jueves, 7 de febrero de 2008

La Decisión.

A finales de los años ochenta, el país empezaba a hacer "agua" y este receso se hacía sentir bastante en el alicaído ámbito publicitario. El incremento de los costos de impresión nos obligaron a dejar de editar la revista "Bahiana", hecho que lamentamos muchísimo, porque esta publicación era uno de nuestros mayores logros. En tanto, además de los "MH Positivos", el hecho que más satisfacciones espirituales me estaba brindando en esa época, era seguir publicando con continuidad mis comics en España. Tanto era el bienestar anímico que me producía dibujar "Sañas Bélicas", que adelantaba páginas y enviaba los trabajos con anticipación mediante el correo convencional. Xavier Etcharri, el propietario de la editorial, me hacía llegar puntualmente los cheques de pago en dólares, pero por aquellos años en argentina, un papel de dólar era lo mismo o quizás menos que un trozo de papel higiénico. En televisión aparecían publicidades mostrando la imágen de un hombre encendiendo despectívamente un cigarrillo utilizando un billete de dólar y tiempo después un ministro de economía, lanzaría el tristemente recordado slógan que decía ; "El que apuesta al dólar, pierde". Xabier me pagaba 100 dólares por página y como aquí esa moneda era inservible, yo utilizaba esos billetes como soportes del cartón grueso que cubría mi mesa de dibujo. El cartón era grande y estaba montado a la madera con las denominadas "chinches". A ese espacio iban a parar los billetes norteamericanos que hacían un efecto de "colchón" blando y flexible para apoyar los codos con comodidad a la hora de dibujar los comics. Publicar en Barcelona y ser reconocido en España había potenciado mi autoestima. Por fin se cumplía mi viejo sueño de convertirme en historietista profesional. Esta posibilidad que me ofrecía el primer mundo renovaba mi energía y comenzaba a pensar seriamente en pagar las deudas y cerrar la agencia de publicidad antes que sea demasiado tarde. En una reunión relacionada con nuestro estado financiero, Carlos Méndez nuestro contador "full time", nos hizo saber que el dinero incobrable que teníamos en la calle, superaba con creces nuestros avales ante los medios. Tampoco era un consuelo saber que las agencias colegas estaban pasando por la misma situación.
Una noche, comienzo a diseñar un entretenimiento interactivo muy novedoso para televisión al que llamé "TV Play". Lo registré de inmediato con la seguridad de haber creado algo inédito y que podría interesar a cualquier canal de aire importante de Capital Federal. Gracias a una gestión de Alberto Fort, quién había renunciado a la subgerencia de LU2 para ocupar la dirección de una importante cadena nacional de emisoras, obtuve una entrevista inmediata con el interventor de Canal 13.
Tanto al interventor como a la gerencia artística de ese medio, les interesó "TV Play" y quedamos en reunirnos nuevamente para tratar necesidades y costos de producción.
Yo estaba convencido que si alguna vez, los "MH Positivos", me habían abierto las puertas de las principales radios del país, ahora podría suceder lo mismo con este producto de características poco comunes y que hasta la actualidad no me ocupé de dar a conocer.
En Canal 13 me habían pedido que en la próxima reunión les acerque un plan detallado con la implementación de "TV Play", que incluya también mis honorarios. Esa ansiada reunión se iba postergando por distintas razones y obligadamente debía permanecer más tiempo del previsto en Buenos Aires.
Elvira, había quedado al frente de la agencia, tratando por todos los medios de cobrarle a los muchos anunciantes morosos y sostener la moral de nuestros colaboradores. En las conversaciones telefónicas que manteníamos a diario, ella siempre me decía que tenía todo controlado, que las cosas iban bien y que no me preocupe.
En ningún momento percibí nada extraño, hasta que una noche, Elvira tomó un vuelo hacia Capital y apareció sorpresivamente en el hotel donde me alojaba.
Estaba muy pálida, extremadamente delgada y con preocupante aspecto de estar muy agotada y débil. Hacía poco menos de 30 días que yo estaba en Capital. En ese período, Elvira, había caído en una crisis muy seria que hoy se llamaría depresión o estrés. A partir de ese momento, los acontecimientos me obligarían a tomar una decisión que le daría un vuelco a mi vida.

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