"Arme La Góndola" en Córdoba, estaba funcionando con un éxito sin precedentes. Una vez más Dios me había dado una gran mano, porque hoy, analizando las serias dificultades y mi tarea solitaria en una ciudad que me recibió realmente con las puertas abiertas de par en par, me parece increíble que haya logrado empezar y terminar esta acción titánica.
Córdoba capital no es una ciudad fácil de conquistar. El Cordobés genuino, además de ser una persona muy amante de su tierra, también es hospitalario y sumamente generoso cuando confía y se entrega. Al igual que los Marplatenses, los habitantes Cordobeses son al principio desconfiados y detrás de su natural buen humor y simpatía hay una especie de "radar" mental que estudia cada uno de los movimientos de los foráneos que pugnan por insertarse en esta sociedad tan especial y digna de admiración.
Todos los días concurría a un café que estaba en la Avenida Olmos. Ese lugar pequeño, pero muy cálido me atrajo desde el día en que lo visité por primera vez. Allí leía los diarios, charlaba con el dueño y las empleadas y me sentía como en casa. Una mañana se sienta imprevistamente en mi mesa un hombre de unos 80 años, alto y muy bien vestido. Recuerdo que llevaba puesto un impermeable de color claro. Pensé que me había confundido con otra persona porque ni bien terminó de acomodarse frente a mí, me mira seriamente y me dice: "Comandante, todo está listo para el ataque de mañana. ¿Usted está dispuesto a dirigir la operación?". Y...Sí, le respondí sin entender nada. A los pocos segundos, una de las empleadas se acerca a la mesa, saluda a mi acompañante y disimuladamente deposita un papel en mi mano que decía: "Hacé tiempo que ya viene la esposa".
Este hombre, que se presentó como el "comandante Efraín", evidenciaba padecer algún tipo de problema síquico y no tuve inconveniente en seguir hablando con él sobre la misteriosa "operación". Para retenerlo en la mesa, le pedí que me dé detalles de esa acción. Totalmente convencido, el "comandante" dice: "Mire, el plan consiste en que usted se ponga al frente de las lanchas donde irán las tropas de asalto y antes que amanezca se apoderen del barco que está anclado en el puerto de Córdoba". Está bién, capturo el barco, ¿y después que hago? le pregunto. "Después, procede a rescatar a los cientos de jubilados que están allí prisioneros y amontonados en la bodega, hombre". Según la imaginación de Efraín, en el inexistente puerto Cordobés, un grupo de terroristas había tomado como rehenes a una importante cantidad de hombres y mujeres de la clase pasiva y yó, había sido "elegido" para sacarlos de su situación a sangre y fuego.
A los 15 o 20 minutos, aparece en el café una señora de unos 70 años muy elegante y con un rostro que aún conservaba los delicados rasgos de su belleza juvenil. La mujer estaba acompañada por su empleada.
Efraín, me presenta a su esposa como el "comandante Pipo". La señora que estaba bastante nerviosa, con mucha preocupación y cariño le recriminaba a su marido las sucesivas "escapadas" que se hacía ante el menor descuido de ella o la empleada. Efraín parecía estar en "otro mundo", a él solo le interesaba seguir hablando del "ataque" al barco. Se puso de pié y con firmeza me dice: "Le ordeno que usted venga a mi casa ahora mismo". La situación estaba superando a la esposa de Efraín, que se sentía incómoda y sin saber que hacer. Para facilitar las cosas, me ofrecí espontánea y sinceramente a acompañar al "comandante", que vivía muy cerca del café en un lujoso edificio de Avenida Olmos.
Ya en el piso de Efraín, éste me invita a sentarme en el living. Y mientras la empleada nos servía té con masitas, la esposa, desde otro cuarto se comunicaba con el siquiatra que atendía a su marido afectado de Alzaimer.
Permanecí más de una hora y media en ese lugar. Efraín, seguía dándome instrucciones sobre la "operación jubilados". Me hablaba con términos militares y a toda costa quería que me quede en su casa hasta el día siguiente.
También me invitó a recorrer el amplio piso , mostrándome con lujo de detalles las fotos de su familia, trofeos, diplomas y distintos recuerdos de su vida que estaban prolijamente distribuídos tanto en el living como en las habitaciones. Junto con el té, su esposa le había dado una medicación que estaba comenzando a hacer efecto. Afortunadamente el médico de la familia venía en camino. Cuando noté que Efraín comenzaba a dormirse, la esposa y la empleada me acompañaron hasta el ascensor colmándome de agradecimientos por mi actitud.
Al día siguiente volví al departamento de Efraín, para saber como se encontraba. Por suerte ese brote u obsesión había desaparecido y se encontraba medianamente estable y controlado. Casi 20 días después, recibo un llamado en mi celular, era la esposa de Efraín haciéndome saber que el "comandante Cordobés",que había sido director de un importante banco, había fallecido.
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2 comentarios:
Muy graciosa la anécdota!!!. Felicito al señor Palacios, a quien escucho siempre en LU2 los sábados por la noche. Gracias por divertirnos!!!
muy buenas las historias y siga escribiendo que gusta mucho al lector.muchas gracias,
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