Una empresa muy famosa de planes de ahorro para automóviles, motos, y electrodomésticos que tenía una de sus sucursales en Mar del Plata, inaugura un imponente edificio en Buenos Aires. Desde principios de los 90, yo era en "la Feliz", Córdoba y Rosario, la cara televisiva que promocionaba los distintos planes de esta gananciosa firma que ahora quería posicionarse en la ciudad más grande de Argentina. Si bien me pagaban un sueldo bastante bueno y todos los gastos, vivir en Capital no me resultaba cómodo, ya que tenía que trasladarme semanalmente desde Mar del Plata, donde estaban mi casa y mi familia para alojarme en un hotel porteño y a diario, moverme en taxi rumbo a los estudios de grabación donde realizaba la producción de los videos que se emitían en canales capitalinos. Recuerdo que esta empresa contrató segmentos en un programa llamado “El Arte de la Elegancia” que en ese entonces se emitía por ATC y era conducido por el popular Ante Garmáz. Yo aparecía junto a él en pantalla, publicitando los planes de ahorro. Buenos Aires no era fácil, y el problema más serio que se le presentaba a esta empresa era armar un cuerpo de ventas de calle. En el resto de las ciudades, estos equipos humanos eran manejables y podía hacerse un seguimiento diario de la efectividad de la gente que realizaba la difícil tarea de vender los intangibles. Un buen día, aparece en el local un tipo robusto, alto, muy engreído y con aspecto bastante llamativo que se anuncia como "el mejor vendedor del mundo”. Los dueños de la empresa se interesaron en este pintoresco personaje que no vaciló en pedir una abultada suma por sus servicios para incorporarse como director general de ventas. Las negociaciones fueron bastante breves y finalmente “el rey de la venta” , ingresó al negocio con actitud de verdadera estrella. Entre sus sofisticadas condiciones, también solicitó que se lo apoye totalmente para que pueda llevar a cabo un gran lanzamiento del producto en el hotel más lujoso de Buenos Aires. Sin perder tiempo, decidió contratar el salón principal del hotel internacional y simultáneamente pidió que en el show de la presentación, actúe una conocida y cotizada bailarina clásica, una importante orquesta de tangos y también un respetado animador con reconocida trayectoria en radio y televisión.
Como si esto no alcanzara, también exigió que en el evento se instalen tres cámaras de video para registrar integramente el audio y las imágenes del show, para que posteriormente, este material sea utilizado en los cursos de venta dictados por el propio personaje.
Por fín llegó el día esperado. Los costos de esta producción fueron siderales, no se escatimó nada. Se distribuyeron cientos de invitaciones que fueron entregadas en mano a los invitados. Esa noche, las instalaciones del auditorio principal del hotel, se colmaron. La sala estaba llena y “el rey de la venta” , estaba vestido con un smóking. Después de los shows artísticos que fueron ovacionados de pié por el numeroso público asistente, comenzó la alocución densa e insoportable del “rey de la venta”, quién al más puro estilo de los gurúes mediáticos o prometedores de milagros, disparó toda su estudiada artillería sobre los espectadores. Desplegando un discurso de gran convencimiento al que le puso énfasis y algunos mediocres artilugios teatrales, comenzó a hablar sobre los caminos del éxito, cómo ganar dinero grande en forma inmediata vendiendo planes y asegurando que él mismo, se encargaría de cambiarles la vida y enriquecer a todos los que habían llegado hasta ese lugar en procura de un futuro mejor. Insistía que toda esa gente convocada por esta empresa, tenía ahora una histórica y única oportunidad. Yo no entendía nada, el ámbito donde se llevaba a cabo la presentación estaba ornamentado como si fuera el escenario de la entrega de los premios "Oscar" de Hollywood.
El “rey de la venta” seguía hablando sin parar. Aburrido, salí a recorrer los salones del imponente hotel. Era una noche de mucho frío en Buenos Aires, a la medianoche el evento llegó a su fin, el público comenzó a retirarse de la sala y recién allí, me percaté de la clase de gente que había sido convocada por el “rey de la venta”. En su mayoría, eran personas mal vestidas, algunas señoras tenían ropa de verano,y muchos hombres lucían camperas o trajes pasados de moda. Había comenzado a lloviznar y todos esos ciudadanos se iban a pié. Pensé en lo innecesario de esa costosa puesta en escena y lo inútil que resultaría a la hora de evaluar los resultados de esa fastuosa presentación al momento de evaluar si esa intención de pretender impresionar a gente humilde y en su mayoría sin trabajo, no se convertiría en un boomerang para la firma que impulsaba
los planes y había una invertido una considerable suma de dinero en esta producción faraónica. Un buen amigo estaba a mi lado, me miró y me preguntó: ¿Qué estás pensando?- Estaba pensando que este circo habría tenido mucho más éxito si se hacía en un club, con la animación de un grupo bailantero y “choripán” para los concurrentes, le respondí. El tiempo me dio la razón, el “rey de la venta” se esfumó como por arte de magia al igual que los integrantes de su equipo de ventas "supuestamente ganador".
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