A comienzos de los años setenta, Bahía era una ciudad entusiasta que se caracterizaba por la gran cantidad de lugares destinados a la diversión de los adolescentes y también los mayores. Cada uno de los negocios instalados para la recreación nocturna tenían su estilo y también su público habitué. Tiempos de ciudad tranquila donde la ilusión y la alegría estaban en plena ebullición y lejos de imaginar que a partir de 1976, vendrían los casi eternos seis años del miedo. Ernesto "Colita" Figueroa, Beto Mussali y Juan Romagnello, venían desde Buenos Aires con la intención de encarar emprendimientos en la ciudad, entre ellos un restaurante y un boliche bailable. Yo los conocí cuando llegaron a la agencia publicitaria de mis comienzos, una oficina ubicada en el segundo piso de Galerías Plaza, allí se presentaron y me explicaron lo que querían hacer. Para entonces ya habían comprado el edificio donde funcionaba un restaurante llamado "Grand Grill" que estaba ubicado frente a la Plaza Rivadavia y también eran los flamantes poseedores de una imponente casona de calle Alsina casi Dorrego, que durante años había funcionado como oficina central de Obras Sanitarias. "Los tres Mosqueteros" eran personajes muy especiales y carismáticos en extremo. Audaces y decididos no vacilaron en transformar el edificio de calle Alsina en un castillo medieval. Para llevar a cabo ésta difícil y artística tarea, trajeron a un profesional de apellido Baigorri que era el responsable del armado de "Camelot", un famoso centro de diversión porteño. Este castillo bahiense fué bautizado "Brancaleone" , en homenaje a la antológica película italiana cuyo protagonista fué el gran actor Vittorio Gassman. La réplica del castillo era casi perfecta, en el acceso tenía un puente levadizo hecho con sólidas maderas, gruesas cadenas y un pequeño foso con agua. La gran puerta de entrada exhibía en uno de sus costados, una estatua en tamaño real de un caballero medieval con su respectiva armadura y en el interior del local, se levantaban columnas con arcadas, paredes en simil piedra y otros detalles artesanales que aportaban una exacta y cálida ambientación al mágico lugar.
Lo primero que me encargaron los "Mosqueteros" fué un poster que dibujé una noche desde la vereda de enfrente, donde logré una buena imágen del castillo mediante la utilización de pinceles y aguadas con tinta china. El poster se imprimió en color marrón, era un monocromo ideal para mostrar gráficamente la maravillosa obra de Baigorri. La idea inicial de Figueroa, Mussalli y Romagnello era destinar tanto el restaurante como "Brancaleone" a un público de clase media alta. El "Grand Grill" se mantuvo con su clientela tradicional, en cambio "Brancaleone", que en su inauguración contó con invitados pertenecientes a la "crema" bahiense, debió dar un giro y promocionar fiestas temáticas dirigidas a la juventud de aquellos años.
A mí me tocó ser el cuarto "Mosquetero", el ideólogo encargado de las piezas destinadas a la publicidad del negocio. Confieso que fueron años felices e inolvidables ya que todo lo que constantemente le presentaba a los propietarios del castillo era aceptado de inmediato. Las promociones radiales, televisivas y gráficas eran tan impactántes y originales que aún en la actualidad son piezas de incomparable valor creativo.
Muy pronto, un jóven llamado César Ugarnes pondrá en internet una página dedicada a la historia de "Brancaleone", un sitio místico y difícil de olvidar por aquellos chicos y chicas que viernes, sábados y domingos asistían infaltablemente al castillo.
