A comienzos de los años setenta, Bahía era una ciudad entusiasta que se caracterizaba por la gran cantidad de lugares destinados a la diversión de los adolescentes y también los mayores. Cada uno de los negocios instalados para la recreación nocturna tenían su estilo y también su público habitué. Tiempos de ciudad tranquila donde la ilusión y la alegría estaban en plena ebullición y lejos de imaginar que a partir de 1976, vendrían los casi eternos seis años del miedo. Ernesto "Colita" Figueroa, Beto Mussali y Juan Romagnello, venían desde Buenos Aires con la intención de encarar emprendimientos en la ciudad, entre ellos un restaurante y un boliche bailable. Yo los conocí cuando llegaron a la agencia publicitaria de mis comienzos, una oficina ubicada en el segundo piso de Galerías Plaza, allí se presentaron y me explicaron lo que querían hacer. Para entonces ya habían comprado el edificio donde funcionaba un restaurante llamado "Grand Grill" que estaba ubicado frente a la Plaza Rivadavia y también eran los flamantes poseedores de una imponente casona de calle Alsina casi Dorrego, que durante años había funcionado como oficina central de Obras Sanitarias. "Los tres Mosqueteros" eran personajes muy especiales y carismáticos en extremo. Audaces y decididos no vacilaron en transformar el edificio de calle Alsina en un castillo medieval. Para llevar a cabo ésta difícil y artística tarea, trajeron a un profesional de apellido Baigorri que era el responsable del armado de "Camelot", un famoso centro de diversión porteño. Este castillo bahiense fué bautizado "Brancaleone" , en homenaje a la antológica película italiana cuyo protagonista fué el gran actor Vittorio Gassman. La réplica del castillo era casi perfecta, en el acceso tenía un puente levadizo hecho con sólidas maderas, gruesas cadenas y un pequeño foso con agua. La gran puerta de entrada exhibía en uno de sus costados, una estatua en tamaño real de un caballero medieval con su respectiva armadura y en el interior del local, se levantaban columnas con arcadas, paredes en simil piedra y otros detalles artesanales que aportaban una exacta y cálida ambientación al mágico lugar.
Lo primero que me encargaron los "Mosqueteros" fué un poster que dibujé una noche desde la vereda de enfrente, donde logré una buena imágen del castillo mediante la utilización de pinceles y aguadas con tinta china. El poster se imprimió en color marrón, era un monocromo ideal para mostrar gráficamente la maravillosa obra de Baigorri. La idea inicial de Figueroa, Mussalli y Romagnello era destinar tanto el restaurante como "Brancaleone" a un público de clase media alta. El "Grand Grill" se mantuvo con su clientela tradicional, en cambio "Brancaleone", que en su inauguración contó con invitados pertenecientes a la "crema" bahiense, debió dar un giro y promocionar fiestas temáticas dirigidas a la juventud de aquellos años.
A mí me tocó ser el cuarto "Mosquetero", el ideólogo encargado de las piezas destinadas a la publicidad del negocio. Confieso que fueron años felices e inolvidables ya que todo lo que constantemente le presentaba a los propietarios del castillo era aceptado de inmediato. Las promociones radiales, televisivas y gráficas eran tan impactántes y originales que aún en la actualidad son piezas de incomparable valor creativo.
Muy pronto, un jóven llamado César Ugarnes pondrá en internet una página dedicada a la historia de "Brancaleone", un sitio místico y difícil de olvidar por aquellos chicos y chicas que viernes, sábados y domingos asistían infaltablemente al castillo.
Entre las muchas producciones destinadas a la promoción de "Brancaleone", destaco una magistral obra del dibujo que hizo Guillermo Ponte, un ilustrador y pintor bahiense que perfeccionó su estilo durante los años que estuvo radicado en España. Este trabajo consistía en un volante impreso en muy buena calidad que contaba en sus 8 páginas una historia en comic con guión de mi autoría titulada "Mateza, piel de tristeza", narrando la aburrida existencia de una chica muy fea y deprimida que una noche, toma la decisión de concurrir a "Brancaleone" y ya en el lugar se transforma en una bella y escultural mujer muy codiciada por los muchachos. Entre las muchas y exitosas propuestas temáticas recuerdo una competencia de baile llamada "Fiebre de Sábado a la Noche", donde aprovechamos el impacto mundial de la película del mismo nombre protagonizada por John Travolta quién impuso un singular estilo de baile con música de los Bee Gees. En esta convocatoria la intención era premiar a la pareja que en el escenario reproduzca con total fidelidad los pasos y movimientos vistos en el filme.
Omar Paniagua y su pareja resultaron ser los ganadores de esta competencia que se prolongó durante varias semanas y contó con un "Brancaleone" colmado de público en cada show y que aplaudía a rabiar la incomparable exhibición de Paniagua. A este acierto le sucedieron "La Máquina de Bailar", "El hombre Invisible", "Jueves de Manzanitas" y un boom bautizado "Carnaval Atómico". La promoción de éste carnaval tuvo como valor agregado una carroza que el "turco" Mussalli hizo armar utilizando un acoplado que era arrastrado por otro vehículo. En la carroza estaba montado un cohete de importantes dimensiones y a su alrededor varias chicas disfrazadas bailaban movedizos temas del momento que se oían a todo volúmen en parlantes instalados en el original móvil que recorría todas las calles de Bahía promocionando la exitosa fiesta. En sus tres semanas de duración, el "Carnaval Atómico" tuvo asistencia record, algo "normal" en cada una de las reuniones temáticas que se ponían en práctica. Así era "Brancaleone" y así eran sus tres propietarios con quienes me reunía semanalmente en largas charlas de café y docenas de cigarrillos donde planificábamos cada espectáculo. Mussalli, era el "malo" de la película, el "turco" jodido que defendía a ultranza los presupuestos, Romagnello un idealista que bebía y disfrutaba segundo a segundo su vida imprevisible y aventurera y Figueroa, un chico grande, siempre impecablemente vestido de empresario que se entusiasmaba e involucraba con alma y vida en cada proyecto temático y disfrutaba de la locura que generaban esas ideas a las que apostaba con absoluta convicción. Finalmente, la piqueta demolió el castillo. Allí se pretendió sepultar la historia de "Brancaleone" para erigir en su lugar un frío y anónimo edificio más, aunque la leyenda será siempre más fuerte y nada ni nadie podrá reemplazarla ni olvidarla.
