domingo, 13 de julio de 2008

Historias Juveniles - "La Chica de la Muñeca"

Me he enterado que muchos lectores de este blogspot, disfrutan mucho al leer mis historias juveniles, algo que relato con agrado porque esos insólitos episodios forman parte de mi vida y sería muy estúpido de mi parte negarlos o archivarlos en los cajones del olvido. Si hay algo que me llena de orgullo y satisfacción es haber hecho siempre lo que sentí y tratar de apartarme de los convencionalismos o la obsesiva búsqueda del éxito, porque éste es sumamente efímero. Dios y el destino me han puesto ha prueba muchas veces y he salido airoso utilizándo recursos simples a la hora de sortear escollos. Cuando miro hacia atrás recuerdo las diferentes etapas de mi alocada existencia y las revivo con verdadera felicidad, porque sobrevivir para contarlo es defínitivamente una innegable victoria. En una oportunidad, a bordo de mi querido "fitito" estaba recorriendo la avenida Alem de la ciudad de Bahía Blanca. Era una tarde de verano y hacía mucho calor, como siempre, en esas incursiones mi intención era encontrar y conquistar alguna chica para pasarlo bién. Esa arteria, en aquellos años sesenta era el paseo obligado de quienes la recorrían ya sea en auto o simplemente caminando, por sobre todas las cosas para disfrutar de una tarde cálida. Esta costumbre aún se mantiene, con la diferencia que en la actualidad el parque vehicular ha crecido desmesuradamente y esto le quitó el encanto de las apacibles caminatas de la época que estoy describiendo, donde Alem era un desfile de gente distendida e impecablemente vestida de sport, recorriendo sin prisa alguna uno de los sitios más atractivos y concurridos de Bahía. La joven era rubia, muy bonita y estaba sola, sentada en uno de esos bancos de mármol con respaldo que para comodidad de los habitantes estaban diseminados a lo largo de toda la avenida.
Detuve el Fiat 600 frente al lugar donde estaba la chica, descendí y me senté junto a ella, que inmediatamente y en forma espontánea se prestó a entablar conversación conmigo con confianza y como si nos conociéramos desde siempre.
Casi media hora después, la niña estaba a mi lado rumbo al Parque de Mayo, el lugar donde ella quería llegar para bajar al arroyo que lo recorre. El agua de este brazo del arroyo Napostá estaba transparente y muchos visitantes solían instalarse junto al arroyo con la intención de pescar o introducirse en el mismo, algunos lo hacían arremangándose sus pantalones o diréctamente con sus propios shorts de baño. La jovencita se había quitado sus zapatos y había ingresado al arroyo mojándose hasta la altura de las rodillas, estaba feliz chapoteándo allí y la veía radiante y divirténdose como una nena traviesa que juega a salpicarme con agua utilizándo sus piés.
De pronto, su euforia imparable se convirtió en una especie de melancolía, nos sentamos sobre unas piedras y con mirada triste, casi perdida permaneció inmóvil durante varios minutos, hasta que en un moménto, pasándo su brazo sobre mi hombro, se recuesta y dice: "Estoy cansada, ¿porqué no nos vamos a dormir un rato?". Naturalemente, pensé que aquello era una clara y dirécta invitación a una acelerada relación íntima, subimos al "fitito" y sin dudarlo partí hacia un hotel alojamiento.
Ya en la habitación, entré al baño y mientras me duchaba la escuchaba cantar. Cuando salí no la ví en ese cuarto de pequeñas dimensiones, pensé que se había ido, algo que podría resultar descabellado porque su ropa, consistente en un vestido liviano y prendas interiores, estaban depositados sobre una silla. Repentínamente, escucho su voz que con un fingido tono "aniñado" emergía debajo de la cama. ¿Que hacés allí? le pregunté siguiendo su aparente juego, ella se las había arreglado para ubicarse en ese incómodo lugar y siempre hablando como una nena repetía; "buscándo mi muñeca, quiero mi muñeca y hasta que no la encuentre no salgo". La supuesta broma se iba haciendo demasiado larga y la niña no quería salir de su escondite, fué entonces que presentí que aquello era algo mucho más serio y ante mis inútiles esfuerzos por lograr que termine con su insólita actitud, decidí comenzar a vestirme, en eso estaba cuando escucho; "está bién, voy a salir" y efectívamente salió; abrió la puerta de la habitación y completamente desnuda la chica comenzó a correr por el exterior de las instalaciones del hotel. Su velocidad era increíble, por suerte esa tarde, solo dos o tres habitaciones estában ocupadas, pero me resultába imposible pararla y ella no se cansaba de dar vueltas por el sector del estacionamiento. Finalmente, exhausta regresó a la habitación. No le dije una sola palabra, su rostro mostraba una gran fatiga. ¿A donde te llevo? fué lo único que le pregunté. "Alem e Irigoyen, me respondió con resignación".
Creo que esa tarde, mi Fiat 600 "voló" hacia la esquina indicada, cuando lo detuve frente a una imponente mansión para que baje, la chica se negaba a hacerlo y repetía; "no quiero volver allí". Una de las puertas de la casa se abrió y salió una mujer vestida como enfermera que vino diréctamente hacia mi auto. Hubo pocas palabras entre esta mujer, la niña rubia y yó. La mujer me miró y simplemente me dijo; "Gracias por traerla, se nos había escapado, siempre hace lo mismo, pero por suerte es muy tranquila". La casa era un lugar de internación destinado a enfermos mentales, propiedad de un conocido siquiatra de la ciudad.

viernes, 4 de julio de 2008

La influencia en mi profesión de dos prestigiosos colegas publicitarios.

