Mueblería Bahía Blanca, durante muchos años, fué una de las firmas más importantes en venta de todo aquello que fuera de calidad y buen gusto para armar los distintos ambientes de un hogar. El comercio ocupaba un local de grandes dimensiones, ubicado en la esquina de San Martín y Las Heras, perteneciendo a la familia Limansky. La empresa además de ser prestigiosa, se había anticipado a los tiempos y contaba con diferentes sectores donde se exhibían una gran cantidad y modelos de todo tipo de muebles para dormitorios y livings. En una oportunidad los propietarios me piden la realización de un comercial para televisión. Por aquellos años, no existían las cámaras de video y éste tipo de producciones se realizaban con filmadoras de 16 milímetros, luego se hacía la edición o montaje de la película utilizándo un aparato con visor llamado "Moviola", donde el fílmico en celuloide, se iba compaginando de acuerdo a las imágenes hasta lograr una hilación con las secuencias de la historia y alcanzar la duración del comercial. Mi propuesta consistía en mostrar a una pareja de novios que venian caminando y tomados de la mano por una playa desierta, hasta que la chica, asombrada, descubre que en el mar está emergiendo un juego de dormitorio. Allí se corta la escena y los jóvenes enamorados corren hacia un sector de la playa, donde el mobiliario mágicamente, aparece posado sobre la arena. A los dueños de la empresa les gustó la idea y dieron el okey para que la filmación se lleve a cabo un día sábado a la mañana. Era el mes de Noviembre y a las ocho en punto de un día sábado, los modelos elegidos, Alberto Freinkel, hoy, un reconocido cineasta premiado por la realización de varios documentales de su autoría, quién era en ese momento el encargado de la filmación, tres empleados de la mueblería y un chofer del camión que transportaría los muebles salimos rumbo al balneario Galván, el lugar elegido para hacer las tomas. La jornada era soleada y felizmente no corría una sola brisa de viento. Todo indicaba que era un día más que propicio para que tengamos una luz natural propicia y lograr un buen trabajo. Lo primero que hicimos al llegar a la playa, que en esa época del año estaba desierta, fué filmar las secuencias en las que aparecían la chica y el jóven que interpretaban a los enamorados. Luego, Alberto pidió que se arme prolijamente el dormitorio sobre la arena y con el mar como fondo. Su idea era hacerlas tomas de los muebles y posteriormente, utilizándo un recurso simple y efectivo que consistía en reboninar esta toma y sobreimprimirla sobre imágenes del agua, así se lograría el efecto visual donde los muebles surgirían del océano. Todo estaba dispuesto para filmar los planos del dormitorio, el juego consistía en un placard de importante tamaño, una cama matrimonial, cómoda con espejo y dos mesas de luz con sus respectivos veladores. Alberto había apoyado la cámara sobre un trípode y al segundo de comenzar a filmar, una inesperada y fuerte brisa hace volar violéntamente a los veladores que comienzan a rodar descontrolados por la playa impulsados por el viento. Los empleados de la mueblería corrieron tras ellos y los acomodaron en su respectivo sitio y cuando parecía que todo estaba normal, surgía otra brisa fuerte y los castigados artefactos de iluminación salían disparados nuevamente. Entonces, para evitar este inconveniente, se me ocurrió disponer que dos de los empleados de la firma, se echaran "cuerpo a tierra" detrás de cada una de las mesas de luz y permaneciendo ocultos, solo sacaran una mano desde abajo y la aferraran fuertemente a base de los veladores para impedir que siguieran volando. En principio, este improvisado recurso prometía dar resultado, ya que en el visor de la cámara y por la distancia de la toma, las gruesas extremidades de quienes sostenían las lámparas no se veían. Alberto, una vez más volvió a apretar el disparador de la filmadora y esta vez, el viento sorpresivo fué tan fuerte que causó la increíble caida del pesado placard. Esto nos dejó atónitos a todos los que estábamos allí, al punto que Alberto sin entender nada, no atinó a detener la filmación y la cámara siguió rodando en automático. Esto se produjo en contados segundos, mirábamos como el mueble caía como en cámara lenta, al ver que se le venía encima, uno de los encargados de sostener el velador, con el propósito de evitar que el placard se estrelle contra la cama, se incorporó rápidamente y extendió su mano derecha en actitud de sostenerlo. Con tan mala fortuna que la mano de este buen hombre atravesó la madera del mueble que finalmente cayó encima del "heroico" empleado que quedó aplastado debajo del placard.
Por suerte, este insólito accidente no causó herida alguna al empleado de la mueblería, aunque una de las puertas del mueble presentaba un orificio del tamaño de un puño. Hartos de tanta mala suerte, decidimos suspender la filmación y regresar a ese escenario natural en otro momento con la esperanza que nos toque una jornada climáticamente más tranquila. El juego de dormitorio se acomodó nuevamente en el camión de la firma. La pareja de modelos, Alberto y yó nos ubicamos en mi pequeño automóvil y nos dispusimos a regresar a la ciudad, pero antes de partir, le recomendámos al chofer del camión que venga detrás nuestro porque ese sector del balneario estaba lleno de cangrejales y corría el riesgo de quedar atrapado en alguno de ellos. El hombre dijo que conocía el sitio y que prefería tomar un camino más corto a fín de ganar tiempo. A las 19 horas, recibo en la casa de mis padres un llamado, era Oscar Limansky, socio propietario de la empresa quién me pregunta por el camión, porque le extrañaba mucho que aún no hubiera llegado al local. De inmediato pensé; "Se quedaron hundidos en el cangrejal". En los años donde ocurrieron estos hechos, no existían los teléfonos celulares y no quedaba otra alternativa que regresar a la playa para averiguar que había sucedido con el camión. Ya era de noche cuando arribamos y efectívamente, allí en medio de la soledad y el cangrejal, estaba el camión sumergido en el barro con sus ocupantes en el interior. Por suerte logramos solicitar el auxilio de una grúa que logró rescatarlos de la difícil situación a las 22 horas. Alberto me prometió en reiteradas ocasiones mostrarme las imágenes de este blooper, pero hasta el día de hoy, a tantos años de aquello nunca lo hizo. Días después la filmación se pudo terminar normalmente y el comercial titulado "Plan Novios" se emitió durante mucho tiempo y con muy buenos resultados en los dos canales de aire de la ciudad.
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