Juan Romagnello falleció víctima de una estúpida intoxicación, cuando estaba en lo mejor de su vida. Una muerte de mierda para un guerrero de su talla. Beto Mussalli no resistió a las distintas y duras enfermedades que venía sufriendo, posiblemente producidas por los dolores de su alma y también murió jóven, aunque aún me parece oír su inconfundible vozarrón a la hora de pelear un presupuesto.
Muchas veces la nostalgia tiene la potencia de un volcán que estalla en miles de imágenes y emociones que llevaremos en el alma hasta el fin de nuestros días. "Los tres Mosqueteros", fueron muy importantes en mi existencia, tanto en lo humano como en lo profesional porque a la hora de crear siempre me dieron "piedra libre" y por esa razón, le puse lo mejor de mí a la hora de producir un video, un texto radial o imágenes gráficas del boliche.
Ernesto Figueroa se fué a vivir a Mar del Plata en 1987 con Amanda, su incondicional esposa, Ernesto y Sonia, sus hijos, mientras que Mónica, su otra hija se quedó a vivir en Bahía junto a su familia. Ernesto Figueroa impulsa desde hace años y con muy buenos resultados su fábrica de camperas, una de las más importantes de la costa atlántica y el país, con marcas propias y diseños exclusivos. Muchas veces cuando paso frente al sitio donde estaba el majestuoso e irrepetible "Brancaleone" imagino que los duendes y hadas, invisibles a los ojos y oídos de las personas indiferentes y sin memoria, continúan despertando cada noche dispuestos a brillar intensamente desde un plano superior y hacernos bailar al compás de "Manteniéndose Vivo".
viernes, 31 de octubre de 2008
miércoles, 22 de octubre de 2008
Inédito; en el 2006 desde "Palacios el Aire" comienza la miniserie radial "La Leyenda de la Llorona", totalmente actuada en vivo y telefónicamente.
El programa "Palacios en el Aire" se iba posicionando cada vez más. De a poco, en cada emisión, nos encontrábamos con nuevos oyentes que atraídos por la loca propuesta que estaban escuchando no dudaban en salir espontáneamente al aire para cantar, responder alguna pregunta, contar una interesante y divertida historia de vida o simplemente decir lo que estaban sintiendo en ese momento. Mi respeto y cariño por los legendarios radioteatros que durante años había escuchado en una vieja radio a válvulas junto a mi abuela Lucy estaba latente. Me preguntaba si a esta altura de la tecnología en comunicaciones funcionaría ensayar una radionovela en capítulos con el clásico "continuará". Hablamos sobre el tema con Marcelo Montechiari y comencé a escribir los libretos a emitir. A modo de homenaje a los queridos artistas del radioteatro y también a la "Llorona", el exitoso emprendimiento encarado por el empresario bahiense Carlos Chiesa en Mar del Plata, la miniserie se llamó "La Leyenda de la Llorona". Confienso que en el comienzo, la idea que tenía sobre la trama a desarrollar era muy vaga, hasta que en una charla relacionada sobre éste contenido que mantuve con Jorge "Oso" Tirabasso, quién en ese momento era el gerente artístico de LU2 Radio Bahía Blanca AM 840, me dice: "¿Que te parece si la novela se hace íntegramente por teléfono?, les hacemos llegar los libretos con anticipación y los actores intervienen desde su casa, es algo que tengo en mente desde hace mucho tiempo y me gustaría que lo probemos". La idea de Tirabasso superaba todo lo conocido hasta el momento, esa propuesta que me potenció desde el primer momento, es actualmente algo inédito en la radiofonía mundial.Jorge también sugirió que la producción se llevara a cabo con total espontaneidad, errores incluídos y el máximo de frescura. Contábamos con unas seis líneas telefónicas simultáneas para hacer realidad esta original interacción con formato novelístico. A partir de allí, empecé a armar la historia y darle vida a sus personajes de acuerdo a lo que se me iba ocurriendo en el momento. El proyecto se concretó después de dos semanas de previos preparativos y las lógicas tensiones, el estreno del primer capítulo de "La Leyenda...", tuvo más allá del nerviosismo y algunos "baches", una buena repercusión por parte de la audiencia trasnochada. Estaba ante un nuevo desafío, posiblemente el más grande e insólito y original de mi carrera en los medios, solo que en esta oportunidad sabía perfectamente que si todo salía bién, lo máximo que ganaríamos sería el valioso reconocimiento de los oyentes, ya que esa franja horaria del programa es muy difícil de comercializar, algo que tanto yó como los directivos de la emisora sabíamos desde el comienzo de "Palacios en el Aire". Antes de lanzar el primer capítulo de la miniserie, hicimos un casting de voces entre los muchos oyentes de ambos sexos que entusiasmados, querían actuar en la novela. Elegimos a los que serían "figuras" estables y allí estuvieron Elvira Felisa, la protagonista interpretada por Virginia, que se introdujo muy bién en en el rol de una tímida chica del norte argentino que llegaba a Mar del Plata contratada para trabajar como ayudante de cocina en la imponente mansión de la familia Menéndez Moscardi, ubicada frente al mar, en la esquina de Olavarría y La Costa, Marcelo Montechiari además de operar los controles, también hacía dos papeles en simultáneo; El doctor Justo Justicia, un abogado siniestro y sin escrúpulos que ambicionaba quedarse con la fortuna de los Moscardi y también se las ingenió para ponerle la voz al justiciero comisario Cartucho. Victoria Molteni, actual colaboradora del programa, actuó como la doctora Leyes. Marcela Otero una excelente persona y calificada empleada de la radio, encarnó a Selena,la mujer seductora y fatal del envío, Mario Galeani, periodista deportivo y conductor de la trasnoche de la radio imprimió su voz y pasión a un creíble galán llamado Martín Menéndez Moscardi, otro personaje central que captó de inmediato el interés de los seguidores de la tira. Desde sus hogares y a través del teléfono, ingresaron puntualmente a escena otras actrices como las señoras Mirta, Graciela y Irene quienes interpretaban brillantemente sus respectivos papeles. Hay muchas anécdotas relacionadas con "La Leyenda de la Llorona", la radionovela telefónica que cumplió nueve exitosos meses en el aire. Yo, además de los guiones, oficiaba de relator de los capítulos y en más de una ocasión no podía contener la risa y a veces, estaba tan tentado que permanecía hasta cinco minutos tratando de seguir con el relato. Ni hablar cuando debía hacer de "Dóngor", el hijo oculto de la esposa de Moscardi que había nacido feo y deforme, por esta razón, su madre avergonzada lo ocultó durante veinte años y rodeado de juguetes en un confortable sótano de la mansión. Curiosamente cuando "Dóngor" entraba en escena, comenzaban a llamar niños para que éste fenómeno los salude. Lo inexplicable era que en cada entrega seguía riéndome de mis propios libretos, ya que a medida que los iba leyendo me imaginaba las disparatadas situaciones que les tocaba vivir a los bizarros personajes creados para la historia radial.