Siempre estaré reconocido a quienes me abrieron las puertas de la publicidad y también me inspiraron en ésta apasionante profesión, entre ellos Domingo Mamanna y Oskar Marcovecchio, éste último comenzó sus actividades en Bahía Blanca cuando solo tenía 18 años y yá era un innovador en todo lo relacionado con gráfica, televisión o radio, porque cada uno de sus avisos tenía un sello propio e inconfundible al que yo mucho admiraba. Recuerdo que en una oportunidad produjo un programa radial diferente a todo lo conocido hasta el momento, se llamaba "Poosgrama" que más tarde crecería con el título de "Proarblema", un producto totalmente interactivo y muy novedoso para el oyente de aquellos tiempos. Marcovecchio fué el fundador de Idea Publicidad cuyas oficinas funcionaban en un amplio entrepiso de Galerías Plaza, el mismo sitio, donde poco tiempo después Mamanna me convocara para ocupar el lugar de este ascendente creativo que para entonces ya estaba radicado en Capital Federal manejando hacia todo el país la cuenta de Medias Brital y Banco Río. Reemplazar a Marcovecchio fué mi primer gran desafío ya que los clientes de Idea estaban acostumbrados a su estilo y esto no era fácil. Lo primero que hice cuando asumí esa responsabilidad fué trabajar fundamentalmente sobre los encabezamientos de las piezas gráficas y luego redactar textos de introducción breves, basándome en el impacto de la ilustración, que estaba a cargo de los dos excelentes directores de arte; Román y Valera, quienes interpretaban de inmediato mis prebocetos y la esencia integral del mensaje gráfico. La línea iniciada por Marcovecchio era simple, pero encerraba mucho poder visual, ninguno de los avisos firmados por él, pasaban desapercibidos y yo tenía que lograr la continuidad del modelo que había impuesto para las cuentas importantes que confiaban en Idea. Felizmente esto se logró y en menos de un año, a la agencia ingresaron nuevos anunciantes que totalizaban unos 200 entre pequeños, grandes y medianos.
En ese período como director creativo de Idea yo me ocupaba de la redacción de los avisos gráficos, bocetaba los story boards para televisión, ejercía la dirección de videos con sonido y simultáneamente escribía slógans y textos radiales. Cuando Idea dejó de funcionar, aquella rica y amplia experiencia me serviría casi tres años después para impulsar mi propia agencia publicitaria. Oskar Marcovecchio se posicionó sólida y definitivamente en Capital donde siguió trabajando activamente para otras empresas. Entre sus grandes aciertos figuran los "Altos", una promoción creada para el Shopping Alto Palermo, más una extensa serie de campañas que lo llevaron a convertirse en uno de los creativos argentinos de mayor prestigio. Siguiendo con mis colegas publicitarios de Bahía Blanca, también tengo como modelo a Osvaldo J. Ochoa, fundador de "Ojo en la Ruta", y pionero de grandes transmisiones deportivas que ponía en el aire radial con un despliegue innovador y tecnología poco común para esos años.Ochoa era en verdad un adelantado en deportes automotores, su especialidad. Vivía tan apasionadamente sus relatos que contagiaba al oyente el vértigo de las competencias con una fuerza difícil de imitar. Entre sus muchos aciertos también llegó a emitir almuerzos en directo para televisión desde sus amplias y luminosas oficinas emplazadas en "Altos del Palihue" donde además de deportistas, incluía como invitados a personajes destacados de los medios, empresarios, artístas, etc. El mirador de "Ojo en la Ruta" aún puede verse en la zona más alta y privilegiada de la ciudad. Esta construcción sobresale por la originalidad de su arquitectura, así era Osvaldo, un hombre que pensaba en grande y que vivió permanentemente desafiando y adelantándose al tiempo cada una de las acciones que él junto a su equipo emprendían. De voz inconfundible y potente al igual que sus textos publicitarios, Osvaldo también tuvo a su cargo el manejo de la cuenta nacional de la empresa Isaura y se ocupaba de ponerse al frente de las transmisiones empleando también su habilidad innata y carisma a la hora de comercializar sus propios productos. Siempre será recordado como un pionero y lamento no haberlo conocido personalmente, aunque sí tuve una excelente relación con Nestor "el profe" Entizne,uno de sus socios y gran ser humano al que quise mucho, pudiendo compartir con él muchas horas de charlas amenas. Lamentablemente tanto Nestor Entizne como Osvaldo J.Ochoa, partieron demasiado rápido de este mundo, quizás en su mejor momento.
Cuando me independicé y yá instalado en las oficinas 1 y 2 de Galerías Plaza llamadas Palacios Publicidad tenía en mis inicios a dos queridas personas que compartían conmigo ese espacio: Nicolás Ljutex (hoy titular de la agencia Publitex)y Nestor Raúl Matoso, con ambos conservo una cordial relación y muchísimas anécdotas de aquellos entusiastas comienzos juveniles. A Marcovecchio no volví a verlo, solo me comuniqué telefónicamente con él en dos o tres ocasiones aunque sí iba siguiendo con interés sus diferentes trabajos. Hace poco me enteré que decidió retirarse de la profesión. En Bahía Blanca hay actualmente varias agencias publicitarias en plena actividad que han logrado superar las diferentes oleadas de crísis y mantienen mínimas estructuras, algo muy distante de aquellos dorados años 70, donde las agencias habilitadas por el Confer, llegaron a superar la cantidad de 40 y algunas, las más grandes ocupaban en sus estudios un plantel estable promedio de 20a 25 personas.
La Asociación que agrupaba a las agencias comenzó a programar un ambicioso evento llamado "Publishow",un título de mi autoría. Estas fiestas anuales las organizábamos los miembros de la Cámara de La Publicidad para celebrar nuestro día. El espectáculo que consistía en una cena y show tenía el valor agregado de atractivos premios para los asistentes, llegó a transmitirse en vivo por Canal 9 Telenueva desde el Club de Golf Palihue donde se sorteó una lancha además de viajes, electrodomésticos, etc. Las concurridas fiestas del "Publishow" tuvieron su auge en los 70, hasta que la crísis económica en los finales de la era Martínez de Hoz provocó que dejaran definitívamente de realizarse. De Osvaldo J. Ochoa capté mucho de su fuerza, su "punch" de penetración masiva a la hora de imponer un determinado producto logrando que la frase sea pegadiza y arrolladora. Cuando Palacios Publicidad logró posicionarse como la agencia jóven y creativa de Bahía, en los 80, movíamos más de 150 cuentas, algunas de ellas pertenecían a empresas nacionales como Sicamericana, Línea "C", Dodero Viajes y Music Hall entre otras. Tiempo después vendrían Pehuamar, Pepsi Cola y una importante lista de marcas reconocidas que apostarían a los concursos creados en Mar del Plata para supermercados Aragone (más de 100 diferentes en 3 temporadas). Posteriormente cuando comencé a desarrollar nuevos eventos para puntos de ventas, desde los inicios y hasta el presente cuento con el apoyo de cientos de productos de primer nivel que continúan sumándose a estos juegos de góndolas con probado efecto multiplicador que tienen gran respuesta por parte del público en cada una de sus series. Debo reconocer que mis avisos o piezas publicitarias siguen siendo extremadamente "locos", muchos de ellos criticados por una minoría, pero a la hora de la verdad, allí está mi señal y el anunciante comprueba con satisfacción que su inversión tiene el retorno esperado e invierte en los medios con convicción. A la hora de los resultados estoy plenamente convencido que como creativo elegí una ruta de trabajo correcta."Ladran Sancho, señal que cabalgámos" dijo Don Quijote y esos "ladridos" me estimulan a seguir cabalgando. Es para mí necesario hacer esta humilde y respetuosa mención de los creativos y hombres de medios mencionados porque de ellos recibí una positiva influencia que me inspiró a recorrer este largo camino que gracias a Dios se mantiene vigente y me encuentra produciendo concursos, proyectándo nuevas ideas, editándo la revista "Signos y Marcas", dibujando mis amados comics y divirtiéndome junto a nuestra hija Virginia con el programa "Palacios en el Aire", un feliz recreo de casi 5 horas en vivo que cumplió 3 años y se emite a las 0.15 de la madrugada del domingo por LU2 Radio Bahía Blanca AM 840.

martes, 1 de julio de 2008

Historias de mi Viejo Víctor y yó -"Una noche de box en el Sanatorio".

