draculón, quien se encuentra en ese féretro a la espera del beso que lo despierte de su largo sueño". Es allí cuando el amanerado Romualdo, replica con cierta ironía; "¿Dice usted que un simple beso puede despertar al difunto?"; "efectivamente, mi querido amigo. Probado está que la leyenda de la dinastía Draculón, dice que si a mi amo una mujer rubia y esbelta le succiona el pene con cariño y pasión, mi amo volverá de inmediato a la vida". Los presentes no pueden evitar sus carcajadas al oir lo que sin inmutarse termina de decir Ariel, quién no puede ocultar su disgusto ante esta reacción irrespetuosa. Carola, una morocha de pechos turgentes, movida por la curiosidad le pide al mayordomo que quite la tapa del ataúd para ver el cuerpo del conde. El mayordomo jorobado, asiente con una leve inclinación de cabeza y se dirige hacia el costoso féretro rodeado de manijas e incrustaciones de plata procediendo a abrir la pesada tapa. Los ventanales se iluminan por segundos con los rayos acompañados por fuertes truenos producidos por la fuerte tormenta de viento y lluvia. El mayordomo ya ha descubierto el interior del ataúd y los visitantes se acercan temerosos. El rostro del conde Draculón está intacto, pero más allá de su palidez, no da la impresión de ser un cadáver. Las tres coristas quedan deslumbradas al observar el bello rostro del conde, y Sandra, espontáneamente comienza a acariciar los cabellos del ocupante del féretro. Ariel al notar esta actitud, dirigiéndose a la joven le dice; "Señorita, si usted se anima a besar el pene de mi amo, recibirá una bolsa repleta de monedas de oro, esa es la recompensa destinada para la mujer que lo resucite".
Sandra al oir esto, comienza a recorrer con sus delgadas manos el cuerpo del conde, quien está vestido con un impecable frac de color negro. Cuando está llegando a la parte de la bragueta, mira fijamente al mayordomo y le pregunta; "Si se la beso y el conde revive, ¿quien me garantiza que recibiré esa recompensa?". "Vea desconfiada señorita, para que usted compruebe la seriedad de la propuesta, ahora mismo le entregaré a modo de anticipo la mitad del contenido de las piezas de oro. Sírvase y proceda a llevar a cabo la tarea". Sandra, recibe la bolsa, no puede creer que será inmensamente rica por el simple hecho de besar el pene de un muerto al que supone embalsamado. Muchas veces ha hecho esto, prostituyéndose a cambio de miserables retribuciones, ya no duda y quita todos los botones de la bragueta. Un miembro fláccido pero de impresionante tamaño queda al descubierto. Al ver esto, Romualdo el peluquero exclama; "Hay chicas, miren eso, ¿no lo puedo besar yó también?". En segundos, movido por las artes desplegadas por la lengua y boca de Sandra, el pene comienza a crecer casi imparable y el rostro antes apacible del conde Draculón comienza a transformarse con vivos movimientos y gestos de placer. La bizarra obra continúa en escena mostrando juegos sexuales sugeridos en los que interactúan el chofer homosexual, el enano, el conde y las tres coristas. Todo en un clima de descontrol, donde abundan bailes eróticos, un strep tease de Zulma, otra de las chicas de la troupe y un romance furioso entre el deforme mayordomo y Carola. No recuerdo con claridad los detalles finales de esta alocada obra, sí puedo asegurar que además de los ensayos diarios y las exigencias del director que oportunamente contratamos, también invertimos en un ataud verdadero, vestuario y una escenografía muy bien lograda del living del palacio del conde Draculón. "Cococho" fué el encargado de hacer contactos con distintos teatros de la zona de influencia con el fin de alquilar las salas y hacer el cronograma de actuaciones de nuestra flamante compañía de revistas.
En pocos días, comenzamos a recibir llamados de distintos pequeños y medianos empresarios interesados en llevar la comedia a diferentes localidades. El ansiado debut de "La Noche que Draculón se Levantó del Cajón", fué programado para dos funciones que se llevarían a cabo un día sábado en una ciudad cercana a Bahía Blanca. "Cococho" alquiló los servicios de una combi, el vehículo que transportaría al elenco, iluminadores, sonidistas, etc. También se encargaron fotos a gran tamaño de los artistas y sus respectivos afiches. Al primer día del lanzamiento de la publicidad, que además de la gráfica también incluía el audio de un móvil callejero provisto de un equipo de sonido (propaladora) que recorría mañana y tarde las calles de la ciudad elegida para el gran estreno. Ya se habían vendido casi el ochenta por ciento de las entradas. "Cococho", había viajado anticipadamente para ocuparse de todos los detalles del debut y me llamaba permanentemente por teléfono. Cerca de las 20 horas del día elegido, vuelve a comunicarse, pero en esta oportunidad se lo escuchaba sumamente nervioso y casi fuera de sí. "Calmate y contáme que está pasando "Cococho", le dije. Del otro lado se produce un breve silencio y con voz quebrada me responde; "cagamos loco, vino el ejército, sacaron las fotos, prohibieron la venta de entradas y cerraron el teatro". "Bueno, pero al menos estás vivo, juntá al elenco y veníte cuanto antes con toda la gente", le sugerí.
De esta forma abrupta y casi previsible concluyó mi primera incursión como autor y co-productor de esta mediocre comedia musical que murió antes de nacer. Días después nos enteramos que los integrantes de una influyente Liga de la Moral, quienes al enterarse del pornográfico estreno, no dudaron en denunciarnos y todo terminó en una anécdota o intento transgresor en una época oscura donde reinaba la muerte, las desapariciones, el dolor, la confusión y una serie de horrores que nos marcaron a fuego con una secuela de odios y rencores que aún perduran sin perdón ni olvido. Aquella prohibición que sufrimos con "La Noche que Draculón se Levantó del Cajón" fué algo muy mínimo si lo comparamos con las que sufrieron calificados autores de obras serias y comprometidas, artistas de cine y teatro, escritores, periodistas, psicólogos, profesores, trabajadores o simples ciudadanos que perdieron la vida, fueron encarcelados o alcanzaron a salir a tiempo del país,exiliarse y así salvar su vida refugiándose en la nostalgia o el desarraigo de los países amigos que por aquellos años los recibían incondicionalmente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario