Ya estábamos en democracia. La reciente Guerra de Malvinas, aún permanecía tan fresca y caliente como la sangre allí derramada. Solo se pensaba en la derrota. Y como "habíamos perdido", de eso...No se hablaba.
Los miles que llegaron de las islas fueron obligados a entrar de noche, "por la puerta trasera" y con verguenza, algo propio de un país poco y nada patriota que creyó que aquello fué un partido de fútbol entre Argentina e Inglaterra. Concretamente no hubo desfile ni recepción ni banderas ni bandas tocando para los que habían puesto los "huevos" en el aire, la tierra y el mar. Malvinas es una de las tantas asignaturas pendientes que le debemos a los que murieron, a los mutilados, a los que regresaron con el alma herida y se mordieron los labios hasta hacerlos sangrar cuando una mayoría de comadrejas de retaguardia los llamó "Loquitos de la guerra". Seguí haciendo radio y comencé a crear para pocos y muy buenos anunciantes desde un pequeño estudio que aún hoy y gracias a Dios, sigue impregnado de energía y espíritus de luz que me envían cada noche señales creativas. Un viernes a la noche de frío y lluvia, termino mi programa que iba de 22 a 24 hs y salgo de LU3 Radio del Sur rumbo a mi casa. Frente a "Brancaleone", (Alsina al 300), noto un movimiento extraño. "Cholo" Sárden, el responsable de la seguridad de "Cripy", junto a un muchacho alto y fornido cuyo apellido no recuerdo, estaban corriendo por la calle a una chica vestida con ropa de verano y descalza. Detuve el auto y le pregunté a "Cholo" que pasaba. Creo que se tomó todo, me responde "Cholo" y no la podemos agarrar. La jovencita entra velozmente en "Brancaleone" y se mezcla entre la multitud que colmaba el boliche. "Cholo" me pide que le dé una mano y junto a Ernesto Figueroa, uno de los dueños del lugar y amigo mío, comenzamos a buscarla. La chica se había escondido tras uno de los sillones y al verse descubierta intenta escapar. Gritaba desaforadamente y nos insultaba mientras tiraba puntapiés, puñetazos y lo que sea para evitar ser atrapada. Por aquellos años, los efectos que produce la droga no eran muy difundidos, pero la alteración de la muchacha no parecía indicar que fuera por efecto del alcohol.
Finalmente, entre 4 o 5 personas y con mucho esfuerzo, la pudimos introducir en mi auto y rápidamente la llevamos a la guardia del Hospital Municipal. La doctora que estaba de turno determinó no aplicarle ningún sedante dado el cuadro de excitación que presentaba la chica, ya que esto podría producirle un shock.
El espectáculo daba escalofríos. Los que estábamos allí presentes no podíamos creer lo que le estaba pasando a esa chiquilla que aparentaba unos 15 años de edad.
Con buen criterio, la doctora recomendó atarla a la camilla hasta que se canse de gritar y moverse descontroladamente.
Cuando se vió amarrada, la fuerza de la jóven pareció potenciarse, pero al cabo de una hora comenzó a respirar con normalidad y sus pulsaciones iban bajando.
Me llamó la atención que tuviera sus dos brazos llenos de señales de pinchazos. A eso de las 3 de la madrugada, la chica pidió un cigarrillo. Necesitábamos saber cómo se llamaba y donde vivía para avisarle a sus padres lo que estaba pasando.
A esa hora en el hospital, solo habíamos quedado el muchacho alto y fornido que nos ayudó a trasladarla (lamentablemente no recuerdo su nombre)y yó. Con permiso de la médico de guardia desatamos a la jóven e intentábamos de todas las formas posibles que nos dé su nombre, apellido y dirección. Nos mentía constantemente dándonos nombres ficticios, se reía, lloraba. Yo le preguntaba quien le suministraba la droga y allí parecía volver a la realidad. Nos miraba fijamente y pronunciaba el nombre de Sergio, "Sí, Sergio el que me dá las bolsitas de residuos para vender".
Finalmente decidí seguir el último dato; "Me llamo Karina, vivo en calle XXX al 700". Hacia allá fuí. Era aproximadamente las 4 de la madrugada y llovía con más intensidad. Como no tenía la dirección exacta, comencé a tocar timbre en todas las casas existentes a la altura del 700.
Después de recibír una andanada de insultos de todo tipo, finalmente dí con la casa de Karina. Era una vivienda importante, y quien me atendió fué su propio padre. Le comuniqué que su hija estaba internada en el Hospital Municipal. El hombre me miró con cierta preocupación y me dijo; Gracias, váyase a descansar, ya hizo demasiado. Para no perder tiempo, insistí en llevarlo con mi auto que estaba en marcha, pero no aceptó y yá algo fastidiado me respondió; "No se haga problemas, yo me encargo". Pensé; ¡Que tipo de mierda, es su propia hija! Con la penosa imágen de la chica y sus brazos sembrados de inequívocas señales de pinchazos de droga inyectable, volví al hospital. Cuando doblo en calle Estomba, veo al muchacho alto y dos enfermeros con sus uniformes blancos persiguiendo bajo la lluvia a Karina, que semi desnuda, intentaba escapar del nosocomio.
Nuevamente fué atrapada y esta vez, la doctora de guardia se aseguró de amarrarla debidamente a la camilla.
A eso de las 5 de la madrugada regresé por fin a mi casa. Ese mismo día a las 17 horas, recibí un llamado del padre de Karina, donde agradecía mi actitud y me invitaba a tomar un café en su casa. Cuando concurrí, charlando con él y su esposa sobre la situación de su hija, me hacen saber que habían decidido internarla en un geriátrico (?). Disculpenmé les dije, pero ese no es el lugar indicado para casos de drogadicción, Karina no va a resistir la abstinencia y puede hacer un desastre.
Fué en vano hacerles tratar de entender la gravedad del caso. Otra vez me fuí con una gran sensación de impotencia y tristeza, pero...Ellos eran sus padres y yó, un comedido o mejor dicho un "pelotudo".
24 horas después de aquella conversación, el padre de Karina me llama nuevamente y me dice; "Usted tenía razón, Pipo. Me acaban de avisar del geriátrico que "Kari" rompió un costoso vitraux y utilizando una botella de alcohol provocó un importante incendio en una de las salas".
¿Y ella está bien?, le pregunté. "Sí, por suerte no le pasó nada, pero los dueños del lugar me pidieron que pague el costo de los daños y la saque de allí cuanto antes".
Gracias a unos contactos con el Municipio, logré que la lleven en una ambulancia a un centro especializado de rehabilitación. El traslado y la larga internación de Karina fueron totalmente gratuitos. El gobierno Provincial se hizo cargo del tratamiento. Con el padre de "Kari", volvería a encontrarme en poco tiempo.
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