martes, 25 de noviembre de 2008

Historias juveniles, 1972, Buenos Aires, 60 días como director de publicidad de una importantísima fábrica de medias femeninas. Parte 1

Virginia era apenas una bebé de pocos meses y en ese tiempo, yo estaba en Bahía Blanca viviendo con ella y Elvira y estaba conduciendo varios contenidos radiales en vivo. Paralelamente grababa en estudios locales los programas "MH Positivos" que semanalmente enviaba a las emisoras LU22 de Tandil y LU19 La Voz del Comahue de Cipolleti para su difusión en las respectivas ciudades. Estaba transitando por un gran momento de mi carrera como locutor, conductor radial y publicista, ya que Elvira había asumido la responsabilidad de ayudarme a poner en órden la administración de nuestra pequeña agencia de publicidad que empezaba a dar sus primeros pasos. En una oportunidad, recibo en la oficina de Galerías Plaza, el llamado del presidente de una importante fábrica de medias femeninas. Este ejecutivo de muy alto nivel, me estaba hablando desde Capital Federal haciéndome saber que en un par de días estaría en Bahía Blanca y quería entrevistarse personalmente conmigo. Para este encuentro, él mismo eligió el bar del hotel Austral, el hotel más prestigioso de aquella época. Por fín llegó el día tan esperado y a las 20 horas, estuve allí frente al presidente de la compañía, un hombre de aspecto elegante, de unos cuarenta y cinco años y cabellos muy bien cuidados que comenzaban a platearse. El empresario era muy tranquilo al hablar, aunque en su mirada este exitoso ejecutivo, evidenciaba estar permanentemente atento a todo lo que escuchaba y veía. En esa entrevista, yo sentía que me estaba estudiando a fondo y todas sus preguntas eran muy directas. En esa ocasión estaba acompañado por su secretario. Después de unos minutos de charla informal, el "presidente" me hace saber que tiene muy buenas referencias sobre mi labor como locutor y publicista y que vino a ofrecerme el cargo de director publicitario de su empresa. Esta era una oportunidad única, ya que me daba absoluta libertad creativa y una remuneración cercana al millón de pesos de entonces, más una oficina dentro del edificio de la empresa y todos los gastos pagos.
También me advirtió que mi respuesta debía ser rápida, ya que necesitaba preparar el lanzamiento de una gran campaña publicitaria destinada a la próxima temporada. Ya estábamos en el mes de Octubre y en realidad no había mucho tiempo para perder. Con el fin de no demostrarle ansiedad extrema, le prometí que le respondería en un par de días. A la semana siguiente, en medio de una fuerte tormenta, en el último vuelo nocturno y a bordo de un avión de Austral Líneas Aéreas viajé rumbo a la capital Argentina para integrarme al staff de la fábrica de medias.
Me había alojado en el Hotel City y tal como habíamos convenido, a las nueve de la mañana me hice presente en las oficinas de la empresa que estaban ubicadas a pocos metros de la Avenida 9 de Julio. En aquella época, el general Lanusse era el presidente de facto del país y hacía tiempo que habían comenzado las acciones de los grupos armados ERP y Montoneros, aunque también ante estos hechos violentos, se vislumbraba una inminente salida electoral democrática.
El "presidente" me aguardaba en su lujoso despacho y en poco menos de una hora, me dió carta blanca para diseñar una campaña radial que a modo de anticipación se lanzaría en el cercano verano, algo que me pareció sumamente inteligente, porque se realizaría en simultáneo que todas las radios de la costa Atlántica direccionando la publicidad de las afamadas medias a las mujeres en vacaciones y así conseguiría posicionar su marca con antelación.
Lo primero que hice fué comenzar a trabajar en la preparación de letras y músicas destinadas a la producción de una variada selección de jingles de ritmos muy pegadizos que acompañarían los audios de las piezas publicitarias a emitir eventualmente. La empresa Sicamericana, instalada por entonces en Uriburu y Rivadavia de Capital Federal, me facilitó sus estudios de grabación y allí, con la utilización de equipos de última generación el grupo bahiense "Plus Ultra" le puso música y voces a los temas creados exclusivamente para ésta promoción.
