lunes, 28 de julio de 2008

JAPON y ALEMANIA GANARON la GUERRA.

En la página anterior relaté lo que hicieron los sobrevivientes del Admiral Graf Spee que desde el hundimiento del legendario acorazado en las aguas del Río de la Plata, permanecieron en la Argentina como "prisioneros de guerra" y posteriormente al finalizar la segunda guerra, fueron trasladados a Alemania, donde al poco tiempo, muchos de ellos, por razones posiblemente afectivas, decidieron regresar a la tierra que los había recibido con cariño y respeto, para rehacer aquí sus vidas. Muchas veces, cuando en televisión se exhiben documentales filmados en la arrasada Alemania de 1945 y lo poco o casi nada que había quedado de ella. Es admirable comprobar que ese pueblo resurgió de las cenizas y le demostró al mundo entero que su espíritu estaba intacto. Lo mismo sucedió con la gran cantidad de ciudadanos japoneses que en la postguerra también eligieron nuestro país para comenzar de nuevo. Recuerdo que la conducta de aquellos inmigrantes orientales distaba muchísimo de lo que el triunfalista cine norteamericano nos mostraba en infinidad de películas sobre sus "Hazañas Bélicas" ambientadas en los distintos escenarios del Pacífico donde se producían las distintas batallas entre los llamados "japos" o "amarillos" contra las fuerzas estadounidenses. En la pantalla grande y durante varios años el supuestamente traicionero ataque a Pearl Harbor por parte de aquella armada imperial japonesesa nos hizo pensar que esta era una raza de guerreros traidores, fanáticos y salvajes merecedores de los peores odios e indiferencias, algo que no sucedió en Argentina, ya que en esta rica y generosa parte del mundo, al igual que tantos inmigrantes del horror, el hambre y la humillación fueron recibidos con el corazón abierto de par en par. Tiempos aquellos donde el denominado "crisol de razas" internacional se ampliaba en la "América" que les brindaba refugio, solidaridad, cariño y oportunidades a quienes con sus almas cargadas de miseria y dolor, bajaban de los barcos para ayudarnos a crecer y ser mejores. Ningún ciudadano japonés, alemán, italiano, español o judío que arribó a estas tierras por aquellos años fué discriminado y los japoneses principalmente, se integraron y adaptaron rápidamente a nuestras costumbres. Silenciosos, serios, trabajadores incansables y sumamente respetuosos emprendían pequeños negocios como tintorerías o viveros que a los pocos años se irían afianzando y creciendo con merecido éxito.
Los que alguna vez fuimos chicos en edad escolar, tuvimos la oportunidad de compartir el aula o el colegio con algún compañero "japonesito" que aún recordamos con su mirada de niño extranjero donde se mezclaban inocencia y también el asombro y la alegría que solían demostrar en forma espontánea cuando solían compartían nuestros juegos en los recreos o las fiestas de cumpleaños.
Hace 63 años, precisamente en Agosto de 1945, dos ciudades absolutamente indefensas como Hiroshima y Nagasaky fueron prácticamente borradas de la faz de la tierra por dos bombas atómicas arrojadas en forma casi simultánea que provocaron su destrucción total y miles de muertos y heridos con terribles consecuencias posteriores para quienes habían logrado salir vivos del infierno. Dicen que la verdad la escriben los vencedores, aunque los hechos posteriores nos demuestraron todo lo contrario. Solo basta ver el avance arrollador de Japón a nivel mundial en todo lo relacionado con tecnología aplicada a productos de alto nivel en electrónica y comunicaciones entre tantos, o la maravilla arquitectónica en que se han convertido actualmente las ciudades de Hiroshima y Nagasaky, como un digno y elogiable ejemplo del poder de recuperación e inteligencia del digno pueblo japonés. A más de medio siglo del final de la segunda guerra, como dibujante y guionista de comics, he seguido de cerca el fuerte crecimiento del "Manga", una publicación de comics de los que se editan millones de ejemplares en papel reciclable. También es digna de destacarla talentosa y gradual "invasión" del cine animado y las distintas producciones audiovisuales logradas por las industrias japonesas, al punto que muy pronto esa sana y positiva avalancha creativa dedicada al entretenimiento que alguna vez comenzó con un sencillo "Godzilla" filmado en blanco y negro o los primeros "Robotech", "Astroboy", "Mazinger" y tantos otros personajes surgidos de humildes estudios de animación que hoy, además de ser invalorables productos de culto, han servido para dar el puntapié inicial y posicionar a Japón como una imparable y poderosa "fábrica de sueños". Finalmente me pregunto: ¿Quién ganó la guerra sin la utilización de armas? ¡Banzai!

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