Entre las muchas producciones destinadas a la promoción de "Brancaleone", destaco una magistral obra del dibujo que hizo Guillermo Ponte, un ilustrador y pintor bahiense que perfeccionó su estilo durante los años que estuvo radicado en España. Este trabajo consistía en un volante impreso en muy buena calidad que contaba en sus 8 páginas una historia en comic con guión de mi autoría titulada "Mateza, piel de tristeza", narrando la aburrida existencia de una chica muy fea y deprimida que una noche, toma la decisión de concurrir a "Brancaleone" y ya en el lugar se transforma en una bella y escultural mujer muy codiciada por los muchachos. Entre las muchas y exitosas propuestas temáticas recuerdo una competencia de baile llamada "Fiebre de Sábado a la Noche", donde aprovechamos el impacto mundial de la película del mismo nombre protagonizada por John Travolta quién impuso un singular estilo de baile con música de los Bee Gees. En esta convocatoria la intención era premiar a la pareja que en el escenario reproduzca con total fidelidad los pasos y movimientos vistos en el filme.
Omar Paniagua y su pareja resultaron ser los ganadores de esta competencia que se prolongó durante varias semanas y contó con un "Brancaleone" colmado de público en cada show y que aplaudía a rabiar la incomparable exhibición de Paniagua. A este acierto le sucedieron "La Máquina de Bailar", "El hombre Invisible", "Jueves de Manzanitas" y un boom bautizado "Carnaval Atómico". La promoción de éste carnaval tuvo como valor agregado una carroza que el "turco" Mussalli hizo armar utilizando un acoplado que era arrastrado por otro vehículo. En la carroza estaba montado un cohete de importantes dimensiones y a su alrededor varias chicas disfrazadas bailaban movedizos temas del momento que se oían a todo volúmen en parlantes instalados en el original móvil que recorría todas las calles de Bahía promocionando la exitosa fiesta. En sus tres semanas de duración, el "Carnaval Atómico" tuvo asistencia record, algo "normal" en cada una de las reuniones temáticas que se ponían en práctica. Así era "Brancaleone" y así eran sus tres propietarios con quienes me reunía semanalmente en largas charlas de café y docenas de cigarrillos donde planificábamos cada espectáculo. Mussalli, era el "malo" de la película, el "turco" jodido que defendía a ultranza los presupuestos, Romagnello un idealista que bebía y disfrutaba segundo a segundo su vida imprevisible y aventurera y Figueroa, un chico grande, siempre impecablemente vestido de empresario que se entusiasmaba e involucraba con alma y vida en cada proyecto temático y disfrutaba de la locura que generaban esas ideas a las que apostaba con absoluta convicción. Finalmente, la piqueta demolió el castillo. Allí se pretendió sepultar la historia de "Brancaleone" para erigir en su lugar un frío y anónimo edificio más, aunque la leyenda será siempre más fuerte y nada ni nadie podrá reemplazarla ni olvidarla.
Juan Romagnello falleció víctima de una estúpida intoxicación, cuando estaba en lo mejor de su vida. Una muerte de mierda para un guerrero de su talla. Beto Mussalli no resistió a las distintas y duras enfermedades que venía sufriendo, posiblemente producidas por los dolores de su alma y también murió jóven, aunque aún me parece oír su inconfundible vozarrón a la hora de pelear un presupuesto.
Muchas veces la nostalgia tiene la potencia de un volcán que estalla en miles de imágenes y emociones que llevaremos en el alma hasta el fin de nuestros días. "Los tres Mosqueteros", fueron muy importantes en mi existencia, tanto en lo humano como en lo profesional porque a la hora de crear siempre me dieron "piedra libre" y por esa razón, le puse lo mejor de mí a la hora de producir un video, un texto radial o imágenes gráficas del boliche.
Ernesto Figueroa se fué a vivir a Mar del Plata en 1987 con Amanda, su incondicional esposa, Ernesto y Sonia, sus hijos, mientras que Mónica, su otra hija se quedó a vivir en Bahía junto a su familia. Ernesto Figueroa impulsa desde hace años y con muy buenos resultados su fábrica de camperas, una de las más importantes de la costa atlántica y el país, con marcas propias y diseños exclusivos. Muchas veces cuando paso frente al sitio donde estaba el majestuoso e irrepetible "Brancaleone" imagino que los duendes y hadas, invisibles a los ojos y oídos de las personas indiferentes y sin memoria, continúan despertando cada noche dispuestos a brillar intensamente desde un plano superior y hacernos bailar al compás de "Manteniéndose Vivo".
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