Desde que era casi un niño, ya escuchaba en mi casa y en la escuela términos como "Inflación", "Desagio", "Desocupación", "Carestía de la vida", "Desabastecimiento", "Recesión", "Devaluación", etc. Con estas nefastas palabras se bautizaban a las distintas crísis que aparecían de un día para otro prometiéndo lo peor y sembrando el pánico en la ciudadanía. Nunca pude explicarme cómo en un país inmensamente rico como Argentina, que tiene todos los climas, grandes extensiones de tierras, minerales de todo tipo, petróleo, agua y todo aquello que le falta a naciones del primer mundo, puede vivir en constantes crísis que inexorablemente se repiten como viejo un flagelo al que nadie puede ponerle fín. Cuando tenía unos 25 años y estaba trabajando muy bién en los medios publicitarios, los presidentes de los gobiernos militares de entonces nos hacían creer a través de sus mensajes radiales, gráficos, televisivos y discursos emitidos en cadena nacional que éramos los campeones del mundo. Este estado de euforia duraba unos cuatro o cinco años y luego, en minutos, caíamos en depresión extrema porque todo se salía de control, se perdía el rumbo, pasábamos a ser pobres, nos quedábamos sin trabajo y por esos años aquí no se usaba hacer terapia psicológica, ya que encontrar un psicólogo era imposible porque prácticamente no existían, entonces el único recurso que quedaba para salvar la salud física y mental, era tratar por todos los medios de no entrar en pánico y estudiar serenamente como salir del caos. En mis más de 40 años de actividad en la profesión de creativo, me han estallado las peores "crisisbombas", algunas de alto poder destructivo que no lograron quebrarme y felizmente pude recuperarme. Recuerdo que casi en los finales de los años setenta, un ministro de economía llamado Alfredo Martínez de Hoz, hizo trízas a la excelente industria nacional que enorgullecía a la Argentina. Aquí se fabricaban productos de todo tipo como juguetes, electrodomésticos, equipos de audio, calzado, televisores, muebles, artículos de decoración, ropa unisex, etc. Todo de muy buena calidad y reconocido prestigio a nivel mundial, esto, además de mover la economía de la nación, durante años dió trabajo a miles de operarios y empleados de éstas empresas que se habían montado con mucho esfuerzo y constancia. Un buen día, Martínez de Hoz decidió barrerla de un plumazo y promocionó en forma abrumadora la compra de artículos importados. Los bizarros anuncios de TV mostraban a un modelo sentándose en sillas que se iban rompiendo, hasta que se quedaba con el culo puesto en una que era linda, sólida y más económica porque venía del exterior. Así fué atomizándose toda la industria ya que no podía competir con la invasión japonesa, china o brasilera y miles de personas quedaron en la calle y empujados a empezar de cero. En esos años, yo estaba editándo con recursos propios una revista llamada "Bahiana" que se vendía bastante bién y además nos generaba una utilidad interesante y ofrecía oportunidades a redactores, fotógrafos y diseñadores. Martínez de Hoz también recomendába invertir en tecnología de última generación y como un estúpido, le hice caso, entonces decidí sacar un crédito en dólares para comprar un sofisticado equipo Agfa Gevaert que comprendía una cámara para hacer reproducciones de todo tipo (fotolitos), una impresora rápida y una copiadora inmediata de chapas offset que en contados minutos imprimía los originales y los dejaba listos para llevarlos a edición. Creo que éste equipo costó en su momento algo de U$S 70.000. Al poco tiempo, en el año 1982, era imposible conseguir los insumos para hacerlo funcionar y terminé vendiendolo prácticamente por monedas y como "chatarra". Algo parecido ocurría con los autos japoneses que mucha gente compró en aquellos años y terminaron abandonados en los desarmaderos porque no había repuestos para arreglarlos. Y siempre me pregunté; ¿Que habrá sido de la vida de los matriceros, ingenieros, diseñadores, obreros y empleados de las miles de fábricas desaparecidas?, ¿A donde fué a parar toda esa gente y cómo se las arreglaron para sobrevivir a tamaño desastre?. En 1983, tuvimos un gobierno democrático con Raúl Alfonsín a la cabeza quién motivó la reactivación de la industria Argentina y otra vez, con cierto desgano y tibia esperanza, se pusieron en movimiento las fábricas que habían permanecido en silencio y oscuridad absoluta. Esto duró poco, ya que en el 2001, al asumir Carlos Menem, hizo un despiadado remate privatizándo los servicios de transporte, agua, energía, gas y barrió