domingo, 16 de noviembre de 2008

Historias juveniles: 1978, Sonia, aquella rubia hermosa, escultural y extremadamente peligrosa.

La chica era bella de verdad, del tipo de mujer llamativa y exuberante que puede llegar a "volarle la cabeza" al hombre más equilibrado del planeta. Fernando era un comerciante mayorista, visionario y muy trabajador que había confiado su publicidad a nuestra agencia y al menos cada treinta días, solía venir a Bahía para visitar a sus clientes, ya que la oficina central de su mediana empresa estaba en Buenos Aires. Cada vez que Fernando arribaba a la ciudad solíamos salir a cenar y de paso, planificar las futuras campañas publicitarias. En una oportunidad, nos encontrábamos comiendo en un conocido restaurante, cuando hizo su aparición en el lugar esa rubia infartante a la que llamaré Sonia. Al verla, Fernando quedó paralizado, al punto que su atención estaba concentrada en la chica y no paraba de mirarla y hablarme de lo bonita que era, etc. Sonia se había sentado a unos pocos metros de nuestra mesa y estaba acompañada por una amiga. Yo la conocía porque en un par de ocasiones había venido a verme a la agencia para ver si podía trabajar como modelo de algún comercial televisivo o integrarse como promotora en un evento o presentación de productos, esto motivó a que nos saludáramos desde lejos y al notarlo, Fernando me preguntó; "¿No puedo creer que conozcas a esa Diosa, quién és?". Le respondí que mucho no la conocía y muy poco sabía de su vida privada, pero esta afirmación no pareció aplacar al obsesivo Fernando que a toda costa me pedía que le presente a la chica. Tanta fué su insistencia que me levanté, caminé hacia la mesa vecina y le comenté a Sonia que mi compañero quería conocerla para ofrecerle su participación en un aviso de sus productos para la TV. Tomámos un café y Sonia y Fernando quedaron en llamarse telefónicamente para ajustar detalles sobre la eventual grabación del comercial donde ella sería la modelo protagónica.
Finalmente, el video se realizó en exteriores y Sonia tal lo prometido por Fernando intervino en el mismo y aunque pugnó por mostrar su belleza, lo realizado no tuvo repercusión alguna, lo que obligó a producir nuevas piezas con mayor impacto y sin la participación de modelos. Pero Fernando no cedía en su interés por la muchacha quién seguía en contacto telefónico con ella. En uno de sus últimos viajes le trajo un costoso reloj de regalo y la invitó a cenar. A la mañana siguiente y muy temprano para mi gusto, Fernando me llama por teléfono pidiéndome que nos veamos cerca de las ocho y media para tomar un café, ya que quería darme una importante noticia. Cuando llegué al querido bar "Londres", el lugar elegido para el encuentro, lo noté muy cansado y me confesó que había pasado la noche junto a Sonia. "¿Sabías que no me bañé?", me dijo. "Aún tengo el olor de su perfume en la piel, es una mujer maravillosa, lo mejor que pudo ocurrirme en la vida fué conocerla", acotó complacido. ¿Entonces lo pasaste muy bien?, le pregunté. Fernando quedó en silencio unos segundos, sacó un papel del bolsillo de su saco y con una sonrisa plena de felicidad me dice; "leélo, lee lo que Sonia me escribió en una servilleta del hotel, fijáte que linda carta me dejó antes de despedirnos".
La carta en cuestión estaba plagada de errores ortográficos, pero más allá de éste detalle daba la sensación de estar redactada por una mujer supuestamente enamorada, algo que también le estaba sucediendo a Fernando porque no tenía duda alguna que había encontrado su alma gemela y estaba dispuesto a pedirle a su esposa el divorcio para irse a vivir lo más rápido posible con Sonia. Algo surgió en mi interior y no dudé en pedirle que sea sincero conmigo y me diga si le había facilitado algo más, por ejemplo dinero. Esta pregunta lo movilizó y bastante molesto me confirmó que sí, le había dado un cheque para que pague alquileres y expensas atrasadas del departamento donde Sonia estaba viviendo. También me hizo saber que el cheque era por una cifra considerable y se lo había extendido con el correspondiente talón para que su joven enamorada pudiera cobrarlo en la ventanilla de caja del banco sin inconvenientes.
¿Te dijo Sonia donde vive?, fué mi última pregunta. "Sí, ella me dijo que vive en la primera cuadra de calle Lamadrid, en el quinto piso del único edificio que hay en ese sector, ¿porqué me preguntás?". Porque yo nací en ese barrio y el único edificio que conozco es el de la escuela primaria a la que asistí en mi época escolar y no hay allí ningúna edificación, si querés lo comprobamos personalmente, le respondí.
Intrigado por mi desconfianza Fernando me acompañó hasta la calle mencionada por Sonia y efectívamente, tal como yo le había asegurado, el único edificio visible que había en esa calle era el del colegio. Ante esta evidencia, Fernando quedó muy preocupado, estoy seguro que intuyó que la bella rubia le había sacado plata y mentido alevosamente. Ante esta lamentable circunstancia, ambos preferimos no seguir hablando del tema.
Durante unos tres años, seguí en contacto con Fernando y muchos años después, poco antes de irme a vivir a Mar del Plata entré a una agencia de compra y venta de automóviles, había visto allí un vehículo que me gustaba y quería saber cuanto costaba y en qué estado se encontraba. Me atendió un clásico vendedor que aseguraba que el vehículo era "joya", única mano, etc. Estaba escuchando estos endebles argumentos cuando veo que desde una de las oficinas sale una mujer muy elegante que venía directamente hacia donde yo me encontraba y grande fué mi sorpresa cuando ví que era la mismísima Sonia. La muchacha había cambiado, tenía aspecto de señora refinada, se la notaba muy bien vestida y linda como siempre. Daba toda la impresión de estar ahora en una buena posición económica y creo que sintió sincera alegría al verme allí. Me dió un beso e inmediátamente le pidió al vendedor que se ocupe de un cliente que estaba esperando en el salón y que ella se encargaría de atenderme. Hablamos muy poco, me comentó que se había casado, que tenía un hijo y siempre se acordaba muy bién de mí y en un momento, en voz baja casi al oído me dice; "No compres nada aquí, todos estos autos están disfrazados, son pura cáscara, basura pura, no sirven para nada". Me quedé helado ante este espontáneo consejo de Sonia quién sin darme tiempo, me tomó del brazo, volvió a saludarme y ya cerca de la salida, sin dejar de sonreir acota; "¿Sabés que pasa?, el dueño de esta concesionaria es mi marido y creo conocerlo muy bién, es un verdadero delincuente, te lo digo con conocimiento de causa".
Desde aquel episodio tan particular, jamás volví a ver a Sonia, la rubia hermosa, escultural y fatal que tiempo atrás supuestamente había seducido y estafado a Fernando tanto en lo moral como en lo material. Extrañamente por alguna razón difícil de explicar, el destino la puso en mi camino y en esa oportunidad tuvo un actitud de franqueza para conmigo y no vaciló en advertirme y alejarme de una trampa segura.

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