Con mi viejo Víctor me han sucedido episodios muy divertidos e insólitos que bien vale la pena relatarlos dentro de las respetuosas reservas, pero hay cuatro o cinco anécdotas que a él mucho le hacían reír cuando las recordábamos. Víctor estaba mucho más allá del bién y del mal, el dinero y las posesiones materiales se las pasaba por el traste, solo quería disfrutar plenamente de su pequeña gran isla de los tangos, la historia de la aviación naval y fundamentalmente su pequeña nieta Virginia a quién llenaba con grandes cantidades de ternura contenida y de alguna manera, con ella fué una especie de "padre abuelo" fuera de serie. Sinceramente, yo me perdí a mi viejo Víctor durante 14 años y fué el tiempo que estuve junto a Lucy y que de alguna manera marcó un importante período de ausencia y desencuentros porque lo veía de tanto en tanto y sin continuidad alguna. Siempre sentí que cada vez que mi viejo me venía a buscar era para intentar que yo sea el hijo que él siempre había querido que fuera. Centralizaba en mí una serie de expectativas que para mí eran difíciles de cumplir y eso con menos de 10 años de edad, me generaba una gran confusión. En una oportunidad me llevó a las instalaciones del Tiro Federal, donde en un momento dado me encontré acostado sobre una especie de camilla acolchada empuñando un largo y pesado fusil Máuser con cargador de 5 tiros y recarga manual a cerrojo. El estaba entusiasmado y junto a un instructor me repetía una y otra vez cómo había que apuntar, quitar la cápsula de la recámara, la forma de apoyar la culata del arma, etc. Cuando llegó el momento de accionar el Máuser y apreté el gatillo el mundo pareció estallar porque el ruido que producía cada disparo era insoportable y ni hablar de la "patada" que provocaba el retroceso sobre mi hombro derecho. De los tiros al blanco, al tiempo pasé a la esgrima y allí estaba con una máscara enrejada y un "peto" (protector de pecho) con un pesado florete en la mano intentando meter una estocada al movedizo profesor que tenía enfrente. Al tiempo un tal Langoni, un porteño que era experto en golf y conocía a mi viejo, me estaba en enseñando cómo utilizar los palos a la hora de impulsar la pelotita, etc. Tampoco faltaron los guantes de boxeo, el puchinball, la bolsa rellena con arena, la natación en el Club Argentino y una extensa serie de deportes que supuestamente debía aprender en un curso acelerado. Víctor se había criado en un ámbito violento, su padre además de escatimarle amor, era un golpeador que le jodió la existencia a toda su numerosa familia y creo que mucha de su agresividad obedecía a estas carencias afectivas. Después de los relatados episodios de la "colimba" y otros, donde mi viejo acudió rápidamente en mi ayuda, comencé a sentirlo como a un amigo incondicional, porque en verdad así era. Jamás conocería a alguien tan generoso como él, el dinero le explotaba en las manos y si hubiera sido un hombre rico, no habría vacilado en repartirlo para hacer felices a quienes lo rodeaban. Por suerte cuando comencé a vivir con Elvira y nació Virginia, desde la nada, comenzámos a crecer económicamente y a contar con mucho trabajo. Siendo aún muy jóvenes, ya teníamos nuestra propia casa totalmente paga y logramos cumplir el sueño de montar Ricardo Palacios Publicidad, una agencia pequeña que se iba haciendo grande y nos estaba dando grandes satisfacciones económicas. Una noche, a eso de las tres de la madrugada, recibo un llamado de mi viejo diciéndome que se sentía mal y le dolía mucho el pecho. Le pedí que me espere que iba para allá de inmediato. La casa de mis viejos aún está a solo un par de cuadras de la nuestra y en contados minutos lo fuí a buscar con el Torino partiéndo rumbo a un conocido sanatorio privado. Ya en la guardia, le hice saber al enfermero que busque urgente a un médico, porque los síntomas de mi padre eran similares a los de un infarto y no había tiempo que perder. Los minutos iban pasando y el médico no aparecía, a todo esto, también había llegado mi hermano Jorge y los tres estábamos impacientes esperando que alguien revise a Víctor, quién de pronto se pone de pié y grita: ¡A la mierda, yo no espero más, voy a romper todo! , dicho esto último levantó con sus dos brazos un pesado cenicero de metal y lo estrelló contra el piso del pasillo de la guardia. El enfermero, al escuchar el ruido descomunal salió de su pequeña oficina para ver que estaba ocurriendo y cuando preguntó que pasaba, mi viejo le colocó una piña en la cara que lo tiró hacia atrás y lo dejó fuera de combate. En ese mismo momento, el médico de guardia baja por las escaleras, venía del primer piso y daba todo el aspecto de despertarse recientemente. La escena era de película, porque sin mediar palabra, Víctor se le abalanza y en medio de un torrente de puteadas comienza a boxearlo, el agredido y asombrado facultativo, solo atinaba a tratar de parar la lluvia de puñetazos, en medio de este pandemonium, el enfermero se incorpora y trata de intervenir, pero vuelve a recibir otro golpe y queda definitivamente sin sentido. La batalla iba creciendo, mi hermano Jorge y yó tratábamos de detener a mi viejo, pero estaba tan fuera de sí que parecía no distinguirnos y también tiraba golpes a diestra y siniestra en forma simultánea contra el médico y nosotros dos. Mi hermano recibe una de las "piñas" perdidas y cae sobre una pequeña mesa con instrumental, es allí que mi viejo pide que se detenga la pelea y todos los involucrados ubican al caído sobre una camilla con la intención de recuperarlo.
Transcurridos unos minutos, Jorge reacciona y mi viejo que seguía "caliente", se quita la camisa y decide continuar la pelea, ahora con mayor intensidad. Por esas vueltas de la vida, el médico que es hoy un prestigioso cirujano, había sido compañero mío en la escuela primaria y secundaria, además de haber compartido juntos varios momentos de la infancia y la adolescencia, esto agravaba mucho más la situación caótica en que nos veíamos involucrados. Ante la imposibilidad de calmar los ánimos, soy yó quién comienza a increpar a mi viejo, quién finalmente se tranquiliza y junto a mi hermano y yó, se retira del sanatorio prometiéndole al médico volver en otro momento para definir la pelea.
Ya en su casa y más sereno le preguntámos porqué había hecho ese papelón, y riéndose como un chico travieso, nos dice que todo ese "quilombo" le había hecho bien y ahora se sentía mucho mejor. Entendí que había provocado ese lío para descargar sus nervios, pero antes de retirarme le dije: "Sos un boludo, ojalá no tengas que caer en algún momento en manos de ese doctor".
Y así fué porque a las pocas semanas comenzó a dolerle el estómago y mi madre llamó a un médico para que venga a verlo, paradójicamente quién ingresaba era precisamente el mismo profesional a quién días atrás mi viejo había insultado y agredido aquella noche de furia. Cuando Víctor vió al médico a través de la ventana de su habitación muy infantilmente y para evitar que éste lo reconozca, solo atinó a taparse con las sábanas hasta los ojos.
El doctor diagnosticó cálculos en la vesícula recomendándo previos exámenes y una operación de urgencia. Cuando ya estaba a punto de ingresar al quirófano, por esas cosas del destino, iba a ser intervenido en el mismo sanatorio donde ocurrieron los hechos relatados y operado precisamente por el facultativo oportunamente agredido.
Felizmente, el médico no había resultado rencoroso y Víctor salió airoso de aquella intervención quirúrgica.

lunes, 30 de junio de 2008

Historias de mi viejo Víctor y yó - "La Chica de Hielo".

