Mi viejo se levantaba todos los días de semana a las 5 de la mañana en punto, hora en que se bañaba, generalmente con agua fría en pleno invierno, luego desayunaba o tomaba unos mates y posteriormente se dirigía hacia la esquina de Belgrano y Corrientes, a unos 60 metros de donde vivíamos para tomar el colectivo "azul" que lo llevaba hasta el puerto de Ingeniero White, su lugar de trabajo, concretamente en las instalaciones del Ministerio de Obras Públicas. Acostumbrado a esta rutina, era poco probable que durante los fines de semana no lograra dormir hasta altas horas, ya que su sueño era liviano en extremo y cualquier ruido por mínimo que fuera lo despertaba en el acto. Un sábado a la noche, con mi amigo Ricardo Campaña, quién era por entonces un joven estudiante de derecho y pocos años más tarde, gracias a su sacrificio e inteligencia, lograría hasta la actualidad convertirse en uno de los mejores abogados de la ciudad y zona. Tal como lo hacíamos habitualmente con "Ricky", concurrimos al salón Bariloche del Club Olimpo de Bahía Blanca, en esa oportunidad con la intención de presenciar la actuación en vivo del exitoso grupo "Los Iracundos". Ya dentro del amplio lugar que estaba repleto de público, esperámos con entusiasmo el show de las estrellas visitantes y cuando éste finalizó, de inmediato comenzó un baile animado por músicos locales.
En esos tiempos, cuando veíamos una chica atractiva , se estilaba tratar de llamar su atención desde una cierta distancia y con un leve movimiento de cabeza sonreirle e invitarla a bailar. Yo había notado la presencia de una muchacha rubia muy exhuberante que estaba sentada en una mesa junto a lo que parecían ser sus hermanas mayores. Le hice la seña habitual y de inmediato respondió a mi propuesta. Estuvimos bailando animadamente y sin parar hasta las 4 de la madrugada y en ese momento le sugerí salir a tomar un poco de aire, ya que en el salón hacía realmente demasiado calor.
No recuerdo muchos detalles y tampoco los argumentos que puse en práctica con el fin de convencer a la voluptuosa rubia para que me acompañe hasta mi departamento, que en realidad era una simple habitación ubicada al frente de mi casa paterna y que yo usaba como dormitorio y estudio. Hasta allí llegué con mi llamativa acompañante, entramos silenciosamente en el cuarto e iniciamos una fogosa introducción rumbo a una inevitable relación íntima. De pronto, la chica que estaba completamente desnuda comenzó a temblar, se puso totalmente pálida y fría como un hielo, sus ojos se dieron vuelta y pensé que se estaba muriendo. Me asusté mucho, no sabía que hacer y sin dudarlo, salí al pasillo exterior rumbo a la habitación de mi viejo Víctor, que por fortuna estaba solo, ya que mi madre y mi hermano menor habían viajado.
¡Viejo, viejo, despertáte! le decía angustiado - ¿Que carajo pasa? me preguntó con su vozarrón.
¡Creo que se me murió una chica en mi pieza, vení a verla, es urgente!, le pido.
Vestido con su clásico pijama, el "negro" Víctor saltó de la cama y venía detrás mío repitiéndome: "Oíme, no podemos tener una muerta en casa, es un compromiso muy serio". Cuando entramos a la habitación la chica estaba tendida en mi cama y realmente parecía un cadáver. Mi viejo se acercó a ella, le tomó el pulso, sintió los latidos de su corazón y hecho ésto me mira y dice: "Creo que a esta mina le está haciendo falta comida, andá a la cocina y traéme una de las milanesas que quedaron de anoche y un vaso de gaseosa, ah y de paso, andá al baño y alcanzáme la botella de alcohol".
Hice todo tal cual me lo pidió y a los pocos minutos, la exhuberante rubia comenzaba a reaccionar lentamente aunque le costaba ubicarse. Con mi viejo le explicamos que se había desmayado y nos confesó que estaba haciendo una severa dieta que la tenía a mal traer y era muy probable que su desmayo y bajón de presión se debiera a que desde hacía un tiempo estaba comiendo muy poco, casi nada.
Aguardámos casi una hora a que la muchacha se ponga bién, Víctor fué hasta la cocina donde calentó más milanesas con huevos y papas fritas e invitó a la visitante a que pase al comedor para que se sienta más cómoda.
Después de comer abundantemente la jóven comenzó a recuperar el color de su semblante y también recobraba el ánimo. Cuando Víctor notó que la impactante señorita ya estába repuesta, me alcanza unos pesos y me indica: ¡Llevála en un taxi hasta su casa y veníte urgentemente para acá, ésta mujer ya comió bién y ahora tiene que descansar!
Una vez más mi viejo Víctor había actuado en consecuencia y con la eficiencia que el caso requería. Jamás me echó en cara este tipo de situaciones en las que me veía involucrado y él participaba, creo que en el fondo se sentía muy bién cuando yo le demostraba que necesitaba de su ayuda, algo que nos seguía uniendo no solo en la complicidad, sino también en la creciente solidez de una fuerte amistad entre padre e hijo. Y para finalizar, casi dos años más tarde reconocí que aquella noche mi viejo Víctor, había estado en lo cierto cuando al ver a la rubia "diagnosticó" que estaba pálida porque tenía hambre ya que un buen día, accidentalmente la encontré en una calle céntrica y con mucha tristeza comprobé que aquella voluptuosa muchacha se había transformado en una irreconocible obesa de casi 150 kilos. (Y como dice la letra del tango: "Fiera Venganza la del tiempo")
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