"Carlitos" fué un buen compañero en los tiempos del servicio militar. Durante ese período que duró poco más de 13 meses, lo fuí conociendo a través de extensas charlas que manteníamos en las diferentes guardias y horas de descanso. Al salir del ejército, no volví a verlo, hasta que yá con nuestra agencia publicitaria en funcionamiento, con Elvira decidimos convocarlo para que nos ayude en la administración. Carlos, además de ser una buena persona, también es un excelente Contador Público. Su gestión para con nuestro emprendimiento fué valiosa e incondicional, ya que nos asesoraba y acompañaba en una tarea "full time". Seis años de convivencia laboral y reuniones maravillosas nos unían a diario más allá de todo lo relacionado con el trabajo cotidiano de los números. El humor de "Carlitos" o sus ocurrencias, siempre se destacaron por ser muy especiales. Una mañana, Elvira y él tenían que ir a un banco céntrico a efectuar un trámite. Nuestro auto, el Torino rojo, al que como antes mencioné llamábamos "la tanqueta", tenía en reparación el asiento del acompañante. Elvira, estacionó el vehículo frente a las puertas de la entidad y allí, con gran sorpresa y sin poder aguantar la risa se percató que "Carlitos", permanecía arrodillado en el piso, simulando que estaba sentado sobre la correspondiente butaca. Cuando decidí cerrar la agencia, en los años 80, "Carlitos" me puso el hombro de manera incondicional y sin jamás pedir nada a cambio. Tiempos difíciles aquellos, donde sus consejos y presencia, me ayudaban a superar y solucionar complejos asuntos relacionados con el mundo de la administración, algo que no me interesaba ni sentía demasiado, pero era necesario. Cuando dejamos Bahía y nos fuimos a vivir a Mar del Plata, hubo un espacio donde tanto yó como "Carlitos" dejamos de vernos, pero sin olvidarnos.
Gran repercusión había tenido por entonces en Bahía una gran estafa a la que llamaron "Los ilícitos del Sur". Esta maniobra fué creada y encabezada por varios empresarios famosos y adinerados de la ciudad que un buen día decidieron venderle infinidad de materiales a lejanas capitales sureñas. Y era tanto el cemento, cal, ladrillos, maderas, chapas, hierros, cables, etc, que se vendían que podrían "techarse" sin problemas varias ciudades.
Un intendente radical recibió las pruebas necesarias como para denunciar este delito y así fueron cayendo los distintos responsables de una de las estafas más grandes y millonarias de la historia bahiense. Una noche de lluvia, llegamos a Bahía con Elvira y cerca de la puerta de nuestra casa, vemos merodeando a una persona. Cuando me acerco, veo con sorpresa, que era el mismísimo "Carlitos" Con nerviosismo al principio y después más tranquilo, nos relata que lo habían involucrado en el caso de los "ilícitos" y estaba siendo buscado por la policía.
No dudé en ningún momento en ofrecerle refugio. No era un asesino, un traficante o un violador. Y como tampoco soy juez de nada, en ese momento, tenía frente a mí a un amigo en dificultades y de ningún modo lo dejaría abandonado a su suerte.
"Carlitos", se caracterizó por ser una persona muy seria, de pocas palabras y escasas sonrisas. Nunca anduvo por la vida actuando de "agradable", pero siempre confié en él e intuía que no era responsable de la cantidad de acusaciones que tenía en su contra. En mi vida de "sueños", siempre tuve presente aquella consigna de las legiones Romanas que decía: "Nunca dejes al camarada herido, en el campo de batalla", algo que siempre practiqué sin medir consecuencias. Estuvo con nosotros bastante tiempo y hacíamos todo lo posible para que no piense o se entregue, ya que con seguridad iría a la cárcel hasta que se demuestre su inocencia.
El momento que estaba pasando no era envidiable. Su sufrimiento interior era intenso y comprensible, al punto en que en una oportunidad, con el fin de hacerlo reir se me ocurrió decirle : "Carlitos, ya la tengo. ¿Querés que te lleve al Paraguay en un cochecito y disfrazado de bebé?". Finalmente decidió entregarse y pasó un tiempo en la cárcel. Al salir, su situación personal estaba complicada en extremo. Había quedado sin familia, ya que sentenciado antes de tiempo por la sociedad, pasó de un día para otro a formar parte de los "muertos civiles". Muchos de sus supuestos amigos dejaron de saludarlo y hasta cruzaban de vereda cuando lo veían. Aquella pesadilla no fué fácil de sobrellevar para un "Carlitos" plenamente convencido de su inocencia.
Jamás olvidaré cuando aún viviendo en nuestra casa de Bahía y en espera de su sentencia, recibe una notificación, donde me designan vicepresidente de mesa para unas elecciones presidenciales. Además de mis insultos por haber firmado la nota de esa ineludible misión, decido llevarlo conmigo a la escuela donde yo había sido destacado. Realmente, creo que hasta el día de hoy, ninguno de los integrantes de aquella mesa, podrá entender porqué razón, y para que todo salga casi perfecto a la hora del recuento de votos, yo había sumado espontáneamente la presencia de un Contador Público que desde la mañana hasta la noche en que finalizaron las elecciones, se mantuvo firme a mi lado. Creo que durante todo lo que duró esa jornada, por primera vez volvimos a divertimos como en las viejas épocas. Sabido es, que los malos momentos dejan huellas profundas en cuerpo y alma, pero felizmente "Carlitos", conoció a Ema, una buena mujer que además de comprenderlo y amarlo, le dió la paz y felicidad que posiblemente mi amigo, no había conocido antes.
De esta unión sentimental nació un hijo muy inteligente que promete convertirse en figura del ajedrez profesional. Casi al final de esta historia de vida que me toca muy de cerca, la justicia declaró a "Carlitos" libre de culpa y cargo. ¡Era inocente! La sociedad volvería a reconocerlo, a saludarlo y olvidarían que se habían equivocado al sentenciarlo antes de tiempo como el "cerebro" de los "Ilícitos del Sur".
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