jueves, 14 de mayo de 2009

Tiempos de Soldado 5; Aquella loca noche de furia y motores rugientes, vivida junto a mi compañero Jorge "Pucho" Chiaradía.

A Jorge "Pucho" Chiaradía, lo conocía desde que éramos casi niños, el vivía en la calle Portugal a unos cien metros de mi casa paterna. Habíamos compartido juegos, la escuela y en aquellos los tiempos de soldado, nos tocó el servicio militar en el mismo comando. Era verano y una noche de sábado, en la que ambos teníamos un franco de fin de semana nos encontrámos a tomar un café en el centro de Bahía. Después de charlar con otros conocidos, nos pusimos a caminar por el centro de la ciudad y al cruzar una calle, muy cerca nuestro pasa lentamente, pero con un fuerte sonido de escape libre un Fiat con todas las señales de ser un auto de competición. A bordo iban dos chicas que nos miraron con evidente simpatía y allí nomás se me ocurre hacerles una seña como para que se detengan e inmediatamente, a pocos metros estacionan el vehículo. Nos acercamos y comenzamos a entablar un diálogo de "introducción". Allí nos enteramos que Eva, la muchacha que estaba al volante y había resultado ser la propietaria del coche, era una conocida y avezada corredora de autos. La joven no era muy atractiva, pero demostraba tener mucha personalidad y al cabo de unos minutos, fué ella quién tomó la decisión de invitarnos a ubicarnos en la parte trasera y al tiempo que nos indicaba que abriéramos las puertas, exclamó; "suban chicos, vayámos a tomar una copa a algún boliche". Dicho ésto, puso la primera y arrancó a gran velocidad hacia la avenida Alem. Mientras nos desplazábamos por esa arteria el vehículo parecía volar, y en cada maniobra se evidenciaban las condiciones de Eva, quién parecía estar compitiendo en un circuito. El ruido que emitía el motor preparado del Fiat nos impedía oir lo que conversábamos en el habitáculo y esto nos obligaba a hablar prácticamente a los gritos. Finalmente acordamos ir a Hostería Palihue, una confitería muy popular de esa época que estaba ubicada en el interior del Barrio Palihue. Arribamos al lugar en tiempo récord, en el sector del estacionamiento, había allí muchos vehículos, señal que el sitio estaba repleto de gente. Cuando caminábamos hacia la puerta de acceso, comprobé que Eva era algo fornida, de baja estatura y poseía un cuerpo bastante armónico. Mucho nos costó encontrar sillones para ubicarnos y gracias al mozo encargado de ubicar a los asistentes y a quién conocía bastante, pudimos al fin instalarnos en uno de los tantos ambientes casi privados que caracterizaban al negocio que funcionaba en una casa de grandes dimensiones. Eva se sentó a mi lado y previamente le ayudé gentilmente a quitarse un saco de tela liviana que llevaba puesto y en ese momento descubrí que tenía un par de senos muy grandes y atractivos, no tuve en ese momento mejor ocurrencia que con dos dedos de mi mano derecha, apretarselos suavemente como si fueran una bocina de auto y emitir con mi boca un estúpido; "beppp, beeepp". La imprevista reacción de la "pechugona" Eva fué arrojarme un fuerte puñetazo que impactó en mi rostro arrojándome hacia atrás. Ante esto solo atiné a gritarle; "¿que hacés, estás loca?". Eva que ya se había puesto de pié adoptó una guardia propia de los boxeadores y fuera de sí me respondió; ¡hijo de puta, a mí nadie me toca las tetas, te voy a matar! Apenas pude esquivar el segundo golpe que también venía dirigido hacia mi cara, fué entonces que me arrojé sobre mi "agresora", la tomé de los brazos y caímos sobre el sillón donde íbamos a sentarnos. Mi compañero "Pucho" y la amiga de Eva, creían que aquello era una broma y se reían de la lucha cuerpo a cuerpo que estábamos entablando con creciente violencia por parte de Eva que no daba ninguna señal de detenerse y seguía profiriendo insultos hacia mi persona. Había logrado ponerla de espaldas y esto le impedía mover sus brazos, hasta que en un momento parece aflojar y me dice con voz calma; "está bién, me rindo, ¿podés soltarme?" y esto hice, creyéndo que me estaba diciendo la verdad, pero de inmediato volvió al ataque, esta vez asestándome un puñetazo en el estómago que me dolió de verdad y comienzo a correrla por los diferentes ambientes de "Hostería". Las