El programa "Palacios en el Aire" se iba posicionando cada vez más. De a poco, en cada emisión, nos encontrábamos con nuevos oyentes que atraídos por la loca propuesta que estaban escuchando no dudaban en salir espontáneamente al aire para cantar, responder alguna pregunta, contar una interesante y divertida historia de vida o simplemente decir lo que estaban sintiendo en ese momento. Mi respeto y cariño por los legendarios radioteatros que durante años había escuchado en una vieja radio a válvulas junto a mi abuela Lucy estaba latente. Me preguntaba si a esta altura de la tecnología en comunicaciones funcionaría ensayar una radionovela en capítulos con el clásico "continuará". Hablamos sobre el tema con Marcelo Montechiari y comencé a escribir los libretos a emitir. A modo de homenaje a los queridos artistas del radioteatro y también a la "Llorona", el exitoso emprendimiento encarado por el empresario bahiense Carlos Chiesa en Mar del Plata, la miniserie se llamó "La Leyenda de la Llorona". Confienso que en el comienzo, la idea que tenía sobre la trama a desarrollar era muy vaga, hasta que en una charla relacionada sobre éste contenido que mantuve con Jorge "Oso" Tirabasso, quién en ese momento era el gerente artístico de LU2 Radio Bahía Blanca AM 840, me dice: "¿Que te parece si la novela se hace íntegramente por teléfono?, les hacemos llegar los libretos con anticipación y los actores intervienen desde su casa, es algo que tengo en mente desde hace mucho tiempo y me gustaría que lo probemos". La idea de Tirabasso superaba todo lo conocido hasta el momento, esa propuesta que me potenció desde el primer momento, es actualmente algo inédito en la radiofonía mundial.Jorge también sugirió que la producción se llevara a cabo con total espontaneidad, errores incluídos y el máximo de frescura. Contábamos con unas seis líneas telefónicas simultáneas para hacer realidad esta original interacción con formato novelístico. A partir de allí, empecé a armar la historia y darle vida a sus personajes de acuerdo a lo que se me iba ocurriendo en el momento. El proyecto se concretó después de dos semanas de previos preparativos y las lógicas tensiones, el estreno del primer capítulo de "La Leyenda...", tuvo más allá del nerviosismo y algunos "baches", una buena repercusión por parte de la audiencia trasnochada. Estaba ante un nuevo desafío, posiblemente el más grande e insólito y original de mi carrera en los medios, solo que en esta oportunidad sabía perfectamente que si todo salía bién, lo máximo que ganaríamos sería el valioso reconocimiento de los oyentes, ya que esa franja horaria del programa es muy difícil de comercializar, algo que tanto yó como los directivos de la emisora sabíamos desde el comienzo de "Palacios en el Aire". Antes de lanzar el primer capítulo de la miniserie, hicimos un casting de voces entre los muchos oyentes de ambos sexos que entusiasmados, querían actuar en la novela. Elegimos a los que serían "figuras" estables y allí estuvieron Elvira Felisa, la protagonista interpretada por Virginia, que se introdujo muy bién en en el rol de una tímida chica del norte argentino que llegaba a Mar del Plata contratada para trabajar como ayudante de cocina en la imponente mansión de la familia Menéndez Moscardi, ubicada frente al mar, en la esquina de Olavarría y La Costa, Marcelo Montechiari además de operar los controles, también hacía dos papeles en simultáneo; El doctor Justo Justicia, un abogado siniestro y sin escrúpulos que ambicionaba quedarse con la fortuna de los Moscardi y también se las ingenió para ponerle la voz al justiciero comisario Cartucho. Victoria Molteni, actual colaboradora del programa, actuó como la doctora Leyes. Marcela Otero una excelente persona y calificada empleada de la radio, encarnó a Selena,la mujer seductora y fatal del envío, Mario Galeani, periodista deportivo y conductor de la trasnoche de la radio imprimió su voz y pasión a un creíble galán llamado Martín Menéndez Moscardi, otro personaje central que captó de inmediato el interés de los seguidores de la tira. Desde sus hogares y a través del teléfono, ingresaron puntualmente a escena otras actrices como las señoras Mirta, Graciela y Irene quienes interpretaban brillantemente sus respectivos papeles. Hay muchas anécdotas relacionadas con "La Leyenda de la Llorona", la radionovela telefónica que cumplió nueve exitosos meses en el aire. Yo, además de los guiones, oficiaba de relator de los capítulos y en más de una ocasión no podía contener la risa y a veces, estaba tan tentado que permanecía hasta cinco minutos tratando de seguir con el relato. Ni hablar cuando debía hacer de "Dóngor", el hijo oculto de la esposa de Moscardi que había nacido feo y deforme, por esta razón, su madre avergonzada lo ocultó durante veinte años y rodeado de juguetes en un confortable sótano de la mansión. Curiosamente cuando "Dóngor" entraba en escena, comenzaban a llamar niños para que éste fenómeno los salude. Lo inexplicable era que en cada entrega seguía riéndome de mis propios libretos, ya que a medida que los iba leyendo me imaginaba las disparatadas situaciones que les tocaba vivir a los bizarros personajes creados para la historia radial.