Mi viejo se levantaba todos los días de semana a las 5 de la mañana en punto, hora en que se bañaba, generalmente con agua fría en pleno invierno, luego desayunaba o tomaba unos mates y posteriormente se dirigía hacia la esquina de Belgrano y Corrientes, a unos 60 metros de donde vivíamos para tomar el colectivo "azul" que lo llevaba hasta el puerto de Ingeniero White, su lugar de trabajo, concretamente en las instalaciones del Ministerio de Obras Públicas. Acostumbrado a esta rutina, era poco probable que durante los fines de semana no lograra dormir hasta altas horas, ya que su sueño era liviano en extremo y cualquier ruido por mínimo que fuera lo despertaba en el acto. Un sábado a la noche, con mi amigo Ricardo Campaña, quién era por entonces un joven estudiante de derecho y pocos años más tarde, gracias a su sacrificio e inteligencia, lograría hasta la actualidad convertirse en uno de los mejores abogados de la ciudad y zona. Tal como lo hacíamos habitualmente con "Ricky", concurrimos al salón Bariloche del Club Olimpo de Bahía Blanca, en esa oportunidad con la intención de presenciar la actuación en vivo del exitoso grupo "Los Iracundos". Ya dentro del amplio lugar que estaba repleto de público, esperámos con entusiasmo el show de las estrellas visitantes y cuando éste finalizó, de inmediato comenzó un baile animado por músicos locales.
En esos tiempos, cuando veíamos una chica atractiva , se estilaba tratar de llamar su atención desde una cierta distancia y con un leve movimiento de cabeza sonreirle e invitarla a bailar. Yo había notado la presencia de una muchacha rubia muy exhuberante que estaba sentada en una mesa junto a lo que parecían ser sus hermanas mayores. Le hice la seña habitual y de inmediato respondió a mi propuesta. Estuvimos bailando animadamente y sin parar hasta las 4 de la madrugada y en ese momento le sugerí salir a tomar un poco de aire, ya que en el salón hacía realmente demasiado calor.
No recuerdo muchos detalles y tampoco los argumentos que puse en práctica con el fin de convencer a la voluptuosa rubia para que me acompañe hasta mi departamento, que en realidad era una simple habitación ubicada al frente de mi casa paterna y que yo usaba como dormitorio y estudio. Hasta allí llegué con mi llamativa acompañante, entramos silenciosamente en el cuarto e iniciamos una fogosa introducción rumbo a una inevitable relación íntima. De pronto, la chica que estaba completamente desnuda comenzó a temblar, se puso totalmente pálida y fría como un hielo, sus ojos se dieron vuelta y pensé que se estaba muriendo. Me asusté mucho, no sabía que hacer y sin dudarlo, salí al pasillo exterior rumbo a la habitación de mi viejo Víctor, que por fortuna estaba solo, ya que mi madre y mi hermano menor habían viajado.
¡Viejo, viejo, despertáte! le decía angustiado - ¿Que carajo pasa? me preguntó con su vozarrón.
¡Creo que se me murió una chica en mi pieza, vení a verla, es urgente!, le pido.
Vestido con su clásico pijama, el "negro" Víctor saltó de la cama y venía detrás mío repitiéndome: "Oíme, no podemos tener una muerta en casa, es un compromiso muy serio". Cuando entramos a la habitación la chica estaba tendida en mi cama y realmente parecía un cadáver. Mi viejo se acercó a ella, le tomó el pulso, sintió los latidos de su corazón y hecho ésto me mira y dice: "Creo que a esta mina le está haciendo falta comida, andá a la cocina y traéme una de las milanesas que quedaron de anoche y un vaso de gaseosa, ah y de paso, andá al baño y alcanzáme la botella de alcohol".
Hice todo tal cual me lo pidió y a los pocos minutos, la exhuberante rubia comenzaba a reaccionar lentamente aunque le costaba ubicarse. Con mi viejo le explicamos que se había desmayado y nos confesó que estaba haciendo una severa dieta que la tenía a mal traer y era muy probable que su desmayo y bajón de presión se debiera a que desde hacía un tiempo estaba comiendo muy poco, casi nada.
Aguardámos casi una hora a que la muchacha se ponga bién, Víctor fué hasta la cocina donde calentó más milanesas con huevos y papas fritas e invitó a la visitante a que pase al comedor para que se sienta más cómoda.
Después de comer abundantemente la jóven comenzó a recuperar el color de su semblante y también recobraba el ánimo. Cuando Víctor notó que la impactante señorita ya estába repuesta, me alcanza unos pesos y me indica: ¡Llevála en un taxi hasta su casa y veníte urgentemente para acá, ésta mujer ya comió bién y ahora tiene que descansar!
Una vez más mi viejo Víctor había actuado en consecuencia y con la eficiencia que el caso requería. Jamás me echó en cara este tipo de situaciones en las que me veía involucrado y él participaba, creo que en el fondo se sentía muy bién cuando yo le demostraba que necesitaba de su ayuda, algo que nos seguía uniendo no solo en la complicidad, sino también en la creciente solidez de una fuerte amistad entre padre e hijo. Y para finalizar, casi dos años más tarde reconocí que aquella noche mi viejo Víctor, había estado en lo cierto cuando al ver a la rubia "diagnosticó" que estaba pálida porque tenía hambre ya que un buen día, accidentalmente la encontré en una calle céntrica y con mucha tristeza comprobé que aquella voluptuosa muchacha se había transformado en una irreconocible obesa de casi 150 kilos. (Y como dice la letra del tango: "Fiera Venganza la del tiempo")

domingo, 29 de junio de 2008

Historias de mi viejo Victor y yó - "El teniente primero".