la industria nacional hasta prácticamente hacerla desaparecer por completo. En esta incoherente etapa llovieron nuevamente los artículos importados, principalmente los provenientes de China que al ser muy económicos y originales en su aspecto, se vendían a mares y simultáneamente se abrían locales de grandes dimensiones donde los ofrecían con el método de autoservicios a los que se conoció como "todo por 2 pesos". Estos productos consistían en una gran variedad de porcelanas, marcos para cuadros, destapadores, espejos, objetos de decoración, paraguas, electrónica, juguetes, réplicas de armas de todo tipo, muñecos, etc. Aquel boom chino de los años noventa aún sigue intacto, ya que continúan inaugurarándose nuevos comercios dedicados exclusivamente a la venta de éstos artículos. Paralelamente, muchos empresarios chinos en la época del mandato menemista arribaban a la Argentina con capital suficiente como para comprar propiedades importantes donde inaugurában restaurantes denominados de "tenedor libre", donde el ciudadano de clase media puede almorzar y cenar abundántemente con muy poco dinero. El éxito de éste tipo de establecimientos gastronómicos, sigue vigente y se potencia con las sucesivas crísis, algo que los comerciantes chinos saben perféctamente. Cuando vivía en Mar del Plata, tuve la posibilidad de conocer a un excelénte médico acupunturista llamado Hú Hiang Pin, quién además de tener su consultorio debidamente habilitado, también había instalado un original restaurante con comidas de calidad al que llamó "La Luna" y al que solíamos ir bastante seguido con Elvira a tomar café y charlar con Hú y su familia, donde pasábamos momentos verdaderamente gratos. A medida que fuí conociéndo a Hú, me daba cuenta que era un médico inigualable y una excelente persona que en ese tiempo, estaba desembarcando junto a su familia en una tierra de costumbres totalmente distintas a las de su país e iba descubriendo rápidamente cual era el sentimiento y la actitud de los argentinos. De pocas palabras, inteligente e intuitivo, Hú, estaba habituado a no confiar en nadie, al menos en lo inmediato y a su vez estaba muy seguro de lo quería lograr en un país colmado de oportunidades de progreso para quién quisiera trabajar en serio.
Los chinos nos descubrieron, penetraron en las mentes y las necesidades del argentino medio y así, supieron progresar e imponerse con inteligencia y sin estridencias, solo con detectar cuales son los puntos débiles que nos afectan e impiden desarrollarnos. Volviendo a las benditas crísis, la más grosera y despiadada fué la ocurrida en el 2001, cuando los supuestos y confiables bancos internacionales, armaron el tristemente célebre "Corralito", donde en escasas horas se apropiaron salvajemente de millones de dólares pertenecientes a miles de ahorristas que sin alcanzar a darse cuenta que eran víctimas de un saqueo sin precedentes, vieron esfumarse en pocos días el esfuerzo de casi toda una vida. Nunca hubo una estadística seria de la gente que perdió su capital, murió, enfermó fisicamente o cayó en depresión por culpa del "Corralito". Poco tiempo antes de la crísis de Wall Street, mi amigo Rubén Zurlo, quién vivió muchos años en Miami, donde tuvo un hotel y algunas propiedades que aún mantiene en EE.UU, me invitó a tomar un café en un bar céntrico y me dijo; "Vendé lo que puedas y comprá dólares, hay rumores que acá se viene otro "Corralito", hay que sacar la plata del país y depositarla en los Estados Unidos, allá el sistema bancario es sumamente confiable". Semanas más tarde de esta conversación informal, se produce la sorpresiva crísis financiera de EE.UU y Rubén, como tantos otros, también quedó atrapado en ella.
Cuando estaba finalizando el año 2000, me encontré con un viejo compañero del colegio al que hacía muchos años no veía. Me sorprendió verlo trabajando como encargado de un edificio de Bahía. Lo noté muy deprimido y me contó que en su verdadero oficio (artesanías en plata) le había ido muy mal. Me mostró fotos de muy buenos trabajos realizados por él, facones (cuchillos gauchescos), mates labrados, espuelas y estribos que eran verdaderas obras de arte. Por alguna intuición o con la intención de infundirle fé, le dije; "Mantené la calma, pronto esto vá a cambiar y te vas a llenar de dólares y Euros, vendiéndo tus trabajos al exterior, si querés, te hago una página para que muestres tu catálogo por internet. Desde el 2002, este artesano fuera de serie tiene montada una empresa cada vez más exitosa y el noventa por ciento de su producción la vende a Europa y EE.UU.
