Pierino siempre sostuvo que su lugar en el mundo es Sierra de La Ventana, un sitio paradisíaco, digno de conocerse que está a unos 100 kilómetros de Bahía Blanca y que reúne además de su bello paisaje una energía propia capaz de aplacar cualquier tipo de estrés o ansiedad. Cada vez que Pierino llega a la Argentina, de inmediato, luego de visitar a Nilda, su madre, prepara su pequeño bolso y toma un tren que vá directamente hacia la localidad serrana. Este medio de transporte es su favorito, algo que resulta sumamente extraño, porque los ferrocarriles argentinos son vetustos, lentos y no cuentan con el mantenimiento adecuado, lo que hace poco probable que lleguen a horario, aunque para Pierino,un ciudadano del primer mundo europeo como él, su costumbre de elegir siempre este medio de transporte debe constituir algo así como un nostálgico regreso al pasado y removerle etapas de su infancia. Cuando el ferrocarril, antes de pasar a manos del estado nacional, estuvo manejado por los ingleses, eran un verdadero ejemplo en cuanto al servicio en general, sus vagones eran impecables, ya sea por el diseño interior y la limpieza reinante, la comodidad de sus asientos, la iluminación, o la cordialidad de sus guardas, camareros y todo el personal afectado a este transporte férreo.
Yo era muy niño cuando con mis abuelos maternos, Lucy y Próspero Abitante, solía viajar a Buenos Aires en los llamados "Camarotes", donde el trayecto parecía acortarse gracias al placer que significaba alojarse en esas "habitaciones" de lujo que olían a madera y sábanas perfumadas. Ni hablar del salón comedor de aquellos trenes donde la vajilla era de porcelana y los cubiertos de plata, convirtiendo el emocionante traslado sobre las extensas vías en algo similar a un hotel rodante de 5 estrellas. Pierino arribaba a Sierra de la Ventana y se instalaba temporalmente en la casa que allí posee su hermana Adriana desde hace muchos años donde de inmediato comenzaba a recorrer los lugares que tanto conoce y se abocaba a la realización de ingeniosas y atractivas artesanías hechas sobre piedras que rescata de un arroyo cercano. En el 2007, optó por radicarse en una vivienda antigua, pero muy pintoresca que le facilitó la madre de su cuñado Claudio y que además de estar rodeada por frondosos árboles añosos, está emplazada a unos pocos metros de un hilo de agua, sitio ideal para que nuestro amigo artista busque minuciosamente piedras milenarias de distintas formas y de las cuales con pinturas, Poxilina e imaginación logre que en pocas horas se transformen en atractivos autos, tanques de guerra, autobuses, etc que aún exhibe en la llamada "feria artesanal" para que sean vendidas a los turistas.
Cuando se radica en Sierra de la Ventana, suele moverse en una antigua bicicleta y disfruta plenamente de ese ámbito tan familiar que vuelve a recibirlo como siempre con los brazos abiertos más el cariño que le profesan los habitantes del pueblo cada vez que regresa. Hace más de 6 años, fuimos a verlo con Elvira y los tres, concurrimos a ver las ruinas del desaparecido hotel donde habían estado alojados los tripulantes del acorazado alemán Admiral Graf Spee. Fué en ese momento cuando Pierino exclamó: "¡Huy, creo que en la parte de atrás de la casa de mi hermana, hay un recipiente que perteneció a ese barco!" . Sabiendo de mi aficción por todo lo relacionado con la segunda guerra mundial, me dijo: "Si lo encuentro te lo regalo, es una pieza única" .Cuando llegamos a la vivienda, efectivamente, en un sector del terreno, allí estaba solitario y casi esa especie de tanque de latón oxidado que ostentaba visiblemente la insignia alemana impresa en relieve. Es posible que el recipiente de gran valor histórico, junto a otros tantos objetos que los marinos alemanes lograron sacar del Graf Spee y traer consigo a la Argentina, fuera una de las últimas piezas existentes que aún quedan de aquella legendaria nave de combate.
El recipiente tiene más de 60 centímetros de alto, y seguramente junto a otros muchos similares, estuvo a bordo del acorazado de bolsillo destinado a depósito de papeles o desperdicios de la embarcación hundida. Hoy, cada vez que lo veo, imagino que ese objeto, hace más de 65 años formó parte de una gran epopeya y convivió en alta mar con más de 1000 hombres que protagonizaron uno de los hechos más sobresalientes e inolvidables de la "Batalla del Atlántico". Ese objeto preciado, es también un obsequio invalorable que no deja de recordarme los días divertidos y llenos de pequeñas grandes historias que disfrutamos en Sierra de La Ventana, como todas las que me unen a Pierino, a lo largo de mi vida.
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