parejas que estaban allí, sentados o bailando al amparo de la penumbra no entendían lo que estaba pasando, Eva, en un momento se detiene, estaba de espaldas y allí le aplico un certero puntapié en el trasero. Ella al sentir la patada, potencia su ira y otra vez nos trenzamos en lucha y empezamos a rodar por el piso de la pista de baile, el mozo y un par de muchachos al comprobar que aquello estaba pasando a mayores, nos separan. Tanto Eva como yó estábamos agitados, comprobé que mi camisa estaba rota y me salía un hilo de sangre de la boca, todo parecía haberse calmado, aunque yo quería irme de allí cuanto antes y alejarme de aquella loca furiosa. Lo primero que hago es decirle a "Pucho" que voy a pedir un taxi para irme, Eva al escuchar esto me dice; "no, no te vayas, perdonáme, a veces me salgo de las casillas". En señal de paz me extiende su mano derecha y le hago saber que le doy la mano, pero igual me voy. Insistió en llevarme hasta el centro como una demostración de buena voluntad y no me quedó otro remedio que aceptar su propuesta. Ella se sentó al volante de su auto de carreras , se colocó el cinturón de seguridad y sonriendo me dijo; "mejor ponéte el cinturón, porque ahora sí que vas a saber lo que es el miedo".
El vehículo salió como eyectado, evidentemente aquel motor estaba preparado para correr y esto lo iba comprobando en cada una de las curvas de las sinuosas calles de Palihue, que Eva tomaba con gran destreza y prácticamente en dos ruedas. El sonido del escape libre crecía en cada acelerada, yo miraba el velocímetro y no podía creer que esa inconciente fuera tan rápido. Cuando salimos del barrio Palihue, susurró; "ahora viene lo mejor, agarráte". Ya en el sector del Parque de Mayo, Eva fuera de sí, seguramente pensaba que estaba en un autódromo porque pisó al máximo el acelerador con toda la maldita intención de provocarme miedo, algo que logró porque le grité; ¡pará, estás reloca, quiero bajarme yá mismo!. De inmediato clavó los frenos e indicándome la puerta muy secamente me respondió; "bajáte" y sin pensarlo dos veces salí del auto y cuando estaba sobre el asfalto comencé a insultarla soltándo toda mi rabia e impotencia. Ví perderse al vehículo entre la oscuridad del parque y empecé a caminar rumbo a la avenida Alem con la intención de encontrar allí un taxi que me lleve a mi casa paterna. Para acortar camino decidí avanzar entre los muchos árboles que tiene el parque cuando veo frente a mí la potente luz de una linterna, al tiempo que una voz me grita; ¡policía, alto ahí, las manos sobre la cabeza!. La luz de la linterna sobre mi rostro me encandiló, dos policías habían surgido de la penumbra y estaban allí frente a mí, preguntándome que estába haciendo a esa hora caminando por el parque. Les expliqué que era soldado conscripto y por esa razón no llevaba encima mi documento de identidad, pero que si era necesario, podían llamar al comando, hablar con el jefe de servicio y confirmar lo que estaba diciéndoles. "Tiene que acompañarnos hasta la guardia" dijo uno de ellos y fuí con ambos agentes hasta una casa pequeña, tipo chalet que por esos años, servía de puesto policial en el parque de Mayo. Ya en confianza, los policías me hicieron saber que una chica, que andaba en un Fiat, se acercó a la guardia con el fin de alertarlos sobre la presencia sospechosa de un tipo que se movía sigilosamente entre los árboles, ese tipo era yó y la denunciante; la hija de perra de Eva que con esa actitud me dió el golpe de gracia en esa noche de mierda, ya que los agentes recién me dejaron ir a las seis de la mañana. Casi cuarenta años más tarde, al finalizar una función de teatro en la actuaba nuestra hija Virginia, me encontraba en el hall cuando se me acerca una mujer de cabellos blancos y me pregunta; "¿vos sos Pipo?", sí le respondí y ...¿vos quién sos? - Eva, aquella loca desaforada que hace muchos años te agarró a piñas en Hostería, ¿te acordás?. No podía creer que cuatro décadas después, Eva y yó volviéramos a encontrarnos. Nos dimos un abrazo y cuando estábamos despidiéndonos le pregunté; "Eva, ¿como reaccionarias si ahora te pellizco una teta?". "Dale, me gustaría, respondió con una sonrisa".

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