En una oportunidad, contraté a un arquitecto para que construya un estudio de unos cuarenta y cinco metros cubiertos en la parte superior de mi casa, la obra iba tomándo forma día a día y en ese tiempo a unos tres meses iniciados los trabajos, conocí un poco más a Andrés, el albañil que se encargaba de levantar y revocar las paredes. Logré convencer a Andrés para que interprete a La Bombarda quién en la ficción era un anarquista colocador de explosivos contratado para llevar a cabo atentados diversos. La Bombarda había tenido varios accidentes con las bombas que instalaba, al punto que en cierta ocasión, se voló los brazos y debía usar garfios de acero y ésto le ocasionaba problemas al momento de encender la mecha de los artefactos y para cumplir con su cometido no tenía mejor idea que pedirle fuego a quién estuviera cerca.
Andrés era, es y será un pésimo actor aunque sí un buen albañil, pero su paso por la miniserie es inolvidable por la forma de expresarse con sus cómicos bocadillos donde siempre repetía la palabra ¿vió?.
Al personaje de La Bombarda lo tuve que eliminar obligadamente ( falleció víctima de un involuntario y torpe error al pretender activar un explosivo) ya que Andrés había empezado a ser reconocido en su barrio y aunque era casado y con hijos, una noche no pudo resistirse a la ínvitación de unas chicas vecinas y no dudó en acompañarlas a bailar en un boliche. Cuando regresó a su casa, ya era casi el mediodía y su esposa, indignada lo hechó de su casa. Aunque al día siguiente lo perdonó, no le permitió continuar con su fugaz carrera de actor.
La inédita, original y audaz idea de Jorge Tirabasso, superó largamente nuestras expectativas al punto que el ciclo se extendió durante treinta y seis atrapantes capítulos que fueron seguidos con sincero entusiasmo y alegría por la audiencia de "Palacios en el Aire". El final de la serie tuvo su broche de oro en una cena que Miguel Angel Córdoba, también actor invitado del envío y propietario de la empresa Córdoba Recepciones aportó generosamente en sus salones como reconocimiento a todos quienes participaron en la radionovela. Vaya en ésta página de mis memorias el agradecimiento sincero a toda la gente de LU2 Radio Bahía Blanca que nos brindó su permanente apoyo e incondicional apoyo para que la realización de la miniserie sea posible. También el cariño y recuerdo permanente para los familiares de Don Javier Rizzo, Valentina de la Cruz y la compañía de Mario Mauret, ilustres pioneros del radioteatro bahiense, quienes junto a sus respectivos elencos, durante años hicieron volar hasta lo más alto la imaginación de quienes seguían sus entretenidas e inolvidables obras que a diario eran escuchadas en miles de hogares a través de LU2 Radio Bahía Blanca y LU3 Radio del Sur. Es posible que los espíritus de éstas queridas figuras, desde el mágico universo donde se encuentran, además de habernos ayudado para que todo salga más o menos bién, también se rieran a más no poder de nuestras actuaciones tan poco profesionales aunque definitívamente se pusieron de manifiesto con el máximo de respeto y la sana intención de alegrar a su fiel y vasta audiencia de la ciudad y zona.
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