Algo había fallado cuando en la revisación médica que me hicieron en el Ejército, un sargento enfermero me anotó como "Apto R", ese apto relativo significaba que además de ser un soldado a "medias" por tener pié plano, igual serviría para algo, porque a partir de ese momento, inevitablemente tendría que cumplir con el servicio militar obligatorio de aquellos años sesenta. Durante los tres primeros meses, los reclutas éramos sometidos a un intenso período de instrucción, donde se nos sometía al llamado "movimiento vivo", esto significaba saltar, arrastrarse cuerpo a tierra, hacer flexiones y correr como un boludo a resorte desde la primera hora de la mañana hasta el atardecer. Como ya relaté antes, mi destino era el Comando del Quinto Cuerpo de Ejército, allí estábamos los 200 chicos que la patria intentaría convertir en sus fieles y valientes servidores. Una mañana nos prepararonn para hacer prácticas de tiro al blanco, algo que nos despertaba curiosidad desde que habíamos ingresado a la fuerza, porque lo primero que pudimos comprobar era que el arsenal estaba repleto de armas vetustas. A cada uno de los que iniciaríamos el largo camino hacia un lugar llamado balneario Maldonado, zona elegida para poner a prueba nuestra destreza como tiradores, se nos proporcionó un fusil FAL (Fusil Automático Liviano), arma de orígen Belga que dispone de un cargador de 20 municiones y puede funcionar tiro a tiro o a repetición. Además del fusil, también teníamos que llevar encima cargadores suplementarios y todo indicaba que esa marcha la tendríamos que hacer de a pié.
Esa era una jornada de sol y muy calurosa, posiblemente una de las últimas del verano en pleno mes de marzo. Por entonces, mi cabello era largo y lo usaba al estilo de los Beatles, para que no me rapen salvajemente y evitar hasta el límite que me dejen "pelado", trataba de ocultar el pelo dentro de mi gorra de recluta y hasta ese día había tenido bastante suerte ya que venía escapando de las garras del soldado Melo, un morocho fornido que cumplía una larga condena por desertor y oficiaba de peluquero. La marcha rumbo a la playa comenzó, al frente y montado en un hermoso caballo iba un teniente primero robusto, gritón, rubio y de ojos celestes muy saltones que desde que lo conocimos daba toda la sensación de ser un verdadero hijo de perra. También venían de a pié, varios suboficiales y detrás de la columna un camión con un soldado chofer y la caja vacía. A los pocos minutos de partir, la mayoría de nosotros sentía los efectos del calor y también cierto cansancio, algo que parecía molestar sobremanera al teniente primero, ya que constantemente hacía galopar a su caballo a nuestro alrededor y en cada giro aprovechaba para insultarnos o tratarnos de "señoritas". En un momento dado, el viento me hace volar la gorra de fajina y queda al descubierto mi pelo largo, con tal mala fortuna que el teniente primero me vé y comienza a tirarme el caballo encima al tiempo que gritaba; "Un mariquita, tenemos aquí a un mariquita de pelo largo, a éste le voy a enseñar lo que és ser hombre".El tipo estaba fuera de sí, su cara grande se había puesto roja y parecía a punto de estallar, rápidamente ordenó a un sargento que me carguen otro FAL al hombro y una cartuchera de municiones suplementaria como para hacerme más dificultosa la maldita caminata.
Al cabo de dos horas, llegamos al fin a la playa solitaria que en época estival solía ser utilizada como balneario por la gente humilde de Bahía Blanca. La marea estaba baja y a unos 500 metros de distancia y dentro del agua se distinguían varios blancos de gran tamaño que habían sido emplazados allí para probar nuestra "destreza" y condición de tiradores.
El teniente primero nos dió la órden de descansar 15 minutos. Ese escaso tiempo lo aprovechamos para tirarnos sobre la arena caliente, quitarnos de encima los pesados fusiles y fumar. Estábamos empapados por el sudor, nuestros piés ardían del dolor que provocában los incómodos borceguíes (botines de cuero) y teníamos mucha sed, pero nadie parecía haber previsto el importante detalle de traer agua. En un momento dado, escuchamos las campanillas de la "cantina ambulante", un colectivo viejo y muy pintoresco que el cantinero del batallón cargaba con sandwiches y gaseosas frescas para acercar comida y bebida a los soldados en maniobra. La presencia del vehículo nos provocó gran alegría y cuando comenzámos a avanzar hacia la "cantina ambulante", se oyó un fuerte sonido de silbato y al segundo el vozarrón del temible teniente primero ordenando: "Que la cantina se retire inmediatamente de la playa, se terminó el descanso, yá comenzarémos la práctica de tiro". El perverso oficial que había bebido abundantemente los líquidos que llevaba en su heladera portátil, parecía estar feliz con esta órden, porque sonreía cuando el colectivo repleto de gaseosas, hielo y sandwiches, iba desapareciendo entre los médanos hasta perderse.
Yo pensé en ese momento que el tipo se había olvidado de mí, pero estaba totalmente equivocado ya que movido por el presentimiento cada vez que me daba vuelta, ahí estaba, montado sobre su caballo y clavándome la mirada. En ese momento, solo disparé tres tiros de fusíl, los únicos que efectué durante mis 14 meses como soldado y debo haber acertado todos los balazos en el mismo orificio, porque al salir de baja, con gran asombro descubro que en mi libreta de enrolamiento figuro como "tirador". El pretexto que dieron en esa mísera evaluación fué que no había suficientes municiones. Cerca del mediodía, la instrucción había llegado a su fín, el teniente primero ordena que todos aquellos soldados que sufran principios de insolación o estén lastimados suban al camión para ser transportados hasta la enfermería del comando. Sin vacilar un segundo fuí uno de los primeros en trepar a la caja del vehículo, en eso estaba, cuando siento que una mano me aprieta fuertemente el hombro derecho y me tira hacia atrás, al caer al suelo, me doy cuenta que quién me había sacado de allí era el mismísimo teniente primero quién con una sonrisa irónica me grita: "¿No le dá verguenza hacerse el enfermo?, los mariquitas como usted no tienen lugar en ese camión, regresará caminando y con dos fusiles al hombro".El retorno fué infernal, tenía los pies lastimados, ni hablar del dolor que las correas de los putos FAL causaban en mis hombros, el calor del mediodía era insoportable y la boca estaba reseca. Por suerte, la gente de la zona aledaña a la ruta, se compadecíó de nuestros aspectos deplorables y nos alcanzaron botellas y vasos con agua fresca, este hecho solidario calmó nuestra sed y alivió en gran forma el insólito peregrinar.
