"Toby" es el apodo que le puse en la época que ambos teníamos poco más de 20 años cuando empezábamos a trabajar en la radio. "Toby" era un excelente técnico operador, tiempos en que no existía la edición digital y ésta tarea se realizaba mediante la utilización de bandejas giradiscos, una consola de sonido y grabadores de cinta Ampex. Como todo principiante, a nosotros dos nos tocaba pagar el derecho de piso, por esa razón estábamos afectados al turno trasnoche. Además de "Toby", también operaba otro compañero llamado Alberto Nilo y entre los locutores de ese horario, se encontraba Mario, quién además de ser un jóven con todo el aspecto de un galán de cine, era un muy buen compañero y estaba dotado de una excelente voz. Por entonces, trabajar de noche en la radio y en vivo, tenía muchas ventajas y frustraciones a la hora de concretar un encuentro con las muchas chicas jóvenes o señoras mayores que casi a diario acostumbraban comunicarse con la emisora ya sea para pedir un tema musical determinado o simplemente para matar su soledad dialogando con el operador o el locutor de turno. "Toby" era un excelente profesional, quizá uno de los mejores que tuvo la emisora a finales de los años sesenta y hoy, este personaje poseedor de un gran sentido del humor, felizmente continúa siendo un querido y buen amigo mío. El tenía una gran facilidad para entrar rápidamente en confianza con las variadas voces femeninas que se oían a través del teléfono. Primero sus charlas giraban en torno a temas comunes, luego iba pasando al estádo actual de la dama preguntándole si era soltera, casada, separada, etc. Después de un tiempo prudencial y yá más familiarizado con su interlocutora anónima, a quién elegía por intuición "Toby" se jugaba a fondo y le proponía un encuentro personal. Generalmente un gran porcentaje de estas citas a ciegas, resultában decepcionantes cuando al concurrir al sitio elegido para conocer a alguna de esas mujeres, grande era la frustración al encontrarse con alguien verdaderamente desagradable ya sea por su exceso de kilos, fealdad o sencillamente porque había mentido en la edad y lo único que esa mujer madura aún conservaba jóven era su voz. Generalmente las voces agradables siempre eran engañosas y "Toby", tenía una frondosa agenda mental donde prolijamente clasificadas, figuraban todas las mujeres que se comunicában con él. Este fichero tan amplio, probaba que "Toby" había conocido en persona a la gran mayoría de las damas nocturnas, aunque él afirmaba lo contrario.
Este conocimiento previo que mantenía en absoluta reserva, le daba una gran ventaja sobre los locutores novatos y una de sus diversiones favoritas consistía en hacer caer en la trampa a los incautos diciéndoles con gran seguridad que la persona del sexo opuesto con quién estaba hablando en ese momento, además de ser hermosa, tenía una anatomía casi perfecta, etc etc. Mario, fué una de las tantas víctimas de "Toby" cuando después de mantener varias conversaciones telefónicas de alto contenido erótico con Miriam, ansioso por conocerla, le pidió una opinión a "Toby" quién sin vacilación alguna le dijo; "¿Quién,Miriam? síiiii, ni lo pienses, es una mujer infernal, no sabés lo buena que está. Es jóven, se dedica a pintar cuadros, tiene dinero y un cuerpo escultural". Mario no dudó un solo segundo y alentado por los datos de su compañero, a eso de la una de la madrugada, en una fría noche de invierno concurrió decididamente a la casa de Miriam, quién en su última charla telefónica lo había invitado a que la visite en su domicilio aprovechándo que esa noche se encontraría sola porque su empleada tenía libre el día siguiente. A Mario le había manifestado que era separada y ésta supuesta condición, incentivó mucho más a nuestro compañero que aprovechando su franco nocturno, velozmente fué en procura de una noche de placer. Terrible fué su sorpresa cuando al llegar a la casa, le abre la puerta de calle una mujer muy obesa y bastante fea que lo invita a pasar con voz mimosa al tiempo que le dá un beso y le susurra; "Adelante, yo soy Miriam, estaba ansiosa por conocerte, que lindo que sós".
Miriam estaba preparada para la "guerra", ya que solo tenía puesto un ridículo camisón transparente, sin corpiño ni bombachas y daba todas las señales de estar bastante borracha. La enorme y desagradable mujer no paraba de tomar whisky mientras escuchaba música movida a todo volúmen. En el amplio living donde se encontrában solo había una pequeña luz encendida y Miriam, totalmente alcoholizada se había subido a uno de los sillones donde sin pudor alguno, movía su voluminosa figura ensayando torpes pasos de baile que pretendían ser eróticos. Mario estaba paralizado y solo pensaba en huir cuanto antes de ese lugar, pero la alegría y el fuego interior de Miriam iban creciendo cada vez más y desesperadamente comenzó a quitarle la ropa hasta dejarlo en calzoncillos.
Imprevistaménte, una potente luz ingresó por los grandes ventanales y Miriam exclamó; "¡Huy, es el boludo de mi marido, llegó antes, tenés que irte, tenés que irte!". Mario en contados segundos, pasó de la náusea al miedo. Comenzó a temblar y más aún cuando escuchó claramente que el esposo de la audaz Miriam estába cerrando las puertas de su automóvil y venía caminando hacia la puerta de acceso.
"¡La pared del fondo, salí por ahí!" le dijo la mujer al tiempo que lo tomaba fuertemente de un brazo y lo arrastraba hacia la parte trasera de la vivienda. Por suerte la pared era de poca altura. Mario la escaló velozmente y saltó al otro lado mientras Miriam, desde el interior procedía a arrojarle zapatos, pantalones y el resto de las prendas que le pertenecían, ya que en el apuro las había olvidado en el interior de la casa. Con la ropa en su poder, Mario que estaba aterido de frío y en paños menores comenzó a vestirse cuando escucha; "¡Alto ahí, levante las manos y póngase contra la pared!". La voz segura y autoritaria provenía de un agente policial que desde la vereda de enfrente le apuntaba con una metralleta. Mario, que no alcanzaba a entender lo que estaba sucediéndo obedeció la órden inmediátamente y en segundos, varios policías lo rodearon y lo condujeron a punta de pistola hasta el interior de la comisaría ubicada a menos de veinte metros de la pared por donde había saltado. El agente de servicio que estaba apostado en la puerta de la institución, al descubrirlo saltando la pared, supuso que Mario era un ladrón en fuga y así, semidesnudo como estaba fué puesto frente al oficial de guardia quién comenzó a interrogarlo severamente. En su afán por proteger la identidad y la acción de la tramposa mujer, Mario solo atinaba a repetir; "¡No soy un delincuente señor oficial, trabajo como locutor en una de las emisoras más importantes de Bahía, llame a la radio ahora mísmo y se lo ván a confirmar!". Al oír ésto, el jefe policial se comunicó al instante con el estudio central atendiéndolo el mismo "Toby" que justamente a esa hora se encontraba operando y fué quién se encargó de corroborar que en efecto Mario trabajaba allí como locutor y que ése era su día libre. Posiblemente, desde un primer momento el jefe policial percibió que ese muchacho de voz muy particular que avergonzado, temeroso, semidesnudo y que no paraba de temblar de frío no era un vulgar delincuente. Cuando las cosas se pusieron en su lugar, lo invitó a tomar una taza de café caliente y hasta ordenó que un móvil policial lo traslade hasta la puerta de su casa. Después de éste episodio y durante casi seis meses, "Toby" y Mario no se dirigieron la palabra.
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