Antes de continuar con los acontecimientos que vendrían en mi largo e insólito “Vivir de Sueños”, no puedo omitir un relato muy bizarro y divertido. La historia, ocurrió con bastante anterioridad al caótico año 2000 de la Argentina, este hecho sucedió en Mar del Plata y tiene que ver con el nacimiento del “Cripy” Marplatense. Esto comenzó cuando una tarde, Carlos Chiesa, un gran amigo bahiense que se radicó en “La Feliz” en 1982 para emprender negocios inmobiliarios y simultáneamente “Chocolate”,un exitoso boliche bailable, al cual, con el tiempo, le sucederían otros de gran magnitud, me llama para decirme que tenía un local amplio y céntrico, ideal para instalar allí un bailable popular. Yo no tenía muchas ganas de complicarme con un negocio nocturno, pero finalmente me convenció cuando me dijo que quién alquilaba esa propiedad era un tipo que estaba al borde “del suicidio” porque todo le salía mal, estaba en bancarrota, muy deprimido y necesitaba una mano.
Cuando fuimos a ver a esta persona, realmente era como para compadecerse, porque había probado con varios emprendimientos destinados a la recreación juvenil y ninguno de ellos había funcionado. Acepté el desafío y sugerí llamar “Cripy” al futuro local, como homenaje al bailable que durante más de tres años había manejado con muy buen resultado en Bahía Blanca. También propuse que asociemos a Canal 10 con un porcentaje, ya que esta alianza estratégica con un medio televisivo, nos daría la posibilidad de promocionar el local sin riesgos y con la emisión de una abundante cantidad de comerciales diarios. A partir de la tercera semana de su lanzamiento, “Cripy” se convirtió en un suceso imparable. La cantidad de público asistente colmó la capacidad del lugar que estaba ubicado sobre Avenida Colón, entre las calles San Luis y Córdoba.
El fenómeno de la diversión, había despertado, con la diferencia que el público asistente, no era el mismo de Bahía, en esta nueva etapa, la gente que concurría, era de escasos recursos y la mayoría, pertenecía a un segmento marginal que subsistía con trabajos eventuales. Algunas de las mujeres se ocupaban de trabajar en el rubro del pescado oficiando de “fileteras”. Esta tarea demandaba una gran destreza en la utilización del cuchillo a la hora de desmenuzar los distintos frutos del mar. “Cripy” abría sus puertas los días viernes, sábados y domingos y yá en la tercera semana, nos dimos cuenta que un gran porcentaje de nuestra clientela, trataba de ingresar armada, esto es portando cuchillos, navajas y también revóveres o pistolas.
La situación era muy compleja, y esto obligó a destacar personal policial contratado para la custodia del sitio y simultáneamente “desarmar” a los concurrentes, previa requisa. La bebida habitual era el vino blanco con hielo que se servía en jarras de plástico para evitar problemas en caso que se produjeran peleas o incidentes. Mi tarea en el “Cripy” Marplatense, además de la promoción consistía en animar la noche para mantener bien alto el espíritu festivo del bailable.
Esta función la llevaba a cabo desde una torre que estaba emplazada en el centro del lugar que contaba con unos cuatro metros de alto. Allí estaban instaladas las consolas de sonido y los comandos correspondientes al sistema de iluminación. Si bien este negocio me resultaba redituable, también me provocaba tensiones, ya que durante las cinco o seis horas de permanencia animando el show, se sabía como empezaba aquello, pero era imposible predecir como terminaría. “Cripy” se hizo famoso en cuatro semanas y era un verdadero record de público. En una ocasión, se nos ocurrió instalar un sector privado. Elegimos un espacio bastante amplio del salón donde se armó un “reservado” con sillones y escasa luz destinado exclusivamente a las parejas que pretendían algo de intimidad. No voy a olvidar nunca que uno de los colaboradores me dijo: ¿Sabés cuanto vá a durar esto? ¿Cuánto? Le pregunté.
“Menos de un ratito, porque cuando el alcohol surta efecto, los muchachos te lo rompen a patadas en cinco minutos”, me contestó.
En la noche que inauguramos el pretendido VIP, yo mismo, desde mi segura torre ví que entraba al espacio un mozo prolijamente vestido portando una bandeja. En segundos, ese mismo empleado, salía disparado por los aires a puñetazos. Evidentemente, los “enamorados” que estaban sentados allí, no soportaban que los vengan a interrumpir. Al día siguiente, decidimos demoler lo poco que quedaba del sector privado.
Los shows y espectáculos de “Cripy” se iban renovando semanalmente para que no decaiga el interés de los clientes. A mí se me ocurrió hacer “lucha en barro entre mujeres”. Para llevar adelante esta idea, se armó una pileta de importantes dimensiones que se llenó de un espeso lodo, que "Eddy" y algunos colaboradores hicieron mezclando arena de la playa y agua.
Hicimos un casting de chicas con buenos físicos y conocimientos de lucha y contratamos a cuatro de ellas. Los combates eran simulados y ningunas de las contrincantes se golpeaba de verdad. Quién oficiaba de referí era un simpatiquísimo “enano” que solía vender lapiceras y agendas en los colectivos de la “Feliz”.Se realizaban dos peleas breves por noche, que duraban unos 15 minutos y cada encuentro tenía una ganadora. Todo estaba previamente planeado y el “enano referí”, siempre era el primero en salir rápidamente de la pileta enlodada, subía ágilmente por una escalera y se encerraba en el único baño ubicado en la planta alta y se ubicaba bajo la ducha con agua caliente para quitarse todo el barro de encima. Mientras este personaje se bañaba, solía cantar alegremente y las “combatientes”, casi desnudas, cubiertas de lodo y tiritando de frío, esperaban nerviosas tras la puerta a que el referí finalice su interminable ducha. Una noche de viernes, una de las pugilistas apodada “Destroyer”, sube a la torre y me advierte: “Pipo, vengo a decirte que si el “enano” nos vuelve a joder quedándose a vivir en el baño, en la última pelea, lo ahogamos sin piedad”. Con la finalidad de grabar en video esas luchas en barro, contraté al estudio de Ricardo Pollera, para que instalen una cámara que recién habían adquirido y registren imágenes y sonido de las escenas de lucha.
Uno de los camarógrafos era “Tito” Cattáneo, un buen profesional y excelente persona a quién acompañaba José Vitoff, otro reconocido hombre de la televisión Marplatense.
Sobre el final de este encuentro, y con las cámaras en funcionamiento, vemos con asombro que las dos piernitas del “enano” sobresalían de la piscina de barro, agitándose con desesperación.¡Lo están ahogando, paren la pelea! Grité utilizando el micrófono. En segundos, el personal de seguridad corrió hacia el “ring” y logró sacar al enano de su difícil trance. Las dos musculosas gladiadoras lo habían sumergido sin contemplación, tomándolo del cuello y metiéndo su cabeza en el lodo.
El “enano” fue rescatado a tiempo y se salvó de milagro. Estaba medio asfixiado y lleno de miedo. Lo peor ocurrió cuando una de las enardecidas combatientes, se dio cuenta que las cámaras estában allí y llena de furia arrojó sobre la lente una bola de barro. Los muchachos estuvieron más de diez días, tratando de salvar la cámara. Esa accidentada noche dimos por finalizados estos encuentros y al poco tiempo, opté por retirarme de “Cripy” que comenzó a decaer hasta cerrar definitivamente.
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