A Rubén le debo además de su amistad, el haber aprendido las reacciones del público ante las distintas piezas publicitarias que grabábamos y emitíamos. Esto sucedía en los comienzos de los años 80 y con "Locos" ,comencé a capitalizar la respuesta o el retorno que puede generar una pauta contundente y distribuída estratégicamente en un medio televisivo de fuerte audiencia. Rubén, siempre me decía cual era la facturación diaria del negocio y a partir de allí, mi misión consistía en continuar utilizando el ingenio para seguir levantando las ventas y acrecentar la popularidad de "Locos". En una oportunidad y aprovechando que Pierino estaba de visita por Bahía, le propusimos hacer de modelo disfrazándose de Napoleón. Con ese atuendo ridículo aparecía en pantalla y acercándose eufórico a la cámara ordenaba: "No compre, no compre en Locos". Este video transgresor tuvo importante aceptación. En otra de las piezas utilizamos imágenes de las integrantes de un grupo llamado "Las Primas", unas chicas ampulosas y super sexys que vestían calzas de colores detonantes y cantaban temas pegadizos. Las promociones, además de exhibir prendas y ofertas, también fidelizaban a los clientes a través de regalos. Un aviso de fuerte impacto fué uno en el yo mismo aparecía en pantalla diciendo: "Locos razona, por eso regala relojes a los amigos de la zona". La respuesta del público fué tan grande que nos vimos obligados a extender esta campaña durante un mes y medio, ya que todo el mundo quería llevarse su reloj. Confieso que lo que más me gustaba era "servirme" a discreción camperas y camisas de "Locos". Me acuerdo que las que más me atraían eran las marcas "Pilot" y "Navigator". Gracias a la generosidad de Rubén, también se vistieron unos chicos de mi barrio cuyo padre se había ido de casa y carecían de recursos y ropa de invierno. Lo mismo sucedió con alumnos de un colegio muy humilde que necesitaban los sacos y pantalones de sus uniformes. Hasta hoy, con Rubén juego a que el es mi "amigo rico" y por su condición de pudiente, le corresponde pagar alegremente todas las consumiciones ya sean de cafés o de comidas que compartamos.
En una sola oportunidad quise romper esta cábala y fué cuando lo invité a él y al encargado de "Locos" a tomar algo a una confitería de calle Chiclana. "Pidan lo que quieran, les dije. Yo me hago cargo". Cuando llegó el momento de abonar saqué a relucir un bolso y ni Rubén ni su encargado podían creer que esa era la bolsa de la reacudación diaria del negocio. Se las había quitado sin que se den cuenta. Cuando nos fuimos a vivir a Mar Del Plata, permanentemente y para acallar nostalgias, me lo pasaba dibujando a Rubén en distintas y absurdas situaciones. También le escribí un montón de cartas y nuestro contacto telefónico no se interrumpió en ningún momento. En cierta oportunidad vino a visitarme a Mar Del Plata. Rubén es alto y flaco, estaba con Sofía su hija que por entonces era una "bebé". Fuimos a tomar un café y cuando pagó las consumiciones noté que tenía pantalones amplios. En un momento alzó con sus brazos a la nena y aproveché el descuido para sacarle un puñado de dinero de uno de los bolsillos y salí corriendo hacia la peatonal San Martín. Allí estábamos haciendo el juego del "arrebatador". Entré en una casa de discos a comprar con su dinero varios libros y compactos y podía ver a Rubén buscándome en la calle. Salí y me oculté detrás de un cantero y cuando me vió, gritaba: "Al ladrón, atrapen al ladrón". Lo máximo ocurrió cuando con Ernesto Figueroa y más de 12 integrantes de nuestras familias concurrimos a cenar a un restaurante Marplatense. En esa ocasión, oculté mi videograbadora bajo un mantel y la dejé funcionando. Habíamos comido muy bien, bebiendo el mejor vino y champagne. Rubén estaba frente a mí. Hice una seña al mozo pidiéndole la adición y cuando el hombre se acercó, indicándole a Rubén le dije: "El señor es el que paga". Primero simuló una descompensación o shock emocional al ser sorprendido por la abultada cuenta que finalmente pagó en actuada actitud de resignación. Todas las imágenes con audio ambiente, las pude registrar en video, al estilo de una cámara sorpresa que no me cansaba de mirar una y otra vez. Por alguna extraña razón, química o frecuencia, cada vez que me encuentro con él o voy a su casa y charlamos con Leticia, su esposa, siento que realmente me cargo de energía y disfrutamos de un nuevo momento feliz. Aparte de los episodios relatados, considero a Rubén, como a alguien muy importante en mi existencia. También lo recuerdo siempre presente y junto a mí en circunstáncias dolorosas como la enfermedad y fallecimiento de mi viejo Víctor. Admiro su habilidad en los negocios y celebro con sinceridad sus éxitos, aunque siempre y hasta el fin de mis días, sentiré que elegí como amigo de mi vida de "sueños" al otro Rubén. Al Rubén con alma de pibe, sentido del humor y sensibilidad poco común con el que solo hablo de "inversiones del alma" que supuestamente realizaremos en el sólido y maravilloso "Banco de la Risa".
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