Después del golpe de estado de 1976 que terminó con el gobierno de Isabel Perón, los militares tenían el poder absoluto del país y a partir de ese denominado "proceso de reorganización nacional", al igual que las anteriores revoluciones, en esa oportunidad también contó con gran apoyo y colaboración por parte de los civiles, aunque provocando un cambio considerable en la actitud y costumbres cotidianas de los argentinos. La presencia de soldados en calles y rutas durante las 24 horas, obligaba a salir con todos los documentos encima para no ir preso y los riesgos más grandes se corrían durante la noche, donde el tránsito de vehículos era escaso y muy pocos habitantes se animaban a salir. La vida nocturna desapareció por completo y era bastante frecuente escuchar disparos de fusiles o pistolas en horas de la madrugada, algo que acrecentaba aún más el temor a exponerse. A Eduardo, lo conocimos en ese tiempo violento, había llegado a Bahía como gerente general de una importante cadena de calzado deportivo y nos pidió que nos hiciéramos cargo del manejo de la publicidad radial, gráfica y televisiva de la firma que representaba. Todos los fines de semana, inexorablemente llegaba a la ciudad en el primer avión de la mañana y regresaba a Capital Federal, los domingos a la noche en el último vuelo de Austral Líneas Aéreas. Desde el principio y sin aún conocerlo en profundidad, nos llamaba la atención que viniera a trabajar sábados y domingos, hasta que al poco tiempo, nos dimos cuenta que Eduardo además de controlar los locales céntricos que tenía a cargo, durante la noche se transformaba en una incansable ave nocturna a quién poco y nada le importaban los controles militares o los tiros aislados. En esos años del "proceso", extrañamente Bahía era una ciudad donde abundaban los boliches bailables, las llamadas whiskerías y también los cabarets, algunos de ellos deplorables, ya sea debido al estado del local o bién por las horribles mujeres que trabajaban como alternadoras de los mismos, cosa que a Eduardo y a mucha gente noctámbula como él, parecía tenerle sin cuidado porque este tipo de "tugurios" le atraían sobremanera, al punto que se había hecho habitué de un par de clubes nocturnos. Uno de estos centros de diversión, pertenecía a una chica muy atractiva llamada "Susy" de la cual Eduardo estaba perdidamente "enamorado". "Susy" siempre se vestía con ropa apretada al cuerpo que hacían resaltar su imponente y natural figura. Morocha, de cabello largo y muy sensual, hacía valer su presencia llamativa y la destacaba usando prendas de intensos colores dorados o plateados. Un sábado de invierno a la madrugada, recibo un llamado, era Eduardo que desde el otro lado de la línea con voz entrecortada me pedía casi con desesperación que vaya urgente a verlo al Hotel del Sur, lugar donde siempre se alojaba, porque había tenido un grave problema. En pocos minutos me vestí, pedí un taxi y llegué al hotel. Eduardo estaba sentado en la cafetería, en su cara tenía huellas de pequeños rasguños y un fuerte dolor de cabeza. Un poco más calmado, me cuenta que había concurrido al cabaret de "Susy" y luego de compartir con ella unos whiskys, acordaron irse juntos al departamento que la muchacha tenía a pocas cuadras del centro. Una vez allí, siguieron bebiendo, esta vez champagne y luego pasaron al dormitorio donde comenzaron a iniciar un apasionado contacto sexual. En ese ardiente momento estaban, cuando Eduardo ubicado encima de "Susy", escucha un fuerte golpe proveniente de algún lugar de la vivienda y a los pocos segundos, siente que algo, similar a un ser humano se abalanza velozmente sobre su espalda y comienza a intentar penetrarlo por detrás, es allí que a lo primero que atina es lanzarle puñetazos al supuesto violador, luego se incorpora y siguiendo con sus desesperada defensa, en medio de la oscuridad del dormitorio, se percata que el excitado agresor era nada más y nada menos que el gigantesco y peludo perro de "Susy" y ésta al ver que su mascota estaba siendo agredida no tuvo mejor idea que tomar uno de sus pesados zapatos de tacones altos y emprenderla a golpes contra la cabeza de Eduardo que a esta altura de los acontecimientos, totalmente aturdido no entendía lo que estaba pasando.
¿Y el perro de donde salió? le pregunté. "Estaba encerrado en un baño pequeño y cuando sintió que su dueña estaba practicando sexo, se excitó, abrió la puerta y se me vino encima el muy hijo de puta", me respondió con bronca. ¿Porqué te golpeó "Susy"?, insistí. "La loca de mierda se enfureció cuando vió que yo le pegaba al perro y ahí empezó a arañarme la cara y golpearme la cabeza con el zapato, y como si fuera poco, el maldito animal se unió a ella tratándo de morderme" ¿Y como hiciste para escapar?: "Entre los dos me fueron empujando hacia la puerta de salida y yá en el pasillo me metí en el ascensor que por suerte estaba en ese piso, pero cuando estaba llegando a la planta baja me dí cuenta que estaba completamente desnudo y al salir me encuentro con el portero del edificio que alertado por los gritos y ladridos, estaba intentando llamar a la policía. Por suerte, cuando le expliqué lo que había pasado el hombre me creyó y hasta me prestó algo de ropa para que pueda llegar al hotel, el problema es que mi ropa y la billetera con todos los documentos y tarjetas de crédito quedaron el departamento de esta loca", me dice Eduardo con gran aflicción.
No te preocupes, yo la conozco a "Susy", no creo que tenga inconveniente en devolverme tus cosas, al mediodía voy a ir a verla.
Tal como había pensado "Susy", no dudó en entregarme las pertenencias de Eduardo y un poco más calmada me confesó que "Ringo", su perro la había pasado muy mal por lo acontecido y que Eduardo la había sacado "barata" ya que para ella lo peor que le puede suceder es que maltraten a su fiel mascota. También le devolví al encargado la ropa que le había facilitado al accidentado Eduardo y le dí un dinero como agradecimiento. Cuando estaba saliendo del edificio, el hombre me dice: "Dígale a su amigo que ni loco se le ocurra volver por acá, usted no sabe la cantidad de tipos que fueron mordidos por ese perro. Pero no sé quién es más peligroso, si el animal o la yegua de la dueña".
Hay muchas historias imperdibles de este gran amigo llamado Eduardo, alguien que además de estar a mi lado en momentos sumamente felices e inolvidables, a la hora de los momentos difíciles no vaciló en demostrarme su rica integridad humana haciéndose presente con su incondicional amistad, algo que jamás olvidaré. Estés donde estés, querido hermano, siempre te amaré y recordaré con toda mi alma.
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