Ya he relatado varios episodios relacionados con sucesos y personas que conocí durante los años que viví y trabajé en la querida ciudad de Mar del Plata, pero a medida que voy escribiendo este blog, surgen nuevos recuerdos e historias reales que parecen de ficción, como la que cuento en esta página. Borda era un personaje fuera de serie que tenía el don de hablar con la mirada. Sus ojos intensificaban el brillo a medida que elucubraba algún posible, fácil y cercano negocio por hacer. Desde el primer día que lo conocí me impresionó como un hábil vendedor de "lo que sea". El podía convencer con gran facilidad, le ayudaban la voz, los gestos y la improvisación, ya que una de sus virtudes consistía en poder hablar de cualquier tema con un mínimo conocimiento del mismo. Borda había transitado en medios de comunicación, principalmente en emisoras de radio y era un verdadero profesional en comercialización publicitaria. Me encantaba sentarme a tomar café con él y escuchar sus proyectos, que en realidad no eran para nada descabellados, el único inconveniente que siempre dificultaba la concreción de los mismos, era la falta de capital. Borda tenía muy buenos contactos con importantes empresarios de Capital Federal y se encontraba abocado a instalar su propia radio FM en Mar del Plata y en eso estaba cuando me contó "la odisea de los pañales". Para montar su anhelada emisora, él necesitaba una determinada cantidad de dinero y si bien la cifra no era descabellada, a Borda le resultaba practicamente imposible conseguirla en el ámbito de "La Feliz". Esto sucedió a principio de los años noventa, cuando las FM comenzaban a despertar en todo el país como emprendimientos pequeños que permitirían desarrollar las condiciones de técnicos, productores, locutores y periodistas que ahora tenían la oportunidad de trabajar desde un medio de comunicación independiente. En esa ciudad conocí a gente muy capaz que se desempeñaba con solvencia produciendo sus propios espacios en radio y televisión, muchos de éstos contenidos se grababan en los estudios independientes que con esfuerzo y entusiasmo iban creciendo para bien de la comunicación local.
Borda no podía ser una excepción e incluso lo seguí durante un par de meses en su emprendimiento radial haciendo en su FM un programa llamado "Motín a Bordo". Una noche, Borda nos comunica que el dinero había aparecido, "Hay una socia interesada en invertir en la FM y esta noche viajo a Buenos Aires a buscar la plata", nos dijo lleno de alegría. A los pocos días regresó con el dinero y la emisora comenzaría a potenciarse con esa inyección de capital. Borda, era el autor de la hazaña, pero estaba ávido por contar detalles de la operación, y se salía de la vaina por hacerlo, porque en realidad y en su fondo, no dejaba de ser un chico travieso que sabía reirse de sí mismo, por esta razón no costó demasiado convencerlo para que la intrigante historia salga de su propia boca y esto fué lo que nos relató; "Llegué a Buenos Aires en un micro, muy escaso de efectivo, casi nada, diría que con lo justo como para llegar hasta el edificio donde la socia que invertiría en la FM, me esperaba para firmar el acuerdo y darme el dinero que la convertíría en principal accionista de la radio. La señora estaba en el imponente piso de su propiedad donde habitaba. Mucho lujo y confort, que te hacían sentir un insecto, pero la futura socia, a quién conocía de antes, era una persona adinerada pero sencilla. Gentilmente me invitó a cenar y quedarme esa noche a dormir en su casa, ya que mi plan era tomar un colectivo de regreso a primera hora de la mañana. Es posible que debido a los nervios o por haber comido algo que me hizo mal, de inmediato empezó a dolerme el estómago, la sensación era de una terrible diarrea a punto de estallar y fuí corriendo a uno de los baños, pero por desgracia no llegué a tiempo al inodoro y me cagué el único calzoncillo que tenía ya que no había contemplado la posibilidad de hacer noche en Buenos Aires. Abrí todas las canillas existentes en el cuarto de baño para atenuar los ruidos que producían los pedos de mi interminable descompostura, pero lo peor era que no tuve otro remedio que lavar inmediátamente el calzoncillo bañado en mierda e intentar dejarlo a secar en el mismo sitio. Después de un rato largo, salí del baño nervioso y con bastante verguenza, pero mi socia y anfitriona no pareció darse cuenta del percance que yo había tenido. Tomamos un café y le pidió a su empleada que me acompañara hasta mi cuarto, como no tenía pijama ni tampoco un calzoncillo de repuesto, se me ocurrió improvisar un pañal utilizando un toallón". En el piso donde pernoctaba Borda la calefacción era casi perfecta y esto ayudó a que el protagonista de esta historia, finalmente se durmiera plácidamente como un bebé y con pañales incluídos.
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