Lo peor nos estaba esperando al llegar al comando cuando el teniente primero, nos hace saber que lamentablemente ya no quedaba comida en la cocina y como compensación, nos daba dos horas de descanso en la cuadra (dormitorio).
Cuando hambrientos y resignados ingresamos al sitio donde los 200 soldados nos alojábamos, se nos impartió la órden de dirigirnos en silencio hacia nuestras respectivas camas. Yo había elegido permanecer en el tercer piso de la cucheta donde dormía y hasta allí trepé esperándo la órden de quitarnos los pesados e incómodos botines. Cuando esto al fin sucedió, el teniente primero, parado sobre una especie de tarima alta ubicada en el entremo de la amplia sala nos dice: "Los soldados solo pueden permanecer acostados en sus literas, sin moverse de las mismas y aquel que desobedezca mi órden, será castigado".Dicho esto, el tipo desapareció de la escena y aproveché el momento para bajar velózmente de mi cama y dirigirme al baño con el propósito de comer un alfajor que llevaba encima, fumar y tomar agua.
Una vez más me equivoqué cuando pensé que aquel nefasto personaje vestido de verde, se había ido a rascar los huevos a sus aposentos del cómodo casino de oficiales, porque en el preciso instante en que me encontraba trepando hasta mi alta cama, irrumpe sorpresivamente en la barraca y me descubre in fraganti.
Esta vez sí que había logrado enfurecerlo de verdad, como un poseído empezó a gritar y se me vino encima subiendo con rapidez por la cucheta, en pocos segundos su gigantesco rostro colorado, se enfrentó al mío y mirándome con odio me gritó: ¡Lo agarré, lo agarré desobedeciéndome, usted es un soldado de mierda, una verguenza para el comando, lo voy a destruir como a una rata! ¿Que prefiere, duelo a espada, karate o boxeo? Elija.Yo había quedado petrificado, el tipo me estaba insultado y desafiando cara a cara, no entendía nada y no paraba de putearme con alma y vida. No le dije nada, solo atiné y con gran esfuerzo a sostenerle la mirada, finalmente ante mi forzada pasividad terminó diciéndome: "No quiero conmigo a una basura cobarde como usted, daré instrucciones para que mañana lo embarquen en el primer tren y sea trasladado a cuartel más alejado del sur".
Cerca de las 17 horas, después de tomar mate cocido con leche, Poloni, un compañero que estaba cumpliendo funciones en las oficinas, me viene a avisar que yo estaba en la lista de traslados a una guarnición militar en Cobunco y que mi apellido figuraba en el pizarrón de novedades del día. Hijo de puta, pensé, este tipo no estaba jodiendo. ¿Y ahora?. Aproveché el tiempo del recreo y corrí hasta el teléfono público más próximo, el único que podía salvarme era mi viejo Víctor y confieso que recé para que en ese momento estuviera en casa y me atendiera. Felizmente así fué, rápidamente le conté lo que me estaba pasando con el teniente primero y que mi traslado al sur estaba confirmado. Mi viejo solo me dijo: "Quedáte tranquilo, voy para allá".
Asustado y muy confundido regresé a la cuadra donde comenzaban a reunirnos para una próxima instrucción de ejercicios físicos que por suerte fué bastante tranquila y duró apenas una hora. Cuando ordenadamente y en fila volvíamos al edificio del comando, veo al teniente primero mirando inquieto hacia los soldados, parecía que estaba buscando a alguien. Traté de ocultarme entre mis compañeros, pero me descubrió y vino directamente hacia mí. ¡Quiero hablar con usted, soldado, venga!, fué lo que me ordenó, pero esta vez con voz calma. Me apartó del resto y tomándome del hombro, me conduce hacia un sector del edificio, donde sonriente me dice: "Soldado, soldado, ¿que es eso de molestar a su padre y hacerlo venir hasta acá para que boxee con el teniente primero?
Yo le estaba hablando en broma ¿o acaso pensó que en verdad lo iba a mandar al sur?".
Solo me quedé mirándolo, no comprendí ese tan cambio tan repentino en tamaño cabrón, que dándome una palmada en la espalda finaliza diciéndome: "Vaya soldado, vaya tranquilo, acá no ha pasado nada y de esto...Ni una sola palabra a nadie, ¿entendió?". Comprobé que milagrosamente mi nombre había sido borrado de la lista del pizarrón y los compañeros que en ese momento estaban de guardia y fueron testigos de los hechos, entre ellos Jorge Chiaradía, me dijeron que mi viejo Víctor, había bajado del colectivo que conducía hasta los cuarteles y pidió hablar personalmente con el teniente primero. Cuando el suboficial a cargo del puesto le preguntó el motivo le dijo: "Para cagarlo bien a trompadas, dígale que el padre del recluta Palacios lo está esperándo para que pruebe de hacerse el macho conmigo y nó con un muchacho". Esto ocurrió tal como lo relato en esta parte, ya que mi viejo era muy capaz de acciones como ésta, al punto que el teniente primero no se animó a salir para hablar con Víctor y por suerte, dió marcha atrás con su amenaza, que seguramente sin la intervención oportuna y rápida de mi padre, habría cumplido para mi mal.