En una oportunidad, contraté a un arquitecto para que construya un estudio de unos cuarenta y cinco metros cubiertos en la parte superior de mi casa, la obra iba tomándo forma día a día y en ese tiempo a unos tres meses iniciados los trabajos, conocí un poco más a Andrés, el albañil que se encargaba de levantar y revocar las paredes. Logré convencer a Andrés para que interprete a La Bombarda quién en la ficción era un anarquista colocador de explosivos contratado para llevar a cabo atentados diversos. La Bombarda había tenido varios accidentes con las bombas que instalaba, al punto que en cierta ocasión, se voló los brazos y debía usar garfios de acero y ésto le ocasionaba problemas al momento de encender la mecha de los artefactos y para cumplir con su cometido no tenía mejor idea que pedirle fuego a quién estuviera cerca.
Andrés era, es y será un pésimo actor aunque sí un buen albañil, pero su paso por la miniserie es inolvidable por la forma de expresarse con sus cómicos bocadillos donde siempre repetía la palabra ¿vió?.
Al personaje de La Bombarda lo tuve que eliminar obligadamente ( falleció víctima de un involuntario y torpe error al pretender activar un explosivo) ya que Andrés había empezado a ser reconocido en su barrio y aunque era casado y con hijos, una noche no pudo resistirse a la ínvitación de unas chicas vecinas y no dudó en acompañarlas a bailar en un boliche. Cuando regresó a su casa, ya era casi el mediodía y su esposa, indignada lo hechó de su casa. Aunque al día siguiente lo perdonó, no le permitió continuar con su fugaz carrera de actor.
La inédita, original y audaz idea de Jorge Tirabasso, superó largamente nuestras expectativas al punto que el ciclo se extendió durante treinta y seis atrapantes capítulos que fueron seguidos con sincero entusiasmo y alegría por la audiencia de "Palacios en el Aire". El final de la serie tuvo su broche de oro en una cena que Miguel Angel Córdoba, también actor invitado del envío y propietario de la empresa Córdoba Recepciones aportó generosamente en sus salones como reconocimiento a todos quienes participaron en la radionovela. Vaya en ésta página de mis memorias el agradecimiento sincero a toda la gente de LU2 Radio Bahía Blanca que nos brindó su permanente apoyo e incondicional apoyo para que la realización de la miniserie sea posible. También el cariño y recuerdo permanente para los familiares de Don Javier Rizzo, Valentina de la Cruz y la compañía de Mario Mauret, ilustres pioneros del radioteatro bahiense, quienes junto a sus respectivos elencos, durante años hicieron volar hasta lo más alto la imaginación de quienes seguían sus entretenidas e inolvidables obras que a diario eran escuchadas en miles de hogares a través de LU2 Radio Bahía Blanca y LU3 Radio del Sur. Es posible que los espíritus de éstas queridas figuras, desde el mágico universo donde se encuentran, además de habernos ayudado para que todo salga más o menos bién, también se rieran a más no poder de nuestras actuaciones tan poco profesionales aunque definitívamente se pusieron de manifiesto con el máximo de respeto y la sana intención de alegrar a su fiel y vasta audiencia de la ciudad y zona.
En una oportunidad, contraté a un arquitecto para que construya un estudio de unos cuarenta y cinco metros cubiertos en la parte superior de mi casa, la obra iba tomándo forma día a día y en ese tiempo a unos tres meses iniciados los trabajos, conocí un poco más a Andrés, el albañil que se encargaba de levantar y revocar las paredes. Logré convencer a Andrés para que interprete a La Bombarda quién en la ficción era un anarquista colocador de explosivos contratado para llevar a cabo atentados diversos. La Bombarda había tenido varios accidentes con las bombas que instalaba, al punto que en cierta ocasión, se voló los brazos y debía usar garfios de acero y ésto le ocasionaba problemas al momento de encender la mecha de los artefactos y para cumplir con su cometido no tenía mejor idea que pedirle fuego a quién estuviera cerca.
Andrés era, es y será un pésimo actor aunque sí un buen albañil, pero su paso por la miniserie es inolvidable por la forma de expresarse con sus cómicos bocadillos donde siempre repetía la palabra ¿vió?.
Al personaje de La Bombarda lo tuve que eliminar obligadamente ( falleció víctima de un involuntario y torpe error al pretender activar un explosivo) ya que Andrés había empezado a ser reconocido en su barrio y aunque era casado y con hijos, una noche no pudo resistirse a la ínvitación de unas chicas vecinas y no dudó en acompañarlas a bailar en un boliche. Cuando regresó a su casa, ya era casi el mediodía y su esposa, indignada lo hechó de su casa. Aunque al día siguiente lo perdonó, no le permitió continuar con su fugaz carrera de actor.
