Hace poco, Gustav Friedrich Quick, el último sobreviviente del acorazado Admiral Graf Spee, falleció a los 89 años de edad en la ciudad de Montevideo, Uruguay. Con la desaparición física de este ex tripulante del temido y eficaz buque de guerra Alemán, la leyenda del heroico acorazado de bolsillo, quedará para siempre en su tumba acuática de la desembocadura del Río de la Plata, donde descansan los restos del navío que el 17 de Diciembre de 1939, ante la imposibilidad de continuar combatiendo, fué hundido mediante cargas explosivas por una inevitable decisión de su comandante, el capitán Hans Langsdorff. En ese momento, gran parte de la tripulación compuesta por más de mil marinos, fué trasladada a nuestro país donde recibieron un trato amistoso, muy distante al de "prisioneros de guerra". Cuando Langsdorff se suicidó envuelto en la bandera de su patria, muchos de sus hombres tuvieron como destino de "detención" la localidad de Sierra de la Ventana, un apacible y bello lugar cercano a Bahía Blanca.
Allí se instalaron en el llamado "viejo hotel" y al verlo en lamentables condiciones edilicias, volcaron todo su conocimiento en reparación de máquinas, calderas, albañilería, pintura y carpintería hasta dejarlo en óptimo estado. Lamentáblemente años después, cuando los alemanes habían dejado ese sitio, el establecimiento fué depredado salvajemente y posteriormente incendiado hasta su extinción total. Hace algunos años, con Pierino y Elvira, fuimos a ver y recorrer las ruinas de aquel magnífico edificio que tuvo su época de esplendor como un genuino orgullo hotelero de esa zona privilegiada por la naturaleza. Los tres pensábamos en los tripulantes del Graf Spee que pasaron allí un largo período en calidad de "detenidos" y la increíble obra que hicieron al reciclar y poner en óptimas condiciones de funcionamiento las instalaciones del hotel. En 1974, tuve la fortuna de hacerles una entrevista de tres horas de duración a cuatro sobrevivientes del acorazado que se quedaron a vivir en Bahía Blanca. En el tramo de esa nota de gran valor histórico, estos ex marinos que cumplían diferentes tareas a bordo del navío, me iban contando con gran precisión y lujo de detalles todo lo relacionado con su vida en alta mar y los muchos combates que les tocó librar contra la flota inglesa, los momentos de tensión, los heridos, los camaradas muertos que arrojaban al océano, la lejanía de sus hogares, el trágico final del barco y las primeras vivencias en suelo argentino cuando eran muchachos que solo tenían entre 20 y 22 años de edad. Mientras los iba reporteando en el estudio central de LU3 Radio Del Sur, observaba la emoción en sus rostros que en algunos pasajes de los relatos, parecían revivir intensamente al recordar esos duros momentos en alta mar que iban brotabando de su memoria. Eramos chicos y Hollywood nos ametrallaba con películas de guerra donde los soldados norteamericanos barrían alemanes como si fueran simples muñequitos de papel, también los mostraban como perversos, inhumanos y hasta perdedores en las acciones bélicas donde frecuentemente eran superados por supuesto valor y la inteligencia de los marines yankis. Con el tiempo, el "superhéroe" cinematográfico, el actor John Wayne fué pasándo a la historia e iban surgiendo las verdades sobre los terribles acontecimientos de la segunda guerra mundial.
Con ciudades como Berlín y Dresden, entre otras tantas que fueron arrasadas despiadademente por toneladas de bombas de todo tipo, el pueblo alemán de aquél entonces, que también soportó la división del nefasto "muro", supo resistir y resurgió de las cenizas con férrea voluntad, inteligencia y envidiable capacidad de recuperación, algo que solo se logra en base a disciplina y objetivos claros. Los sobrevivientes e inmigrantes alemanes que se establecieron en la argentina, lo pusieron de manifiesto en sus diversos y exitosos emprendimientos industriales y comerciales. Esa huella la pudimos comprobar en esta ciudad y la zona de influencia, donde aún quedan testimonios de sus obras y también los descendientes de miles de hombres que rearmaron su vida con dignidad y ansias de superación. En Bahía Blanca, durante muchos años, pudimos disfrutar de las exquisitas comidas y atención que nos brindaban entrañables restaurantes como "El Bismark", "Munich", "Bismark" y "Graf Spee" que pertenecieron a sobrevivientes de aquella epopeya naval. Finalmente, nos queda el interrogante de pensar en qué fallamos los argentinos que lo tenemos todo en gigantescas extensiones de tierras, riquezas y bellezas naturales, algunas de ellas inexplotadas y que por alguna extraña razón o karma, aún no podemos encontrar nuestro anhelado destino de grandeza. Mientras escribo esta parte, recuerdo a esos cuatro ex tripulantes, ya fallecidos que muy generosamente y sin prejuicios no tuvieron inconveniente alguno en regalarme ese valioso testimonio sonoro, que guardo cuidadosamente como uno de los logros más importantes de mi trayectoria en los medios de comunicación.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario