Ya había tomado contacto con los directivos del supermercado Cordiez y nuevamente me tocaba empezar de nuevo en una ciudad importante donde tenía escaso tiempo para conocerla. Mis presentimientos se iban cumpliendo. "Arme la Góndola"es definitivamente una superproducción demasiado compleja donde además de la idea, que probadamente es exitosa, hace falta también un equipo de gente idónea que se haga responsable de cada una de las funciones necesarias para que todo salga casi perfecto. En Córdoba volví a darme cuenta que en ese nuevo desafío, también estaba solo. Ni la gente del supermercado ni mi amigo a quién llevé para colaborar en el evento, tenían la mínima idea de lo que significa una producción integral, marketing o publicidad. Una demostración de esto fué cuando le encomendé a mi colaborador que busque una imprenta de prestigio para hacer todo lo relacionado con la gráfica integral. Vino a verme entusiasmado y me hace saber que en la ruta al aeropuerto "Pajas Blancas", había encontrado una imprenta dispuesta a realizar los volantes, álbumes, cenefas e impresión de figuritas. Me aseguró ésta era una empresa con experiencia y le había entregado a cuenta del trabajo cheques por un total de $ 12.000. Al día siguiente fuí a conocer la imprenta y grande fué mi sorpresa cuando ví que funcionaba en un local pequeño y miserable donde solo había un tipo que estaba tratando de hacer andar una máquina muy antigua. El hombre estaba todo transpirado, nervioso y sin camisa que valiéndose de una palanca, intentaba una y otra vez poner en marcha la vieja impresora. Le pregunté cual era el inconveniente y me responde que los rodillos estaban gastados. Junto a la máquina estaban desparramados cientos de volantes mal impresos (fuera de registro) de un solo color. A los pocos minutos apareció el dueño de la imprenta y quise saber si esa era la única máquina que tenía o había otras mejores. Con su mejor cara de "cemento" y seguridad absoluta, el hombre me dice: "Tengo un taller escondido equipado con la última tecnología para imprimir lo que ustedes necesitan". ¿Y donde está ese taller?, le pregunto. "Es un secreto, lo que pasa es que me persigue la DGI". Obviamente no le creí nada, solo le dije que si al día siguiente no estaban impresos los volantes a todo color, me tendría que devolver los valores por $ 12.000 que se le habían entregado a cuenta. Indudablemente este había sido un mal comienzo y después de varias discusiones con el "imprentero trucho", solo se pudo rescatar la mitad del importe. El resto, se lo había gastado según él en el tratamiento de una enfermedad terminal que padecía su esposa (?).
Estaba con "el agua al cuello" y no tenía otra alternativa que buscar soluciones y salir adelante con el compromiso asumido. El hotel extraño en el que me había alojado en el centro Cordobés, se había convertido en mi refugio. Estaba demasiado cansado y no tenía ganas de salir a buscar un alojamiento de 3, 4, 5 o 20 estrellas. La primera decisión que tomé fué hacer que le pongan una cortina pesada a la incomprensible ventana que me exhibía ante los pasajeros que bajaban por la escalera.
Compré un tablero portátil, una lámpara y elementos de dibujo e improvisé en mi cuarto un atelier básico como para empezar a desarrollar los bocetos de toda la campaña gráfica para lanzar el concurso cuanto antes.
Los días seguían transcurriendo y continuaba descubriendo lugares, paseos, calles, galerías, shoppings, restaurantes y cafés Cordobeses. En cada uno de estos sitios y principalmente en la gente, estaba impresa la personalidad de ese fantástico "país aparte" llamado Córdoba. Algo que me había llamado poderosamente la atención, era la cantidad de señores mayores que habitaban en el hotel de Lima al 200. Hombres que superaban los 80 años y que habían trabajado la mayor parte de su vida en bancos u otras instituciones ocupando cargos importantes. El conserje me contaba que la mayoría de estos pasajeros eran de pensión permanente, ya que no tenían familia y al quedar solos, habían decidido pasar el resto de su vida en un hotel y nó en un geriátrico. Felizmente y con gran esfuerzo, logré poner en marcha "Arme la Góndola" y los venerables ancianos compañeros de hotel, se iban convirtiendo en mis amigos. Recuerdo los días domingo, cuando infaltablemente nos reuníamos a almorzar en una larga mesa de una casa de comidas caseras de la Avenida Olmos y pasábamos varias horas muy amenas donde "los viejitos piolas", como así los bauticé, me contaban de su pasado dorado y también de sus "novias" del presente, unas elegantes señoras Cordobesas jubiladas que los venían a buscar para ir al cine o a tomar el té.
Era maravilloso ver a esos abuelos "gladiadores" que no se rendían ante el paso del tiempo y disfrutaban plenamente de sus romances invernales, ahuyentando soledades y recibiendo a sus amadas maduras con una colorida y fresca rosa.
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