Se había trabajado en tiempo record y yo estaba muy satisfecho con el diseño y los "demos" de las piezas radiales que se habían logrado. Los jingles tenían la onda beat de los años 70. Al oírlos una y otra vez, se me ocurrió proponerle a Sicamericana, la editora que un par de años atrás me había contratado para ponerle la voz a las populares microguías llamadas "MH Positivos" (un título de mi autoría) que evalúe la posibilidad de lanzar al mercado discográfico nacional un disco longplay (larga duración) auspiciado en su portada por la empresa de medias y que cómo valor agregado en las disquerías de todo el país cada disco se vendería con un par de medias femeninas de regalo. Este proyecto fué muy bien recibido por la firma fabricante y también por la compañía discográfica. El "presidente" del imperio de las medias me pidió que acelere una presentación de esta idea a la que consideró revolucionaria para exponerla en detalles ante el directorio de su empresa, hecho que se concretó dos días después en una sala del edificio.
En esa reunión había unas siete u ocho personas, que eran miembros del directorio integrado en su mayoría por hombres, solo una mujer bastante mayor los acompañaba.
Con el fin de enriquecer mi exposición, hice instalar en ese recinto un equipo de audio y un grabador de cinta abierta para hacer oir con el máximo de calidad de audio posible los jingles y los diferentes comerciales de radio que había preparado. Por suerte, todo salió bastante sincronizado, los allí presentes me escucharon con mucha atención y creo que finalmente quedaron bastante convencidos con los detalles, contenido y estrategia general de la campaña publicitaria cuyo lanzamiento estaría pautado en una red de emisoras costeras de máxima audiencia.
El "presidente" estaba muy satisfecho con mi alocución, al punto que sonriente, me dijo; "felicitaciones, el directorio quedó muy conforme, esta noche, lo invito a cenar". A eso de las 20 horas, lo esperé en el acceso del garage del edificio, la puerta se abrió automáticamente y allí estaba el ejecutivo indicándome que me acerque al sitio donde estaba estacionado su imponente auto alemán, un vehículo que no se veía con frecuencia por esos años. El automóvil olía a nuevo y lo que más me impresionó fueron los levanta cristales electrónicos y el sonido del equipo de pasacasettes. Otro detalle llamativo fué que el vehículo estaba posado sobre una base giratoria que el "presidente" valiéndose de un control remoto orientaba hacia la salida sin necesidad de maniobrar el auto. Recuerdo que minutos después estábamos cenando con el "presidente" y su secretaria en un restaurante de cinco estrellas de la zona de Recoleta. Después de los postres vino el champagne y brindamos por el éxito de la inminente publicidad. Yo estaba muy feliz con todo lo que había logrado en los casi treinta días de trabajar como director publicitario de esta firma de alcance nacional. Solo tenía 28 años y las puertas de Capital Federal se estaban abriendo más rápido de lo que yo había pensado. El hotel donde estaba alojado era uno de los más caros de la ciudad y debía pagar la abultada cuenta en pocas horas. Debo destacar que cuando acepté el ofrecimiento, "el presidente" me recomendó que era muy importante que represente lo mejor que pueda la imágen de la empresa para la cual trabajaba, consejo que hasta ese momento estaba siguiendo al pié de la letra.
Al día siguiente a eso de las 10 de la mañana subí hasta la oficina del empresario con el propósito de decirle que necesitaba cobrar mis honorarios pactados de palabra. Me había hecho anunciar por su secretaria y me atendió enseguida, antes de pasar mientras estaba del otro lado, alcancé a escuchar que estaba hablando por teléfono hablando en inglés y casi a los gritos. Cuando colgó, abrió la puerta indicándome que entre, aunque intentaba mostrarse distendido lo noté algo nervioso y no podía disimularlo. ¿Cómo está Palacios, que lo trae por mi oficina? - me dijo. "Mire, tengo pagar el alojamiento y los gastos del hotel donde vivo. Necesito cobrar mi mes de trabajo" le respondí - Me miró durante unos segundos y esbozando una sonrisa bastante ficticia me dice; "Palacios, Palacios, yo soy el presidente de esta compañía y no me ocupo de detalles menores, para los asuntos de dinero hable con mi secretaria Nora, ella se encargará de solucionarle su problema".
"¿Qué,un millón de pesos?, nó señor Palacios, yo no tengo esa cantidad", me dijo la secretaria poniendo cara de horror. "Hágame un cheque, para mí es igual", le sugerí.
