Hasta el fín de mis días, agradeceré a Dios, cada uno de los eventos e ideas que pude concretar a lo largo de mi extensa carrera. Pero hay uno de características únicas que tuvo como escenario al balneario Pehuén Có, distante a unos cien kilómetros de la ciudad de Bahía Blanca, un bello y natural lugar de extensas playas al que en un caliente verano de Enero de 1983 decidimos ir con Elvira, Virginia y Elsa, una amiga de ella a pasar allí un fín de semana y el sitio que elegimos para alojarnos fué el hotel Cumelcan cuyo antiguo edificio, es todo un orgullo y símbolo de la historia del lugar. El Cumelcan está edificado frente al mar y por aquella época la explotación del hotel estaba a cargo de la familia Bravo Laguna. El encanto de Pehuén Có, aún radica en la conservación intacta del ámbito natural, por ese tiempo la mayoría de las familias que desde distintas partes de la zona aledaña y distintas ciudades del país, llegában al lugar atraídos por la fama de su extensa playa, la cordialidad de los pobladores, los árboles añosos y las serpenteadas calles sin cemento, un atractivo más que brinda al estresado habitante que huye del ruido de las grandes ciudades, la saludable sensación de encontrarse en un paraíso alejado de estridencias, invasiones ruidosas o edificaciones altas con pretensiones de vanguardia que definitivamente atentan contra el sencillo, silvestre y apacible diseño que embellece el lugar.
A bordo de nuestra querida "tanqueta", la legendaria coupé Torino 69 de color rojo, llegamos un cálido viernes a la noche. En principio, nuestra idea era quedarnos solo un par de días y regresar a Bahía. A la mañana siguiente, lo primero que hicimos fué disfrutar plenamente del mar, el sol y la playa. Extrañamente estábamos en plena temporada de verano y nos llamó poderosamente la atención que el hotel estuviera prácticamente vacío. Muy pocas habitaciones se había ocupado y en el salón comedor la asistencia de turistas también allí, tanto en el horario del almuerzo como en la cena, era escasa. En una charla ocasional que mantuve con Bravo Laguna, el concesionario del hotel, me confiesa que por razones económicas la gente mucha gente que colmaba el balneario, prefería alojarse en sus propias carpas o casillas rodantes e instalarse en los campings habilitados y de ésta forma ahorrar un dinero que les permitía ganar más días de tiempo vacacional.
Comencé a caminar con el preocupado Bravo Laguna por una calle rodeada de árboles muy altos y frondosos que con los años habían formado una especie de túnel forestal de casi 400 metros de largo, donde abundaba la sombra. Allí en ese sitio tan fresco y atractivo, se me ocurrió decirle; "¿Que te parece si aquí en ésta calle hacemos un corso?, podríamos llamarlo Corso del Mar ".
Bravo Laguna me miró seriamente durante unos segundos, luego recorrió con su mirada esa calle que parecía "techada" por ramas y hojas y responde; "Es una idea muy loca, Pipo. ¿Te parece que la gente vendría?".
Con mucha seguridad le contesto; "No tengas la menor duda, faltan casi 20 días para los carnavales y si logramos armar el corso, sería un verdadero éxito".
A partir de ese momento, en el salón principal del hotel, con café por medio, esa tarde comenzamos a diseñar el evento. Teníamos muy poco tiempo para montar los palcos, sonido, luces y por sobre todas las cosas, publicitar la fiesta y conseguir auspiciantes, además de todo lo relacionado con la organización del desfile de carrozas, murgas y participantes grandes y chicos que tendrían la posibilidad de intervenir con originales y divertidos disfraces individuales.
Ya había caído la noche y tanto Bravo Laguna como yó, nos íbamos entusiasmando segundo a segundo con ese insólito proyecto. En ése momento yo estába trabajándo en LU2 AM 840, emisora que me apoyaba publicitariamente con Cripy Bailables. Ya el mismo lunes viajé a Bahía y me puse en contacto con José Omar Trillini, el gerente de la radio quién después de escucharme atentamente me ofreció su total colaboración poniéndo a disposición del Corso, una importánte cantidad de segundos de promoción a un costo muy accesible.
