Ya escribí antes que no creo en ningún político, tampoco me mezclaría con ellos en ninguna circunstancia. Solo basta mirar cómo ha sufrido y empeorado la Argentina en los últimos años ante la falta de conducciones claras, serias, con planes de crecimiento sólidos y posibilidades laborales para todos los ciudadanos que habitan en este país inmensamente rico, para darse cuenta que lamentablemente aún no logra encontrar el destino de grandeza que realmente merece. Pecados capitales como la corrupción, el enriquecimiento ilícito, la hipocresía, la mentira y la indiferencia se han apoderado de las almas de los dirigentes que han incumplido las promesas hechas a la gente que los votó y los puso en el lugar que ocupan. Osvaldo Abitante es hijo de mis abuelos maternos y por ende, mi tío, con él compartí los años felices de mi infancia y principios de la adolescencia. Durante el maravilloso tiempo de mi larga permanencia en la casa de Dorrego 171, tengo imágenes en la memoria de aquel muchacho rubio que supo pasar largas horas estudiando en una habitación donde había una biblioteca y en su parte superior se veía claramente un cartel que decía: "Sin sacrificio nada se obtiene". Recuerdo a sus amigos de entonces, muchachos llenos de alegría e ilusiones juveniles que venían a visitarlo y armaban planes de salidas destinados a los inocentes bailes de fines de semana. Osvaldo a los 24 años se recibió de ingeniero electromecánico y a partir de entonces comenzó a trabajar en el Ministerio de Obras Públicas íniciando una brillante y extensa carrera en todo lo relacionado con puertos y vías navegables. Jamás tuvo "grises", siempre supo lo que quería hacer de su vida y es muy poco probable que alguien hable mál de su persona. Tampoco anduvo por el mundo jugando de simpático, siempre se ha mostrado tal cual és sin necesidad de trepar o caer en la obsecuencia para ganarse una posición laboral ventajosa. Si bien fuimos creciendo juntos, somos abismalmente opuestos, es muy posible que esta diferencia de personalidades fué lo que en su momento ayudó a que, mi por entonces jóven abuela se apoyara en mí para evadirse de la tristeza profunda que la embargó en su viudez. A esta altura de los acontecimientos Osvaldo era único sostén de familia y se ocupaba del manejo de los bienes en ladrillos que había dejado mi abuelo. Por aquellos años estos inmuebles estaban ocupados por inquilinos favorecidos por las ventajas que les brindaban desparejas leyes de esa época que terminaban perjudicando a los propietarios, ya que los alquileres que pagaban eran sumamente irrisorios. El temperamento de Osvaldo hizo posible que resistiera firmemente durante esos años difíciles, donde con su habitual prolijidad "germánica" hacía grandes esfuerzos para mantener esas propiedades y afrontar el pago de los impuestos correspondientes. Las mencionadas circunstancias lo obligaron a "crecer de golpe" y convertirse en un capitán de tormenta.
Yo ya había abandonado mis estudios porque definitivamente no me interesaba ninguna carrera y tampoco parecerme a Osvaldo ya que para el resto de la familia, él era el ejemplo a seguir y a mí solo me importaba encontrar la ruta de la vocación que pocos años después felizmente encontré. Cuando dejé el primer año de la secundaria no encontré oposición alguna por parte de Lucy y Osvaldo, creo que ellos realmente me habían entendido, aunque con lógica preocupación ya que por entonces el trabajar de creativo o dibujante era sinónimo de bohemia y porvenir incierto. Tenía solo 5 años, cuando mi abuelo descubrió mis condiciones de dibujante, Lucy además de darme su amor me abrió las mágicas ventanas del cine, la radio y la música, Osvaldo supo respetar mi alocada decisión sin reproches respaldándo mis pequeñas necesidades económicas propias de un adolescente que recién empezaba a transitar por el planeta de las chicas, los boliches, etc. A los 17 años se me ocurrió editar una revista a la que llamé "Cristal" y Osvaldo, utilizándo su máquina de escribir lograba hacerse de tiempo para ayudarme en la transcripción de las notas que eventualmente serían publicadas. En otra ocasión , con Edgardo Levantesi se nos ocurrió editar una guía titulada "Bienvenido a Bordo" que era distribuída gratuitamente entre los pasajeros que viajaban a Capital Federal utilizando los servicios de transportes colectivos "La Acción", (empresa que mi abuelo Próspero había fundado con otros socios).
