sábado, 31 de enero de 2009

La muerte gratuita de "Marito" Goldberg , fusilado por la "Triple A"

Mario Goldberg a quién todos conocíamos como "Marito" era un excelente compañero locutor de LU2 Radio Bahía Blanca. Poseía una voz muy particular y amaba su profesión. Por entonces el y yó, teníamos la misma edad; apenas 24 años. Eramos amigos desde la época escolar, solidario, divertido y siempre de buen humor, "Marito", había logrado su mayor anhelo, trabajar en radio, ser cada vez más conocido y disfrutar a pleno de lo que más le gustaba; la noche. Cuatro años después, aquella atrapante y movida noche que habíamos compartido, se había convertido en una horrible pesadilla, porque a diario, los integrantes de la nefasta "Triple A", un grupo de asesinos a sueldo reclutados por el "brujo" Lopez Rega, salía impunemente a beber sangre. Tenían la ciudad a su entera disposición y su tarea era cazar a estudiantes o chicos que militaban en el partido Comunista o eran sospechados de pertenecer a Montoneros, alguna agrupación universitaria o el ERP. Años salvajes de una Argentina de fuego cruzado donde los disparos podían llegar a partir sorpresivamente de cualquier parte y pegarle a cualquiera que estuviera sospechado de "pensar feo". Era la época del gobierno de Isabel Perón, una mujer torpe a quién el poder le quemaba las manos y el alma, asesorada además por un entorno mafioso donde quién realmente lideraba e imponía su maldita voluntad, era el "brujo". En Bahía solía transitar un vehículo Fiat que era conocido como "la fiambrera", ya que sin identificación alguna, se desplazaba libremente por las calles a gran velocidad, generalmente llevando en su interior a alguna víctima recientemente capturada y que dificilmente saliera con vida. "Marito" era asiduo concurrente de un lugar muy cálido y popular llamado "Mi Botica" donde casi siempre solíamos encontrarnos para tomar una copa, escuchar tango y folklore en vivo o conocer alguna chica para pasar si era posible un rato íntimo. En varias ocasiones, nos quedábamos charlando allí hasta que el local cerraba sus puertas y recién salíamos al amanecer. Era habitual que "Marito" estuviera siempre rodeado de chicas en su mayoría atractivas, ya que su innata simpatía le permitía entrar rápidamente en confianza con el sexo opuesto. Posiblemente la inconciencia o el ímpetu de nuestra juventud nos impedía ver claramente los riesgos de la triste y cruda realidad que giraba a nuestro alrededor donde la vida humana, además de no estar garantizada tampoco valía un centavo.
Cuando el habitante común se enteraba que alguna chica o muchacho desaparecía misteriosamente lo primero que solía decir era; "algo habrá hecho" o "en algo raro andaría" y con esto se echaba una liviana palada de indiferencia al delicado tema y se miraba para otro lado. Quienes conformaban la patota local de la "Triple A" eran tipos pesados, los duros que habían sido marginados de la sociedad, ya sea a causa de su pasado turbio o por incapaces y violentos. Una violencia innata que en casi todos ellos era potenciada por el alcohol. Esta temida banda armada operaba de noche y salía a buscar sus presas en base a los datos que muchos confidentes les acercaban. Tanto "Marito" como cualquiera de los jóvenes que salíamos con chicas prácticamente desconocidas, nos limitábamos a compartir un buen momento con ellas sin que se nos ocurriera preguntarles como pensában políticamente y esto, fué lo que le jugó una mala pasada a "Marito", porque una noche trágica, los sicarios de la "Triple A" fueron a buscarlo a su departamento y allí lo encontraron junto a una joven proveniente de Neuquén. A ambos se los llevaron por la fuerza y en las primeras horas del día siguiente, tanto él como la muchacha aparecieron con las manos atadas y acribillados a tiros en un descampado.
Cuando me avisaron que Mario Goldberg había sido asesinado sentí un profundo dolor e impotencia, porque gratuitamente los "monos de la metralleta", en su locura y desenfreno, nos habían quitado porque sí a un buen amigo irremplazable. En el velatorio de "Marito", el clima era de respeto, silencio y tristeza. El estaba en el féretro con su cabeza vendada y me pregunté; "cuanto habrás sufrido en las horas previas a tu fusilamiento sin juicio? e intentando de todas las formas posibles, tratando de explicarles a esos asesinos que no eras un subversivo, sino un inofensivo soñador que amaba intensamente la vida". Fué un inexplicable crímen, uno más de los tantos que en la década del setenta iniciaron la era del odio en un país que 30 años después, no puede olvidar ni reponerse de los daños causados por esa guerra confusa y nunca declarada. Allegados a la familia, nos aseguraron que en un momento de la tarde, llegó a la funeraria un telegrama dirigido a los padres de "Marito", donde se les pedía disculpas porque se habían equivocado. Esta terrible y tardía excusa, aparentemente, la firmaban sus propios verdugos, la "Triple A". En este relato, trato de armar diferentes pensamientos y aún hoy, al recordar a "Marito", trato de imaginarlo con su sonrisa natural o preguntándome; "ché, mirá que buenas que están esas dos minas, ¿las encaramos?". Y yo le respondía; "Nó Mario, hay una de ellas que es horrible". "No importa decía él, yo me quedo con la fea, total, a esta hora, todas las minas son lindas".

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