En un viaje a Bariloche, fuí a tomar un café con Carlos Casalla, un gran dibujante de comics argentino que durante muchos años le dió vida en papel a un legendario personaje de historietas llamado "El Cabo Savino", publicado en las revistas de la desaparecida editorial Columba. Casalla, se fué a vivir frente al majestuoso lago Nahuel Huapí, donde construyó una hermosa y confortable cabaña de troncos y allí en medio un paisaje de ensueño, se dedicó a pintar cuadros con motivos gauchescos. Cuando nos encontrámos me mostró un mural de grandes dimensiones relacionado con la conquista del desierto, un tema que el maestro maneja a la perfección y me comentó que estaba pintando cuadros similares para clientes y galerías europeas. A esto le llamo oportunidades en medio de las crísis, donde mucha gente resurge de las cenizas, agudiza su ingenio y crece.
Los argentinos somos realmente expertos en supervivencia a las crísis además, tenemos una especie de vacuna mental que nos ha hecho inmunes a tanto golpe económico, quizás porque además de desordenados nos hicimos descreídos y desde hace más de 50 años no nos quedó otra alternativa que convivir y movernos entre promesas incumplidas, bancos estafadores, laberintos estatales parasitarios, ferrocarriles decadentes o rutas similares a un campo minado, por los peligros que ofrecen. Para un argentino resultaría casi imposible adaptarse al régimen de un país como Estados Unidos, donde las leyes se respetan y cumplen a rajatabla. Actualmente, aquí las crísis son diversas y se sufren en simultáneo. Una de las más graves es la de la inseguridad y la proliferación de drogas, dos cuestiones muy preocupantes que parecen ser imparables, al menos hasta el momento. Muchos economistas aseguran que pronto, Argentina, también sentirá las consecuencias de lo ocurrido en EE.UU y Europa, aunque es de esperar que una vez más los anticuerpos volverán a protegernos y seguiremos apostándo a un mañana mejor.
Finalmente, pienso en los padecimientos de los Estadounidenses durante la segunda guerra mundial, los cientos de miles de soldados que perdieron la vida en el frente del Pacífico o Europa, el triste regreso de los heridos, mutilados y las incurables secuelas psíquicas de los ex combatientes. Ni hablar del infierno verde del Vietnam, la Guerra del Golfo o las recientes en Irak. Ver que en medio de las peores catástrofes la bandera de "Barras y Estrellas" no deja de ondular en esa nación y también en casi todos los filmes que la gran industria de sueños yanki distribuye hacia el mundo para que imaginemos que existen los superhéroes, los "muertos vivientes", los héroes de la vida real y las comedias inolvidables que nos ayudan a hacer más linda nuestra existencia. Hoy, el realismo del fantasma de la depresión económica asola a norteamericanos y europeos, posiblemente porque el órden se quebró e impera la incertidumbre, pero una nación con tamaños sufrimientos y experiencias como la norteamericana, no puede caer tan facilmente. Con seguridad, esto solo será para los estadounidenses una pesadilla más que al igual que en sus filmes, tendrá un buen final.
Con sus virtudes y defectos, los yankis son patriotas y eso los hace fuertes a la hora de la verdad y el amor a la nación y la bandera son condiciones que emanan del espíritu y forjan la grandeza de un país. En los países que conforman el Euro, la crísis seguramente también será superada en breve. Los europeos también hay tenido lo suyo durante la primera y segunda guerra, terribles experiencias que los curtieron en cuerpo y alma, igual que a España con su guerra Civil. Y probado está que después de aquellos horrores, tanto los españoles como los alemanes lograron resurgir, reconstruirse, ordenarse y crecer, aunque bién saben ellos que en sus largas historias han existido cosas peores. Ojalá aquí en Argentina, con nuestra mezcla de razas y descendencias europeas, aprendamos a mirarnos, querernos y respetarnos de una buena vez a nosotros mismos para vernos capaces, jóvenes aún, generosos, solidarios, sobrevivientes de miles de tormentas, nostálgicos, tangueros, vivos, boludos, tercermundistas, locos, futboleros, improvisados, desprolijos, pero finalmente buena gente de verdad. ¡Animo y adelante, todo lo malo pasará!
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