Si bien este emprendimiento funcionaba y era aceptado con entusiasmo por los pasajeros, tanto Edgardo como yó éramos pésimos administradores y en más de una oportunidad solíamos viajar a Capital donde era frecuente que nos quedáramos sin un peso encima. Cuando esto sucedía, yo sabía que Osvaldo por razones de trabajo se encontraba en ese momento en Capital y no dudaba en llamarlo porque sabía que en menos de una hora nos estaría esperando en "El Palacio de las Papas Fritas" para invitarnos a almorzar abundantemente como ya era su costumbre. Siempre sentí a Osvaldo como a un hermano mayor que fué el eje de una familia que alguna vez fué numerosa y que con el tiempo, lamentablemente por distintas circunstancias se fué desintegrando. Toda mi vida lo he sentido como a un hermano al que no quiero perder por nada en el mundo porque lo mejor que me ha dado es su invalorable presencia humana que estuvo presente en momentos difíciles, donde su respaldo moral o las palabras justas fueron bienvenidas. Con Elvira siempre recordamos sus llamados constantes durante los años que vivimos en Mar del Plata y La Plata interesándose por cómo nos iban las cosas y reafirmando a través de su voz este auténtico sentimiento que de alguna manera acortaba la distancia y mitigaba nostalgias. La vida profesional de Osvaldo fué y és casi perfecta, con solo 30 años fué Jefe de Construcciones Portuarias y Vias Navegables del Puerto de Ingeniero White dependiente del Ministerio de Obras Públicas y Vías Navegables de la Nación, donde estuvo ejerciendo esta función hasta 1993. Es importante destacar que pasó por todos los gobiernos sin necesidad de amparo político alguno logrando desarrollar una gestión colmada de importantes obras. También ocupó cátedras como Profesor Titular de La Universidad Tecnológica y
de la Universidad del Sur, Escuela Fábrica y Escuela Industrial, dejándo en su paso por la docencia una estela de buenos recuerdos entre sus ex alumnos. A principios de los 90 fué convocado para ocupar el cargo de Gerente de Ingenieria y Desarrollo del Consorcio de Gestión del Puerto Privado de Bahía Blanca donde renunció por decisión propia en septiembre del 2007. Muchas veces me pregunto si Osvaldo no forma parte de una avanzada extraterrestre, porque si esto fuera así, bién valdría la pena creer que nuestro futuro sería mucho mejor y podríamos apostar a ciegas a tipos como él, ya que difícilmente resultaríamos defraudados porque aunque duela siempre nos diría la verdad y con seguridad sería el líder ideal. Jamás fumó, no bebe, nunca se enferma, su perfil es auténticamente bajo, no utiliza celular, defiende a ultranza sus convicciones y su palabra es un documento de honor. Y llegado el momento si alguien intenta ponerle precio o defraudarlo tanto moral o materialmente, no tiene reparos en mandarlo al mismísimo demonio y no cambiará de parecer ni se arrepentirá por ello. Aunque parezca increíble, este hombre existe; es mi tío. Desde que lo conozco, he comprobado que solo le atraen los autos buenos. Habla poco, solo lo necesario y con irrefutable fundamento.
En los inicios de este blogspot, he confesado que solo confío en los superhéroes y en verdad, Osvaldo, al igual que Bátman, Súperman o Spiderman , detrás de su gesto aparentemente adusto guarda a un ser humano de rica sensibilidad que gracias a Dios ocupa un sitial fundamental en nuestras vidas. Hace poco, Ricardo Vignoni, un conocido publicista que sabe de mi parentesco con Osvaldo, me dijo: A Abitante la gente de Ingeniero White, le debe un monumento, porque fué la persona que más hizo en bien de esa localidad. Conociéndolo, creo que lo último que él desearía es una medalla o una plaqueta porque jamás hizo nada por compromiso o para figurar. Finalmente y aunque nuestras rutas hayan sido diferentes, lo bueno es que cada uno de nosotros supo abrirse paso con dignidad y armas genuinas en sus respectivas profesiones. Cierro este capítulo agradeciéndo que Dios haya puesto en mi existencia a una persona dotada de valores dignos de imitar, porque de Osvaldo rescaté la práctica de no ambicionar lo ajeno, sentirme orgulloso de lo que obtuve viviendo de las ideas, dar respuestas a mi familia y no defraudar a la mucha gente que permanentemente me brinda el bien de su confianza.
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