La inédita, original y audaz idea de Jorge Tirabasso, superó largamente nuestras expectativas al punto que el ciclo se extendió durante treinta y seis atrapantes capítulos que fueron seguidos con sincero entusiasmo y alegría por la audiencia de "Palacios en el Aire". El final de la serie tuvo su broche de oro en una cena que Miguel Angel Córdoba, también actor invitado del envío y propietario de la empresa Córdoba Recepciones aportó generosamente en sus salones como reconocimiento a todos quienes participaron en la radionovela. Vaya en ésta página de mis memorias el agradecimiento sincero a toda la gente de LU2 Radio Bahía Blanca que nos brindó su permanente apoyo e incondicional apoyo para que la realización de la miniserie sea posible. También el cariño y recuerdo permanente para los familiares de Don Javier Rizzo, Valentina de la Cruz y la compañía de Mario Mauret, ilustres pioneros del radioteatro bahiense, quienes junto a sus respectivos elencos, durante años hicieron volar hasta lo más alto la imaginación de quienes seguían sus entretenidas e inolvidables obras que a diario eran escuchadas en miles de hogares a través de LU2 Radio Bahía Blanca y LU3 Radio del Sur. Es posible que los espíritus de éstas queridas figuras, desde el mágico universo donde se encuentran, además de habernos ayudado para que todo salga más o menos bién, también se rieran a más no poder de nuestras actuaciones tan poco profesionales aunque definitívamente se pusieron de manifiesto con el máximo de respeto y la sana intención de alegrar a su fiel y vasta audiencia de la ciudad y zona.
lunes, 20 de octubre de 2008
Personajes de los años 70 ; Miguel, un empresario a quién le deprimían los pobres.
Corría el año 1977, época del denominado "proceso de reorganización nacional" instalado por la dictadura militar argentina. Miguel era un tipo de barrio, se había criado en Parque Patricios y con un porcentaje de ingenio más un golpe de buena suerte, comenzó a aprovechar la época del famoso "deme dos" surgido en los años de Martínez de Hoz, el ministro de economía que además de impulsar un dólar excesivamente barato, también abrió las compuertas de la importación indiscriminada, decretándo el fín inevitable de cientos de empresas, fábricas e industrias que debieron cerrar sus puertas definitivamente al no poder competir con los productos de todo tipo que llegaban desde el exterior a precios irrisorios y dudosa calidad. Miguel tuvo la iniciativa de desarrollar cadenas de zapatillerías con ofertas de todo tipo en calzado deportivo, chinelas y zapatillas, destinadas fundamentalmente a la gente humilde o de escasos recursos. Los negocios iban creciendo con velocidad considerable gracias a los créditos "blandos" que otorgaban los bancos en ese entonces a quienes además de estar bien relacionados con los funcionarios y direcivos de turno, paralelamente contaban con la "bendición" de los uniformados y ésto los convertía en ciudadanos confiables y patriotas.
Miguel logró una posición económica rápida y considerable transformándose en un comerciante jóven, rico y exitoso. Lo recuerdo como un personaje de gran verborragia, siempre impecáblemente vestido con trajes de muy buena calidad que usaba buenos perfumes, se movía en aviones y elegía alojarse en los más caros hoteles cada vez que viajaba hacia distintas ciudades argentinas para visitar las sucursales de su cadena de calzado.
En más de una oportunidad lo sorprendí observando desde lejos sus locales instalados en el centro de Bahía. A veces oculto detrás de alguna pared o presentándose a última hora de la noche, casi a la hora del cierre comercial. Cuando le pregunté porqué hacía ésto, me respondió: "No puedo ver a mis empleados laburando ocho o más horas por dos mangos, me deprime, lo mismo me sucede cuando en mis tantos vuelos a Europa o Estados Unidos en clase VIP y veo a la pobre gente de clase turística amontonada en asientos incómodos, todos apretados como sardinas en una lata y esperándo que les lleven la comida en esos carritos que empujan las azafatas por los pasillos, tan lentamente que parecen no llegar nunca. En cambio yó, viajo confortablemente instalado en un sillón del sector de la clase única, viendo películas, fumando y compartiéndo la sala exclusiva con unos pocos privilegiados".
Miguel, vivía en un imponente piso en una de las avenidas más caras de Buenos Aires, su oficina estaba lujosamente decorada y poseía automóviles nuevos y de marca, mostrándo una gran debilidad por los vehículos de orígen alemán.
"No sabés como me jode ir con mi Mercedes por la calle y ver cuando paro en los semáforos a pobres personas que andan en autos chiquitos, viejos, miserables, sin aire acondicionado o sin levanta-cristales automático, es terrible, me hace mucho mal, me enferma"- Confesaba Miguel con rostro compungido.
En la era de "la plata dulce", el país estaba plagado de nuevos ricos, tipos muy ignorantes que estaban haciendo mucho dinero y que se creían empresarios iluminados u omnipotentes, pensando que aquel ciclo de abundancia selectiva jamás terminaría y los seguiría favoreciendo. Miguel era uno de ellos ya que más allá del exacerbado egocentrismo que lo caracterizaba, su vida transcurría dentro de una burbuja de oro y no podía disimular la fobia o tristeza que le producían los ciudadanos pobres. Por ejemplo, aquellos trabajadores que viajaban parados en transportes colectivos, en los vetustos trenes, o no tenían otra alternativa que comer a diario en restaurantes baratos. Cuando la dictadura militar iba llegando a su fín y argentina daba muestras de un gran deterioro económico, Miguel fué desapareciendo del ambiente empresarial, dejó de viajar por el mundo y en poco tiempo no se tuvieron más noticias de él. Algunos que lo conocían aseguran que lo tapó la violenta ola de la crísis de los años ochenta, que las deudas lo dejaron en la ruina y los bancos amigos dejaron de serlo quitándole el respaldo. Hace poco, uno de sus ex empleados, me comentó que estando en Buenos Aires había tomado un taxi y que quién lo conducía era nada más y nada menos que el mismo Miguel.
Miguel logró una posición económica rápida y considerable transformándose en un comerciante jóven, rico y exitoso. Lo recuerdo como un personaje de gran verborragia, siempre impecáblemente vestido con trajes de muy buena calidad que usaba buenos perfumes, se movía en aviones y elegía alojarse en los más caros hoteles cada vez que viajaba hacia distintas ciudades argentinas para visitar las sucursales de su cadena de calzado.
