miércoles, 6 de febrero de 2008

"El Hombre Invisible"

La mayoría de nuestros anunciantes nos daba libertad creativa. Sabían que si trabajábamos sin presión, podíamos lograr campañas mucho más contundentes y exitosas. "Brancaleone", se llamaba un boliche bailable que marcó una importante trayectoria en Bahía Blanca. Estaba ubicado en calle Alsina casi Dorrego y el edificio había sido transformado en un "castillo medieval" muy atractivo y bien logrado gracias a un constructor con mucha experiencia en ese tipo de diseños. En su acceso contaba con puente levadizo, foso de agua, puerta de rejas, una réplica de caballero con armadura, paredes simulando piedras y capacidad para unas 800 personas. Ernesto Figueroa, era uno de sus dueños, y quien se encargaba de la publicidad y la puesta en marcha de espectáculos. Ese tipo de eventos solían ser temáticos y cada uno de ellos tenía una gran respuesta de público. Con Figueroa me une hasta hoy una excelente amistad, que años después se mantendría cuando ambos nos reencontramos en Mar del Plata, ciudad en la que viví muchos años. Las fiestas temáticas habían sido tantas que en un momento, se nos habían agotando los temas. Medio en broma y medio en serio le dije; ¿Que te parece si traemos al "hombre invisible"?. Figueroa parecía no entender nada de lo que le estaba diciendo. Me mira extrañado y me pregunta; ¿Cómo al hombre invisible? No van a ver a nadie, es una locura. Dejáme hacer, le respondí. Inmediatamente me puse a diseñar un lanzamiento publicitario anunciando el arribo a la ciudad de este fenómeno. En el diario, publicamos un aviso destacado que decía; "Por primera vez en Bahía Blanca, el auténtico Hombre Invisible, viernes, única presentación" Este título iba acompañado por una foto de un personaje vendado como si fuera una momia.
La misma gráfica se emitió en los dos canales de televisión abierta con una frecuencia importante. Hecho el lanzamiento publicitario, tanto Figueroa como yó nos olvidamos del tema. Cada uno de nosotros siguió con sus respectivas rutinas de trabajo y realmente nos olvidamos de "El hombre invisible". Los días fueron pasando y llegó por fin el viernes donde debía presentarse el insólito espectáculo.
Había comenzado a llover desde la mañana. A las 21 horas, nos reunimos con Figueroa en un café que estaba enfrente de "Brancaleone" y nos pusimos a charlar de temas diversos. En un momento dado yo miro hacia enfrente y veo una larga cola de jóvenes que estaban esperando bajo una tenue llovizna el momento de ingresar al boliche.
Huy, exclama Figueroa, mirá la gente que hay. ¿Y ahora que hacemos?.
No te preocupes "Figue", algo se me vá a ocurrir. A la medianoche el local estaba repleto. Habían pagado la entrada más de 700 personas. Me puse de acuerdo con el disc jockey y le indiqué; Cuando yo salga al escenario y anuncie al "invisible", vos poné el micrófono a 10 centímetros de tus dedos y hacéme un efecto similar al de pasos humanos, algo que retumbe en el ambiente. ¿Okey?.
El chico me entendió perfectamente. De inmediato, le dije que apague todas las luces del "castillo" y subí al escenario. Solo estaba encendido un spot que me iluminaba a mí. Se produjo un silencio absoluto y empecé a hablar diciendo algo más o menos así; "Gracias por estar aquí esta noche, porque hoy...Vamos a asistir a un espectáculo único. En un par de minutos en este mismo escenario, voy a presentarles al profesor Erick Von Brauman, un científico que haciendo un experimento en un laboratorio de los Estados Unidos, tuvo un grave accidente del cual resultó ileso, pero a partir de ese momento y por efectos de la explosión, quedó invisible ante los ojos humanos y ya nada sería igual en la vida de este genio de la química. Su familia no lo quiso recibir, el seguro no le pagó un mísero centavo y sus amigos lo ignoraron por completo. Solo, deprimido, desempleado y sin recursos, decidió hacer algo para poder comer y sobrevivir. Por esta razón, ahora, el verdadero, el legítimo "Hombre invisible", estará aquí para ofrecernos su show. Recibimos con un fuerte aplauso a Erick Von Brauman.
Todos comenzaron a aplaudir. Les pedí que abran paso para que "El hombre invisible" pueda llegar hasta el escenario. Así lo hicieron. Siguiendo mis instrucciones, el disc jockey hizo "tamborillear" dos dedos de su mano derecha sobre la mesa de sonido y cerca del micrófono. El efecto inicial de audio había resultado. Seguidamente invité a las chicas presentes a subir al escenario para que bailen con el "Hombre invisible". Increíble y espontáneamente se produjo un generalizado clima de alegría. Las chicas pugnaban por bailar con "la nada". Esa audaz fiesta temática, totalmente improvisada, había resultado un éxito rotundo. Al punto que al día siguiente, un sábado, "El hombre invisible", volvió a presentarse en "Brancaleone" a pedido del público y con un lleno total.

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