sábado, 28 de junio de 2008

Argentina y yó, en los años del "Eternauta".

Para quienes en la década del cincuenta éramos pibes, ese género llamado historieta o cómic, nos iba marcando una inmensa ruta de sueños, donde el papel estallaba en cientos de personajes inolvidables. Recuerdo las llamadas revistas Mexicanas, un material gráfico de excelente impresión color con tapas en papel ilustración que en esa época invadieron la argentina con títulos como "La Pequeña Lulú", "El Llanero Solitario", "Lassie", "La Ley del Revólver", "Porky", "Lorenzo y Pepita", "El Pájaro Loco", "Tom y Jerry", "Roy Rogers", "La Zorra y el Cuervo" y cientos de historietas que esperábamos ansiosos todas las semanas. Las Mexicanas eran diferentes a todo lo aquí conocido, posiblemente porque allí y por primera vez, estaban impecablemente dibujados los populares protagonistas de películas y series de televisión que habíamos incorporado a nuestros dorados años de las ilusiones juveniles. En argentina, Dante Quinterno con "Patoruzú" y "Patoruzito" o Divito con "Rico Tipo", ya habían iniciado una ruta exitosa con verdaderas creaciones en blanco y negro, pero a tanta información gráfica le llegaría lo mejor; "El Eternauta", junto a Ernie Pike, "Mort Cinder" y un sinfín de obras maestras que vendrían de la mano del prolífico y genial guionista Héctor Germán Oesterheld y dibujantes de la talla de Hugo Pratt, Enrique Breccia, Solano López, Moliterni, Arturo del Castillo y otros genios de la tinta china que nos mostraban sus logros en las revistas "Hora Cero" y "Frontera", ambas provenientes de la editorial creada por el mismo Oesterheld. Tiempos de un país que estaba cimentando una rica historia propia con producciones gráficas y musicales que comenzaban a identificarnos. Productos de consumo interno derivados del indiscutible y probado talento Argentino. La expansión de esa cultura recreativa en sus diversas formas no tenía límites, continuaba creciendo y hasta estalló un producto nacional llamado Billy Caffaro, cantante singular que se impuso con temas pegadizos como "Pity Pity", "Personalidad" y otros de abrumadora difusión. Por alguna extraña razón, la vida artística del inimitable Caffaro, duró poco tiempo, aunque sus temas son auténticos íconos y en la actualidad se siguen escuchando en la mayoría de las radios. Siguiendo con la cultura musical destinada a los jóvenes de entonces es imposible dejar de mencionar "El Club del Clan", un exitoso programa televisivo donde surgieron Palito Ortega, Violeta Rivas, Lalo Fransen, Nicky Jones, Johnny Tedesco, Raúl Lavié, etc. En la pantalla grande, el denominado nuevo cine nacional, revolucionaba con filmes dirigidos por talentosos como Rodolfo Kuhn, Leonardo Favio, Leopoldo Torre Nilsson, y Armando Bó quienes comenzaron a demostrarle al mundo que en este país, a pesar de los medios limitados, contábamos con guiones, directores y actores que nada tenían que envidiar a la cinematografía europea o norteamericana.
Yo tuve la fortuna de ir creciendo junto a estas manifestaciones artísticas inolvidables que marcaron mi ruta hacia esta profesión maravillosa que me sigue dando de vivir. Ya antes comenté que el "Eternauta" fué y és, uno de mis principales referentes en ese mágico género llamado cómic que aún continúo desarrollando.
Para quienes disfrutábamos de esa nación distendida con la felicidad cotidiana y la curiosidad que despertaba la energía juvenil, íbamos entrando en la adolescencia, con la simple preocupación de usar ropa y calzado de moda y lo más importante para esa edad; las conquistas femeninas, e indiscutiblemente y probado está, las mujeres argentinas fueron, son y serán las más lindas del mundo. En los años del "Eternauta", no se conocía la sicología o la terapia, todo lo hacíamos improvisada y espontáneamente, dejando fluir las atracciones con naturalidad, todo acorde a los medios económicos y recursos con los que cada chico contara a la hora de seducir a una jovencita para finalmente lograr el anhelado objetivo de tener sexo con ella. Femeninas al máximo, bonitas y muy bien vestidas, las chicas de esos años, eran sumamente espontáneas y estaban muy lejos de la histeria cuando llegaba el momento de definir el anhelado contacto de los cuerpo desnudos. Mi táctica siempre fué la de caminar solo o con algún confiable compañero de aventuras, pero jamás beber en exceso ni mezclarme entre grupos de muchachos. Esto me daba buen resultado y me preocupaba siempre de estar impecablemente vestido desmostrándo caballerosidad y respeto por la mujer que en ese momento estaba a mi lado. He tenido más batallas ganadas que perdidas en este campo tan particular y apasionante, ya que siempre el sexo opuesto me ha dado lo mejor de sí. Las mujeres siempre me demostraron ser mejores personas que yó y mucho he aprendido de ellas en ese capítulo fantástico de las relaciones. Confieso que pocas veces me enamoré y tengo mucho respeto por esa palabra que encierra un universo muy grande pero que muchas veces se utiliza con gran facilidad y ligereza. He sido muy amado y posiblemente no correspondí a quienes me entregaban ese sentir, quizás porque además de muy joven era inmaduro y el amor despierta después de un tiempo donde se comparten, sufren y disfrutan buenos y malos momentos y ésto lo comprobaría años más tarde cuando conocí a Elvira.
Los boliches bailables de entonces, nos ofrecían la posibilidad de mostrar destreza y lucirse a la hora de bailar rock o twist, si uno se destacaba en esos rítmos, con seguridad habría llamado la atención entre las chicas y tenía bastante ventaja sobre el resto de los muchachos "competidores" y en mi caso, me había convertido en uno de los campeones de rock and roll de la ciudad.
Luego de las exhibiciones acrobáticas del rock, vendría la prueba de fuego, cuando el disc jockey de turno iba bajando la música, las luces de la pista desaparecían y los temas lentos se hacían oir brindándonos 45 minutos de acercamiento absoluto con la ocasional compañera a quién se le hablaba al oído contactándonos mejilla a mejilla y meciéndonos suavemente en el perímetro de unos 360 centímetros el espacio de seis baldosas normales.
En aquellas incursiones, tanto a mí como a muchos chicos que queríamos ser grandes y ganar, me tocaba el difícil rol de ser un "infante", mi padre jamás tuvo un automóvil en su vida y tampoco le importaron demasiado, pero esto me jugaba en contra, ya que caminar durante interminables cuadras acompañando a una niña a la salida de los bailes, no era lo ideal y menos aún en los crudos inviernos de Bahía Blanca.
Siempre se dijo que el auto era el "tercer testículo del hombre" y en verdad, yo tuve ese órgano que me faltaba recién a los 21 años y andar de a pié, constituía un verdadero desafío donde uno se ponía a prueba utilizando las pocas armas que tenía a mano, además en los sesenta, ser propietario de un vehículo propio era algo soñado, pero inalcanzable. Tengo muchas anécdotas divertidas de ese tramo de vida, una de ellas me tocó sufrirla en Buenos Aires, cuando mi tía Elia, hermana de mi padre, me dijo; "Pipo, hay una chica muy linda que quiere conocerte, le dicen Susanita pura crema y es preciosa". Con mucha habilidad mi tía me puso frente a Susanita, que era hija única de una médico obstetra del barrio de Palermo. Ni bien la conocí, quedé impactado por su belleza y le propuse ir al cine, invitación que aceptó de inmediato.
Como de costumbre, estaba escaso de dinero, apenas me alcanzaba para pagar las dos entradas del cine y comprarle en la sala un bombón helado Noel. El otro problema era el costo de entradas en las películas de estreno, así que opté por llevarla a ver "las Cuatro Plumas" y "Gunga Din", dos películas muy viejas y en blanco y negro que exhibían en una sala de Santa Fé casi Callao a precios populares.
Como la tarde era cálida, nos fuimos caminando y charlando animadamente, pero a las 20 o 25 cuadras, el ánimo de Susanita iba decreciendo y la crema se derretía.
Las películas se cortaban el público silbaba, puteaba y este clima mísero, por más que había elegido que nos sentáramos en la última fila del cine no me permitía llegar a la intimidad de mi bella amiga. Compré dos bombones helados y al terminar la función, emprendimos el camino de regreso, obviamente caminando. Ya cerca del Hospital de Niños, traté de sacarle provecho a la oscuridad reinante intentando besar apasionadamente a Susanita contando con la complicidad de los paredones aledaños del nosocomio, pero la hermosa jóven, me dijo; "No doy más, Pipo. Necesito sacarme los zapatos, me duelen mucho los piés de tanto caminar". El rostro de sufrimiento de Susanita lo decía todo y rompía cualquier encanto. Sus zapatos tenían tacos altos y habíamos emprendido una verdadera maratón de kilómetros. Indudablemente la situación me jugaba en contra, con sus zapatos de charol en las manos, Susanita caminó heroicamente y descalza hasta cerca de donde ella vivía; Avenida Córdoba y Malabia. No me animé a decirle que quería seguir viéndola, su cara extenuada lo decía todo. Nos despedimos en silencio y cuando me dí vuelta para verla por última vez, Susanita se había puesto apresuradamente sus zapatos de tacos altos. Soy demasiado pobre para semejante chica, pensé y regresé al "conventillo del Eternauta", que en ese momento era mi única realidad.
En otra ocasión, había concurrido como de costumbre a bailar a la "Central", la confitería de Bahía Blanca, que cité en páginas anteriores. Era invierno, mes de julio y esa noche conocí a una hermosa chica rubia que tenía increíbles ojos celestes, cuerpo casi perfecto, divertida y con una gran cultura general, algo que la convertía casi en la "Mujer Maravilla". Desde el primer momento, ambos tuvimos conexión y estuvimos juntos hasta que el boliche comenzó a despedir a los asistentes. Cerca de las 5 de la madrugada, me pidió que la acompañe hasta su casa. El frío que hacía a la salida, era realmente insoportable y no contaba con dinero suficiente para un taxi y esto era lo mínimo que podía brindarle a esa increíble chica. Ella llevaba puesto un abrigado tapado de piel y yó, estaba protegido por un sobretodo de muy buena calidad que me había regalado mi tío Osvaldo. Comenzamos a caminar por la calle Brown, yo tenía ganas de orinar, pero aguantaba. Trataba de no pensar en ríos, lagunas o canillas. Nos quedaban unos mil metros para llegar hasta su casa y a mitad del camino, las ganas se incrementaban y no me animé a decirle que debía detenerme con urgencia frente a un árbol para descargar una micción incontenible, me pareció que esto sería un papelón sin retorno. Ya frente al domicilio de la bella rubia, comenzamos a besarnos apasionadamente, en un momento ella me toma con sus brazos del cuello y comienza a apretarse contra mí. Yo sentía un temblor creciente en mi vegiga, el torrente líquido se estaba anunciando y en medio del fuego; splashhhhh, me orino encima. En segundos, mis pantalones mojados por completo quedan adheridos a mis piernas y simultáneamente se inundan mis zapatos. La chica se quedó mirándome atónita y al instante comienza a reirse a carcajadas de la insólita situación. Quedé tan avergonzado que no volví a verla.

sábado, 21 de junio de 2008

2008, Osvaldo Abitante; mi tío y hermano Superhéroe.