María Palma Nazzaro, una popular locutora de LU2 y quién había trabajado durante cinco años seguidos en la tira infantil "El Club del Principito", una producción de mi agencia dirigida al público infantil que tuvo una gran repercusión. María y su esposo Raúl Degásperi, también locutor, llevában muchos años conduciendo un envío de verano llamado "La Sombrilla" que se emitía a la tarde y de lunes a viernes en LU2 AM. "La Sombrilla", además de ser un clásico estival, contaba con una fuerte audiencia, ya que el programa se transmitía en vivo desde Monte Hermoso y Pehuén Có, donde ambos tenían muchos comercios auspiciantes incondicionales. Les propuse asociarnos en la propuesta y en pocos días, María y Raúl lograron vender la totalidad de los segundos de publicidad que hacían falta para promocionar el "Corso del Mar".
Toda iba marchándo favorablemente y ante ésto, Bravo Laguna me propuso que nos reunámos con la comisión vecinal de Pehuén Có para ponerlos en conocimiento y contar con su aval en el emprendimiento. La reunión se llevó a cabo pocos días después y fué decepcionante porque la mayoría de los allí presentes, después de escucharnos atentamente no mostró el más mínimo interés por la idea, incluso no la veían realizable, nos ponían objeciones y hasta un hombre bastante mayor que era reconocido como un inefáble meteorólgo, aseguró que en las fechas que habíamos propuesto para hacer el corso, llovería torrencialmente.
Finalizado ese encuentro con la comisión de vecinos, Bravo Laguna y yó, sentíamos que el mundo había caído estrepitósamente sobre nuestras cabezas y de allí en más, estábamos completamente solos y no podíamos dar marcha atrás, teníamos que lograr el cometido sea como sea.
Una reconocida empresa de transportes colectivos que hacía el itinerario Bahía-Pehuén Có y viceversa, nos facilitó un par de unidades para que al fín de semana siguiente, los más populares periodistas de radio, televisión y el diario La Nueva Provincia, acompañados por camarógrafos y fotógrafos llegaran hasta el balneario con la finalidad de pasar en el Cumelcán hotel un fin de semana a cargo nuestro. El noventa por ciento de los invitados se hizo presente y en una breve conferencia de prensa los pusimos en conocimiento del inédito proyecto "Corso del Mar". La iniciativa tuvo una gran repercusión, ya que cada uno de los representantes de medios que habían aceptado viajar a Pehuén Có con hotel, desayuno y comidas grátis se encargó de devolvernos nuestra atención con una difusión publicitaria más que abundante.
Solo nos restaba conseguir que el intendente de la Ciudad de Punta Alta, nos facilitara luces decorativas, equipos de audio, escenario, palcos y personal policial que se hiciera cargo del control y seguridad de la fiesta. Felizmente, el intendente Montero, un funcionario muy jóven que en esos años estaba al frente de la comuna puntaltense se entusiasmó con el corso y sin dudar puso a nuestra disposición todos los elementos y estructuras necesarias como para que nada falle.
Toda los habitantes de Bahía, Punta Alta, Monte Hermoso y ciudades de la zona de influencia ya estában enterados que Pehuén Có, sería el escenario natural del tan promocionado "Corso del Mar".
Los días que precedían a la fecha tan esperada, trancurrían apacibles, aunque tanto en la mente de Bravo Laguna como en la mía el fantasma de la lluvia torrencial vaticinada con gran seguridad por el meteorólogo del lugar nos asaltaba constantemente. ¿Que haríamos si ésto se cumplía?, estaba claro que en caso de una lluvia intensa y que duraría al menos tres días, el proyecto naufragaría sin remedio, ya que el pueblo no contaba con infraestructura hotelera suficiente como para alojar a las familias que viajarían exclusivamente para asistir al corso.
