Uno de los acontecimientos más felices que me tocó vivir durante el pasado 2008, fué la fiesta de cumpleaños de mi amigo y hermano Carlos "Negro" Kairuz, de quién ya hablé en páginas anteriores. El festejo se llevó a cabo en un "quincho" instalado en el Club de Campo Pago Chico, un hermoso predio que él junto a un grupo de amigos había soñado a principio de los años ochenta. Por aquel entonces, la idea de construir un country era algo demasiado alocado, pero a pesar de las muchas tormentas y dificultades que le tocaron vivir, Carlos siguió para adelante con su proyecto y finalmente logró hacerlo realidad. Mucho me emocioné cuando ví las viviendas, parquización, limpieza y estado del lugar donde al igual que los allí habitan, Carlos disfruta a diario de esa "isla" maravillosa y la práctica del golf, su deporte favorito.
Mi obsequio de cumpleaños, fué una caricatura que lo muestra como a un gladiador, posiblemente porque desde que éramos niños de diez años aún con pantalones cortos, lo ví como alguien decidido, con muchas pelotas y lejos de amilanarse ante cualquier problema pequeño o grande. A ese festejo concurrieron muchos de sus amigos de toda una vida, pero lamentáblemente no se me ocurrió llevar mi cámara digital para inmortalizar en imágenes el acontecimiento. Por suerte, el yerno del "Negro" fué previsor y tomó una buena serie de fotos que al igual que el dibujo pintado con témpera del "gladiador" Carlos, pondré en éste blog. Mucho me hubiera gustado tener fotos junto a algunos de los personajes que asistieron a esa linda y emotiva reunión. Allí me encontré después de muchos años con Juan Lucaiolli, un querido y recordado compañero del servicio militar, Raúl Galmarini con quién intentamos a principios del año 2000, reflotar al Sapo Sapienso, con la mala fortuna que en ése momento el país trataba de salir de una nueva crísis, quizás la más seria de todas las vividas en Argentina. También estaba "Bocha" Marra, a quién no veía desde hacía años y en medio de esa cantidad de asistentes, casi sesenta personas, vinieron a mi mente las imágenes de un pasado juvenil colmado de inolvidables recuerdos y vivencias únicas e irrepetibles. Carlos estaba feliz y ese sentimiento lo contagiaba, por sobre todas las cosas a aquellos que como yó, lo conocemos y amamos por su integridad y don de buena persona. Carlos y Graciela son abuelos. La vida no pasó en vano para éste matrimonio que se hizo sólido con los buenos y malos momentos por los que atravesaron firmemente unidos para hoy disfrutar tranquilos de la felicidad que les toca compartir en su hermosa casa de "Pago Chico".
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