En más de una oportunidad lo sorprendí observando desde lejos sus locales instalados en el centro de Bahía. A veces oculto detrás de alguna pared o presentándose a última hora de la noche, casi a la hora del cierre comercial. Cuando le pregunté porqué hacía ésto, me respondió: "No puedo ver a mis empleados laburando ocho o más horas por dos mangos, me deprime, lo mismo me sucede cuando en mis tantos vuelos a Europa o Estados Unidos en clase VIP y veo a la pobre gente de clase turística amontonada en asientos incómodos, todos apretados como sardinas en una lata y esperándo que les lleven la comida en esos carritos que empujan las azafatas por los pasillos, tan lentamente que parecen no llegar nunca. En cambio yó, viajo confortablemente instalado en un sillón del sector de la clase única, viendo películas, fumando y compartiéndo la sala exclusiva con unos pocos privilegiados".
Miguel, vivía en un imponente piso en una de las avenidas más caras de Buenos Aires, su oficina estaba lujosamente decorada y poseía automóviles nuevos y de marca, mostrándo una gran debilidad por los vehículos de orígen alemán.
"No sabés como me jode ir con mi Mercedes por la calle y ver cuando paro en los semáforos a pobres personas que andan en autos chiquitos, viejos, miserables, sin aire acondicionado o sin levanta-cristales automático, es terrible, me hace mucho mal, me enferma"- Confesaba Miguel con rostro compungido.
En la era de "la plata dulce", el país estaba plagado de nuevos ricos, tipos muy ignorantes que estaban haciendo mucho dinero y que se creían empresarios iluminados u omnipotentes, pensando que aquel ciclo de abundancia selectiva jamás terminaría y los seguiría favoreciendo. Miguel era uno de ellos ya que más allá del exacerbado egocentrismo que lo caracterizaba, su vida transcurría dentro de una burbuja de oro y no podía disimular la fobia o tristeza que le producían los ciudadanos pobres. Por ejemplo, aquellos trabajadores que viajaban parados en transportes colectivos, en los vetustos trenes, o no tenían otra alternativa que comer a diario en restaurantes baratos. Cuando la dictadura militar iba llegando a su fín y argentina daba muestras de un gran deterioro económico, Miguel fué desapareciendo del ambiente empresarial, dejó de viajar por el mundo y en poco tiempo no se tuvieron más noticias de él. Algunos que lo conocían aseguran que lo tapó la violenta ola de la crísis de los años ochenta, que las deudas lo dejaron en la ruina y los bancos amigos dejaron de serlo quitándole el respaldo. Hace poco, uno de sus ex empleados, me comentó que estando en Buenos Aires había tomado un taxi y que quién lo conducía era nada más y nada menos que el mismo Miguel.
miércoles, 15 de octubre de 2008
2005, nacen en LU2 Radio Bahía Blanca las piezas publicitarias de Vieytes, "El Prócer de los Repuestos". ..
Ya habíamos editado el segundo número de "Signos y Marcas", la revista de aparición mensual realizada para supermercados Burgos. También estaba emitiendo el programa "Palacios en el Aire" que comenzamos con Virginia en el trasnoche de LU2 AM 840. En ese tiempo, tomo un contacto accidental con la firma EGSA, propiedad de la familia Goyanarte, una empresa de familia iniciada por Eduardo "el Vasco" Goyanarte, quién había sido un buen compañero mío en tiempos del colegio Don Bosco y en el servicio militar obligatorio. Siempre había tenido una muy buena relación con el "vasco", un ser humano muy particular que desde que era apenas un muchacho se destacaba por ser una persona respetuosa, amable e inteligente. Después de nuestra estadía en el ejército, el destino nos distanció y nos reencontramos muchos años después en una calle de Bahía, precisamente cuando yo "había vuelto a casa", sin saber en verdad si me quedaría o volvería a dejarme llevar por el río de la vida buscando nuevas emociones y desafíos. De ese casual encuentro con el "Vasco", nació lo que se convertiría en uno de mis mayores logros publicitarios volcados en textos radiales. En páginas anteriores relaté que en los años ochenta, había producido en audio e imágen las piezas de "El Hombre de Chapa" un superhéroe metálico cuyas imágenes aparecen en este blogspot y que solo actuaba cuando presenciaba un choque de vehículos e inmediátamente se transformaba reparando en segundos los daños causados en las carrocerías de los autos accidentados. Los comerciales radiales de "El Hombre de Chapa" se hacían a modo de relato de acción donde en escasos 20 o 25 segundos, se brindaba al oyente un mensaje compacto de fuerte penetración que sobresalía de las tandas convencionales y se posicionaba muy fácilmente en la memoria de chicos y grandes.
Como yá relaté anteriormente, "El Hombre de Chapa" surgió de un comic impreso en papel, luego,desde la radio, pasó a la televisión en formato de cartones secuenciados que seguían el texto y los efectos sonoros a la misma velocidad del texto en off. Habían transcurrido casi 20 años de aquella creación aún muy recordada por la gente de Bahía y su zona de influencia y ahora Hernán y Gonzalo, los hijos de Eduardo "el Vasco" Goyanarte, quienes actualmente ocupan la dirección comercial de Repuestos Vieytes otra empresa de esta familia, me piden "demos" para comerciales de radio. Fué allí donde se me ocurre un slogan que en poco tiempo se haría popular y éste es : "Repuestos Vieytes, el Prócer de los Repuestos". Cuando comencé a grabar en los estudios de LU2, conocí a Tristán Colángelo, que en ese entonces se ocupaba de producir audios para FM Ciudad, perteneciente a LU2 Radio Bahía Blanca. Con Tristán me entendí desde el mismo momento en qué nos conocimos, ambos sabíamos lo que teníamos que lograr y ésto significaba no caer en "más de lo mismo" o grabar por grabar con el único y simple fín de conquistar un eventual cliente. También era consciente que los hijos del "Vasco" con sus escasos treinta años, esperaban escuchar un anuncio diferente e impactánte que satisfaga sus expectativas, algo que felizmente conseguimos hasta la actualidad donde llevamos más de 70 piezas emitidas, todas diferentes y con un toque de originalidad que las convierten en comerciales de una artística muy poco común.