Entre María Palma, Rául Degásperi, Bravo Laguna y yó, habíamos acordado entregar premios en dinero efectivo a los participantes que resultaran ganadores de las distintas categorías y éstan eran; Mejores comparsas y mejores disfraces individuales de mayores y menores. Ni bién se conoció que por primera vez Pehuén Có tendría su propio corso, todos los propietarios de casillas rodantes, traillers, lanchas y botes se pusieron a trabajar con mucho ingenio en la decoración de éstos vehículos y simultáneamente a confeccionar los trajes y coreografía de las diferentes comparsas que empezaron a armar con entusiasmo. La empresa embotelladora de la gaseosa Seven Up, al enterarse de ésta fiesta, nos propuso entregarnos un camión repleto con bebidas de la marca a cambio de publicidad exclusiva a difundir en los volantes impresos, afiches y en el audio con las alternativas del desfile.
Estas bebidas se expenderían en varios puestos instalados a lo largo de la "avenida arbolada" y formarían parte de nuestras ganancias, ya que con la publicidad vendida para LU2, también tendríamos un ingreso medianamente interesante en concepto de comisiones. Por fín llegó el día tan ansiado. Ese sábado, ni bién amaneció, Bravo Laguna y yó no parábamos de mirar hacia el cielo que se mostraba radiante y sin nubes a la vista. Virginia, su amiga Elsa y Elvira colaboraban intensamente en la venta de bonos a los automovilistas que desde muy temprano iban llegando a Pehuén Có. Los bonos numerados eran una especie de entrada al evento y los poseedores de los mismos participaban de sorteos con diferentes premios que se realizarían durante el tiempo que durara el desfile.
La mitad de lo recaudado por la venta de estos bonos, estaba destinada a los Bomberos de Punta Alta, ya que éste cuerpo era el responsable de la prevención de incendios de los bosques naturales que rodean al balneario.
Ya estábamos a casi una hora de comenzar con el "Corso del Mar", el firmamento estába repleto de brillantes estrellas y una luna inmensa parecía sonreír e iluminar esa noche serena, sin una brisa de viento y con la ausencia de la "torrencial" lluvia que nos había augurado el meteorólogo.
En un momento mientras íbamos caminando por la mitad de la calle llena de espectadores rumbo hacia el palco principal, Bravo Laguna se detiene y exclama; "Pipo, ¿que son esas luces que vienen hacia aquí?". - No podíamos creer que esas luces correspondían a una larguísima y casi interminable fila de automóviles que estában llegando a Pehuén Có.
Dios hizo un milagro durante los dos días inolvidables que duró "El Corso del Mar" con una asistencia de más de 14 mil personas que disfrutáron plenamente de la playa y a la noche, se contagiaron de la íntensa energía que provocó en las familias presentes esa alegre propuesta donde estallában aplausos espontáneos al paso de cada comparsa con su respectiva carroza o cuando aparecían los disfraces individuales. Miles de grandes y chicos se integraron a una fiesta única que salió casi perfecta, sin incidentes, con comercios que trabajaron a full, el hotel Cumelcan con todas sus habitaciones ocupadas y bailes en la calle que se prolongaron hasta altas horas de la noche.
Cada vez que recuerdo esas imágenes pienso en los miembros de la comisión de vecinos que con cierta verguenza se acercaron a felicitarnos por el éxito obtenido y viene a mi memoria la cara que en ese momento puso el "pronosticador" del tiempo cuando le pregunté; "Y ahora, ¿cuando piensa usted que irá a llover?. Después de más de 30 días de permanecer en el balneario, trabajándo intensamente y muy convencidos de lo que queríamos hacer, nos quedamos descansando hasta los últimos días de aquél irrepetible Febrero. Fuímos los últimos en irnos del balneario, la temporada estába llegándo a su fín. Nos despedimos con mucho cariño y emoción de la familia Bravo Laguna, nuestros "socios" en aquél desafío sin precedentes. Con la ayuda de Dios y la voluntad de nuestros colaboradores, habíamos vencido a los imposibles, estábamos felices de haber logrado un evento de tamaña repercusión y también habíamos dejado una huella imborrable en aquel paraíso de arena y mar.
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