Me sentía culpable de lo que le había sucedido a Elvira. Ella había agotado todas sus fuerzas en un sobrehumano esfuerzo por mantener a flote la agencia y las cosas no habían salido bien. El tiempo que yo había permanecido en Capital tratando de posicionar "TV Play", fué un detonante. Había quedado sola, asumiendo la responsabilidad de estar al frente de un barco demasiado pesado que intentaba navegar en las turbulentas aguas de un país incierto cuyo gobierno de facto comenzaba a desgastarse. En solo siete años, nuestra agencia publicitaria nos había proporcionado buenas satisfacciones económicas. Teníamos totalmente paga nuestra casa propia, y aunque no éramos ricos, pudimos vivir sin privaciones. Tenía 27 años, cuando Elvira apareció con una hermosa coupé Torino de color rojo a la que bautizamos "La tanqueta" por su sólida mecánica y aspecto fuerte. Un vehículo importante de los años setenta al que sentíamos como a un querido familiar directo. Además de viajar por distintas ciudades argentinas, nos dimos el gusto de armar una abundante biblioteca, compartir buenos momentos con nuestras familias, ayudar a los amigos de "fierro" y darle a nuestra hija Virginia todo lo que le hiciera falta para que crezca sin privaciones. Muchas veces, yo mismo me había preguntado; ¿Que pasaría con nuestras vidas si alguna vez tuviéramos que cerrar la agencia? Los acontecimientos imprevistos y acelerados eran similares al efecto causado por una tormenta de las peores. Debía tomar decisiones rápidas. Lo primero que hice fué reunirme con mis colaboradores incondicionales, los que habían permanecido junto a nosotros hasta último momento y analizar cómo se encontraba nuestra situación financiera. Anímicamente yo no estaba en condiciones de continuar con Palacios Publicidad. En esa década oscura, a la vapuleada Argentina, le habían sucedido demasiadas cosas graves y quien asegure no haberse enterado de lo que estaba pasando seguramente miró "hacia otro lado" o miente.
Yo elegí priorizar la salud de Elvira. y en pocos meses cerramos definitivamente aquella "Casa de las Ideas", que tanto esfuerzo nos había costado.Confieso que esa decisión no me dolío para nada ni me arrepentí de haberla tomado. Contrariamente, sentí un gran alivio al sacarme semejante peso de encima. En ese momento yo tenía 35 años y estaba dispuesto a empezar de nuevo.
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