Muchas de las piezas de "El Prócer de los Repuestos" están interpretadas por divertidos personajes que intentan hablar en un extraño japonés de las bondades de los repuestos para los automóviles fabricados en su país, Honda, Toyota, etc.
En otros comerciales de esta extensa serie, Tristán y yó multiplicamos nuestras voces y cantamos la tradicional canción de los marines Yankees, simulamos formaciones donde un supuesto comandante pasa lista a una formación donde grita: Renault, Ford, Fiat, Chevrolet y otras marcas de las filas que le van respondiendo con un contundente "presente".
Cada uno de estos avisos es una verdadera artesanía, ya que los hacemos solo entre dos personas que parten de una simple y consiguen plasmarla en escasos 20 segundos, que es la duración pactada para cada anuncio. Tristán, además de hacer "magia" con los efectos especiales, marca los énfasis y tonos de cada canción, imita y edita con mucho talento y pasión, estas obras publicitarias que están merecidamente instaladas en la audiencia habitual de la radio. En algunas oportunidades se incorpora Roberto Ottonelli, un joven locutor de FM Ciudad quién logra las voces que necesitamos para completar alguna pieza de audio en particular.
En ese regreso, comprobé que todo estaba como antes, el 2005, fué un año importante, para mí, algo así como una gran puerta llena de luz que me permitió de alguna manera volver a ocupar mi lugar de creativo publicitario, locutor y animador radial con excelentes resultados en medios donde logré el espontáneo reconocimiento y respeto de las nuevas generaciones, algo que me colma de orgullo y satisfacción tanto a nivel humano como profesional.
Como yá relaté anteriormente, "El Hombre de Chapa" surgió de un comic impreso en papel, luego,desde la radio, pasó a la televisión en formato de cartones secuenciados que seguían el texto y los efectos sonoros a la misma velocidad del texto en off. Habían transcurrido casi 20 años de aquella creación aún muy recordada por la gente de Bahía y su zona de influencia y ahora Hernán y Gonzalo, los hijos de Eduardo "el Vasco" Goyanarte, quienes actualmente ocupan la dirección comercial de Repuestos Vieytes otra empresa de esta familia, me piden "demos" para comerciales de radio. Fué allí donde se me ocurre un slogan que en poco tiempo se haría popular y éste es : "Repuestos Vieytes, el Prócer de los Repuestos". Cuando comencé a grabar en los estudios de LU2, conocí a Tristán Colángelo, que en ese entonces se ocupaba de producir audios para FM Ciudad, perteneciente a LU2 Radio Bahía Blanca. Con Tristán me entendí desde el mismo momento en qué nos conocimos, ambos sabíamos lo que teníamos que lograr y ésto significaba no caer en "más de lo mismo" o grabar por grabar con el único y simple fín de conquistar un eventual cliente. También era consciente que los hijos del "Vasco" con sus escasos treinta años, esperaban escuchar un anuncio diferente e impactánte que satisfaga sus expectativas, algo que felizmente conseguimos hasta la actualidad donde llevamos más de 70 piezas emitidas, todas diferentes y con un toque de originalidad que las convierten en comerciales de una artística muy poco común.
Muchas de las piezas de "El Prócer de los Repuestos" están interpretadas por divertidos personajes que intentan hablar en un extraño japonés de las bondades de los repuestos para los automóviles fabricados en su país, Honda, Toyota, etc.
En otros comerciales de esta extensa serie, Tristán y yó multiplicamos nuestras voces y cantamos la tradicional canción de los marines Yankees, simulamos formaciones donde un supuesto comandante pasa lista a una formación donde grita: Renault, Ford, Fiat, Chevrolet y otras marcas de las filas que le van respondiendo con un contundente "presente".
Cada uno de estos avisos es una verdadera artesanía, ya que los hacemos solo entre dos personas que parten de una simple y consiguen plasmarla en escasos 20 segundos, que es la duración pactada para cada anuncio. Tristán, además de hacer "magia" con los efectos especiales, marca los énfasis y tonos de cada canción, imita y edita con mucho talento y pasión, estas obras publicitarias que están merecidamente instaladas en la audiencia habitual de la radio. En algunas oportunidades se incorpora Roberto Ottonelli, un joven locutor de FM Ciudad quién logra las voces que necesitamos para completar alguna pieza de audio en particular.
En ese regreso, comprobé que todo estaba como antes, el 2005, fué un año importante, para mí, algo así como una gran puerta llena de luz que me permitió de alguna manera volver a ocupar mi lugar de creativo publicitario, locutor y animador radial con excelentes resultados en medios donde logré el espontáneo reconocimiento y respeto de las nuevas generaciones, algo que me colma de orgullo y satisfacción tanto a nivel humano como profesional.
