En Junio del 2006, Elvira se encontraba en nuestra casa de La Plata junto a Elena, su hermana y el día 24 de Junio a eso de las 18 horas, decidieron ir hasta el centro comercial a buscar un regalo para mi cumpleaños, que és el día 27. Yo me había quedado en Bahía y el 25 a la madrugada, junto a Virginia, estábamos haciendo en vivo por LU2 AM 840 nuestro programa "Palacios en el Aire" . Cuando finalizamos, a eso de las 05.15 aproximadamente, recibimos una llamada de Elvira. Noté que su voz estaba quebrada y apenas se la podía escuchar, hasta que a los pocos segundos, irrumpe en llanto y me dice; "la casa se quemó, no quedó casi nada...". Trabajando de animador radial, como ya relaté en páginas anteriores, había sido receptor, a través del teléfono y desde larga distancia, de un par de noticias de las peores, entre ellas la que mi hermano me dió al finalizar mi programa en LU6 Emisora Atlántica de Mar del Plata, donde me hacía saber que mi viejo Víctor estába agonizando. Esta vez la comunicación de Elvira tuvo el efecto de un feroz "mazazo" y lo único que atiné a preguntarle en ese momento fué si tanto ella como su hermana se encontraban bien y no les había pasado nada. Cuando me confirmó que sí, me tranquilicé e intenté calmarla sin entrar en detalles sobre las consecuencias materiales del siniestro.
Antes de comenzar nuestro programa, Virginia había recibido un llamado de Elvira quién le dió la noticia, y para que yó no decaiga en mi ritmo, nuestra hija, con buen criterio prefirió guardar silencio hasta último momento, aunque supongo que reservarse esa angustia en su interior no debe haber sido grato ni sencillo para ella.
Horas después, cerca del mediodía, llamé a La Plata y hablé con Marilés Amorós, nuestra querida amiga y vecina catalana que desde hace muchos años habita en la casa lindera y fué la primera persona que de casualidad, vió el fuego que se inició en una pequeña habitación cuya ventana dá al jardín. Sin poder dar crédito a lo que estaba ocurriendo, no dudó en avisar a los vecinos y éstos de inmediato llamaron al cuerpo de bomberos. Las llamas iban devorando velozmente la ropa, colchones, valijas, muebles, cortinas, libros y las maderas que recubrían gran parte de ese sector y desde allí continuaban su insaciable avance hacia un pasillo donde había una biblioteca repleta de libros mientras que el calor provocaba la rotura de los vidrios de todas las ventanas. Marilés y varios vecinos, al darse cuenta que no había nadie en el interior de la casa, abrieron como pudieron la puerta de acceso al jardín que estaba cerrada con llave y candado armando una desesperada e improvisada cadena de baldes con agua que arrojaban hacia el interior de la vivienda a través de las ventanas protegidas con barrotes. Marilés se había encaramado sobre un gran tanque de fibrocemento que tiene instalado a ras del suelo en su jardín. Afortunadamente, el recipiente estaba repleto de agua y fué de gran utilidad al momento de llenar los baldes que los vecinos utilizaban en su intento por detener el avance del fuego. Los protagonistas de esta acción, no olvidan las sucesivas y fuertes explosiones que se oían en el interior, después se enteraron que las mismas eran provocadas por el estallido de las baterías de los teléfonos móviles que habían quedado en el interior. Los bomberos, ambulancias y policías del barrio no tardaron en acudir y comenzaron su tarea valiéndose de mangueras. A todo esto, Elvira y su hermana Elena habían terminado de efectuar sus compras y estaban regresando a la casa, lo hacían en el auto de Elena. Momentos antes, habían escuchado el sonido de las sirenas y visto pasar muy cerca a los patrulleros policiales, ambulancias y camiones de bomberos y al dar la vuelta para ingresar en el sector del barrio donde se encuentra la vivienda se percatan que desde su propia casa surgía una intensa humareda. En el sitio estaban interviniendo nuestros vecinos y fuerzas de seguridad, Elvira recuerda que en el primer momento, al bajar precipitadamente del vehículo, la escena que estaba viendo le pareció irreal, las imágenes le daban la sensación de estar dentro de un filme y el primer impulso que tuvo fué tratar de ingresar a la casa para sacar al pequeño perrito "Sinclair" que había quedado atrapado entre las llamas y el humo. Los bomberos estaban en el jardín operando con eficiencia y precisión, impidiendo