viernes, 26 de febrero de 2010

Un ramo de rosas, el infalible salvodonducto que Degoas utilizaba para ingresar como un ídolo a los cumpleaños de quince.

Norbert Degoas, el autor del slogan que decía "hola, hola ¿que tal, que tal?", se había convertido rápidamente en el disc jockey radial más popular de Bahía y la zona de influencia. Todos los jóvenes escuchábamos sus programas y los slogans del "loco" estaban incorporados al léxico cotidiano de grandes y chicos. Mientras su fama crecía, los comerciantes comenzaban a darse cuenta que una publicidad dicha al estilo Degoas, era una buena inversión, ya que su forma de vender un producto difería de las voces monótonas o estridentes de los locutores de tanda. Corrían los años sesenta, Degoas ganaba dinero y espacios centrales en las emisoras AM. Entre tanto trabajo cotidiano, cuando llegaba la noche, la disfrutaba a pleno, viviéndola intensamente con sus amigos de siempre o las chicas de turno. El sabía que ganaba en cualquier frente de conquistas femeninas, su personalidad extrovertida y sumamente particular le facilitaba el acceso rápido a los diferentes ámbitos de la sociedad. "El loco" era tan admirado por las mujeres que su agenda sentimental estaba siempre cubierta por jovencitas muy bellas. Cuando llegaba el Sábado, yo salía a buscarlo. Sabía perféctamente donde podía encontrarlo y después de tomar varios cafés, él decidía a qué cumpleaños de quince iríamos a "colarnos" esa noche. Lo primero que hacía era concurrir a la tradicional Florería Iris, que estaba ubicada en calle Alsina a metros de San Martín para comprar un hermoso ramo de rosas. Ya con las flores prolijamente envueltas en papel celofán y su moño correspondiente, subíamos a su "Chevrón" y nos dirigíamos directamente a la vivienda donde se estaba festejando el cumpleaños de alguna hermosa quinceañera. Por aquellos años, estas reuniones se realizaban en la casa de la niña homenajeada, ya que prácticamente no existían los salones de fiesta. Degoas solía apuntar siempre a las celebraciones de chicas pertenecientes a familias adineradas y de apellidos importantes dentro de la sociedad bahiense. El "Chevrón" se había detenido frente a una mansión bellísima de calle Mitre. Degoas, con impecable saco blanco y el ramo de rosas en la mano, descendía de su vehículo, y con un ágil salto ganaba la vereda y se ubicaba frente a la puerta de acceso de la casa elegida. Este show, lo tenía muy ensayado, casi toda su personalidad estaba dotada de gestos, modo de hablar, sonreir y caminar y él tenía muy en claro que esto le quedaba bien y llamaba la atención. Casi siempre, para ingresar a los cumpleaños, había que mostrar a alguien encargado de la puerta, una tarjeta de invitación. Si por casualidad, el asistente se la había olvidado, el custodio llamaba a la homenajeada que en definitiva tenía la última palabra y era la que decidía si ese joven entraba o nó a su fiesta. Con Degoas no sucedía nada de ésto, como todo el mundo lo conocía, ya al verlo, el "portero" del evento, no se animaba a preguntarle nada, lo saludaba efusivamente , lo invitaba a pasar y hasta le daba detalles de cómo estaba la fiesta, cuantas chicas había, si eran lindas, etc. Ya en el interior y con la música al máximo, proveniente del legendario Wincofón o un combinado Ken Brown, Degoas que se sabía observado, se desplazaba con naturalidad y aires de "ganador" por el living principal y el resto de los sectores de la vivienda donde los jóvenes bailaban o charlaban y bebían animadamente sentados en sillas y sillones. "El loco" saludaba a todo el mundo, era como un viejo amigo de la casa y muy poco le costaba entrar en confianza con todos los presentes. En ésta fiesta, se había obstinado en conquistar a la quinceañera, una niña bellísma que en esa noche tan especial tenía puesto un deslumbrante vestido de color blanco. "Es un angel", dijo Norbert en voz baja y fué directamente hacia ella como un misil. El lugar utilizado como pista de baile era el living principal, allí lo perdí de vista. Yo me dediqué a alguna chica, pero en un momento dado, me encontré casi de frente con una mujer bastante mayor que yó, posiblemente la madre de alguno de los chicos o chicas