jueves, 9 de octubre de 2008
Historias de "AUDACES CUENTEROS" en Bahía y zona de influencia"
Recuerdo que tenía por ese tiempo unos 17 años cuando comencé a frecuentar un conocido y hermoso lugar llamado "Bar Londres" (hoy desaparecido). El sitio era gigantesco y estaba ubicado frente a la Plaza Rivadavia. Allí se reunían distintos grupos de personajes muy particulares que se dedicaban a pensar en "negocios" originales, de bajo presupuesto, poco trabajo y buenas ganancias. Esto había comenzado a finales de los años 60, la mayoría de estos "vendedores de ilusiones", juntaban dos o tres mesas y se pasaban horas tomándo café, whisky y fumando. Se los veía siempre felices, sonrientes y muy bien vestidos con impecables trajes y relojes de calidad. Al poco tiempo pude conocer muy de cerca a un par de ellos y enterarme cómo encaraban sus extraños e intangibles negocios que generalmente ponían en práctica fuera de la ciudad, siendo la región del alto valle de Río Negro y Neuquén uno de sus sitios favoritos. En una ocasión "El gordo Zar" me contó en detalles cómo llevó a cabo la operación "Anteojos Tridimensionales" y en verdad ésto que fué una historia real, es una verdadera obra maestra del "cuento" de "guante blanco". En esa época la televisión abierta avanzaba a gran velocidad y se instalaba como un fenómeno imparable en todas las ciudades del interior argentino y ante ésto, las emisoras radiales además de perder el interés de la audiencia, también comenzaban a sentir una considerable disminución de sus pautas publicitarias. La TV, indiscutiblemente era toda una novedad y las empresas y comercios no dudaban en anunciar en el revolucionario medio que emitía exitosos programas y series en blanco y negro. "El gordo Zar" llegó a Neuquén y comenzó a visitar a los principales negocios de la ciudad con el propósito de ofrecerles una revolucionaria y exclusiva forma de publicitar en la televisión. Su argumento de venta consistía en motivar a los comerciantes mostrándoles primeramente un anteojo de cartón que tenía una lente azul y otra roja, luego, les exhibía una foto cuya imágen se veía confusa y estaba impresa con esos dos colores, pero cuando el ansioso y curioso comerciante se colocaba los lentes bicolor, la imágen aparecía mágicamente en sorprendente tridimensión. "Así se verá su aviso publicitario cuando hagamos la primera transmisión tridimensional de la Argentina", enfatizaba el "gordo Zar""¿Se imagina la foto del frente de su negocio saliendo, explotándo de la pantalla?, ésto será un exito total".
Nadie quería quedarse afuera del impactánte sistema y para participar antes que nada, debían comprar una cantidad mínima de anteojos tridimensionales (500 unidades) que los clientes de la farmacia, polirubro, boutique, zapatería, etc recibirían . gratuitamente para poder ver con ellos estos avisos especiales.
"El gordo Zar" colocaba fácilmente entre 500 y 1000 anteojos por negocio y como éstos eran de cartón a modo de valor agregado y souvenir fidelizador, aseguró que llevarían impreso en ambas patillas el correspondiente logotipo de cada uno de los comercios auspiciantes.
La venta inicial superó todos los cálculos previstos y en menos de una semana, la venta de anteojos y las respectivas placas publicitarias especialmente diseñadas en 3D para cada una de las empresas patrocinantes le proporcionó una increíble ganancia, ya que los incautos anunciadores le entregaron un anticipo del 40% para que el "gordo Zar" arme e imprima los anteojos. Definitivamente, aquellos comerciantes fueron estafados con este original "cuento del tío", el programa jamás salió al aire y como era de esperar, los anteojos prometidos nunca llegaron a destino.
Pocos meses después, este grupo de ideólogos pergeñó otra estafa de audaces características. Esta vez se trataba de porteros eléctricos especialmente creados para estancias y establecimientos rurales que supuestamente se instalarían en las mismas tranqueras de acceso a los mismos. Con planos y diseños en mano que mostraban en prolijas carpetas las bondades de los revolucionarios aparatos, se abocaron a recorrer los campos cercanos a Bahía y entraban a cuanto establecimiento y casa que iban encontrando, ofreciendo a sus propietarios el maravilloso adminículo electrónico que supuestamente les permitiría identificar y dialogar cómodamente desde su vivienda y a una importante distancia con quienes llegaran hasta la tranquera de acceso.
Al igual que en el caso de la publicidad tridimensional, los interesados en contar en lo inmediato con la practicidad de esos maravillosos porteros eléctricos, debían adelantar un 40% a cuenta del armado del novedoso intercomunicador inalámbrico, más los gastos de envío por correo, etc. Obviamente, los desprevenidos e incautos compradores agropecuarios, además del dinero del anticipo también perdieron las esperanzas de contar con los deseados porteros eléctricos en sus tranqueras.
El último gran "cuento del tío" lo protagonizó "Chavi" un personaje pintoresco de la ciudad que estaba necesitando una cantidad importante de dinero y se le ocurrió inventar una rifa para la policía. Una imprenta de poca monta se encargó de imprimir los folletos y talonarios numerados de la supuesta e ilegal rifa destinada a las cooperadoras policiales de distintas localidades aledañas a Bahía. Al comienzo, este fraude funcionaba bién. Las rifas las vendían además del mismo "Chavi" y algunos de sus secuaces en proximidad de los puestos camineros. Allí se instalaban con absoluto descaro y las ofrecían a los automovilistas que se acercaban a los pueblos y disminuían la velocidad de sus vehículos al notar la presencia de la policía caminera. Esto sucedió en 1977 y una mañana, "Chavi" tuvo tan mala suerte que detuvo un automóvil en el que viajaba un alto jefe de la policía, que al descubrir la maniobra fraudulenta en perjuicio de su institución, inmediatamente lo detuvo."Chavi" fué acusado de estafas reiteradas y condenado a cuatro años de prisión que cumplió en una desolada cárcel del sur argentino. Eran tiempos del trístemente célebre proceso militar, años de miedo, sangre y miles de desaparecidos. Desafortunadamente "Chavi" fué a parar a una cárcel de extrema seguridad donde estaban alojados muchos "montoneros" y miembros del ERP que pasaban allí sus inciertos días de encierro en inhumanas condiciones. Cuando salió de la cárcel vino a verme a mi oficina, además de estar irreconocible, el estado físico de "Chavi" era lamentáble. Deteriorado, envejecido y muy mal de salud, nos contaba el calvario que había padecido en esa lejana cárcel sureña. "Los guardias nos sacaban de la celda a mitad de la noche, nos golpeaban sin asco con sus bastones y en cada una de esas requisas, mojaban nuestros colchones y frazadas obligándonos a permanecer desnudos y parados durante horas a lo largo del pasillo de nuestro pabellón. Los hijos de puta simulaban fusilamientos con los compañeros que caían agotados al piso y a algunos los arrastraban hasta el patio para que se mueran por congelamiento. A varios los remataban de un tiro", relataba sin poder contener el llanto. Al salir de ese infierno, aquél popular personaje urbano, estaba prácticamente muerto en vida y Dios hizo posible que "Chavi" alcanzara a viajar a Buenos Aires y tuviera fuerzas suficientes como para llegar hasta la casa de su anciana madre y pasar con ella sus últimos días antes de morir.