Ya escribí antes que no creo en ningún político, tampoco me mezclaría con ellos en ninguna circunstancia. Solo basta mirar cómo ha sufrido y empeorado la Argentina en los últimos años ante la falta de conducciones claras, serias, con planes de crecimiento sólidos y posibilidades laborales para todos los ciudadanos que habitan en este país inmensamente rico, para darse cuenta que lamentablemente aún no logra encontrar el destino de grandeza que realmente merece. Pecados capitales como la corrupción, el enriquecimiento ilícito, la hipocresía, la mentira y la indiferencia se han apoderado de las almas de los dirigentes que han incumplido las promesas hechas a la gente que los votó y los puso en el lugar que ocupan. Osvaldo Abitante es hijo de mis abuelos maternos y por ende, mi tío, con él compartí los años felices de mi infancia y principios de la adolescencia. Durante el maravilloso tiempo de mi larga permanencia en la casa de Dorrego 171, tengo imágenes en la memoria de aquel muchacho rubio que supo pasar largas horas estudiando en una habitación donde había una biblioteca y en su parte superior se veía claramente un cartel que decía: "Sin sacrificio nada se obtiene". Recuerdo a sus amigos de entonces, muchachos llenos de alegría e ilusiones juveniles que venían a visitarlo y armaban planes de salidas destinados a los inocentes bailes de fines de semana. Osvaldo a los 24 años se recibió de ingeniero electromecánico y a partir de entonces comenzó a trabajar en el Ministerio de Obras Públicas íniciando una brillante y extensa carrera en todo lo relacionado con puertos y vías navegables. Jamás tuvo "grises", siempre supo lo que quería hacer de su vida y es muy poco probable que alguien hable mál de su persona. Tampoco anduvo por el mundo jugando de simpático, siempre se ha mostrado tal cual és sin necesidad de trepar o caer en la obsecuencia para ganarse una posición laboral ventajosa. Si bien fuimos creciendo juntos, somos abismalmente opuestos, es muy posible que esta diferencia de personalidades fué lo que en su momento ayudó a que, mi por entonces jóven abuela se apoyara en mí para evadirse de la tristeza profunda que la embargó en su viudez. A esta altura de los acontecimientos Osvaldo era único sostén de familia y se ocupaba del manejo de los bienes en ladrillos que había dejado mi abuelo. Por aquellos años estos inmuebles estaban ocupados por inquilinos favorecidos por las ventajas que les brindaban desparejas leyes de esa época que terminaban perjudicando a los propietarios, ya que los alquileres que pagaban eran sumamente irrisorios. El temperamento de Osvaldo hizo posible que resistiera firmemente durante esos años difíciles, donde con su habitual prolijidad "germánica" hacía grandes esfuerzos para mantener esas propiedades y afrontar el pago de los impuestos correspondientes. Las mencionadas circunstancias lo obligaron a "crecer de golpe" y convertirse en un capitán de tormenta.
Yo ya había abandonado mis estudios porque definitivamente no me interesaba ninguna carrera y tampoco parecerme a Osvaldo ya que para el resto de la familia, él era el ejemplo a seguir y a mí solo me importaba encontrar la ruta de la vocación que pocos años después felizmente encontré. Cuando dejé el primer año de la secundaria no encontré oposición alguna por parte de Lucy y Osvaldo, creo que ellos realmente me habían entendido, aunque con lógica preocupación ya que por entonces el trabajar de creativo o dibujante era sinónimo de bohemia y porvenir incierto. Tenía solo 5 años, cuando mi abuelo descubrió mis condiciones de dibujante, Lucy además de darme su amor me abrió las mágicas ventanas del cine, la radio y la música, Osvaldo supo respetar mi alocada decisión sin reproches respaldándo mis pequeñas necesidades económicas propias de un adolescente que recién empezaba a transitar por el planeta de las chicas, los boliches, etc. A los 17 años se me ocurrió editar una revista a la que llamé "Cristal" y Osvaldo, utilizándo su máquina de escribir lograba hacerse de tiempo para ayudarme en la transcripción de las notas que eventualmente serían publicadas. En otra ocasión , con Edgardo Levantesi se nos ocurrió editar una guía titulada "Bienvenido a Bordo" que era distribuída gratuitamente entre los pasajeros que viajaban a Capital Federal utilizando los servicios de transportes colectivos "La Acción", (empresa que mi abuelo Próspero había fundado con otros socios).
Si bien este emprendimiento funcionaba y era aceptado con entusiasmo por los pasajeros, tanto Edgardo como yó éramos pésimos administradores y en más de una oportunidad solíamos viajar a Capital donde era frecuente que nos quedáramos sin un peso encima. Cuando esto sucedía, yo sabía que Osvaldo por razones de trabajo se encontraba en ese momento en Capital y no dudaba en llamarlo porque sabía que en menos de una hora nos estaría esperando en "El Palacio de las Papas Fritas" para invitarnos a almorzar abundantemente como ya era su costumbre. Siempre sentí a Osvaldo como a un hermano mayor que fué el eje de una familia que alguna vez fué numerosa y que con el tiempo, lamentablemente por distintas circunstancias se fué desintegrando. Toda mi vida lo he sentido como a un hermano al que no quiero perder por nada en el mundo porque lo mejor que me ha dado es su invalorable presencia humana que estuvo presente en momentos difíciles, donde su respaldo moral o las palabras justas fueron bienvenidas. Con Elvira siempre recordamos sus llamados constantes durante los años que vivimos en Mar del Plata y La Plata interesándose por cómo nos iban las cosas y reafirmando a través de su voz este auténtico sentimiento que de alguna manera acortaba la distancia y mitigaba nostalgias. La vida profesional de Osvaldo fué y és casi perfecta, con solo 30 años fué Jefe de Construcciones Portuarias y Vias Navegables del Puerto de Ingeniero White dependiente del Ministerio de Obras Públicas y Vías Navegables de la Nación, donde estuvo ejerciendo esta función hasta 1993. Es importante destacar que pasó por todos los gobiernos sin necesidad de amparo político alguno logrando desarrollar una gestión colmada de importantes obras. También ocupó cátedras como Profesor Titular de La Universidad Tecnológica y
de la Universidad del Sur, Escuela Fábrica y Escuela Industrial, dejándo en su paso por la docencia una estela de buenos recuerdos entre sus ex alumnos. A principios de los 90 fué convocado para ocupar el cargo de Gerente de Ingenieria y Desarrollo del Consorcio de Gestión del Puerto Privado de Bahía Blanca donde renunció por decisión propia en septiembre del 2007. Muchas veces me pregunto si Osvaldo no forma parte de una avanzada extraterrestre, porque si esto fuera así, bién valdría la pena creer que nuestro futuro sería mucho mejor y podríamos apostar a ciegas a tipos como él, ya que difícilmente resultaríamos defraudados porque aunque duela siempre nos diría la verdad y con seguridad sería el líder ideal. Jamás fumó, no bebe, nunca se enferma, su perfil es auténticamente bajo, no utiliza celular, defiende a ultranza sus convicciones y su palabra es un documento de honor. Y llegado el momento si alguien intenta ponerle precio o defraudarlo tanto moral o materialmente, no tiene reparos en mandarlo al mismísimo demonio y no cambiará de parecer ni se arrepentirá por ello. Aunque parezca increíble, este hombre existe; es mi tío. Desde que lo conozco, he comprobado que solo le atraen los autos buenos. Habla poco, solo lo necesario y con irrefutable fundamento.
En los inicios de este blogspot, he confesado que solo confío en los superhéroes y en verdad, Osvaldo, al igual que Bátman, Súperman o Spiderman , detrás de su gesto aparentemente adusto guarda a un ser humano de rica sensibilidad que gracias a Dios ocupa un sitial fundamental en nuestras vidas. Hace poco, Ricardo Vignoni, un conocido publicista que sabe de mi parentesco con Osvaldo, me dijo: A Abitante la gente de Ingeniero White, le debe un monumento, porque fué la persona que más hizo en bien de esa localidad. Conociéndolo, creo que lo último que él desearía es una medalla o una plaqueta porque jamás hizo nada por compromiso o para figurar. Finalmente y aunque nuestras rutas hayan sido diferentes, lo bueno es que cada uno de nosotros supo abrirse paso con dignidad y armas genuinas en sus respectivas profesiones. Cierro este capítulo agradeciéndo que Dios haya puesto en mi existencia a una persona dotada de valores dignos de imitar, porque de Osvaldo rescaté la práctica de no ambicionar lo ajeno, sentirme orgulloso de lo que obtuve viviendo de las ideas, dar respuestas a mi familia y no defraudar a la mucha gente que permanentemente me brinda el bien de su confianza.