presentes. La señora era muy distinguida y sensual. Tenía una copa de champagne en la mano y sonreía permanentemente, dando toda la impresión de estar un poco ebria. Bebí un par de copas con ella y cuando empezaron a escucharse temas lentos, caminamos hacia la pista y nos apretamos con una pasión incontenible. Mi ocasional y atractiva compañera se comportaba como una adolescente y no tenía problema alguno en dejarse acariciar el largo cabello negro o que de a ratos, en medio de mi calor volcánico le besara el cuello mientras nuestros cuerpos se fundían a la vista de todos. Esa mujer hablaba muy poco, casi nada. Solo atiné a preguntarle con quién estaba y muy naturalmente, siempre con una sonrisa me dijo: "con mi marido, es aquel señor de saco azul que está sentado cerca de la ventana". El hombre era un conocido profesional bahiense, tenía cara de estar aburrido, pero seguramente había visto cómo se estaba comportando su liberal esposa, quien al rato, pretextando que tenía calor, me pidió que dejáramos de bailar por un momento y que enseguida regresaba. La estaba esperando ansiosamente en un pasillo cuando veo venir a Norbert tomado de la mano de la cumpleañera. "Hacéme un favor, cuidáme la puerta del baño y si alguien insiste en entrar, decíle que hay una señora descompuesta", me dice y rápidamente entra con la jovencita al toillete. Siguiendo sus instrucciones, permanecí de "guardia" frente a la puerta del baño durante más de media hora, hasta que en un momento dado, los veo salir despeinados, muy desprolijos y con todo el aspecto de haber librado una batalla sexual. Después de aquello me aboqué a la búsqueda de la mujer fogosa que al parecer me había dejado plantado y la encontré riéndose a carcajadas en el jardín junto a un par de señores de su edad, muy elegantemente vestidos y con todo el aspecto de ser profesionales, posiblemente médicos o abogados. La extraña mujer, que seguía bebiendo champagne me miró un segundo y luego siguió hablando con sus amigos, casi ignorándome. Supuse que ese era su juego y regresé al salón principal, donde veo a Degoas haciéndole mimos a la tía de la quinceañera. La tía de la jovencita, era muy parecida a la actriz Joan Collins, era algo baja de estatura, pero su cuerpo era casi perfecto. Norbert, al notar mi presencia, me guiñó un ojo y sonriente comenzó a caminar hacia el baño, con la tía de la homenajeada. Este tipo es imparable, pensé. Por suerte fuí testigo de aquella fiesta y todo lo que aquí relato fué verdad. Cerca del amanecer, el alcohol había hecho estragos entre hombres y mujeres, principalmente los mayores que estaban desparramados sobre los sillones y la mullida alfombra del elegante y amplio living de la casa. Algunos dormían y hasta roncaban con la boca abierta. Las mujeres se habían quitado sus zapatos y habían apoyado sus cabezas sobre almohadones tirados sobre la alfombra. Allí, también se encontraba la señora que tanto me había impactado. Dormía placidamente en la alfombra y tenía la cabeza apoyada sobre su mano derecha. Solo atiné a acostarme cerca de ella y simular que dormía. Su espalda estaba descubierta hasta la cintura. Me llamó la atención la cantidad de pecas que tenía, en un momento empecé a dormitar y Degoas, sacudiéndome el saco me susurró al oído; "vamos, ya es tarde. Acá no hay más nada que hacer". Saliendo con Norbert, la noche se convertía en una mágica caja de sorpresas, siempre sucedía algo diferente hasta parecía increíble que hubiera sucedido. A la sensual mujer mayor, con la espalda poblada de pecas, la encontré en la calle casi dos meses después. Me dió su teléfono y me pidió que la llame a su casa, siempre después de la medianoche, algo que hice de inmediato, hasta que en una oportunidad, estábamos hablando de sexo, la conversación era muy caliente. Ella me decía que estaba desnuda en su cuarto y que pronto estaríamos juntos, cuando escucho un "click", muy similar al de alguien que levanta otro teléfono."¿Quien nos estába escuchando?", le pregunto, y ella muy espontáneamente me dice: "Mi marido, el duerme en otro cuarto y se excita muchísmo escuchándo las charlas eróticas que tengo con mis amigos".


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