"Imposible, en el banco estamos en rojo total, véalo al contador general" me contesta con cierto nerviosismo. Intuí que algo no estaba funcionando bién allí y evidentemente, solo la respuesta del contador general a quién yá estaba a punto de ver me daría un panorama concreto de la situación. El contador estaba fumando distendidamente en su oficina y charlando con un jóven alto y rubio a quién me presentó como gerente de ventas. En pocas palabras le hice saber que necesitaba dinero para pagar mis gastos de alojamiento. Los dos se miraron entre ellos con una especie de silencio cómplice, luego, el contador me dijo; "Sentánte, ¿Vos sos de Bahía Blanca, nó?. "Sí, allí me conoció el presidente y me contrató para armar la campaña publicitaria", respondí. "Bueno, mirá, vos hiciste un excelente trabajo y parecés un buen muchacho, no te puedo mentir, lo que te dijo Nora es verdad, no hay un peso en el banco y estamos en rojo furioso, lo único que puedo hacer por vos es pedirte que mañana, sábado a la tarde a eso de las 15 horas en punto, te vengas a la puerta de la empresa, algo vamos a hacer para ayudarte". No entendí nada, mi situación empeoraba segundo a segundo y me intrigaba la insólita cita que me había hecho el contador para el día siguiente.
Tal como había prometido, a las 15 horas de ese caluroso sábado, me estaba encontrando con el contador y el gerente de ventas. Hacía bastante calor y las calle estaba desolada. Ambos estában vestidos con pantalón y camisa y permanecían parados en una puerta lateral del edificio. Los tres nos saludamos cordialmente y el mismo contador me pidió que esperemos allí unos segundos, de pronto una puerta de metal que estaba en el piso de la vereda se abrió y desde las profundidades de lo que aparentaba ser el depósito de la firma emerge un silencioso elevador llevando a un hombre morocho y a su lado varias pilas con cajas de medias.
Ordenadamente y sin decir palabra, el contador, el gerente y el "morocho" proceden a colocar las cajas en el baúl de un vehículo particular. "¿Y esto que és?" les pregunté. Casi sin mirarme y atento al cargamento, el contador me dice; "Mirá pibe, acá en esta empresa hay poca plata, casi nada y nosotros, al igual que vos, necesitamos vivir. Te dijimos que vengas para que nos des una mano y nos ayudes a vender estas medias en boutiques y negocios de la zona, se recauda un buen dinero, sirve porque es todo efectivo, ¿entendés?".
Terminantemente les dije que nó, que eso no era lo mío, que les agradecía su ofrecimiento, pero yo había sido contratado como publicista y que el lunes a primera hora hablaría con el "presidente", dándoles la seguridad que no diría una sola palabra de lo que había visto ese sábado a la tarde.
Todo evidenciaba que la firma se estaba yendo de madre y esos dos tipos se cobraban lo que supuestamente le adeudaban vendiendo en provecho propio las medias que semanalmente sacaban del depósito. Durante lo que restó del sábado y durante todo el domingo, ensayé varios discursos y maneras de iniciar mi reclamo de dinero ante el "presidente". Llegué a la conclusión que lo más prudente sería no exaltarme ni perder los estribos, ya que ese personaje era una persona fría y todo lo calculaba hasta en los más minimos detalles, por lo tanto, ese encuentro sería lo más parecido a un juego de ajedrez.
El día lunes, cerca del mediodía, el "presidente" me estaba escuchando atentamente con un café por medio. Le dije que no tenía suficiente dinero como para abonar los gastos del hotel y que había que pagarle a los músicos que habían grabado los jingles. Con gran calma y sin exhibir emoción alguna me dice; "vea Palacios, yo tengo todo previsto, usted me interesa, su trabajo es muy creativo y no quiero perderlo por unos pocos pesos, aquí le entrego este cheque que cubre el importe necesario como para cubrir los gastos de hotel y el trabajo de los músicos, además, he preparado una gira sorpresa en la que usted será el responsable de contratar los espacios en las principales radios de la costa para empezar la campaña de Enero".
No esperaba éste cambio por parte del "presidente" que además de entregarme un cheque con su correspondiente talón de cobro, también me confiaba la misión de hacer acuerdos en nombre de su empresa. Le acepté otro café y seguidamente le pregunté; "¿y mis honorarios, cuando me los vá a pagar?, además de tener una hija y una esposa que necesitan que les envié dinero, también tengo otros compromisos asumidos".
"Usted saldrá mañana mismo de viaje junto a mi contador", me contesta, miró su reloj y acotó; "discúlpeme, tengo gente esperándome, ¡ah! y con respecto a lo suyo, quédese tranquilo, el contador tiene instrucciones de entregarle el importe total y en efectivo por el total de sus honorarios".
En cierta forma el empresario me había tranquilizado, ya no tenía motivos para desconfiar de él. Estaba a pocas horas de iniciar el recorrido por las radios costeras y este nuevo capítulo de mi vida, recién comenzaba.

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