jueves, 20 de marzo de 2008

1992, Lucy, en el Cielo y con diamantes.

Mucho he hablado y quizás sea poco de mi relación con Lucy, que además de ser mi abuela, fué en verdad una madre para mí. Mi viejo Víctor ya había partido un año antes y no me resultaba fácil acostumbrarme a que ya no estuviera en este plano terrenal. Me quedaba la inmensa satisfacción de los hermosos momentos que felizmente pudimos disfrutar junto a él durante muchos años. Ahora, la salud de Lucy se estaba resquebrajando día a día y como ya relaté antes, su vida no era la misma desde que se fracturó la cadera cuando resbaló en el piso de un conocido supermercado Bahiense. Estoy seguro que ella no se resignó a depender de su bastón y menos aún de sentirse limitada en sus movimientos o supeditada a la atención que le brindaban las empleadas que la asistían en el departamento donde habitaba junto a Osvaldo, su hijo.
Lucy, siempre había estado atenta a las necesidades de sus parientes. La recuerdo yendo a atender a los enfermos y quedarse horas junto al lecho de los mismos como una verdadera samaritana plena de humanidad. Pero lamentablente, cuando el infortunio le tocó a ella, comenzó a darse cuenta que había quedado sola. Unicamente Osvaldo, que trabajaba desde la primera hora del día, hasta la noche, tanto en el Ministerio a su cargo como en las cátedras de la Universidad, hacía malabares con sus tiempos para estar cerca de su madre.
En más de una oportunidad, Elvira y yó le pedimos que se venga a vivir a Mar del Plata con nosotros, pero su respuesta siempre fué una negativa. Nuestra vida fué y és en "contramano" a la del común de las personas. Para mí, la noche siempre fué mágica y aún, suelo acostarme más allá de las 4 o 5 de la madrugada. Lucy, sabía perfectamente que en mi casa somos noctámbulos crónicos, y es muy posible que no haya querido ser una molestia, cuando en verdad nuestro ofrecimiento era tan sincero como el amor que sentíamos por ella.
El llamado de Osvaldo nos hizo saber que Lucy se había descompensado y estaba muy mal. Cuando llegamos a Bahía, estaba internada en un sanatorio y los pronósticos médicos no eran favorables. Ella había caído en un estado de coma. Alrededor de Lucy, se movían diagnósticos agoreros, parientes "buitres" ,que revoloteaban esperando un rápido final y también médicos equivocados que aseguraban que "no había nada que hacer". Elvira, que siempre amó y sintió a Lucy como a su propia abuela, fué quién se encargó de permanecer a su lado, prodigarle mimos, hablarle permanentemente o hacerle preguntas que Lucy respondía con increíble precisión. No abrió los ojos en ningún momento, pero podía percibir todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Así estuvo durante 3 meses, como dormida y rodeada de ángeles que le permitían recordar innumerables momentos de su vida que repetía con absoluta claridad. Eran los últimos días de una mujer increíble cuya niñez había estado llena de carencias. Dios quiso que Lucy recordara como episodios del pasado lejano y sin resentimiento alguno sus años pobres en el pueblito de Italia donde había nacido. Siempre nos relataba aquello como anécdotas divertidas, porque en lo mejor de su vida, gracias a su esfuerzo y el empuje de mi visionario abuelo Próspero Abitante, lograron alcanzar una merecida posición económica y disfrutar de sus logros genuinos.
Lucy, se tomó su tiempo y se fué yendo tranquila, durmiendo en paz, recordando y su mente, proyectaba como en una película en cámara lenta todos los capítulos, imágenes y personas que habían compartido su existencia. Creo que en sus últimos momentos, ella sentía lástima por los pocos que habíamos quedado a su lado. Lástima, porque ya nada sería igual y las miserias humanas, el olvido o la indiferencia hacia una grande, nos demostraría poco tiempo después que la familia que alguna vez había idealizado o intentado unir, se había destrozado en mil pedazos, con la fragilidad propia de las mentiras y la indiferencia.
Lucy, logró ver desde algún sitio más elevado y con anticipación todo lo que vendría. Posiblemente por esta razón, demoró su despedida y en cierta forma, gracias al amor recibido rompió con todos los pronósticos humanos y médicos.
Esta fué otra de las "travesuras" de mi amada "Capricorniana" que seguramente en su sobrevida, le hizo un pequeño y último corte de manga a personas turras y también a la ciencia. Aún hoy, niego la "muerte" de Lucy.Y no es esta una actitud caprichosa o desentendida de la realidad. Por fortuna, la percibo cada día en mi interior, ella está cerca mío como un ángel guardían protegiéndome de la oscuridad humana y enviándome permanentemente luminosas señales celestiales.
Felizmente guardo cientos de fotos, películas y audios grabados de largas charlas con Lucy. De esta forma inusual y a mí manera, la escucho y la veo cuando se me dá la gana y en este mismo instante, la imagino y la veo riéndose de mis aventuras nocturnas, pidiéndome que le cuente mi última historia, sentada junto a Elvira, cuando estaba enferma, entrándo al Comando a llevarme una torta de chocolate cuando yo era "colimba" y definitivamente aceptándome y amándome tal como soy.

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