El tiempo y las circunstancias hicieron que aquellos famosos "cuenteros" desaparecieran poco a poco de los sitios que solían frecuentar. Se inventaron muchas leyendas sobre el destino de cada uno de ellos y jamás volví a ver a ninguno de ellos. Me pregunto si habrá algún sobreviviente de ese grupo de estafadores idealistas, creativos y audaces que sin ejercer violencia alguna, no vacilában en llevar a la práctica ese tipo de ilícitos que a la distancia y comparándolos con los aberrantes delitos actuales nos parecen de una inocencia absoluta.
Nadie quería quedarse afuera del impactánte sistema y para participar antes que nada, debían comprar una cantidad mínima de anteojos tridimensionales (500 unidades) que los clientes de la farmacia, polirubro, boutique, zapatería, etc recibirían . gratuitamente para poder ver con ellos estos avisos especiales.
"El gordo Zar" colocaba fácilmente entre 500 y 1000 anteojos por negocio y como éstos eran de cartón a modo de valor agregado y souvenir fidelizador, aseguró que llevarían impreso en ambas patillas el correspondiente logotipo de cada uno de los comercios auspiciantes.
La venta inicial superó todos los cálculos previstos y en menos de una semana, la venta de anteojos y las respectivas placas publicitarias especialmente diseñadas en 3D para cada una de las empresas patrocinantes le proporcionó una increíble ganancia, ya que los incautos anunciadores le entregaron un anticipo del 40% para que el "gordo Zar" arme e imprima los anteojos. Definitivamente, aquellos comerciantes fueron estafados con este original "cuento del tío", el programa jamás salió al aire y como era de esperar, los anteojos prometidos nunca llegaron a destino.
Pocos meses después, este grupo de ideólogos pergeñó otra estafa de audaces características. Esta vez se trataba de porteros eléctricos especialmente creados para estancias y establecimientos rurales que supuestamente se instalarían en las mismas tranqueras de acceso a los mismos. Con planos y diseños en mano que mostraban en prolijas carpetas las bondades de los revolucionarios aparatos, se abocaron a recorrer los campos cercanos a Bahía y entraban a cuanto establecimiento y casa que iban encontrando, ofreciendo a sus propietarios el maravilloso adminículo electrónico que supuestamente les permitiría identificar y dialogar cómodamente desde su vivienda y a una importante distancia con quienes llegaran hasta la tranquera de acceso.
Al igual que en el caso de la publicidad tridimensional, los interesados en contar en lo inmediato con la practicidad de esos maravillosos porteros eléctricos, debían adelantar un 40% a cuenta del armado del novedoso intercomunicador inalámbrico, más los gastos de envío por correo, etc. Obviamente, los desprevenidos e incautos compradores agropecuarios, además del dinero del anticipo también perdieron las esperanzas de contar con los deseados porteros eléctricos en sus tranqueras.
El último gran "cuento del tío" lo protagonizó "Chavi" un personaje pintoresco de la ciudad que estaba necesitando una cantidad importante de dinero y se le ocurrió inventar una rifa para la policía. Una imprenta de poca monta se encargó de imprimir los folletos y talonarios numerados de la supuesta e ilegal rifa destinada a las cooperadoras policiales de distintas localidades aledañas a Bahía. Al comienzo, este fraude funcionaba bién. Las rifas las vendían además del mismo "Chavi" y algunos de sus secuaces en proximidad de los puestos camineros. Allí se instalaban con absoluto descaro y las ofrecían a los automovilistas que se acercaban a los pueblos y disminuían la velocidad de sus vehículos al notar la presencia de la policía caminera. Esto sucedió en 1977 y una mañana, "Chavi" tuvo tan mala suerte que detuvo un automóvil en el que viajaba un alto jefe de la policía, que al descubrir la maniobra fraudulenta en perjuicio de su institución, inmediatamente lo detuvo."Chavi" fué acusado de estafas reiteradas y condenado a cuatro años de prisión que cumplió en una desolada cárcel del sur argentino. Eran tiempos del trístemente célebre proceso militar, años de miedo, sangre y miles de desaparecidos. Desafortunadamente "Chavi" fué a parar a una cárcel de extrema seguridad donde estaban alojados muchos "montoneros" y miembros del ERP que pasaban allí sus inciertos días de encierro en inhumanas condiciones. Cuando salió de la cárcel vino a verme a mi oficina, además de estar irreconocible, el estado físico de "Chavi" era lamentáble. Deteriorado, envejecido y muy mal de salud, nos contaba el calvario que había padecido en esa lejana cárcel sureña. "Los guardias nos sacaban de la celda a mitad de la noche, nos golpeaban sin asco con sus bastones y en cada una de esas requisas, mojaban nuestros colchones y frazadas obligándonos a permanecer desnudos y parados durante horas a lo largo del pasillo de nuestro pabellón. Los hijos de puta simulaban fusilamientos con los compañeros que caían agotados al piso y a algunos los arrastraban hasta el patio para que se mueran por congelamiento. A varios los remataban de un tiro", relataba sin poder contener el llanto. Al salir de ese infierno, aquél popular personaje urbano, estaba prácticamente muerto en vida y Dios hizo posible que "Chavi" alcanzara a viajar a Buenos Aires y tuviera fuerzas suficientes como para llegar hasta la casa de su anciana madre y pasar con ella sus últimos días antes de morir.
El tiempo y las circunstancias hicieron que aquellos famosos "cuenteros" desaparecieran poco a poco de los sitios que solían frecuentar. Se inventaron muchas leyendas sobre el destino de cada uno de ellos y jamás volví a ver a ninguno de ellos. Me pregunto si habrá algún sobreviviente de ese grupo de estafadores idealistas, creativos y audaces que sin ejercer violencia alguna, no vacilában en llevar a la práctica ese tipo de ilícitos que a la distancia y comparándolos con los aberrantes delitos actuales nos parecen de una inocencia absoluta.
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