He relatado varias historias que ocurrieron durante el tiempo que viví en Mar del Plata. Esta tuvo lugar a finales de los años ochenta, donde la hiper inflación que estalló en los últimos años del gobierno de Raúl Alfonsín, hacía estragos en todos los niveles sociales ya que el peso argentino perdía valor aceleradamente y los precios subían minuto a minuto. En medio del caos imperante, los ciudadanos agobiados por esta situación buscaban un respiro en sus vidas y no dudaban en ir a la "la feliz" con la ilusión de pasar unos apacibles días de sol y playa, aún con sus escasos recursos y bolsillos flacos. Pero definitivamente, para estas familias lo más importante era distenderse y alejarse de la ecatombe nacional mientras fuera posible. Recuerdo que yo estaba en ese tiempo haciendo dos programas en LU6 Emisora Atlántica, siempre acompañado por mi aliado y eficiente operador técnico Gabriel "Pajarito" Pagliani, cuando una tarde aparecen por el edificio de la radio unos seis o siete hombres de pequeña estatura que tenían sus cabellos teñidos de distintos y llamativos colores. Los visitantes estaban acompañados por una señora robusta que se presentó como intérprete, ya que los "bajitos" éran de nacionalidad rusa y habían pertenecido al elenco artístico de un importante circo internacional. La intérprete estaba muy nerviosa y explicaba al personal que la atendió muy cortésmente que la gente que la acompañaba estaba en dificultades, ya que el circo se había ido repentínamente de la ciudad e inexplicamente aquellas personas habían quedado "olvidadas" por el empresario circense en un hospedaje ubicado en la zona de Punta Mogotes. También hizo saber que gracias a la generosidad del propietario del establecimiento, los "bajitos" podían seguir alojados allí hasta que se defina su insólita situación, que en verdad era desesperante porque además de no dominar el idioma, no tenían dinero ni posibilidades de dejar la ciudad. Por esta razón, mientras el consulado del país al que pertenecían se hiciera cargo de ellos, inevitáblemente debían alimentarse y sobrevivir. Mar del Plata, como ya comenté en páginas anteriores, es una ciudad sumamente solidaria y ni bién hicimos el pedido de ayuda a través de los distintos espacios de la radio, los oyentes se acercaron espontáneamente con paquetes de comida variada, y algunos vecinos hasta llegaron a ofrecer alojamiento para quienes sufrían este involuntario, pero evidente abandono de persona. Afortunadamente, esta situación fué superada y los enanos damnificados recibieron rápida respuesta de su embajada. Poco después supimos que el circo tenía como una de sus atracciónes un número de "Blancanieves y los siete enanitos" y ante la escasa asistencia de público, una noche de verano, el empresario decidió "levantar la carpa" e irse de Mar del Plata con todos los sus vehículos, equipos y elenco artístico, pero alguien olvidó pasar lista y en el apuro los enanitos no fueron incorporados al convoy y quedaron "varados", como inocentes náufragos de una ilusión.
Este circo, muy lujoso y grande estaba montado en la zona del acceso al puerto y fué otro de los emprendimientos que lamentáblemente debido a la crísis no tuvo otro remedio que bajar el telón, dejándo en el predio donde se había instalado y como única huella de su presencia en el sitio, las señales de un pozo de importantes dimensiones. Algo similar sucedía con muchas obras teatrales y un sinnúmero de propuestas que no tuvieron la repercusión esperada y que al no ver cumplidas sus mínimas expectativas económicas, terminaron con la función mucho antes de lo previsto.
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