el acceso de toda persona a la propiedad, pero Elvira movida por la desesperación y en su afán por entrar en la casa a toda costa, corrió hacia la puerta trasera, una sólida abertura de hierro que había quedado cerrada con llave. Ella comenzó a patearla intentando abrirla, cuando un efectivo del cuerpo de bomberos, al notar ésto, con muy buen tacto y hablándole suavemente pero con firmeza le hizo notar que si entraba a la vivienda sufriría de inmediato las graves consecuencias de inhalar monóxido de carbono. Elvira le explicó entre lágrimas que quería rescatar a "Sinclair" antes que sea demasiado tarde, el servidor público la tranquilizó y le dijo que él mismo entraría con su máscara de oxígeno y lo sacaría. A los pocos minutos, ante un gran número de efectivos y vecinos emergió de entre las llamas con el animalito en sus brazos, lo había encontrado oculto bajo la cama del dormitorio principal. El aterrado "Sinclair" estaba agonizante, apenas respiraba y de inmediato, los integrantes del grupo de paramédicos que se había hecho presente, comenzó a reanimarlo hasta volverlo a la vida. Este "milagro" fué uno de los momentos más emocionantes que se registraron en medio de la tragedia. La "resurrección" de "Sinclair", además de ser un acto de heroísmo por parte del bombero que lo rescató, también demostró la profesionalidad y sensibilidad de los médicos, enfermeras y todo el personal del cuerpo de bomberos sin excepción.
Finalmente y después de una árdua tarea, el incendio fué extinguido. Contenida por sus solidarios vecinos y Elena, su hermana, Elvira al ver el estado deplorable en que había quedado esa casa tan amada por ellas, entró en un lógico estado de impotencia, incompresión y tristeza ante semejante devastación. El fuego, iniciado en medio de una fuerte tormenta, según el informe de los peritos en siniestros, fué provocado por un cortocircuito en el tomacorriente de la habitación pequeña que dá al jardín y desde allí se extendió hacia el resto de la vivienda. Los daños materiales fueron sumamente importantes, los artefactos electrónicos, muebles, gran parte de los libros y la ropa en su casi totalidad se convirtieron en cenizas. Las paredes se habían quebrado por el intenso calor y todos los sectores estaban cubiertos de agua y en el piso aparecían diseminados restos quemados de elementos de todo tipo. Marilés, puso su casa a disposición de Elvira y su hermana que en contados minutos habían quedado sin ropa y sin techo. Para ambas, esa casa ubicada en la calle 134, entre 65 y 66 de la ciudad de La Plata, guarda los mayores recuerdos y sentires afectivos de las dos, ya que allí, mientras trabajaba infatigablemente como enfermera, estudió Elena hasta recibirse de médico. El amplio jardín era cuidado a diario por María Peña, mi suegra, una "viejita" incondicional que le puso a cada rincón de la casa todo su amor y sensibilidad de vasca de fierro, mientras entre mate y mate disfrutaba de la paz y el perfume que aún emana de sus variadas y hermosas plantas y flores. Vivienda mágica donde reinaban ilusiones y la música placentera de los silencios provocados por la calma del lugar.
A los pocos días viajé hacia La Plata, sabía que lo que allí iba a encontrar no era agradable, solo me importaba estar con Elvira y su hermana y ver de qué manera se podía volver a empezar, tarea que no resultaría para nada sencilla.
Cuando llegué y ví las ruinas de la casa, sentí una profunda angustia. Me resultaba difícil aceptar la realidad de lo ocurrido, pero más allá del dolor emocional, mi prioridad era ocuparme de Elvira y Elena, ya que conociéndolas sabía perfectamente que estaban muy afectadas en sus sentimientos y no fluirían palabras de consuelo ante la magnitud de los acontecimientos.
Al escribir esta parte de mi historia de vida, a mi lado, está acompañándome "Sinclair" el viejo perrito sobreviviente de pelo blanco, que al igual que su hermana "Pinky" tiene 14 años y es marplatense. Estas mascotas forman parte de nuestra familia y conviven con nosotros desde que nacieron haciendo más grato nuestro diario vivir con sus manifestaciones sinceras de cariño.
Jamás terminaré de agradecer la acción solidaria de nuestros vecinos de calle 134 al 1600, quienes en ese nefasto día, evidenciaron todo su amor y preocupación incondicional hacia nosotros.
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